*Elementos para una comprensión de nuestro universo técnico.*
1. La organización social de los humanos, su forma de vivir en común ha
variado a lo largo de su historia, pasando de unas formas de relación a
otras; formas creadas por ellos mismos y que a la vez modifican su
comportamiento. La forma mercancía es una de estas formas que ha
configurado la relación entre los hombres a lo largo de los últimos
siglos, lo que llamamos civilización capitalista, modo de producción de
mercancías, bien descrito por Marx a mediados del siglo XIX. Sólo en una
sociedad determinada los productos del trabajo humano toman la forma de
mercancías.
Lo peculiar de esta forma mercancía es que en la producción de objetos
(mercancías) se busca no tanto su valor de uso como su valor de cambio,
valor que en el desarrollo del modo de vida capitalista tiende a
aumentar al tiempo que el valor de uso de la mercancía tiende a
disminuir. El valor de uso es pues, en este sistema, la coartada del
valor de cambio. No es pues tanto un sistema de producción de objetos
para satisfacer unas necesidades, sino un sistema de creación de
necesidades que demandarán la producción de objetos (esquematizando,
diremos que si produce bebidas no será tanto para apagar la sed como
para propiciarla). Produce pues la necesidad misma; a ello concurren la
imagen (Kraus, Anders), la propaganda (Ellul), la publicidad (Voyer). En
este sistema, escribe Marx, la producción no solamente proporciona
materiales a la necesidad sino que proporciona también una necesidad a
los materiales, de modo que la producción no solamente produce un objeto
para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto (1857,
"Introducción general a la Crítica de la Economía Política").
El objeto producido es, para el capital, un objeto abstracto, cuya
utilidad es el beneficio. La lógica que preside este sistema de la forma
mercancía es la de la obtención del máximo beneficio (valorización /
acumulación de capital), lógica que ha de atravesar la tendencia
decreciente de la tasa de ganancia, lo que sitúa la crisis de este
sistema no en su mejor o peor funcionamiento sino en su funcionamiento
mismo, en su misma esencia. Es esta misma lógica la que preside la
tendencia de esta forma mercancía a ocupar todo el espacio, su tendencia
a convertir cualquier cosa en mercancía, cualquier actividad en trabajo
asalariado, cualquier actividad artística en espectáculo; su tendencia a
capitalizarlo todo, a que no quede nada exterior a esta relación
mercantil, hasta convertir las relaciones que en la producción de
mercancías se instauran entre los hombres, en la forma de relaciones
entre cosas.
Esta tendencia es cuestionada por la subjetividad humana que en su lucha
contra esta cosificación afirma el límite y la contingencia de esta
forma mercancía, al considerarla como algo histórico, y no natural y
para siempre, afirmando así la existencia de un espacio exterior al
dominio de esta forma mercancía, al dominio del capital. Subjetividad
que vemos aparecer, en determinadas circunstancias, a lo largo de todo
este periodo regido por la forma mercancía, mostrando una actividad no
reducida a espectáculo, un hacer no reducido al trabajo, una resistencia
al trabajo asalariado, buscando una asociación más allá de la forma Estado.
2. Esta forma mercancía propicia un espectacular crecimiento de la
Técnica, crecimiento regido por el principio de la máxima eficacia. La
eficacia va a situarse por encima de cualquier otra dimensión y va a
erigirse en el criterio clave de nuestra época.
En esta época capitalista --cuyo dominio no tiene más de 300 años--, la
técnica se ha convertido en el fenómeno esencial. La técnica es el
fenómeno más importante del mundo moderno, porque el acelerado
desarrollo e implantación a la que la ha sometido el sistema productivo
capitalista, la ha transformado en algo mayor que otro fenómeno más. La
técnica es capaz de generar todo un universo simbólico por sí y en sí
misma, una concepción del mundo que ocupa y determina el pensamiento, la
conciencia y el espíritu humano. En realidad, el fenómeno técnico se ha
convertido en la centralidad de ésta civilización capitalista, pasando a
ser más que una ideología, una metafísica que impone una determinada
interpretación de la realidad: una manera de cómo el ser humano ha de
estar, comprender e interpretar el mundo.
Una rápida incursión en los análisis de Marx, de Mumford, de Ellul y de
Anders sobre la Técnica nos pueden ayudar a problematizar y a entender
el fenómeno técnico y nuestra actual civilización técnica.
(Marx) El hombre al no encontrar en su medio lo que le puede satisfacer
sus deseos y necesidades, lo produce artificialmente, transforma el
mundo artificialmente; la Naturaleza no produce arados, ni tractores, ni
locomotoras, ni automóviles, ni pianos..., ni ninguno de los muchos
artefactos que conforman nuestra artificialidad. Al producir el mundo,
al realizarlo y moldearlo para lograr satisfacer necesidades, el hombre
realiza el acto propiamente humano, no sólo se adapta al medio, al
mundo, sino que es capaz de adaptar el medio para él, creando el
hábitat, alterando el mundo. El mundo pasa a ser para el hombre un medio
que se puede transformar según las conveniencias.
Marx denuncia, clara y reiteradamente, que cuando las máquinas toman el
mando en las fábricas, el obrero, inevitablemente, se convierte en
apéndice y servidor de éstas, es decir, en un simple engranaje más de
los muchos que conforman la máquina. "La máquina destruye todos los
límites morales y naturales de la jornada de trabajo. (...) En un
sistema mecánico el trabajador colectivo aparece como el sujeto
dominante y el autómata mecánico como su objeto; lo que caracteriza el
empleo capitalista de la máquina es que el autómata es el sujeto y los
trabajadores son simplemente órganos subordinados a la fuerza motriz
central. (..) En el oficio y en la manufactura, el obrero se sirve de su
instrumento; en la fábrica el obrero sirve a la máquina. El medio de
trabajo convertido en autómata se erige ante el obrero en la forma de
capital, de trabajo muerto que domina y bombea su fuerza viviente" (El
Capital, cap. XV). Sin embargo, será, como la mayoría de pensadores del
siglo XIX (y casi todos los del siglo XX), deudor de lo que Georges
Sorel calificó como "la ilusión del progreso". Para Marx la técnica es
un medio, cuya mediación, bajo el control de la clase obrera, logrará
satisfacer los deseos y las necesidades humanas. Y sin embargo el
sistema capitalista y su técnica, más que satisfacer, crea necesidades.
Necesidades a las que nos vemos sometidos y somos determinados por
ellas. Para Marx la técnica (fuerzas productivas) no es solo neutra sino
positiva. Marx no cuestiona ni los objetos producidos ni los medios de
producción, sino solo la apropiación que de ellos hace el capital. Llega
un momento que las relaciones de producción devienen un freno al
desarrollo de la técnica (fuerzas productivas). El capital en contra de
la técnica. El desarrollo técnico conducirá, ya fuera de la relación
social capitalista, a la abundancia y al comunismo.
(Mumford) Para Lewis Mumford, con el actual avance de la técnica el
hombre se convierte en un animal pasivo y sin finalidades y pasa a ser
una pieza de la máquina. Cifra las características de la civilización
técnica en la supeditación a la regularidad temporal (importancia
decisiva de la invención del reloj); la eficiencia; desaparición de la
distancia en el espacio y en el tiempo; uniformidad y estandarización;
supeditación a la máquina y al consumo obligatorio que ella dicta. Pero
el consumo no significa para Mumford un máximo de eficiencia vital. La
sociedad dominada por la máquina se orienta hacia las "cosas" y sus
miembros tienen toda clase de posesiones excepto la posesión de sí mismos.
La máquina es ambivalente, es al mismo tiempo instrumento de liberación
y de represión, ha economizado energía humana pero no ha sabido
dirigirla. De lo que se trata es de usarla en un sentido liberador.
Cuando el automatismo se generalice y los beneficios de la mecanización
se socialicen, los hombres se encontrarán de nuevo en un estado
paradisíaco. Es imperativo construir una nueva sociedad en la que los
propósitos de la industria se desvíen del propósito de hacer ganancias,
e imaginarse que un sistema basado en la falta de ganancias es
imposible, es olvidar que durante miles de años la humanidad no ha
conocido otro sistema. Contra el mito maquinista y progresista del siglo
XIX, debemos buscar un equilibrio dinámico y no un progreso indefinido,
por otra parte imposible, pues el progreso mecánico está limitado por la
naturaleza del mundo físico. Mumford distingue dos clases de
tecnologías, una totalitaria y centralizada y la otra democrática y
dispersa, basada en operaciones artesanales a pequeña escala, que
desarrolla nuestra humanidad.
(Ellul) Hasta la revolución industrial (s. XVIII) la técnica sólo se
aplicaba a campos restringidos; los medios técnicos que se aplicaban
eran limitados; su espacio era local; era limitada en el tiempo, su
evolución era lenta; al hombre le quedaba la posibilidad de escoger.
Todos estos caracteres desaparecen en el actual desarrollo técnico. En
nuestra civilización, la Técnica no tiene límite, se extiende a todos
los campos, recubre toda la actividad del hombre, engloba toda la
civilización. Seis caracteres: artificialidad (la Técnica se opone a la
naturaleza); automatismo de la elección (es la técnica y no el hombre la
que elige. "The one best Way"); autocrecimiento (progresa sin
intervención del hombre, por acumulación, la evolución es causal);
indivisibilidad (no hay distinción entre técnica y su uso); autonomía
(respeto a la economía y a la política y a la moral; la máquina ocupando
el lugar del hombre). En este proceso la técnica se ha autonomizado.
Ante el fenómeno técnico desaparecen la ética, la búsqueda de un
sentido, la metafísica y el lenguaje. El hombre pre-técnico vive en un
escenario humanista donde imperan la finalidad y el sentido; la técnica
carece de finalidad y de sentido, funciona, progresa de manera puramente
causal, por autocrecimiento, receptiva sólo a la intro-información.
Proponerle un fin, pensar que la técnica no es más que un conjunto de
medios al servicio de unos fines, es no entender el significado de la
técnica. Es ilusorio pues distinguir entre un buen uso y un mal uso de
la técnica: sólo tiene un uso, el uso técnico. Pedirle a la técnica otro
uso es pedirle que no sea la técnica: no hay diferencia entre la técnica
y su uso. Hoy la técnica se ha vuelto autónoma respecto a otras
instancias. Lo que se puede hacer se hará. El progreso técnico es
ambivalente, no es bueno ni malo, mezcla de elementos positivos y
negativos: todo progreso técnico tiene un precio; el progreso técnico
causa más problemas que los que soluciona; los efectos favorables y los
nefastos son inseparables; todo progreso técnico conlleva efectos
imprevisibles.
(Anders) Günter Anders analiza la esencia de la máquina y la cifra en
las siguientes consideraciones. La sed de expansión que tienen las
máquinas es algo innato y es insaciable; se trata de una tendencia
expansionista que se reproduce cada vez al nivel superior y no tiene
límite. Por otra parte, por absurdo que parezca, el número de máquinas
existente disminuye pues, por lo afirmado con anterioridad, pasa a ser
parte de otra máquina mayor. Las máquinas se degradan, más allá de que
su obsolescencia sea programada desde su construcción, en el sentido de
que dejan de ser máquinas para pasar a ser componentes de sistemas (es
lo que nos pasa a los seres humanos que perdemos nuestra personalidad al
ser reducidos a simples engranajes del sistema). Así las máquinas se
transforman en una única máquina hasta llegar a un estado final
totalitario donde todo sea maquínico. Ante esto no basta protestar
diciendo que se debería utilizar la técnica para fines buenos y no
malvados. Lo que hemos de preguntarnos hoy es si podemos disponer
libremente de la técnica. Es posible que el peligro que nos amenaza no
resida en un mal uso de la técnica sino en su misma esencia.
Confrontados con el Apocalipsis a partir del desarrollo nuclear, la
cuestión que la humanidad tiene planteada, según Anders, no es ya cómo
vivir sino si continuará la vida. Como Ellul, niega cualquier
neutralidad de la técnica respecto a su uso: el conjunto (sistema) de
instrumentos (el macro-instrumento) que se nos imponen no son meros
medios a nuestro alcance para obtener unos fines previamente decididos
por nosotros, sino que determinan ya, por su estructura y por su
función, su utilización. Hoy ya no es el artesano (como en tiempo de los
ludditas) el que es amenazado por la máquina sino que somos todos,
víctimas de las máquinas y de sus productos. A partir de todos estos
instrumentos (Anders analiza en especial la radio y la televisión, cuya
forma de mostrar el mundo lo oculta) deviene imposible nuestra
experiencia del mundo, del que sólo vemos su fantasma. El hombre entra
en el mundo de los instrumentos dejando detrás su humanidad (como el
niño que deja su niñez al entrar iniciáticamente en el mundo de los
adultos). Ya desposeído de sí mismo, no puede alienarse más.
3. La naturaleza de la Técnica consiste en abarcarlo todo, hacer un
mundo técnico en el que todo lo que está en él, toda la Naturaleza
--incluyendo, por supuesto, los seres humanos-- sean simples objetos a
su disposición, disponibles de ser utilizados técnicamente, para extraer
el máximo beneficio posible. El fenómeno técnico ha configurado por sí
mismo una nueva Fenomenología, pues actualmente la técnica representa el
"devenir de la ciencia en general o del saber". La técnica ha llegado a
ser, en el mundo actual, un Ideal Absoluto: "la idea que se piensa a sí
misma". Representa para la mayoría de los que sobrevivimos en ésta
sociedad, toda la "existencia contenida en sí misma". Todo ha de ser
contemplado, representado y pensado técnicamente: para el amor hay
técnicas, se utilizan técnicas del pensamiento y técnicas del control
del pensamiento, técnicas sexuales y técnicas reproductivas, técnicas
políticas y técnicas de control, técnicas de dominación y mando y
técnicas de obediencia y sumisión, la producción, la educación, la salud
están técnicamente organizadas, etc. Como señala S. Giedion, cuando "la
mecanización toma el mando", la técnica llega a lo orgánico, a la
agricultura y a la comida, se adueña del nacimiento, de la enfermedad y
la muerte, determina la manera de desplazarse y hacia donde hacerlo, y
también se ha introducido en cada rincón del hogar... La concepción del
universo se ha hecho mecánica, técnica.
La técnica, como la economía, se ha convertido en uno de los puntos
fundamentales del discurso ideológico capitalista. La ideología
capitalista ha fabricado, desde sus inicios (aún antes de que la
burguesía tomara el Estado), una serie de mitos que, finalmente,
determinan nuestra conciencia, nuestra percepción y representación del
mundo que nos conforma y en el que deambulamos. El primer mito de esta
época fue el de la Razón, seguido por el progreso, la civilización
capitalista como sinónimo de la razón del progreso; le siguieron el mito
del progreso, el de la economía y el dinero, el de la utilidad, etc. y
principalmente el de la Técnica que rápidamente logró abducir a la ciencia.
La técnica se ha convertido en un fenómeno de tal importancia que
cualquier mirada sobre la actual conciencia del ser humano ha de tenerla
en cuenta como factor primordial en la conformación y estructuración de
dicha conciencia. La técnica de la información, mediante todos sus
soportes tecnológicos, es actualmente tan poderosa que es capaz de estar
presente, multiplicada en varios formatos, en cada hogar y propagar
uniforme y universalmente la información-propaganda, y sus efectos no
son tan sólo factores reificantes y desnaturalizadores del ser humano,
sino que son factores constitutivos de una determinada conciencia en los
humanos. La industrialización masiva de la cultura (la cultura como gran
negocio económico), despliega nuevas tecnologías de la memoria. La
técnica marca y construye los modos de significación y los símbolos
contemporáneos.
Quizás la invención técnica que más ha marcado nuestra civilización sea
el reloj, la máquina más importante que ha hecho posible todo el
progreso moderno. El tiempo, es tiempo del Capital, y el espacio se ha
reducido a ser, todo él, un bien material para la explotación
capitalista. Con el sistema de fábricas, las mujeres, los hombres y los
niños tuvieron "que adaptarse a la celeridad regular de la máquina". La
electricidad hizo posible el trabajo continuo las 24 horas de cada
jornada, sin distinción entre día y noche. Mediante la disciplina de los
horarios de trabajo en la fábrica primero, y después mediante el
sometimiento al control del cronómetro en la cadena de montaje, los
obreros se sometieron definitivamente al tiempo del Capital. El sistema
capitalista introduciendo al trabajador a la cultura del consumo y
mediante el dominio de la industria cultural, logró colonizar y
determinar su ocio. Así pues, el tiempo del Capital --el tiempo dominado
y determinado por el Capital--, salía de los talleres y de las fábricas
y se adueñaba de todo el tiempo de los trabajadores y de la gente en
general. Marcaba sus pautas y señalaba los ritmos y los horarios a
cumplir, adueñándose del tiempo de los trabajadores en su vida
cotidiana, fuera de la esfera del trabajo, en el taller, la fábrica o la
oficina. Actualmente el único tiempo contable y gastable es el tiempo
marcado y señalado por el Capital. El espacio, en el cielo y en la
tierra, es tenido como un dominio capitalista, para la extracción de la
mayor cantidad de beneficios posibles que aseguren la continua
acumulación y ganancia para el Capital.
La técnica de la modernidad capitalista ha posibilitado la
transformación del espacio y del tiempo, comprimiendo el primero y
acelerando el segundo, haciendo de ellos un continuum de tiempo
homogéneo y vacío que transcurre por espacios cada vez más equiparables,
de la misma manera construidos y destruidos. Esta nueva configuración de
un espacio-tiempo similarmente continuo, comprimido y acelerado, origina
una sincronía globalizadora entre el ritmo productivo y el flujo de las
conciencias. La técnica ha posibilitado que el ritmo de la producción:
su ideología económica, la deificación del dinero y del consumo, su
realidad y su verdad, simbología, etc, se haya sincronizado y constituya
el flujo de la conciencia de una gran mayoría de los humanos.
Las Técnicas de la Información y de la Comunicación (TIC), configuran
una determinada noción de la Realidad. Conforman la imagen de la
realidad que el consumidor-receptor debe asumir, al ser capaces de
fabricar y reproducir masiva y uniformemente, los emisores del poder,
unas opiniones y una disposición cognitiva determinada. Como señaló
Baudrillard, la técnica posee un poder genésico capaz de engendrar lo
hiperreal, el simulacrum, una suerte de realidad producida por matrices
y modelos, con lo cual la distinción entre ser y apariencia queda
abolida. La realidad virtual, hace lo virtual real.
Los penúltimos artefactos --nunca podremos hablar de los últimos debido
a la velocidad de su generación e implantación-- del actual desarrollo
técnico respecto al sistema electrónico de comunicación, el móvil, la
pantalla, suprimen la distancia entre sus usuarios: ya no hay
separación, y sabemos que la separación es necesaria para la
constitución del sujeto, y sabemos que para relacionarnos necesitamos
una distancia que el artefacto elimina. La inmediatez hace perder el
sentido de la duración, todo está colocado en el espacio, sin
temporalidad, sin pasado y futuro. En la comprensión del mundo se
subraya la dimensión espacial a expensas de la dimensión temporal
El mito de la independencia de la técnica cae por si sólo al dedicarle
una simple mirada. La técnica forma parte, de una manera trascendental,
del sistema de poder y dominación de la civilización capitalista. Los
instrumentos técnicos dejan de estar al servicio del hombre para ser
éste el que está a su servicio. Podemos servirnos de unas pinzas, no de
las máquinas que son servidas por los obreros, que a su vez desconocen
el producto que fabrican. Hoy la técnica nos abre un mundo que no
podemos comprender, podemos hacer más de lo que podemos imaginar. La
capacidad de producción, que es ilimitada, ha superado la capacidad de
imaginar que es limitada. No nos podemos representar los efectos de los
productos que hacemos, no sabemos lo que hacemos cuando fabricamos los
productos.
4. La contundencia de la crítica a la Técnica aquí apuntada no pretende
conducir a una demonización de la técnica y del progreso técnico que les
negaría cualquier efecto positivo; sería absurdo no considerar su
aportación en el mejoramiento, por ejemplo, de muchos aspectos de
nuestra vida cotidiana, ahorrando esfuerzo y energía, aunque también es
cierto que tales efectos positivos van acompañados de efectos negativos.
Inseparables ambos, la categoría que mejor definiría esta complejidad
sería la de ambivalencia, de la que ya hemos hablado. Tampoco se
pretende, con esta crítica de la técnica, reivindicar con nostalgia un
pasado pre-técnico lleno de valores humanos ya perdidos...; sabemos de
este engaño y de esta ilusión. Lo que la crítica aquí apuntada pretende
es comprender de raíz el fenómeno técnico y el universo por él creado:
nuestra sociedad actual.
Hemos visto pues cómo la técnica de un medio que era tiende a ser un
fin, que el hombre pasa de ser sujeto a ser predicado, pasa a ser un
instrumento de la técnica, quedando el ser humano reducido a objeto al
servicio de lo que él ha creado y que, como al aprendiz de brujo de la
balada goethiana, se le ha escapado de las manos y es amenazado ahora
con su autodestrucción. No estamos hablando de un relato de ciencia
ficción si no de lo que el desarrollo técnico tiende a construir.
Realidad tendencial a la que se opone nuestra humanidad, lo que de más
humano hay en nosotros, impidiendo que esta realidad tendencial se
convierta en toda la realidad: si así fuera, el universo técnico
carecería ya de exterior, la banda de Moebius bastaría para representarlo.
Este rápido recorrido por algunas de las características y los
significados del universo técnico, señala una tendencia: la tendencia de
la Técnica a carecer de límites, a abarcarlo todo, a no dejar nada fuera
de su dominio. Pero tiene límites; primero, el límite físico, evidente,
de una expansión ilimitada de la máquina, aunque, es cierto que este
límite puede estar a años vista, lo que bastaría para un posible fin
apocalíptico; después el límite interno del capital que la propicia: su
misma capacidad productiva lo desvaloriza; y por último y sobre todo el
límite humano: la subjetividad humana. En efecto, la resistencia a la
técnica desarrollada por el capital atraviesa toda su historia, desde
las primeras luchas ludditas, hasta la actual resistencia indígena en
México, pasando por todas las afirmaciones individuales y colectivas,
teóricas y prácticas contra la ilusión del progreso, contra la visión
desarrollista de la técnica que en demasiadas ocasiones se ha mostrado
como una brutal barbarie, o simplemente rechazando la reglamentación
mecanizada de nuestras vidas.
Hoy, nuestra sociedad no es un sistema técnico total, una megamáquina.
Los hombres no son simples engranajes de la máquina, se comunican,
entran en relación y rompen cuando y cuanto pueden el cerco a la vida
que la civilización técnica y capitalista les impone. Siempre queda
valor de uso en la mercancía producida buscando el valor de cambio;
queda relación humana en las relaciones marcadas por la cosificación;
queda creación, en la actividad convertida en espectáculo. Hay exterior
a la técnica; hay exterior al capital. Es decir, que aún dentro de la
relación social que introduce el capital hay vida y hay un sujeto que se
resiste a devenir objeto. No se trata de recuperar los vacíos que la
técnica y el capital ya han colonizado, inútil pensar una vuelta atrás,
sino de constatar la vida que se les escapa e impide la total
dominación. Este sistema técnico es, como toda nuestra sociedad
capitalista, contingente, no es naturalmente necesario, es simplemente
histórico y es el interés del poder capitalista el que pretende
convertirlo en natural y necesario.
Etcétera, noviembre 2010
extraído de la revista Etcétera nº47
<
http://sindominio.net/etcetera/REVISTAS/NUMERO_47/Etc_47-TOT.pdf>
http://www.sindominio.net/etcetera