[Infopalestina.mx] Palestina, reconstruyendo tejidos rotos

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Autor: Scott Campbell
Data:  
A: Noticias y actividades sobre la lucha del pueblo palestino
Assumpte: [Infopalestina.mx] Palestina, reconstruyendo tejidos rotos
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Palestina, reconstruyendo tejidos rotos
Colaboración/5 abril, 2016/0 comentarios
Por Susana Norman

¿Quién que es abajo y a la izquierda puede permanecer callado? ¿Sirve
decir algo? ¿Detienen alguna bomba nuestros gritos? Nuestra palabra,
¿salva la vida de algún niño palestino? (…) No sabemos ustedes, pero
nosotros y nosotras, zapatistas del EZLN, sabemos lo importante que es,
en medio de la destrucción y la muerte, escuchar unas palabras de
aliento. No sé cómo explicarlo, pero resulta que sí, que las palabras
desde lejos tal vez no alcanzan a detener una bomba, pero son como si se
abriera una grieta en la negra habitación de la muerte y una lucecita se
colara.

Por los hombres, mujeres, niños y ancianos del EZLN. Subcomandante
Insurgente Marcos. México, 4 de enero 2009


67 años han pasado desde aquel momento que los palestinos recuerdan como
Al-Nakba, la catástrofe, en 1948, cuando la ocupación sionista de la
Tierra Santa y la creación del Estado de Israel era un hecho consumido.
Masacres como en Deir Yassin, Lydda y Abu Shusha obligó al mayor éxodo
palestino en la historia. Alrededor de 700, 000 personas huyeron de la
tierra que les vio nacer para jamás volver a ella. Inmediatamente Israel
creó leyes, prohibiendo el retorno de los palestinos a sus pueblos y
ciudades. Hoy, estas leyes se hacen cumplir por medio de los puestos de
control, por el muro de apartheid y por las balas. Temos aquí uno de los
símbolos de la resistencia palestina, la llave de sus casas. La llave
fue la única pertenencia que las familias se llevaron al huirse de la
violencia, imaginando su pronto retorno. En el caos de 1948 no les fue
posible prever la magnitud de la catástrofe.

Fue el momento en el que los «poderes aliados», ganadores militarmente
de la Segunda Guerra Mundial, quisieron subsanar a los judíos los daños
por haberlos entregado a los nazis, o bien, la negligencia que hizo
posible el exterminio de millones de judíos en manos nazis, y
consagrarles una tierra para vivir. La mentira histórica, manejada por
agentes del sionismo desde el inicio del siglo XX, de «un pueblo sin
tierra para una tierra sin pueblo», refiriéndose a Palestina, ha
significado tanto sufrimiento para los palestinos que es difícil
concebirlo. Después vino Al-Naksa, la tragedia/la humillación, en 1967,
cuando Israel ocupó Gaza y Cisjordania. Para los palestinos, Al-Naksa es
hoy un proceso continuo; la colonización del territorio, la
militarización de la vida y las humillaciones constantes permanecen. Si
bien hubo expectativa de que los Acuerdos de Oslo en el inicio de los
años 90, pudieran significar pasos importantes para una solución, los
acuerdos fueron manejados para dividir el territorio y a los palestinos,
y legitimar la ocupación sionista. La Organización para la Liberación de
Palestina (OPL) aceptó. La resistencia épica de Palestina les ha llevado
a pequeñas pero constantes victorias, que dan aliento para continuar
luchando, aunque las garras de la ocupación israelí exprimen cada vez
más fuerte al corazón palestino.

Palestina sangra, y su herida abierta se tornó el dolor de la humanidad.
A veces ignorada, pero muchas veces recordada. Sin solución a la
ocupación sionista, la humanidad no tendrá paz. Ante los caminos de los
palestinos, marginalizados y abandonados, también por su propia clase
política, para crear sus propias narrativas históricas –el qissatuna
(nuestra historia)– también cabe reconstruir la memoria de los caminos
de la solidaridad desde los pueblos de abajo. Así Palestina deja de ser
nuestra culpa, por las repetidas traiciones de los Estados que
constituyen la llamada «comunidad internacional», y Palestina comienza a
ser nosotros mismos.

Vernos en los ojos y sentir el dolor del otro

Numerosas han sido las expresiones de solidaridad con la lucha
palestina, símbolo de resistencia para diversos movimientos en el mundo
entero. La solidaridad está presente cuando brigadas de África, Europa y
Asia acompañan a los campesinos a cosechar sus olivos en Cisjordania,
cuando acampados del Movimiento sin Tierra en el estado amazónico de
Pará, comienzan sus jornadas con una mística sobre la resistencia
palestina, o cuando la rapera chilena Ana Tijoux y la «primera dama del
hip-hop árabe», la palestina Shadia Mansour cantan: «Nadie sobra, todos
faltan, todos suman. Todos para todos, todo para nosotros. Soñamos en
grande que se caiga el imperio. Lo gritamos alto, no queda más remedio.
Esto no es utopía, es alegre rebeldía», en la canción Somos Sur.

Es importante continuar luchando por Palestina; los palestinos lo piden
y el mundo lo necesita. Como si fuera una respuesta a las palabras
zapatistas, Mohamed, del campamento de refugiados Aida en Belén dice
«Sigan viniendo, miren, escriban, hagan documentales. Todos saben lo que
está a su alcance hacer. Es importante que hagan acciones, y usen sus
palabras». Hamsa, en el campamento de Deheisheh, está de acuerdo, «Serán
nuestros mensajeros y les confiaremos. Sus ojos, sus oídos, sus
palabras. Difundan nuestras palabras en sus comunidades». Se trata de
entender que el dolor palestino es el dolor de todos los pueblos, de
quiénes cargamos las consecuencias de la explotación, del despojo, del
desprecio y de la represión. Se trata de reconstruir lo destruido por la
historia de dominio y explotación, y el neoliberalismo, y a mirarnos
todos, seamos nacidos en las tierras de la Europa, del Medio Oriente, de
los Estados Unidos, o de América Latina. Reconstruir la fragmentada
identidad de clase y el internacionalismo, lo nombran algunos. Volver a
mirarnos espejados en el dolor de todos los pueblos de abajo, como dicen
los zapatistas.

Boicot, desinvertir y sancionar

La campaña Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) es un ejemplo
concreto de una campaña que fue iniciad en 2005, y que por el mundo
entero ha tenido muchos éxitos. La campaña propone boicotear productos,
cultura, deporte, políticas e instituciones académicas israelíes,
desinvertir en las empresas del apartheid, y exigir a los gobiernos a
que sancionen Israel por la ocupación y colonización del territorio
palestino. La campaña pide que quienes la adhieran sean portavoces y que
a través de trabajo hormiga se intente que más personas, pero también
empresas e instituciones públicas tomen conciencia y dejen de apoyar
económicamente y políticamente a Israel. A pesar de su éxito, la campaña
ha sido estigmatizada por algunas organizaciones, quienes afirman que
afecta a quienes no son culpables, hasta a los palestinos, quienes
podrían tener aún menos fuentes de trabajo como consecuencia del boicot.
Hisham, del Comité de Defensa de Hebrón contesta esta crítica: «En el
sistema apartheid de Sudáfrica, el gobierno respondió al boicot diciendo
que, ‘si no compran nuestros productos, el pueblo negro será
desempleado. Las Uniones Sindicales del Sudáfrica dijeron: Apartheid
duele más’. Pues, en Palestina, la ocupación duele más que el desempleo».

Al-Khalil (Hebrón) y la calle Shuhada.

La ciudad de Al -Khalil (Hebrón), que significa amistoso en árabe, está
en el sur de la ocupada Cisjordania. Quedó, después de los Acuerdos de
Oslo, dentro del área A, que estaría bajo el control total palestino.
Sin embargo, colonos ortodoxos han implantado un asentamiento en medio
de la ciudad vieja en el centro de la ciudad, lo cual ha generado una de
las situaciones más violentas en Cisjordania. Rodeada por puestos de
control militares, las violaciones inadmisibles a los derechos humanos
que padece la población se producen todos los días. Además de la
represión militar, hay reportes de colonos que arrebatan piedras a
civiles indefensos y que contaminan las fuentes de agua de las que beben
los palestinos con excrementos humanos. Los colonos arguyen que aquí se
encuentran las cuevas de Abraham, y por ende que la ciudad, una de las
más antiguas de la historia humana, significa la cuna del judaísmo. «Si
seguimos su argumento, vemos en el viejo testamento que Abraham compró
las cuevas de alguien», explica Hisham. «Quiere decir, había gente en
Al-Khalil antes de él».

La ciudad fantasma se le ha llamada al barrio Tel Rumeida, y la calle
Shuhada, declarada «zona militar cerrada» el año pasado. Solo residentes
del barrio podrán pasar, y sólo tras extensas y humillantes revisiones
en el puesto de control militar en la entrada, donde 20 palestinos han
sido asesinados desde octubre del año pasado. Al lado del puesto de
control están los observadores internacionales, quienes a través de su
presencia y documentación procuran frenar los abusos diarios. Uno de
ellos, brasileño, tuvo que regresarse a su país por su seguridad el año
pasado, antes de poder dar su testimonio sobre la verdad del asesinato
de una mujer palestina. El ejército declaró que ella estaba atacándoles
con un cuchillo, sin embargo el brasileño sabía que era falso. Al otro
lado del puesto de control, en Tel Rumeida, las calles que antes eran
llenas de vida, están abandonas. Casi nadie se traslada por la calle
Shuhada, salvo grupos de soldados israelíes con ametralladoras, que
vigilan desde las esquinas y desde los techos de las casas. Aquí
cualquier movimiento rápido puede significar la muerte. Caminamos
callados con las manos visibles. En una escuela, antes árabe, ahora
tomada por los colonos se lee «Liberación, retorno, reconstrucción. Los
niños han retornado a su frontera». La bandera blanca con la estrella de
David en azul sopla en el viento.

El Comité de Defensa de Hebrón realizó en febrero la campaña
«Desmontemos el ghetto, echemos a los colonos de Hebrón», en donde
invitaron a crear actos de repudio creativos, marchas, proyecciones,
envíos de cartas, bloqueos carreteros, y a visitar Hebrón para
«comprender la situación y el sufrimiento diario de quienes viven ahí».
Para Hisham es importante subrayar que la adherencia en este tipo de
campañas concretas no haga perder de vista que la demanda de Palestina
Libre es una sola. Como parte de la estrategia de la ocupación sionista,
que dividió Palestina en Jerusalén, Gaza y Cisjordania, a Cisjordania en
áreas A, B, y C, y de ahí usó el muro para aislar aún más a los pueblos,
está la fragmentación de la resistencia palestina: hacer que las
comunidades se enfoquen en sus demandas concretas y se desdibuje la unidad.

Otras alternativas para solidarizarse en Palestina existen. La
organización Stop the Wall recibe personas, y las invita a apoyar los
campesinos más amenazados por los colonos israelíes en la cosecha de sus
olivos, o a trabajar con ellos difundiendo la palabra. En Solidaridad
con el Valle de Jordán se convoca a contribuir en la reconstrucción de
casas demolidas en adobe, acompañar a las comunidades amenazadas de
demolición y conocer la resistencia en las llanuras del Valle de Jordán
para difundirla. En los campamentos de refugiados Deheisheh y Aida en
Belén, internacionalistas viven y contribuyen con arte, deporte,
matemáticas, lo que sepan hacer y puedan compartir. En primavera ellos y
ellas sienten la misma dulce aroma del jazmín que sus hermanos
palestinos, y en las noches de incursiones militares, los gases
lacrimógenos también obstruyen sus gargantas y les asfixian.

La ocupación Leila Khaled

Miles de kilómetros al suroeste de Hebrón existe otro espacio donde se
respira un aire de solidaridad con el pueblo Palestino, tan necesario en
nuestros tiempos, en los que las fronteras se cierran y los corazones se
congelan en una Europa en guerra contra la ola de refugiados de la
sangrada Siria, cuyas necesidades y emergencia en el discurso de los
medios convencionales derrumbarán lo que en aquellos territorios
europeos aún queda del estado benefactor. En un edificio ocupado de 10
pisos, en el centro financiero de Brasil, São Paulo, las familias sin
techo han recibido a sirios y palestinos refugiados de la guerra en
Siria, y convirtieron así el edificio en un pulmón de aliento fresco, en
donde la solidaridad entre pueblos ha transcendido las diferencias
culturales, lingüísticas, religiosas y económicas. «El otro» no causa
miedo aquí, donde «el otro es como yo, el pueblo de abajo, el explotado,
el despojado». Mientras las familias sin techo brasileñas han crecido en
la exclusión, muchos de los refugiados de Siria solían pertenecer a la
«clase media». Ahora la guerra les ha arrebatado todo. Y las familias
brasileñas, quiénes durante la vida entera han luchado por su derecho a
vivir, quienes han resistido tanto a la represión de la policía militar
al ser desalojados de anteriores ocupaciones, como a la negligencia de
la sociedad, entienden su sufrimiento.

De Siria también vienen refugiados palestinos, de los históricos
campamentos de refugiados como el Yarmouk, ahora campo de batalla de la
Dash y de las fuerzas de Assad. Son ahora refugiados por la segunda vez.
En la ocupación Leila Khaled, nombrado así en homenaje a la activista
palestina, brasileños vienen a aprender, a compartir clases de
portugués, a vivir juntos. En Brasil también se sufre las consecuencias
de la industria militar israelí. En los últimos 10 años la colaboración
militar entre los dos países se ha fortalecido, y quiénes salen a la
calle para protestar contra los absurdos precios del transporte
colectivo, contra el genocidio en las favelas y periferias, contra la
privatización de la educación, o contra las tragedias humanas provocadas
por los mega eventos deportivos, son reprimidos por una policía militar
entrenada y equipada con armamento anti disturbio israelí.

Morir por la libertad

Ernesto Cardenal escribe en su relato sobre la destrucción de las
guardias somocistas de la comunidad utópica Solentiname, que «Los
campesinos de Solentiname no podían dejar de sentirse solidarios con sus
hermanos campesinos que en otras partes del país estaban padeciendo la
persecución y el terror: los estaban encarcelando, torturando,
asesinando, les violaban las mujeres, les quemaban sus ranchos, los
arrojaban desde los helicópteros. (…) Y esta solidaridad para ser real
significa que uno también tiene que comprometer su seguridad y su vida».
En la historia de la solidaridad internacional con Palestina, vidas se
han perdido. Sin juicios sobre el alcance de nuestras formas de
solidaridad, porque producción de mártires no debe nunca ser un objetivo
en nuestros tiempos, estos mártires fueron personas que, junto con sus
hermanos palestinos perdieron la vida ante la barbarie sionista.

Tal es el caso de los 10 activistas que en 2010 fueron asesinados en la
«Flota de la Libertad», que intentó romper el bloqueo impuesto por
Israel a Gaza, y llevar comida y utensilios básicos por mar al pueblo
hambriento de Gaza. El escritor sueco, Henning Mankell estaba abordo y
dio su testimonio después: «Los soldados no dudaron en atacarnos con
violencia mortal, dispararon a personas que dormían. Por mucho que los
israelíes digan que han encontrado armas es una estupidez. En el barco
en el que yo viajaba encontraron un arma, mi maquinilla de afeitar. Me
la sacaron y la mostraron, eso indica a qué nivel estaban». Otro caso es
el de Rachel Corrie, de Washington, atropellada en el 2003 por
maquinaria pesada mientras intentaba prevenir la demolición de una casa
en Gaza, o el de Vittorio Arrigono, activista italiano por la paz en
Gaza, quién fue secuestrado en 2011 y asesinado en cautiverio por grupos
extremistas.

¿Qué significa nuestra solidaridad?

Los ejemplos anteriores son pequeñas piezas de un colorido mosaico de
solidaridad de los pueblos de abajo con Palestina. Las piezas tienen en
común que son experiencias que no han pretendido suplantar la palabra
palestina, sino acompañarla, fortalecerla y aprender con ella. No la
convirtieron en bandera, o en capital político, como hicieron otros.
Pero han intentado, desde sus limitaciones, aunque también desde su
sinceridad, reconstruir a la humanidad. Estas personas miran el mundo a
través de los mismos ojos negros que los palestinos, que brillan de
dolor y de dignidad. En nuestros tiempos la solidaridad con el pueblo
palestino recobra importancia. Las garras sionistas junto con la
negligencia de la llamada «comunidad internacional» (término que
tergiversa el hecho de que todos estos países obedecen a sus propios
intereses geopolíticos, económicos y militares) exprimen y despedazan a
Palestina. El muro del apartheid de más de 700 km, la militarización, el
saqueo del agua y la destrucción de los olivos son ejemplos de una
política que diariamente les roban a los niños palestinos sus sueños y
su futuro. Su crecida frustración es el origen de lo que desde octubre
pasado algunos analizan como el inicio de una tercera intifada. Ésta es
expresada por los jóvenes, quienes de forma individual se tiran a la
boca del lobo al intentar acuchillar a soldados israelís con cuchillos
de cocina.

La respuesta represiva del Estado Israel ha sido sanguinaria. Una ola de
ejecuciones y aprisionamientos por uno de los ejércitos más entrenados
del mundo contra de niños y jóvenes, a quienes el cuchillo y su cuerpo
es la única arma que les queda a raíz de que sus propias autoridades
palestinas se volvieron colaboradores de Israel. Fueron abatiendo a las
formas de protesta pacíficas, y eliminando los grupos de resistencia
armados, negando así al pueblo palestino su derecho de defenderse. ¿Por
qué? Para mantener las transferencias bancarias de la cooperación
internacional, opinan muchos. Para ello, deben garantizar la paz, de una
manera en la que la comunidad internacional la entiende, es decir el
apaciguamiento. Para la juventud palestina, sus autoridades ya no les
representa. No se sabe hasta dónde los jóvenes palestinos serán capaces
de construir su resistencia esta vez, y si lo que se vive ahora
realmente se convertirá en una tercera intifada o no.
«Lucha contra la ciudad fantasma», narra este grafiti, en una pared de
Hebrón. Foto: Susana Norman
El cardo es el símbolo de resistencia para la campaña «Solidaridad con
el Valle de Jordán». Atrás se miran las montañas que componen el inicio
del país vecino, Jordania. Foto: Susana Norman

Lo que no debemos dudar, es que es importante acompañarlos y no dejarlos
solos, desmentir las versiones de los medios convencionales de que la
relación entre dominado y dominador, entre colonizado y colonizador es
un conflicto parejo. Tal vez así podemos poco a poco, en Palestina, en
Siria y en otras geografías, reconstruir los tejidos rotos por la
explotación y el fundamentalismo político y religioso, abrazar a
nuestros hermanos y hermanas sirios, y tumbarle los pies a todo aquel
que defiende la destrucción de la hidra capitalista, como lo ilustraron
los pueblos zapatistas; tenga rostro de Dash, de Putin, de Assad o de
Estados Unidos.

No nos iremos

Aquí sobre vuestros pechos persistimos, como una muralla,
hambrientos,
desnudos,
provocadores,
declamando poemas.
Somos los guardianes de la sombra,
de los naranjos y de los olivos,
sembramos las ideas como la levadura en la masa…
cuando tengamos sed
exprimiremos piedras, y comeremos tierra
cuando tengamos hambre,
PERO NO NOS IREMOS
aquí tenemos un pasado,
un presente
aquí está nuestro futuro

Tawfiq Az-Zayyad