[pensamientoautonomo] Fwd: los vuelvistas

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Para: lista por una ronda de pensamiento autonomo entre sujetos de los movimientos argentinos
Asunto: [pensamientoautonomo] Fwd: los vuelvistas
yo creo que si leen esta nota hasta el final, verán que los chinos volvelán
a rotular la tiela
****
Descubriendo Entre Ríos.
Están fuera de competencia y desprecian el “crecimiento” moderno
Los vuelvistas se salen de la fuga occidental y echan raíz
En un reencuentro con antiguas sabidurías, por actuales inquietudes
ambientales y sociales, algunos vecinos advierten los riesgos del sistema y
retornan a las fuentes
Vienen de historias distintas, y confluyen en dos puntos: una aguda crítica
al sistema y un regreso a la armonía del hombre en la naturaleza. Pero se
mantienen más o menos dispersos, en soledad o en distintos grupos. En el
fondo, coinciden en que el sistema occidental está pateando los problemas
para el futuro y que esa acumulación de tensiones no es halagüeña para la
vida en el planeta.

La humanidad, dicen, en vez de encarar los problemas ya inocultables se
fuga hacia el mañana, a ver si el tiempo por obra de magia disuelve esos
problemas.

Muchos de ellos, en vez de volcarse a instituciones para competir por el
poder, se salen de toda competencia porque entienden que eso de competir
está en el alma del capitalismo que, precisamente, combaten.

Competir en todos los órdenes en vez de compartir: he ahí uno de los vicios
de la modernidad, que los vuelvistas denuncian. Pero veamos otros: gastarse
la energía de una, cualquiera sea el costo de extracción; consumir sin
límites en los países centrales, tener fe en un crecimiento eterno por más
que los datos objetivos demuestren que es una fantasía…

En el centro la tierra
Son los vuelvistas, frutos de la confluencia de antiguos conocimientos de
este continente y del resto del mundo, con las muy contemporáneas y
crecientes inquietudes por el estado del ambiente y las acechanzas de la
tecnología, y por la condición de la humanidad que parece más cerca del
abismo cuanto más humanista se llama.

La confianza en el hombre está matando al hombre. Por eso los vuelvistas no
comulgan con el antropocentrismo ni con el eurocentrismo, y menos con la
apoteosis (tan propia de occidente) de los títulos de propiedad y las
patentes, pero su enorme y crucial enfrentamiento con el sistema no ha
logrado unirlos. Es decir: se saben ante una acelerada destrucción, con
multinacionales patentando y gobiernos convalidando, pero la dimensión del
problema no avienta los personalismos, las disputas que parecen menores, la
desconfianza.

Ocurre en distintos ámbitos, y se transluce entre ecologistas, porque
algunos observan que el sistema, el capital financiero, el poder económico
y bélico mundial, el imperialismo en suma, se camufla y roba discursos para
enderezar a sus fines las reflexiones y las luchas.

Así es que los vuelvistas conviven en un mar de desconfianza.
En Entre Ríos este estado de cosas se palpa a pleno. Es el poder, y las
multinacionales en primera línea (pero no solo esos grupos), tomando
frases, símbolos, luchas, atacando por distintos flancos para quedarse no
ya con el sistema, sino además con la “oposición”, y para eso se vale de un
ejército de quintacolumnistas. ¿Quieren verde? Seremos más verde que el
loro.

Pero más allá de los mil obstáculos y cantos de sirenas, los vuelvistas
siguen desarrollando conocimientos, encuentros, muchas veces atomizados y
con diagnósticos parecidos en torno del plano inclinado en que nos
desenvolvemos.

Y siguen, más allá, también, de los distintos gobiernos (en apariencia),
los múltiples proyectos de ley o las reformas constitucionales que, en el
mejor de los casos, se aprobarán para no cumplirse o cumplirse a medias.

Sobre el Titanic
Uno de los temas centrales del vuelvismo es la tenencia y el uso de la
tierra.
Aunque suelen enfrascarse en asuntos puntuales, y a veces por influencias
del entorno local quedan un poco encerrados en batallas demasiado
focalizadas, puede observarse una cierta coincidencia de muchas personas y
muchas organizaciones en eso de volver a antiguas convicciones sobre la
armonía del hombre en la naturaleza.

Hay un reverdecimiento de la necesidad de reforma agraria, pero no ya como
en las décadas anteriores que involucraba una distribución lisa y llana, o
una propiedad colectiva, sino con el aditamento, que pasa a ser esencial,
de que la tierra no es del hombre sino el hombre de la tierra. Y con una
expresión bastante nueva pero perfectamente ensamblada con la cosmovisión
de los pueblos antiguos de este continente: la economía sustentable.

Los enemigos: el capital financiero, las multinacionales, la industria
sucia, el baño con sustancias químicas para los agronegocios; la fractura
hidráulica, la megaminería, la petróleo-dependencia, los represamientos, la
propaganda consumista, el hipermercadismo, las megaobras, la industria
bélica...

Los vuelvistas saben que el actual sistema necesita esas cosas para
subsistir, pero a la vez entienden que en este sistema se navega como en el
Titanic…

Entonces, muchos sin saberse ni decirse vuelvistas han vuelto la mirada a
la vida austera, y a las enseñanzas de la naturaleza, y del hombre que supo
ensamblar en el entorno. Y conscientes de que esos enemigos enunciados
pueden ser causas pero también emergentes.

En tanto se sostenga el sistema actual, demandará metales en forma
voluminosa, petróleo, gas a cualquier costo, hidroelectricidad, agua y
agua, y una maquinaria infernal para el extractivismo en el subsuelo y en
el suelo, lo que diríamos: plan sojero con tecnología Monsanto.

La cosa se parece, entonces, a las luchas contra el narcotráfico: ¿le
hacemos la guerra a los que cultivan y trafican, o miramos para el lado de
los que promueven a tracción ese negocio, porque consumen?

El que siempre vuelve
Desde agrupaciones entrerrianas y orientales se promovió, desde hace un
lustro, la consigna Artigas vuelve. Y el vuelvismo echa raíz allí también.

Sabemos que el aprecio por el artiguismo se origina en la mirada integral
que heredamos de la revolución federal, una visión que reunía a los
pueblos, las historias, los valores trascendentes, y respetaba los modos de
cada cultura.

Al decir Artigas vuelve, estamos volviendo nosotros a bañarnos en ese
universo indio, africano, gaucho, criollo, intransigente con el
colonialismo. A empaparnos de arriba abajo en la austeridad, en la valentía
de las determinaciones, y en la necesaria correspondencia unívoca entre el
discurso y los hechos, como es ley en una rueda de mate.

Volver a Artigas (y nos referimos a la expresión sincera), es volver al
espacio cercano más transparente de la revolución libertaria en nuestra
región, asociado en su espíritu a otras revoluciones como las de Túpac
Amaru y de Haití.

Volver al tejido de fibras de Abya Yala (América), devolver a la mujer y al
hombre las expectativas por una vida tan amable como esforzada, con lugar
para el aire puro y el silencio (donde las cosas se acomodan solas), porque
la trama misma es armoniosa: eso es el vuelvismo, ahí abrevan los
vuelvistas.

Volver no es repetir, no es reinstalar el pasado: volver es quitarse los
ropajes, los ruidos, los engaños en que hicimos hábito por el apuro, el
facilismo y los afanes de apariencia y consumo y competencia que nos
colgaron.

Volver es no correr esa carrera. Volver es no consumir esa estupidez, es
mirarnos desnudos y en soledad en medio de la cárcel de asfalto y cemento
que naturalizamos, y en donde solo podemos andar a los empujones, los que
podemos andar; mientras miles se pasean por el frío en el invierno, el
calor insoportable en el verano, y por los tachos de la basura cada noche.

El vuelvismo podría sorprendernos pero no por rebuscado sino por explicar
con otras palabras lo que ya sabemos.

Dos personas son amigas y es posible que no lo hayan dicho jamás. Porque,
aparte, esa palabra “amigo” quizá resulte insuficiente. De ahí el uso de
amigo-hermano, hermano-amigo. Y bien: muchos somos vuelvistas sin decirlo,
y a veces sin darnos cuenta.

Podemos ser ecologistas, cooperativistas, filósofos, historiadores,
militantes sociales, artistas, pensadores, agricultores, obreros o todo eso
a la vez; podemos ser urbanos o rurales, folcloristas o rockeros, sociables
o ermitaños, profesar las creencias que nos plazcan, afiliarnos a un
partido, en fin, y a la vez sentirnos comprendidos en este estado integral,
con esta visión de cuenca donde no hace mella el paso de los años, y donde
las fronteras ficticias se desvanecen: en eso andan los vuelvistas.

Vale subrayarlo: no se trata de volver al pasado o volver al futuro. Esa
línea nos confunde. Por ejemplo, si la revolución artiguista es el
“pasado”, ¿cómo llamar al tiempo de la mujer y el hombre en la Edad de
Piedra?

Si tomamos solo los 20.000 últimos años del hombre en Abya Yala como
“pasado”, veremos que José Gabriel Condorcanqui y Micaela Bastidas fueron
ejecutados bajo tortura hace cinco minutos.

Entonces el verbo volver se entenderá mejor para el vuelvismo en la
acepción de volver la mirada, tomar asiento y aliento, salir del encierro y
el apuro, quitarnos las anteojeras, mirarnos adentro, bajar el copete,
analizar la diversidad de universos posibles, y ser conscientes de que el
sistema único no es más que una creencia y que hay quienes pagan bien para
que esta creencia se haga carne.

No más fantasmas
En una región que expulsa a los seres humanos o los amontona, donde el
paisaje hiere por la proliferación de taperas, y antiguas localidades
pujantes se convirtieron en “pueblos fantasmas” a raíz de la abrupta caída
demográfica, los vuelvistas vuelven la mirada al suelo.

Cuando las consecuencias de la soberbia del hombre-rey y sus atropellos
quedaron ya a la vista, los vuelvistas van por las grietas, van por las
aldeas vivas, protegidas de los vientos globalizadores por la conciencia de
las personas y la fibra de los lazos de unidad; con ciudadanos integrados
al mundo y capaces, a la vez, de una vida autónoma, sea en el plato del
mediodía como en el encuentro artístico del atardecer.

El blindaje no será entonces solo externo como un caparazón porque debemos
reconocer nuestra vulnerabilidad interior. Ese blindaje debe ser desde
adentro.
En nuestra región hay departamentos que tienen menos habitantes hoy que
hace sesenta años. Los números del destierro de mujeres, hombres, niños, y
el contenido de esos números en familias completas desterradas, nos exigen
una respuesta severa.

Algunos harán oídos sordos, otros amagarán combatir el cáncer con
aspirinas, y todos ellos serán más o menos cómplices de la estructura
expulsora de esta región.

Pero la naturaleza llama al arraigo. Es el sistema impuesto por el hombre
el que facilita el acaparamiento de las riquezas naturales por unos pocos,
que echan a sus vecinos para seguir medrando.

Esos pocos están enganchados a un sistema que en el fondo se define como
imperialismo, en una cadena vertical que sirve a pocos y sujeta a las
mayorías.

Los vuelvistas definen el éxodo planificado como crimen social, y se
obligan a pensar y actuar en consecuencia.

Rotular al Flaco
Nuestros vecinos, primos, hermanos, parientes, compañeros, no se fueron por
voluntad propia sino empujados. ¿Quién asume el deber de resistir,
esclarecer y revertir el proceso?

El destierro es un crimen, peor aún si va acompañado por el desmonte, y eso
ha ocurrido aquí. ¿Cómo explicar esta paradoja? ¿Menos biodiversidad, para
menos seres humanos?

Una palabra lo resume: saqueo. Y es que unos poquitos capturan el
territorio y lo usan no de hogar sino de cancha para sus negocios
millonarios.

Otra palabra sintetiza las razones de la continuidad del sistema:
indolencia. Y allí están los vuelvistas, tratando de superar la desidia
para hacer frente al saqueo, pero lo que quieren de entrada es trabajo,
trabajo decente, para una vida sana y austera.

Así es que los vuelvistas deciden volver a la tierra con todo lo que eso
significa, y lo hacen con felicidad y firmeza a la vez.

Producción orgánica y en cercanía, permacultura, soberanía alimentaria,
sumak kawsay (vivir bien), ayllu, decrecimiento, pensamiento decolonial,
hendijas, rueda de mate, son conceptos vivos que los vuelvistas conocen y
realimentan a diario porque en esa conciencia y en esas prácticas está el
otro universo.

Del mismo modo, conocer el encadenamiento de sabidurías milenarias y luchas
independentistas, obreras y ambientales, es un sostén para no quedar a
merced del primer viento o la primera reacción.

Pero lo explica mejor el pensador Flaco Claret, que llama a buscar no
adelante sino al costado. Ahí está, lo que decimos, un vuelvista. “y,
aunque va contra el sentido común, en este retorno a la semilla, voy
pudiendo. sin poder”. Así, sin mayúsculas, ¡qué Flaco, ese Claret, y cómo
se burlará del rótulo!

¿Desierto para quiénes?
No hay que ver en el vuelvismo una salida individual o grupal, sino un
estado, en la cadena histórica milenaria de Abya Yala.

Ni siquiera salida o entrada, sino atmósfera.
Para los vuelvistas no basta modificar artículos de algunas leyes, o
gestionar espacios, uno a uno, en este sistema. No: esos pueden ser
placebos.

Saben que en nuestro continente están las raíces de todos los tiempos y no
menosprecian ninguna de las culturas del planeta pero empiezan por mirar
las estrategias de vida de la mujer y el hombre en Abya Yala, en nuestro
suelo. (Abya Yala, tierra en plena madurez, tierra de sangre vital,
llamaban nuestros antiguos pobladores al continente que el europeo
rebautizó América).

Los vuelvistas vuelven, pues, a un lugar de donde jamás debimos salir: la
relación amorosa con la naturaleza, como naturaleza que somos.

Los vuelvistas comprenden que hay razones para que nuestra región se vaya
despoblando, que el éxodo no es fruto del azar.

Una provincia poblada, una localidad poblada, generan un movimiento interno
y una trama. El poblamiento beneficia a los propios hijos de esta tierra, a
sus vecinos, a las organizaciones locales y regionales, a los trabajadores
y a las pymes, e incluso a los organismos estatales cercanos (aunque tantas
veces sirvan al gran capital).

¿Quiénes se benefician con un desierto, aunque el desierto sea verde?

¿Vos de qué lado estás?
Pongamos nombres de vecinos a los vuelvistas. María dice, por ejemplo, que
hay que volver a la complejidad y al sabroso universo de las escuelas
granja y marchar a las huertas cercanas y a las cooperativas. Juan suscribe
eso de las quintas de proximidad, y habla de volver a los frutales y a la
producción orgánica con semillas sin modificación genética y sin más
fumigaciones de sustancias químicas.

Antonia señala antiguas tradiciones milenarias, sabidurías que el
modernismo esconde con sus cáscaras. Para Nahuel hay que volver a los modos
de Abya Yala, a los 40.000 años de historia acá, a los ayllus, curados del
vicio del europeísmo.

Lautaro nos anima a revisar las revoluciones de Túpac Amaru y José Artigas,
y a quitarnos de encima el lastre del centralismo metropolitano y la
sumisión.
Reneé nos invita a volver la mirada a los africanos y afroamericanos en la
región, a los guaraníes, charrúas, chanás, qom, wichís, mocovíes.

Chelo vuelve con los ritmos, las melodías, las poesías de la región, al
rescate de leyendas, modos, costumbres, expresiones, historias lugareñas
milenarias como el mate, identidades en fin. Ernestina nos muestra los
resultados del neoliberalismo, los extractivistas al acecho, nos pasea por
taylorismos, fordismos, toyotismos, y nos llama a volver la mirada a la
vida de alpargata y gallinero, sin más derroches de energías, sin poner en
riesgo a la vida en el planeta.

Facundo vuelve a Peyret, a Jauretche, a Mariátegui, a Kusch, a Ugarte, a
Milcíades Peña. Adriana, después de sus clases, ha encontrado su modo de
volver a la tierra a través de las danzas nuestras.

Beatriz nos invita a degustar los platos propios, la comida con alma, y
recibe de nuestros abuelos y difunde las recetas de ayer y de siempre.

Pablo lucha contra la apropiación de espacios comunes; estudia, escucha, y
cuando puede da clases en la costa sobre alfarería. Su amigo dice
curupisiar, como decía el Zurdo, volver a la isla, al agua, volver a los
maestros que le dan al pueblo “lo que el pueblo merece, o sea, lo mejor”.

Carlos ofrece una casa vieja para las obras artísticas y en cada reunión
pierde en plata lo que gana en dignidad. Hugo se jubiló y está volviendo a
la tierra sana. Ernesto practica la permacultura y lee a Boff y algo puede
decir de la Gaia. María José planta semillas, Analía habla de volver los
ojos al barrio y sus claroscuros.

Así podríamos seguir con nombres, inquietudes, valores que se cruzan y nos
cruzan.
Son ejemplos, y bastan. No hay fundamentos para hablar del crecimiento sin
límites, para menospreciar las raíces.

En la región que expulsa a sus hijos, la misma que los pueblos originarios
defendieron con su sangre durante siglos; en este territorio que aún luce
la banda roja charrúa y el sol inca, nos inclinamos ante la madre tierra
lavados de soberbia. Eso es vuelvismo.

    Vivir bien. Comer barato y sano son conceptos vivos que los vuelvistas
conocen y realimentan a diario.



--
flaco claret
ixmmm - iniciativa por un mundo más mejor