Gracias por el aporte, Esceptikuz.. Urgando en la dirección al pie descubrí un hermoso título:
¡ESCUCHA, PEQUEÑO HOMBRECITO!, De Wilhelm Reich, que adjunto, ya que me pareció pertinente a los debates que se vienen dando acerca de las construcciones alternativas y relaciones humanas en que cada vez más seguimos desembarcando, de modo que tendríamos el "trabajo" de leer "El universo técnico y su exterior" y luego el adjunto de Reich, como una invitación al debate.Buen año a la RondaUn abrazo Ismael
--- El vie 31-dic-10, esceptikuz <esceptikuz@???> escribió:
De: esceptikuz <esceptikuz@???>
Asunto: [Pensamientoautonomo] El universo técnico y su exterior
Para: "Pensamiento Autonomo" <pensamientoautonomo@???>
Fecha: viernes, 31 de diciembre de 2010, 14:24
Elementos
para una comprensión de nuestro universo técnico.
1. La organización social de los humanos, su forma de vivir en
común ha variado a lo largo de su historia, pasando de unas
formas de relación a otras; formas creadas por ellos mismos y
que a la vez modifican su comportamiento. La forma mercancía
es una de estas formas que ha configurado la relación entre
los hombres a lo largo de los últimos siglos, lo que llamamos
civilización capitalista, modo de producción de mercancías,
bien descrito por Marx a mediados del siglo XIX. Sólo en una
sociedad determinada los productos del trabajo humano toman la
forma de mercancías.
Lo peculiar de esta forma mercancía es que en la producción de
objetos (mercancías) se busca no tanto su valor de uso como su
valor de cambio, valor que en el desarrollo del modo de vida
capitalista tiende a aumentar al tiempo que el valor de uso de
la mercancía tiende a disminuir. El valor de uso es pues, en
este sistema, la coartada del valor de cambio. No es pues
tanto un sistema de producción de objetos para satisfacer unas
necesidades, sino un sistema de creación de necesidades que
demandarán la producción de objetos (esquematizando, diremos
que si produce bebidas no será tanto para apagar la sed como
para propiciarla). Produce pues la necesidad misma; a ello
concurren la imagen (Kraus, Anders), la propaganda (Ellul), la
publicidad (Voyer). En este sistema, escribe Marx, la
producción no solamente proporciona materiales a la necesidad
sino que proporciona también una necesidad a los materiales,
de modo que la producción no solamente produce un objeto para
el sujeto, sino también un sujeto para el objeto (1857,
“Introducción general a la Crítica de la Economía Política”).
El objeto producido es, para el capital, un objeto abstracto,
cuya utilidad es el beneficio. La lógica que preside este
sistema de la forma mercancía es la de la obtención del máximo
beneficio (valorización / acumulación de capital), lógica que
ha de atravesar la tendencia decreciente de la tasa de
ganancia, lo que sitúa la crisis de este sistema no en su
mejor o peor funcionamiento sino en su funcionamiento mismo,
en su misma esencia. Es esta misma lógica la que preside la
tendencia de esta forma mercancía a ocupar todo el espacio, su
tendencia a convertir cualquier cosa en mercancía, cualquier
actividad en trabajo asalariado, cualquier actividad artística
en espectáculo; su tendencia a capitalizarlo todo, a que no
quede nada exterior a esta relación mercantil, hasta convertir
las relaciones que en la producción de mercancías se instauran
entre los hombres, en la forma de relaciones entre cosas.
Esta tendencia es cuestionada por la subjetividad humana que
en su lucha contra esta cosificación afirma el límite y la
contingencia de esta forma mercancía, al considerarla como
algo histórico, y no natural y para siempre, afirmando así la
existencia de un espacio exterior al dominio de esta forma
mercancía, al dominio del capital. Subjetividad que vemos
aparecer, en determinadas circunstancias, a lo largo de todo
este periodo regido por la forma mercancía, mostrando una
actividad no reducida a espectáculo, un hacer no reducido al
trabajo, una resistencia al trabajo asalariado, buscando una
asociación más allá de la forma Estado.
2. Esta forma mercancía propicia un espectacular crecimiento
de la Técnica, crecimiento regido por el principio de la
máxima eficacia. La eficacia va a situarse por encima de
cualquier otra dimensión y va a erigirse en el criterio clave
de nuestra época.
En esta época capitalista –cuyo dominio no tiene más de 300
años–, la técnica se ha convertido en el fenómeno esencial. La
técnica es el fenómeno más importante del mundo moderno,
porque el acelerado desarrollo e implantación a la que la ha
sometido el sistema productivo capitalista, la ha transformado
en algo mayor que otro fenómeno más. La técnica es capaz de
generar todo un universo simbólico por sí y en sí misma, una
concepción del mundo que ocupa y determina el pensamiento, la
conciencia y el espíritu humano. En realidad, el fenómeno
técnico se ha convertido en la centralidad de ésta
civilización capitalista, pasando a ser más que una ideología,
una metafísica que impone una determinada interpretación de la
realidad: una manera de cómo el ser humano ha de estar,
comprender e interpretar el mundo.
Una rápida incursión en los análisis de Marx, de Mumford, de
Ellul y de Anders sobre la Técnica nos pueden ayudar a
problematizar y a entender el fenómeno técnico y nuestra
actual civilización técnica.
(Marx) El hombre al no encontrar en su medio lo que le puede
satisfacer sus deseos y necesidades, lo produce
artificialmente, transforma el mundo artificialmente; la
Naturaleza no produce arados, ni tractores, ni locomotoras, ni
automóviles, ni pianos…, ni ninguno de los muchos artefactos
que conforman nuestra artificialidad. Al producir el mundo, al
realizarlo y moldearlo para lograr satisfacer necesidades, el
hombre realiza el acto propiamente humano, no sólo se adapta
al medio, al mundo, sino que es capaz de adaptar el medio para
él, creando el hábitat, alterando el mundo. El mundo pasa a
ser para el hombre un medio que se puede transformar según las
conveniencias.
Marx denuncia, clara y reiteradamente, que cuando las máquinas
toman el mando en las fábricas, el obrero, inevitablemente, se
convierte en apéndice y servidor de éstas, es decir, en un
simple engranaje más de los muchos que conforman la máquina.
“La máquina destruye todos los límites morales y naturales de
la jornada de trabajo. (…) En un sistema mecánico el
trabajador colectivo aparece como el sujeto dominante y el
autómata mecánico como su objeto; lo que caracteriza el empleo
capitalista de la máquina es que el autómata es el sujeto y
los trabajadores son simplemente órganos subordinados a la
fuerza motriz central. (..) En el oficio y en la manufactura,
el obrero se sirve de su instrumento; en la fábrica el obrero
sirve a la máquina. El medio de trabajo convertido en autómata
se erige ante el obrero en la forma de capital, de trabajo
muerto que domina y bombea su fuerza viviente” (El Capital,
cap. XV). Sin embargo, será, como la mayoría de pensadores del
siglo XIX (y casi todos los del siglo XX), deudor de lo que
Georges Sorel calificó como “la ilusión del progreso”. Para
Marx la técnica es un medio, cuya mediación, bajo el control
de la clase obrera, logrará satisfacer los deseos y las
necesidades humanas. Y sin embargo el sistema capitalista y su
técnica, más que satisfacer, crea necesidades. Necesidades a
las que nos vemos sometidos y somos determinados por ellas.
Para Marx la técnica (fuerzas productivas) no es solo neutra
sino positiva. Marx no cuestiona ni los objetos producidos ni
los medios de producción, sino solo la apropiación que de
ellos hace el capital. Llega un momento que las relaciones de
producción devienen un freno al desarrollo de la técnica
(fuerzas productivas). El capital en contra de la técnica. El
desarrollo técnico conducirá, ya fuera de la relación social
capitalista, a la abundancia y al comunismo.
(Mumford) Para Lewis Mumford, con el actual avance de la
técnica el hombre se convierte en un animal pasivo y sin
finalidades y pasa a ser una pieza de la máquina. Cifra las
características de la civilización técnica en la supeditación
a la regularidad temporal (importancia decisiva de la
invención del reloj); la eficiencia; desaparición de la
distancia en el espacio y en el tiempo; uniformidad y
estandarización; supeditación a la máquina y al consumo
obligatorio que ella dicta. Pero el consumo no significa para
Mumford un máximo de eficiencia vital. La sociedad dominada
por la máquina se orienta hacia las “cosas” y sus miembros
tienen toda clase de posesiones excepto la posesión de sí
mismos.
La máquina es ambivalente, es al mismo tiempo instrumento de
liberación y de represión, ha economizado energía humana pero
no ha sabido dirigirla. De lo que se trata es de usarla en un
sentido liberador. Cuando el automatismo se generalice y los
beneficios de la mecanización se socialicen, los hombres se
encontrarán de nuevo en un estado paradisíaco. Es imperativo
construir una nueva sociedad en la que los propósitos de la
industria se desvíen del propósito de hacer ganancias, e
imaginarse que un sistema basado en la falta de ganancias es
imposible, es olvidar que durante miles de años la humanidad
no ha conocido otro sistema. Contra el mito maquinista y
progresista del siglo XIX, debemos buscar un equilibrio
dinámico y no un progreso indefinido, por otra parte
imposible, pues el progreso mecánico está limitado por la
naturaleza del mundo físico. Mumford distingue dos clases de
tecnologías, una totalitaria y centralizada y la otra
democrática y dispersa, basada en operaciones artesanales a
pequeña escala, que desarrolla nuestra humanidad.
(Ellul) Hasta la revolución industrial (s. XVIII) la técnica
sólo se aplicaba a campos restringidos; los medios técnicos
que se aplicaban eran limitados; su espacio era local; era
limitada en el tiempo, su evolución era lenta; al hombre le
quedaba la posibilidad de escoger. Todos estos caracteres
desaparecen en el actual desarrollo técnico. En nuestra
civilización, la Técnica no tiene límite, se extiende a todos
los campos, recubre toda la actividad del hombre, engloba toda
la civilización. Seis caracteres: artificialidad (la Técnica
se opone a la naturaleza); automatismo de la elección (es la
técnica y no el hombre la que elige. “The one best Way”);
autocrecimiento (progresa sin intervención del hombre, por
acumulación, la evolución es causal); indivisibilidad (no hay
distinción entre técnica y su uso); autonomía (respeto a la
economía y a la política y a la moral; la máquina ocupando el
lugar del hombre). En este proceso la técnica se ha
autonomizado. Ante el fenómeno técnico desaparecen la ética,
la búsqueda de un sentido, la metafísica y el lenguaje. El
hombre pre-técnico vive en un escenario humanista donde
imperan la finalidad y el sentido; la técnica carece de
finalidad y de sentido, funciona, progresa de manera puramente
causal, por autocrecimiento, receptiva sólo a la
intro-información. Proponerle un fin, pensar que la técnica no
es más que un conjunto de medios al servicio de unos fines, es
no entender el significado de la técnica. Es ilusorio pues
distinguir entre un buen uso y un mal uso de la técnica: sólo
tiene un uso, el uso técnico. Pedirle a la técnica otro uso es
pedirle que no sea la técnica: no hay diferencia entre la
técnica y su uso. Hoy la técnica se ha vuelto autónoma
respecto a otras instancias. Lo que se puede hacer se hará. El
progreso técnico es ambivalente, no es bueno ni malo, mezcla
de elementos positivos y negativos: todo progreso técnico
tiene un precio; el progreso técnico causa más problemas que
los que soluciona; los efectos favorables y los nefastos son
inseparables; todo progreso técnico conlleva efectos
imprevisibles.
(Anders) Günter Anders analiza la esencia de la máquina y la
cifra en las siguientes consideraciones. La sed de expansión
que tienen las máquinas es algo innato y es insaciable; se
trata de una tendencia expansionista que se reproduce cada vez
al nivel superior y no tiene límite. Por otra parte, por
absurdo que parezca, el número de máquinas existente disminuye
pues, por lo afirmado con anterioridad, pasa a ser parte de
otra máquina mayor. Las máquinas se degradan, más allá de que
su obsolescencia sea programada desde su construcción, en el
sentido de que dejan de ser máquinas para pasar a ser
componentes de sistemas (es lo que nos pasa a los seres
humanos que perdemos nuestra personalidad al ser reducidos a
simples engranajes del sistema). Así las máquinas se
transforman en una única máquina hasta llegar a un estado
final totalitario donde todo sea maquínico. Ante esto no basta
protestar diciendo que se debería utilizar la técnica para
fines buenos y no malvados. Lo que hemos de preguntarnos hoy
es si podemos disponer libremente de la técnica. Es posible
que el peligro que nos amenaza no resida en un mal uso de la
técnica sino en su misma esencia.
Confrontados con el Apocalipsis a partir del desarrollo
nuclear, la cuestión que la humanidad tiene planteada, según
Anders, no es ya cómo vivir sino si continuará la vida. Como
Ellul, niega cualquier neutralidad de la técnica respecto a su
uso: el conjunto (sistema) de instrumentos (el
macro-instrumento) que se nos imponen no son meros medios a
nuestro alcance para obtener unos fines previamente decididos
por nosotros, sino que determinan ya, por su estructura y por
su función, su utilización. Hoy ya no es el artesano (como en
tiempo de los ludditas) el que es amenazado por la máquina
sino que somos todos, víctimas de las máquinas y de sus
productos. A partir de todos estos instrumentos (Anders
analiza en especial la radio y la televisión, cuya forma de
mostrar el mundo lo oculta) deviene imposible nuestra
experiencia del mundo, del que sólo vemos su fantasma. El
hombre entra en el mundo de los instrumentos dejando detrás su
humanidad (como el niño que deja su niñez al entrar
iniciáticamente en el mundo de los adultos). Ya desposeído de
sí mismo, no puede alienarse más.
3. La naturaleza de la Técnica consiste en abarcarlo todo,
hacer un mundo técnico en el que todo lo que está en él, toda
la Naturaleza –incluyendo, por supuesto, los seres humanos–
sean simples objetos a su disposición, disponibles de ser
utilizados técnicamente, para extraer el máximo beneficio
posible. El fenómeno técnico ha configurado por sí mismo una
nueva Fenomenología, pues actualmente la técnica representa el
“devenir de la ciencia en general o del saber”. La técnica ha
llegado a ser, en el mundo actual, un Ideal Absoluto: “la idea
que se piensa a sí misma”. Representa para la mayoría de los
que sobrevivimos en ésta sociedad, toda la “existencia
contenida en sí misma”. Todo ha de ser contemplado,
representado y pensado técnicamente: para el amor hay
técnicas, se utilizan técnicas del pensamiento y técnicas del
control del pensamiento, técnicas sexuales y técnicas
reproductivas, técnicas políticas y técnicas de control,
técnicas de dominación y mando y técnicas de obediencia y
sumisión, la producción, la educación, la salud están
técnicamente organizadas, etc. Como señala S. Giedion, cuando
“la mecanización toma el mando”, la técnica llega a lo
orgánico, a la agricultura y a la comida, se adueña del
nacimiento, de la enfermedad y la muerte, determina la manera
de desplazarse y hacia donde hacerlo, y también se ha
introducido en cada rincón del hogar… La concepción del
universo se ha hecho mecánica, técnica.
La técnica, como la economía, se ha convertido en uno de los
puntos fundamentales del discurso ideológico capitalista. La
ideología capitalista ha fabricado, desde sus inicios (aún
antes de que la burguesía tomara el Estado), una serie de
mitos que, finalmente, determinan nuestra conciencia, nuestra
percepción y representación del mundo que nos conforma y en el
que deambulamos. El primer mito de esta época fue el de la
Razón, seguido por el progreso, la civilización capitalista
como sinónimo de la razón del progreso; le siguieron el mito
del progreso, el de la economía y el dinero, el de la
utilidad, etc. y principalmente el de la Técnica que
rápidamente logró abducir a la ciencia.
La técnica se ha convertido en un fenómeno de tal importancia
que cualquier mirada sobre la actual conciencia del ser humano
ha de tenerla en cuenta como factor primordial en la
conformación y estructuración de dicha conciencia. La técnica
de la información, mediante todos sus soportes tecnológicos,
es actualmente tan poderosa que es capaz de estar presente,
multiplicada en varios formatos, en cada hogar y propagar
uniforme y universalmente la información-propaganda, y sus
efectos no son tan sólo factores reificantes y
desnaturalizadores del ser humano, sino que son factores
constitutivos de una determinada conciencia en los humanos. La
industrialización masiva de la cultura (la cultura como gran
negocio económico), despliega nuevas tecnologías de la
memoria. La técnica marca y construye los modos de
significación y los símbolos contemporáneos.
Quizás la invención técnica que más ha marcado nuestra
civilización sea el reloj, la máquina más importante que ha
hecho posible todo el progreso moderno. El tiempo, es tiempo
del Capital, y el espacio se ha reducido a ser, todo él, un
bien material para la explotación capitalista. Con el sistema
de fábricas, las mujeres, los hombres y los niños tuvieron
“que adaptarse a la celeridad regular de la máquina”. La
electricidad hizo posible el trabajo continuo las 24 horas de
cada jornada, sin distinción entre día y noche. Mediante la
disciplina de los horarios de trabajo en la fábrica primero, y
después mediante el sometimiento al control del cronómetro en
la cadena de montaje, los obreros se sometieron
definitivamente al tiempo del Capital. El sistema capitalista
introduciendo al trabajador a la cultura del consumo y
mediante el dominio de la industria cultural, logró colonizar
y determinar su ocio. Así pues, el tiempo del Capital –el
tiempo dominado y determinado por el Capital–, salía de los
talleres y de las fábricas y se adueñaba de todo el tiempo de
los trabajadores y de la gente en general. Marcaba sus pautas
y señalaba los ritmos y los horarios a cumplir, adueñándose
del tiempo de los trabajadores en su vida cotidiana, fuera de
la esfera del trabajo, en el taller, la fábrica o la oficina.
Actualmente el único tiempo contable y gastable es el tiempo
marcado y señalado por el Capital. El espacio, en el cielo y
en la tierra, es tenido como un dominio capitalista, para la
extracción de la mayor cantidad de beneficios posibles que
aseguren la continua acumulación y ganancia para el Capital.
La técnica de la modernidad capitalista ha posibilitado la
transformación del espacio y del tiempo, comprimiendo el
primero y acelerando el segundo, haciendo de ellos un
continuum de tiempo homogéneo y vacío que transcurre por
espacios cada vez más equiparables, de la misma manera
construidos y destruidos. Esta nueva configuración de un
espacio-tiempo similarmente continuo, comprimido y acelerado,
origina una sincronía globalizadora entre el ritmo productivo
y el flujo de las conciencias. La técnica ha posibilitado que
el ritmo de la producción: su ideología económica, la
deificación del dinero y del consumo, su realidad y su verdad,
simbología, etc, se haya sincronizado y constituya el flujo de
la conciencia de una gran mayoría de los humanos.
Las Técnicas de la Información y de la Comunicación (TIC),
configuran una determinada noción de la Realidad. Conforman la
imagen de la realidad que el consumidor-receptor debe asumir,
al ser capaces de fabricar y reproducir masiva y
uniformemente, los emisores del poder, unas opiniones y una
disposición cognitiva determinada. Como señaló Baudrillard, la
técnica posee un poder genésico capaz de engendrar lo
hiperreal, el simulacrum, una suerte de realidad producida por
matrices y modelos, con lo cual la distinción entre ser y
apariencia queda abolida. La realidad virtual, hace lo virtual
real.
Los penúltimos artefactos –nunca podremos hablar de los
últimos debido a la velocidad de su generación e implantación–
del actual desarrollo técnico respecto al sistema electrónico
de comunicación, el móvil, la pantalla, suprimen la distancia
entre sus usuarios: ya no hay separación, y sabemos que la
separación es necesaria para la constitución del sujeto, y
sabemos que para relacionarnos necesitamos una distancia que
el artefacto elimina. La inmediatez hace perder el sentido de
la duración, todo está colocado en el espacio, sin
temporalidad, sin pasado y futuro. En la comprensión del mundo
se subraya la dimensión espacial a expensas de la dimensión
temporal
El mito de la independencia de la técnica cae por si sólo al
dedicarle una simple mirada. La técnica forma parte, de una
manera trascendental, del sistema de poder y dominación de la
civilización capitalista. Los instrumentos técnicos dejan de
estar al servicio del hombre para ser éste el que está a su
servicio. Podemos servirnos de unas pinzas, no de las máquinas
que son servidas por los obreros, que a su vez desconocen el
producto que fabrican. Hoy la técnica nos abre un mundo que no
podemos comprender, podemos hacer más de lo que podemos
imaginar. La capacidad de producción, que es ilimitada, ha
superado la capacidad de imaginar que es limitada. No nos
podemos representar los efectos de los productos que hacemos,
no sabemos lo que hacemos cuando fabricamos los productos.
4. La contundencia de la crítica a la Técnica aquí apuntada no
pretende conducir a una demonización de la técnica y del
progreso técnico que les negaría cualquier efecto positivo;
sería absurdo no considerar su aportación en el mejoramiento,
por ejemplo, de muchos aspectos de nuestra vida cotidiana,
ahorrando esfuerzo y energía, aunque también es cierto que
tales efectos positivos van acompañados de efectos negativos.
Inseparables ambos, la categoría que mejor definiría esta
complejidad sería la de ambivalencia, de la que ya hemos
hablado. Tampoco se pretende, con esta crítica de la técnica,
reivindicar con nostalgia un pasado pre-técnico lleno de
valores humanos ya perdidos…; sabemos de este engaño y de esta
ilusión. Lo que la crítica aquí apuntada pretende es
comprender de raíz el fenómeno técnico y el universo por él
creado: nuestra sociedad actual.
Hemos visto pues cómo la técnica de un medio que era tiende a
ser un fin, que el hombre pasa de ser sujeto a ser predicado,
pasa a ser un instrumento de la técnica, quedando el ser
humano reducido a objeto al servicio de lo que él ha creado y
que, como al aprendiz de brujo de la balada goethiana, se le
ha escapado de las manos y es amenazado ahora con su
autodestrucción. No estamos hablando de un relato de ciencia
ficción si no de lo que el desarrollo técnico tiende a
construir. Realidad tendencial a la que se opone nuestra
humanidad, lo que de más humano hay en nosotros, impidiendo
que esta realidad tendencial se convierta en toda la realidad:
si así fuera, el universo técnico carecería ya de exterior, la
banda de Moebius bastaría para representarlo.
Este rápido recorrido por algunas de las características y los
significados del universo técnico, señala una tendencia: la
tendencia de la Técnica a carecer de límites, a abarcarlo
todo, a no dejar nada fuera de su dominio. Pero tiene límites;
primero, el límite físico, evidente, de una expansión
ilimitada de la máquina, aunque, es cierto que este límite
puede estar a años vista, lo que bastaría para un posible fin
apocalíptico; después el límite interno del capital que la
propicia: su misma capacidad productiva lo desvaloriza; y por
último y sobre todo el límite humano: la subjetividad humana.
En efecto, la resistencia a la técnica desarrollada por el
capital atraviesa toda su historia, desde las primeras luchas
ludditas, hasta la actual resistencia indígena en México,
pasando por todas las afirmaciones individuales y colectivas,
teóricas y prácticas contra la ilusión del progreso, contra la
visión desarrollista de la técnica que en demasiadas ocasiones
se ha mostrado como una brutal barbarie, o simplemente
rechazando la reglamentación mecanizada de nuestras vidas.
Hoy, nuestra sociedad no es un sistema técnico total, una
megamáquina. Los hombres no son simples engranajes de la
máquina, se comunican, entran en relación y rompen cuando y
cuanto pueden el cerco a la vida que la civilización técnica y
capitalista les impone. Siempre queda valor de uso en la
mercancía producida buscando el valor de cambio; queda
relación humana en las relaciones marcadas por la
cosificación; queda creación, en la actividad convertida en
espectáculo. Hay exterior a la técnica; hay exterior al
capital. Es decir, que aún dentro de la relación social que
introduce el capital hay vida y hay un sujeto que se resiste a
devenir objeto. No se trata de recuperar los vacíos que la
técnica y el capital ya han colonizado, inútil pensar una
vuelta atrás, sino de constatar la vida que se les escapa e
impide la total dominación. Este sistema técnico es, como toda
nuestra sociedad capitalista, contingente, no es naturalmente
necesario, es simplemente histórico y es el interés del poder
capitalista el que pretende convertirlo en natural y
necesario.
Etcétera, noviembre 2010
extraído de la revista Etcétera
nº47
http://www.sindominio.net/etcetera
-----Adjunto en línea a continuación-----
_______________________________________________
Pensamientoautonomo mailing list
Pensamientoautonomo@???
https://www.autistici.org/mailman/listinfo/pensamientoautonomo