El truco de los remedios especiales
Pueden costar 40 pesos por frasco, pero llegan al público a mil. Son
tan valiosas que permiten coimas increíbles y resulta casi
irresistible falsificarlas. En el tráfico aparecen hasta pacientes que
las revenden.
Por Pedro Lipcovich
¿Qué tienen en común un paciente que sufre una enfermedad crónica, un
sindicalista corrupto, un médico especialista en oncología y el dueño
de una droguería? Que todos ellos pueden estar implicados en una
cadena de comercialización ilegal de medicamentos. Sí, el paciente
también. La investigación de los negocios a que se dedicaba Sebastián
Forza uno de los tres que aparecieron baleados el miércoles pasado
permite vislumbrar una actividad cuyos crímenes tal vez no sean tan
espectaculares (o tal vez sí), pero que no deja de producir víctimas:
no sólo por medicamentos adulterados sino por las sumas millonarias
que sus delitos sustraen a la salud pública. Las operaciones, que
tendrían su eje en droguerías parecidas a la que regenteaba Forza, se
organizan alrededor de los medicamentos especiales, de precios
altísimos, donde los márgenes de ganancia son tan grandes que pueden
poner plata donde haga falta, según una de las fuentes consultadas
por este diario. En una punta del negocio de las droguerías está el
comprador corrupto que, en la obra social, recibe el medicamento. En
la otra punta, la de la provisión de las drogas, puede haber
laboratorios legales, médicos, pacientes a quienes les sobran
remedios, funcionarios de programas estatales pero, también, gente
que, para robar camiones, sabe usar armas.
A diferencia del Dante, a quien le bastó un guía para conocer los
detalles del Infierno, PáginaI12 necesitó cuatro para aprender un
tanto sobre la comercialización ilegal de medicamentos en la
Argentina. Estas fuentes, más precavidas que Virgilio, prefirieron
reservar sus nombres. Según la fuente A vinculada con entidades de
profesionales farmacéuticos, el mercado donde prosperan formas
ilegales de comercialización es el que se denominaba de Oncológicos,
que hoy se designa como Medicamentos especiales o Tratamientos
especiales e incluye también fármacos para enfermedades como el sida,
la hemofilia o la esclerosis múltiple (PáginaI12 abordó aspectos de la
comercialización de estos medicamentos el 28 de julio pasado). Las
obras sociales más importantes, como PAMI o IOMA, no suelen entrar en
este circuito, pero la mayoría de las obras sociales trabajan con
droguerías o distribuidoras que se dedican especialmente a estos
negocios.
Estos medicamentos tienen precios altísimos y márgenes de ganancia
muy amplios. Un producto cuyo precio de venta al público es de,
supongamos, mil pesos, puede tener un costo de 40 o 50 pesos.
Entonces, la obra social puede comprar ese medicamento a 500 pesos, y
así presentar en su balance que lo consiguió con un 50 por ciento de
descuento: esto parece una compra muy buena, pero en realidad la
operación se concretó a 200 pesos, con una ganancia de 300 pesos para
el negociador de la obra social. Y la droguería, por su parte, vendió
a 200 el remedio que le había costado 40, explicó la fuente A, y
estimó que una buena auditoría en obras sociales demostraría
fácilmente que estas compras no benefician a los afiliados, pero
efectuarla implicaría soportar reacciones inmediatas de los sectores,
entre ellos gremiales, beneficiados por estas maniobras.
Así llegan los medicamentos a la obra social, pero también habría
actividades ilegales en la otra punta de la comercialización, en la
obtención de las drogas. Según nuestra fuente B vinculada con la
comercialización de fármacos estas droguerías obtienen mercadería a
partir de robos de medicamentos procedentes de licitaciones en
establecimientos públicos; por ejemplo, robos de medicamentos del
Programa de Sida, tal como informó este diario el viernes pasado. Pero
las droguerías también consiguen remedios gracias a médicos, por
ejemplo oncólogos: como el médico administra él mismo la droga
oncológica, solicita más cantidad que la que realmente va a utilizar,
por ejemplo consignando que el peso en kilogramos del paciente es
mayor que el verdadero, o registrando una dosis inexacta. Los médicos
también pueden pedir a la obra social, además de la droga que
realmente usan, una mayor cantidad para acopio, que eventualmente
pasará al circuito ilegal. Todas estas maniobras les permiten guardar
los medicamentos sobrantes y venderlos, a precios relativamente bajos,
a una droguería trucha, que los hará reingresar en el circuito de
comercialización.
Además, estas droguerías pueden comercializar productos obtenidos
mediante robos con violencia, de los piratas del asfalto. Pero no
sólo trabajan con medicamentos robados, advirtió nuestra fuente C
relacionada con la provisión de medicamentos para obras sociales.
El negocio siempre tiene alguna pata en un laboratorio farmacéutico
legal. Puede ser que un familiar del dueño de la droguería sea
ejecutivo del laboratorio; a veces, un gerente de un laboratorio,
después de décadas de trabajar en la misma empresa, arma su propia
droguería y le compra a ese mismo laboratorio. La condición para el
funcionamiento de estas droguerías es contar con buenas vinculaciones
en las dos puntas de la comercialización. Tienen que ser amigos del
productor y del comprador. Los márgenes de ganancia son tan grandes
que pueden poner plata donde haga falta; como por lo demás, a su
manera sonrió la fuente C hace la gran industria farmacéutica al
ofrecer beneficios a los médicos.
A esto contribuye lo que la fuente B llamó un mercado clandestino de
troqueles, esa parte del envase que el farmacéutico corta y retiene
como prueba de haber efectuado la venta por obra social. El mercado
ilegal aprovecha el hecho de que todos los envases tienen su troquel
pero éste no se utiliza en los medicamentos que el consumidor paga en
forma privada: Parte de esos troqueles sobrantes pueden pasar al
mercado clandestino y servir para que medicamentos falsificados o
pertenecientes a programas del Ministerio de Salud puedan entrar al
sistema, contó la fuente B. La fuente C agregó que también hay un
robo organizado de troqueles: hay operaciones delictivas contra
farmacias que están primordialmente dirigidas a obtener troqueles.
¿Desde cuándo prospera este sistema de comercialización ilegal? Viene
desde hace muchos años pero se desarrolló especialmente en la década
de los 90 señaló la fuente A. En esa época se habían desarrollado
sistemas poco transparentes, en especial las mandatarias, que
intermediaban en las prestaciones. Incluso el PAMI llegó a entregar
sus prestaciones a una mandataria vinculada con la industria
farmacéutica, a partir de lo cual casi todas las obras sociales
hicieron lo mismo. Esto cambió a partir de la crisis de 2001: desde
entonces, las principales obras sociales blanquearon sus
contrataciones; pero quedó el mercado de los tratamientos
especiales, que mueve cantidades reducidas de medicamentos pero con
precios altísimos. Acá siguen actuando los valijitas, como se los
llama en el ambiente. Según la fuente C, estas droguerías son un
submundo muy chiquito, de muy poquitas familias que están desde hace
muchísimos años enquistadas en el Estado: pasan los gobiernos pero
siguen las mismas tribus, en un rubro donde los niveles de
intermediación son millonarios.
Así, resulta aplicable al rubro medicamentos lo que el 9 de agosto
pasado advertía a PáginaI12, con respecto a la sustracción de
teléfonos celulares, un investigador en cuestiones del delito: los
robos se generan cuando se han organizado mercados para los bienes
robados. Establecido el mercado, no faltará quien provea los
artículos: sea un ladrón callejero, para un celular de doscientos
pesos, o un médico oncólogo para un medicamento de miles de dólares.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-109880.html