*Análisis del pasado reciente argentino, procurando evitar el 
maniqueísmo fácil, ni en la versión adocenada de la teoría de los dos 
demonios ni en los ultrismos que descargan todo en "el otro".*
El 21 de diciembre ppdo., como se sabe, fue el desenlace de los juicios 
incoados contra jefes de la represión depuestos, como Jorge R. Videla y 
otros mandos de la pesadilla 1976-1983.
Las cartas, pasadas tres décadas largas de los atroces acontecimientos 
examinados, ya están bastante echadas.
Tenemos a las organizaciones de derechos humanos que han avanzado en 
muchos aspectos y han logrado finalmente volver a llevar a juicio por 
delitos imprescriptibles a una serie de militares y profesionales de la 
represión; tenemos las reacciones y "defensas" de militares, enjuiciados 
y acólitos como Cecilia Pando que procuraría "dar vuelta la torta" y 
enjuiciar o sencillamente degollar a los impugnadores del "Proceso de 
Reorganización Nacional"; tenemos a quienes procuran seguir 
aprovechándose de situaciones generadas en aquel período de 
discrecionalidad del poder y de terror, como vemos con el estiradísimo 
trámite por la identidad de algunos adoptados/apropiados.
También sabemos de las voces que juegan en cada coro, aunque a veces 
hayan surgido fuerzas que procuran obturar tales expresiones. Recuerdo 
los esfuerzos de una serie de abogados y redes antidictatoriales 
procurando impedir, a fines de los '80, una declaración firmada por 
miles de "ciudadanos" que querían apoyar a Videla y a la dictadura 
procurando publicar una solicitada de opinión en La Razón. Era una 
magnífica oportunidad para "verles las caras a tantos partidarios de la 
dictadura" pero los demócratas absolutistas lograron convencer al juez 
M. Izurzún de que la lucha por la democracia incluía el ahogo de la 
libertad de opinión y se impidió semejante publicación, y nos quedamos, 
de paso, sin saber qué enemigos teníamos y dónde, si en nuestros lugares 
de trabajo o de estudio...
Por eso, no sorprendió demasiado escuchar, una vez más, la preocupación 
que en el programa radial "Periodismo sin vueltas" (Radio América, 22 
diciembre 2010) sus encargados, Ernesto Lucero y Jorge Fernández Costa o 
alguno de ellos, transmitía. Apesadumbrados, contrariados por la 
difusión del alegato de Jorge R. Videla en el juicio que se le hace. Su 
última instancia de defensa.
Había disgusto. Como que temían que el alegato de Videla y la fuerza y 
entereza con que lo planteó, pudiera resultar atractivo, deslumbrar o 
desconcertar a más de uno. No terminaba de entender si los 
desconcertados no serían alguno de ellos, periodistas ka del más puro 
modelo.
Me decidí por auscultar pareceres más cerca de la calle. Quien vende los 
diarios que a veces compro me pareció un buen referente. Efectivamente, 
llegar a comprar un matutino y que me expectara: ¿miró el juicio anoche? 
fue todo uno. Auspicioso.
Me comenta que Videla estaba entero y que hizo un discurso muy 
convincente. Y de allí, fue desplazándose, e insensiblemente llegó a la 
"teoría de los dos demonios": "Que fue un tiempo de una tuya y una mía", 
me lo tradujo un poco más deportivamente...
Videla alegó que antes del golpe militar «"el estado había perdido el 
monopolio de la fuerza" y se vivía un "far west vernáculo".» (Marta 
Platía, Los Andes, 22/12/2010).
También recordó: «"El estado de caos del país desde octubre de 1975?; la 
firma del decreto de "aniquilación del terrorismo" suscripto por la ex 
presidente Estela Martínez de Perón e Italo Lúder.» (ibídem).
Y para remate, aludió directamente a la constelación K, resucitando el 
imaginario de la "seguridad nacional" de los '70, madeinUSA.: «"Los 
enemigos de ayer están en el poder y desde él intentan establecer un 
régimen marxista, a la manera de Gramsci, que puede estar satisfecho de 
sus alumnos.» (anónimo, La Nación, 21/12/2010).
En otro pasaje, Videla describe la situación de entonces: «"Agotada la 
instancia de represión sin haberse restablecido el orden, ante las 
dimensiones de la agresión terrorista, y ante la inoperancia de la 
Justicia, parecía llegado el momento de apelar a las Fuerzas Armadas 
para combatir al terrorismo".»
Y ya casi filosóficamente: «"la Argentina afrontó una guerra interna 
revolucionaria de profunda raíz ideológica".»
Y bien: ¿cuál es el problema? No lo que dice, por ejemplo, la última 
cita es inobjetable y se podría decir que sus pasajes "descriptivos" no 
son fáciles de rebatir. En todo caso, los problemas, graves, del 
"discurso" de Videla pasan por lo que omite, lo que escamotea o por el 
enfoque maniqueo, ideológico madeinUSA, que confunde al gobierno K con 
el marxismo.
No hablar ni una palabra de los botines. Algo sistemático que empezó 
rateando dinero y terminó cambiando la identidad de bebes. Un cáncer 
social todavía vigente. Una profunda corrupción de la máquina militar.
Un desprecio absoluto por la vida y la dignidad humana.
Ni mencionó, ¡cómo va a mencionarlo!, que su primer acto de gobierno fue 
establecer la pena de muerte, por decreto. Preguntémonos si por la alta 
estima que hayan tenido Videla y sus secuaces por la vida humana y si 
por su altísimo sentido del honor y la compasión, jamás la 
efectivizaron. O si no prefirieron "la noche y la niebla", los cuerpos 
esfumados, para escamotear, con enorme cobardía moral, las atrocidades 
que cometían a diario.
Con lo cual, sus reiteradas alegaciones a la "crueldad necesaria" sólo 
muestra su abyección.
Tampoco habló de la satelización total de la Argentina a estrategias 
imperiales ajenas, lo cual hacía retozar de contento a un perro guardián 
como el sádico A. Harguindeguy.
Pero no, no es ése el problema que preocupara a "Periodismo sin 
vueltas". Es lo que dijo Videla. No lo que escamoteó. ¿Y por qué lo que 
dijo es tan explosivo y temible?
Porque la izquierda en este país, lo que suele considerarse la izquierda 
constituida y reconocida como tal, ha escamoteado precisamente el estado 
real de la sociedad argentina sobre el que embate una y otra vez el 
asesino frío Videla con aquella renovada Triple A que denunciara Rodolfo 
Walsh; las tres armas.
Porque lo que se llama la izquierda en este país procura hacerle creer a 
la sociedad que efectivamente la dictadura se descargó sobre una 
sociedad de carmelitas descalzas y con ello "prueba" que efectivamente 
son unos monstruos.
El ejército, la Triple A, las policías y otros cuerpos represivos 
oficiales, múltiples, del estado argentino, cometieron monstruosidades 
sin cuento ni medida --incomparables con los pinitos de la "violencia 
revolucionaria"; por eso la teoría de los dos demonios es insensata--, 
pero todo no arrancó con sus acciones contra carmelitas descalzas.
Cuando los "grupos de tareas" caían, como también cayeron, sobre 
carmelitas descalzas era porque venían con su brutalidad casi intacta, 
con su soberbia armada, con su pretensiones de salvadores absolutos, 
pisando fuerte y no admitiendo ni una brizna de diferencia: recordemos 
el "aforismo" de Saint-Jean, el 7 de octubre de 1976, gobernando la 
provincia de Buenos Aires: 'A los que vamos a matar'. "Primero mataremos 
a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus 
simpatizantes, luego a los indiferentes y por último a los tímidos".»
Para decirlo con las palabras del economista y periodista Carlos Quijano 
(1900-1984), para una realidad análoga; la presencia tupamara en Uruguay 
y el auge guerrillero: 'Le están abriendo la jaula al monstruo'. Con 
ello, Quijano explicitaba que la violencia guerrillera, minúscula pero 
irritante, habilitaba la salida a la calle, la invasión de la sociedad 
por parte de sus presuntos protectores, los militares, a los que 
calificaba sin ambages de "el monstruo". Porque Quijano sabía bien cómo 
se estaban formando los militares, y al servicio de qué estrategia de 
poder estaban, con Escuela de las Américas en Panamá y con "asesores" 
franceses, torturadores colonialistas, p. ej., en el caso de Argentina.
En rigor, los pujos de violencia revolucionaria le vinieron como anillo 
al dedo a los golpistas y "salvadores de la patria".
Con los riesgos del análisis contrafáctico, se podría plantear la 
hipótesis de que si no hubiera mediado Cuba y el encandilamiento 
consiguiente en tantas realidades sudamericanas, los servicios de 
inteligencia de la constelación de poder que quería apretar (todavía 
más) las clavijas podrían haber "acentuado las contradicciones". Como 
estimo que ha acontecido con los peculiares atentados del 11 de 
setiembre de 2001 en Washingon y Nueva York, al servicio de un 
recrudecimiento de la condición imperial y/o imperialista de EE.UU.
Pero, claro, si desde tanta izquierda se escamotean aquellas secuencias 
que muchos consideraban prerrevolucionarias, la pieza oratoria de Videla 
puede resultar inflamable. Porque se adueña de aquellos "hechos" y los 
pone a su servicio.
Particularmente efectivo ante gente poco politizada y por lo tanto con 
un potencial sesgo derechoso. Y no solamente para tales. Los jóvenes 
tampoco conocieron la pesadilla del terror de estado y por eso no 
alcanzan a tener una idea cabal del período setentista, cargado de 
esperanzas, de proyectos, de idealismo, de entregas, de sacrificios, a 
menudo heroicos, pero también de necedad y soberbia de "las 
organizaciones armadas". Gente que no querrá, los primeros, y que no 
podrán, los segundos, conocer los "hechos difíciles" que de modo 
distinto nos sumían a todos en la inseguridad. Recordemos un único 
ejemplo: la voladura del comedor de la Policía Federal, que arrojó 21 
muertes. Esos vientos tienen que ver con las tempestades del abuso, la 
corrupción, el poder omnímodo, la abyección de vivir bajo el "Proceso de 
Reorganización Nacional".
Para lo que realmente sirvió la dictadura asesina de 1976 fue para 
distorsionar un poco más el ya distorsionado carácter guerrero del 
ejército convertido en cazador de mujeres a menudo desarmadas, 
jovencitos, sindicalistas, bebes y que frente a una guerra que ellos 
mismos provocaron, en las irredentas Malvinas, no pudieran comportarse 
como ejército, con un zanjón de clase monstruoso entre conscriptos 
tratados como el pueblo todo, y una oficialidad hipercorrupta que, como 
en el caso del tirador de élite A. Astiz, se rindió sin disparar un solo 
tiro.
Ésa sí que fue una ayuda, involuntaria, claro, a la sociedad argentina. 
Porque desobturó la vuelta a la democracia, que se precipitó 
incontenible poco después del desastre malvíneo y permitió vérselas con 
cuerpos militares desvencijados que facilitaron la irrupción civil y el 
Nunca Más.
Pero ésa ya es otra historia.
Luis E. Sabini Fernández
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http://revistafuturos.com.ar/sociedad-e-ideologia/337-videla-dictadura-izquierda-ausente
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