[pensamientoautonomo] Modernización: nervio motor del sistem…

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Autor: esceptikuz
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Para: lista por una ronda de pensamiento autonomo entre sujetos de los movimientos argentinos
Asunto: [pensamientoautonomo] Modernización: nervio motor del sistema
*Introducción*

La modernidad y un proceso de modernización permanente parece ser el
sustrato cultural que nos “gobierna” desde hace por lo menos cinco siglos.

En el clivaje entre los siglos XX y XXI, y tal vez desde mediados del siglo
XX, con el fin de una guerra mundial y el señorío del american way of life,
dicho proceso está mostrando un rostro que ningún futurista de los siglos
XVIII o XIX habría imaginado. En aquel momento, las voces eran únanimemente
(o casi), optimistas. Hoy en día, exactamente lo contrario. Cada vez más
voces, miradas plantean que el planeta no aguanta más.

¿Cierto o falso?

Durante casi todo el siglo XX “aprendimos” a pensar en términos pareados.
Pareados y opuestos. Democracia o fascismo. Capitalismo o comunismo.
Religión o ciencia.
Parecería que de un tiempo a esta parte hemos perdido las parejas de
opuestos y hemos ingresado a una senda de una sola vía. Un único camino, un
único futuro…
Teniendo en cuenta la constelación cultural del planeta desde por lo menos
mediados del s. XX, y no sólo cultural, sino también política, ideológica,
económica, militar, ¿ese camino único, es la americanization?

Sea lo que fuere no parece un camino ni seguro ni tranquilizador. Volquemos
un minuto la mirada desde los dd.hh. Los de 4ª. generación surgen hace
pocas décadas precisamente como expresión de una problematización,
creciente, de los desarrollos tecnocientíficos.
Así, si lo que ha dado en llamarse 1ª, 2ª y 3ª generación de derechos
humanos expresaron avances, ampliaciones, una visión afirmativa del devenir
social, esta reciente 4ª generación procura ponernos en guardia, hacernos
conscientes de una problematización. ¿Cómo comportarnos ante clonaciones,
transgénesis, una humanidad fabricada?

Ya no estamos en aquellos tiempos de Julio Verne en que cada despliegue
científico o tecnológico, era una bendición. Ese positivismo filosófico,
ese optimismo tecnológico es lo que vemos que está en crisis.
Hagamos entonces una incursión, siquiera mínima, en el advenimiento de la
modernidad. Si pensamos en su ritmo, con todos los peligros de lo
analógico, y comparamos el andar humano con el de un caballo, tendríamos
que decir que estamos ante un galope, ya no tendido sino desbocado…

*Capítulo 1. La modernización al galope*

¿Dialéctica o trialéctica?

Si la brusca e inesperada desaparición de “la era soviética” nos hizo
pensar en algún momento, muy a principios de los ’90, que se simplificaba
el panorama ideológico del mundo contemporáneo, que podríamos volver al
viejo paradigma de izquierda vs. derecha, a la búsqueda de un anhelo
todavía no realizado enfrentando la atroz realidad que castiga a la mayoría
de la humanidad, evitando esa “anomalía” que era de derecha y predicaba ser
de izquierda, que a mi modo de ver envenenó, ideológicamente, todo el siglo
XX, el escaso tiempo transcurrido nos ha revelado que de ninguna manera se
ha recuperado aquel tiempo pasado ni tampoco ha sobrevenido lo anunciado
por algunos agoreros; lo del fin del conflicto político.

En rigor, el siglo XX vio más a menudo tres actores o más en pugna, por lo
menos mucho más frecuentemente que lo que los dictados de una dialéctica
presuntamente científica (más bien cientificista) nos autorizaba vislumbrar.
En todo caso, si vimos un suceder dialéctico fue más el propio de una
dialéctica no sintética, con pares opuestos que se sucedían sin solución de
continuidad: no había cesado la lucha entre el carcomido mundo
aristocrático y el impetuoso mundo burgués y ya teníamos la lucha entre
burgueses y proletarios, que de inmediato trasmutara y se reasumiera en el
socialismo, que en realidad eran los socialismos. Internacionalistas los
primeros; revolucionario o evolucionista, fueron sus opciones
inmediatamente después.

En un momento, en el cambio de los siglos XIX a XX amagó la existencia de
un “pensamiento único”, por cierto que en los antípodas del que se quiso
proclamar victoriosamente con el colapso soviético: hace cien años se hizo
un lugar bastante común en las capas ilustradas occidentales el pensar en
el advenimiento del socialismo.

Esa fe movía montañas entre sus creyentes, capas trabajadoras, proletariado
militante, capas de intelectuales intérpretes de lo que se invocaba como
nuevo e ineluctable, pero también conmovía a quienes no simpatizando con
semejante futuro, porque se identificaban a sí mismos como burgueses, lo
veían inevitable. Le temían, en todo caso lo odiaban, y hasta podían
resistirlo, enfrentando ese sentido común que anunciaba este advenimiento
de este otro tipo. Hay intelectuales de derecha, antisocialistas, que
expresan esto, como Gustave Lebon.

Más tarde, el tronco de la ideología socialista tendrá otras
ramificaciones, nacionalistas.
El socialismo nacional se fue llamando, y haciéndose, cada vez más, nazismo
o fascismo. Particularmente en el centro planetario, es decir en los países
no coloniales.
El socialismo internacionalista generó a su vez diversas alas o corrientes,
en parte dependiendo de su localización planetaria. Una principal,
soviética, estalinista con centro y eje en la URSS (1917-1991), otra
sociademócrata, burguesa y conciliadora; Suecia fue su modelo más acabado
(1932-1976). En España, en la década del ’30 tendremos también un polo
anarquista (que provenía de mucho antes), enfrentado a estalinistas y
socialemócratas (amén de dividido ese polo, en sí mismo).(1)

Habiendo despreciado las libertades burguesas, el principal experimento
social considerado socialista −la URSS− terminó por carecer de tales
libertades, sin obtener, empero, la postulada igualación.

Con el colapso soviético, y al menos transitoriamente, con el desbarajuste
planetario de la opción socialista (2) pareció simplificarse el cuadro de
opciones políticas y/o ideológicas.
Por un lado, surgieron intelectuales orgánicos del poder “mayor” que
auguraron la muerte de la política propiamente dicha, puesto que no veían
opciones a lo único existente; se podría gestionar de un modo u otro pero
siempre dentro del horizonte de la sociedad dominante, la del régimen
burgués, industrial o moderno.(3) Un poder globalizado y eurocentrado, o
como se lo prefiera denominar.

Una suerte de heguelianismo redivivo. Que se abona en la occidentalización
cultural de todo el planeta, es decir del “resto del planeta” que no es
europeo-occidental. Para quienes no aceptábamos esta eliminación de la
política y el alineamiento correspondiente (que hizo famoso, a F. Fukuyama,
con aquello de que se había terminado la historia, una variante del par
prehistoria-historia tan caro a “los clásicos” del marxismo), quedaba por
un lado ese mundo actuante, el del imperialismo ahora cada vez más bajo el
nombre de globalización, y por el otro, la resistencia a la expansión de
ese proyecto-realidad; mediáticamente los globalifóbicos; resistencia,
negación a lo existente y a su expansión, aunque no afirmaran una opción
claramente anclable en modelos existentes.

Desde los ’90, entonces, nos encontramos con alternativas que todavía
cuesta dilucidar si son reales o espejismos.
Una de las primeras expresiones alternativas “pos-soviéticas”, enfrentada a
la vigencia absolutizada del mundo-tal-cual-es, fue el Foro Social Mundial.
Por un momento, a principios del s. XXI, su reunión en Porto Alegre se
opuso a la del Foro Económico de Davos, en Suiza, que durante décadas se
había dedicado a concentrar la élite planetaria y a “marcar la agenda” de
los poderosos, los privilegiados del planeta.(4)
Rio Grande do Sul, multilingüe, Davos monolingüe, por ejemplo. Pero
analistas como Michel Chossudovsky (5) nos dirán que no es sino un
debordiano (6) espectáculo. Fundamentada observación que no podemos
desechar; demasiadas fuentes de financiación en común es lo que dicho autor
ha rastreado.

Lo cierto es que ya entrados en el siglo XXI, se han vuelto a visualizar
tres opciones (por lo menos), claramente diferenciadas, al menos en lo que
tiene que ver con nuestra región, sudamericana. Sigamos aquí a Emir Sader,
integrante del PT, un politólogo brasileño que tiene mucho predicamento en
los círculos progresistas y enfrentado a “la derecha”.
Sader enumera:
1) el neoconservadurismo, que sigue manteniendo su denominación, viciosa y
falsa de “neoliberalismo”,(7) que, para el caso de América Lapobre, estaría
sentando sus reales en Colombia, México, Honduras…
2) un populismo burgués que no rompe con la globocolonización −como con
acierto ha bautizado Frei Betto lo que economistas llaman ahora
“globalización”−. Se diferencia del neo-conservadurismo, por sus “políticas
sociales”, es decir de distribución de ingresos hacia las capas sociales
menos favorecidas (y que son en general las que el neoconservadurismo
rampante ignora). En América del Sur Sader ubica en este sitio a los
gobiernos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Brasil, Argentina, Ecuador y
Uruguay, que aun sin ser toda la América del Sur y menos todavía el Caribe,
apenas presente por Cuba, es de todas maneras el grueso poblacional,
económico y político de la región.(8)
Y finalmente,
3) lo que Sader denomina “ultraizquierda”. Con lo cual tácitamente atribuye
la condición de izquierda al ítem anterior. Algo que mirando la estructura
económica vigente y la relación con el centro planetario no deja de ser
peculiar, aunque guiándose exclusivamente por los pergaminos sería “cierto”
en casos como Uruguay o Brasil, y más complicado en Argentina, por ejemplo.
Pero, ¿es que puede existir, una izquierda capitalista?
4) Sader centra, de todos modos, las opciones políticas realmente
existentes entre: 1) y 2). Lo cual es obvio hasta por las denominaciones
que utiliza.
La ultraizquierda le parece desechable por su divorcio radical con el
espíritu, con el “estado de ánimo de las masas” (ibídem).

A mi modo de ver, le falta a Sader, en ese cuadro de situación, la
dimensión ecológica, que es siempre planetaria. Preguntado expresamente por
esa ausencia, por si no era acaso una falencia, la negó de raíz, como
falencia, porque: ‘la dimensión ecológica era muy, muy importante pero no
transversal, no medular.’

Sader destaca, en cambio, que en el cuadro político actual y en la disputa
entre neoconservadurismo y progresismo falta una dimensión que sí considera
básica: la laboral, la de clase. Afirma que la política actual se mueve
como si todos, o casi todos, no trabajásemos, como si nuestra condición
trabajadora fuese soslayable.
Si bien nuestra condición de transformadores no está casi presente, como él
dice, y debería estarlo, nuestra condición de residentes, “usuarios” o
“vecinos” terráqueos no la pensaba tan medular como nosotros sí la vemos.

Sader apunta a que la iniciativa ideológica para la configuración de los
imaginarios sociales la sigue teniendo el neoconservadurismo, el
capitalismo puro y duro, puesto que la sociedad está vista como el mercado
y quienes la integran como “consumidores”. Sader, entonces, se conforma con
legitimar reclamos a favor de “el proletariado”, demandas que provienen del
s. XVIII o XIX.

Nos permitimos considerar que la disyuntiva planteada por Sader es
francamente insuficiente. Temporalmente atrasada: critica el escamoteo del
trabajador a manos imaginarias y virtuales del consumidor. Tiene razón.
Pero así y todo, falta la dimensión ecológica, o si se quiere,
“territorial” que consideramos inescindible de la perspectiva política: una
política sin ecología o con una ecología instrumental nos lleva al
derrumbamiento planetario.
Porque somos residentes, productores y consumidores. Somos tridimensionales.
La dimensión ecológica cuenta además con otro rasgo necesario, sin el cual
pierde sentido: la forma de apreciar o integrar esa mirada a la situación
política pasa por las relaciones imperiales, o de centro a periferia, por
las condiciones de actividad del sistema “global” que nos rige. Es decir,
de nada sirven esas ecologías ambientalistas que procuran mejorar o
lubricar el sistema de poder establecido. La ecología será antiimperialista
o no será nada (bueno).

*Capítulo 2. La tecnología hoy*

Antes de abordar tales relaciones, veamos, siquiera someramente, rasgos
dominantes de ese centro planetario, constituido fundamentalmente por
países enriquecidos, es decir los ajenos al destino colonial (aunque tales
sociedades no incluyan, por cierto, a todos sus habitantes).(9) En una
palabra, nos referimos al circuito globocolonizador, fundamentalmente
matrizado, configurado desde mediados del s. XX, por la élite de poder de
EE.UU. y cada vez más −desde el 11/9/2001− por el binomio geopolítico
EE.UU.-Israel, cada vez más inseparables, amén de las capas “integradas” de
los ya mencionados países enriquecidos −algunos hoy, 2011, en proceso de
empobrecimiento−, más los circuitos −mucho más restringidos−, de las élites
globocoloniales de los países empobrecidos.

Se trata de rasgos “clásicos” o recientes, algunos se han acentuado y otros
han surgido en las últimas décadas.
- aumento de escala para la producción junto con la expansión; tal vez el
rasgo más característico, estructuralmente necesario para la rentabilidad y
el poder de los privilegiados. Su desarrollo y pujanza lo convierten en un
factor de primer orden y sin duda de difícil manejo. Se podría decir que es
una tendencia sostenida en el último medio milenio e indudablemente está
estrechamente vinculado a los desarrollos tecnocientíficos. Tal vez el
fenómeno que en la actualidad lo registra con mayor nitidez sea el de la
contrarreforma agraria en marcha bajo la denominación modernista de
agribusiness, que se traduce en el despoblamiento de campos, unidades de
producción agraria o agropecuaria cada vez más extensas, “agroindustriales”
(aun cuando no debería confundirse la elaboración de vajilla o botones con
la crianza de cerdos o plantas). El investigador Robert Kenner (10) afirma
que las modalidades de producción de granos y alimentos así como de
animales domesticados ha variado más en los últimos 80 años de la historia
humana, en el siglo XX, que en los anteriores 10 000 o 15 000 años que se
estima tienen tales actividades entre humanos.
El descrito es un rasgo “clásico”; los siguientes son más recientes:
- inversión de las relaciones entre economía y finanzas y entre ciencia y
tecnología;
- quimiquización fuera de control;
- megalopolización urbana y contaminación también ello cada vez más fuera
de control,
- deterioro de la calidad de productos cada vez más masivos, “compensada”
por su mayor accesibilidad; recambio permanentemente acelerado;
obsolescencia programada.

2.1 Aumento de escala de las unidades productivas

Se trata de una expansión no lineal sino progresiva, que va expandiendo no
sólo la producción, los mercados y sus modalidades, sino también el ritmo
con que se produce la misma expansión. Unidades productivas, de
aprovisionamiento y procesamiento, cada vez mayores y consiguiente consumo
creciente de materias primas y recursos. El reinado de la mercancía dirá
Karl Polanyi.(11)

Un corolario de la tendencia al aumento de escala productiva es la
consiguiente tendencia al catastrofismo cada vez más propicio, inherente a
la intensidad y concentración del capital. De lo cual la rotura en la
perforación de BP en el Golfo de México es buen ejemplo. Junto con ello,
ciertamente se acrecientan los medios tecnológicos para enfrentarlos. El
rescate de los 33 mineros en Copiapó, Chile, sirve claramente de
ilustración de ambos aspectos. Es cierto que gracias a nuevos vehículos y
dispositivos de penetración del suelo y la roca, los mineros pueden sufrir
un accidente y quedar aislados a más de 700 metros de profundidad. Pero
también es cierto que no bien detectados vivos, en muy poco tiempo, en 24
horas se pudo trazar y enviar una sonda, y en unos dos meses se los pudo
rescatar mediante la ya famosa cápsula que transitó por el túnel vertical
taladrado con enorme precisión. La sonda permitió la sobrevida, haciéndola
incluso llevadera, esos dos meses. Y lo demás, ya lo vimos todos.

Señalemos siquiera someramente otro ejemplo, el del automovilismo. Se han
desarro-llado vehículos cada vez más rápidos; andar a más de 200 km. por
hora, con los consiguientes riesgos, pero también con el recurso del
air-bag y la ventaja de “acercar” las distancias, aunque sólo en las
cuidadísimas rutas del Primer Mundo. Las automotrices también han ampliado
su escala y el toyotismo se convirtió en el nuevo escaño tecnológico
“superando” el fordismo de la primera oleada automatizadora.

El toyotismo se precia del just-in-time, es decir del ahorro que significa
la eliminación de los depósitos y sus consiguientes existencias de
mercadería a la espera, pero sobre todo de la eliminación de mano de obra
mediante nuevos peldaños de automación.

Ya metidos como usuarios en la gran escala ahora imperante en la industria
automotriz (como en prácticamente ocurre en más y más ramas de actividad),
los resultados no han sido tan exultantes. Toyota, precisamente, afronta
resultados llamativos: en 2010 ha llamado a revisión a unos diez millones
de vehículos producidos y salidos al mercado entre 2007 y 2010. No se trata
de cifras despreciables; aproximadamente un tercio de toda su producción.
Un millón y medio de tales controles proviene de que el sistema de limpieza
de parabrisas puede ocasionar incendio. Medio millón han sido llamados a
control por imperfecciones en el sistema de frenos, nada menos. Y así por
el estilo.

Los coches que “salen solos” de las fábricas no parecen tan
tecnológicamente perfectos como nos quieren hacer creer. El problema no se
arregla a pura previsión aunque tardía. En el ínterin, con tales
imperfecciones, en EE.UU., donde opera la mayor fábrica de automotores del
mundo −Toyota, precisamente−, se cuentan por decenas las demandas por
muertes en accidentes vinculables con errores o fallas en la construcción,
o tal vez tengamos que decir cada vez más, en la configuración del
vehículo. Y miles de demandas por diversos accidentes vinculados con lo
mismo. Una danza de miles de millones, pero sobre todo una danza de vidas
humanas destruidas o afectadas.(12)

Los desarrollos tecnocientíficos permiten “proezas” cada vez mayores, tanto
en los avances como en su remediación cuando se hace necesaria. El ser
humano es cada vez más capaz de:
- pulverizar montañas para llevar adelante la llamada megaminería,
- perforar napas geológicas,
- explotar petróleo submarino,
- establecer plantíos transgénicos en una escala sin precedentes,
- hacer fumigación aérea de enormes extensiones,
- efectuar desmontes masivos de millones de ha (algo que habría llevado
antes décadas y que ahora se hace en una estación),
- expansión planetaria del automovilismo con la consiguiente contaminación
atmosférica;
- elaborar energía nuclear, con su problemática irradiación, tanto en la
extracción como en su deposición “final”,
- los climatólogos e ingenieros de la actividad petrolífera, así como los
transportistas del ramo calculan que con el hielo ártico desaparecido entre
2014 y 2018 podrán simplificar enorme-mente y mejorar en consecuencia la
extracción de minerales en la región y acortar en miles de km la distancia
para los fletes que unen el norte americano y el Asia sudoriental. Evitarán
“las vueltas” por el Canal de Panamá o el de Suez. Y están exultantes con
ello, calculando los ahorros de tiempo, desgaste, energía, etcétera. ¿Y el
casquete polar? No tará má. Saparecerá. “Cosas” sin entidad, como hemos
tenido que escuchar alguna vez.

Ejemplifiquemos con casos de aumento de escala, y luego ya nos
concentraremos en el caso argentino para el examen de la contrarreforma en
marcha.
Focalicemos en la pesquería y en la cría de los animales de mayor consumo.

PESCA. La humanidad se ha nutrido desde tiempo inmemorial de peces y seres
vivos acuáticos. Se estima que el 60% de las proteínas animales consumidas
por la humanidad ha provenido, históricamente, de la pesca. El otro tercio
de proteínas animales ha sido provisto por los animales de tierra o aire.
Aves, cérvidos, liebres, cabras, cerdos, vacas, cuises, y el larguísimo
etcétera que va variando de región en región. La pesca se ha estado
industrializando desde hace siglos. Y “perfeccionando” sus técnicas al
punto que al día de hoy, con sus redes de arrastre, sus bombas de
profundidad y tantos otros recursos, los pescadores están en condiciones
técnicas de vaciar el mar. Cada mar que “visitan”.
Sería un éxito deslumbrante si no fuera por el pequeño detalle de que la
pesquería está logrando así serruchar la rama sobre la que está asentada.
Sus técnicas de arrastre son tan “perfectas” como para no dejar intocado
los fondos marinos. Que son, precisamente, la base nutricia de muchísimos
circuitos vitales. Las redes son tan rendidoras que no perdonan ni siquiera
a los más pequeños peces, puesto que los barcos engullen los peces grandes
para comida humana y los pequeños como masa nutricia para animales criados
o cultivados por el hombre, peces en estanque incluidos.

Tanta calidad técnica y ceguera natural o crisis del sentido común, ha
hecho que la pesca haya desaparecido por ejemplo de todo el entorno
marítimo europeo. El Mar Mediterráneo, otrora asiento de apetitosos atunes
y tantas otras especies que han alimentado milenariamente a las poblaciones
costeras, es ahora poco más que el sumidero de los desechos de los países
que lo circundan. El Báltico, por ejemplo, está tan contaminado que sus
especies marinas han disminuido dramáticamente su fecundidad. La
reproducción es bajísima y menguante. Por estar interconectado no
desaparece, como el mal llamado Mar de Aral (el sexto lago más grande del
planeta, hoy reducido a una charca salobre gracias al “milagro soviético”);
permanece, pero cada vez más sin vida.

Desde hace unos años, las dotaciones pesqueras europeas se dedican a
saquear las cos-tas africanas, como la somalí, donde la impunidad es grande
por la falta de un estado local en condiciones de defenderse, pero también
la de otros estados que tienen como dieta básica el pescado, por ejemplo
Namibia, que ve raleada su pesca por las incursiones desde ultramar.

Como la “perfección” técnica, el alcance depredatorio en suma, no se ha
abandonado, sino que, por el contrario, sigue en pie, en auge, sacrificando
a los pescadores locales robándoles las pescas, por ejemplo, mar adentro,
el destino de la pesca planetaria es su desaparición. Y con ella, la
ingestión principal de proteínas de la humanidad. Ya imaginamos el festejo
de algunos laboratorios produciendo pastillas de ω3 u ω6 “para todos”…

Y nos hemos limitado a hablar de los desarrollos técnicos propiamente
pesqueros. Pero hay que mencionar, por ejemplo, la plastificación de los
mares, gracias a la invasión de otra industria −la petroquímica− que ha
significado el crecimiento en progresión geométrica de restos plásticos:
con microorganismos adheridos se van depositando de a poco en los fondos
marinos reteniendo el oxígeno de las aguas superficiales y a la vez
bloqueando los ciclos bióticos de esos fondos marinos que vimos ya tan
maltratados… Recordemos que los fondos marinos constituyen más del 70% del
suelo planetario… y son así la mayor parte de la biosfera del planeta.

Avícola y suina. Veamos un par de casos de agrandamiento sostenido de las
unidades de producción, en cerdos y aves.
Como se describe en muchísimos documentos, el tratamiento dispensado a
animales destinados al consumo humano es de una indiferencia y crueldad sin
límites. Pero tanta “eficiencia” tiene su rebote; estamos dañando nuestra
salud.
“[…] que se apliquen verdaderos procedimientos industriales para la
«fabricación» de animales. Gallinas, vacas, borregos, conejos y todos
aquellos animales que los estándares occidentalizadores determinen como
comestibles, son tratados como grabadoras o DVD’s, hechos en serie. Las
granjas se han convertido en verdaderas factorías en las cuales a los
animales se los maneja igual que a metros de tela destinados a confeccionar
vestidos. Mediante artificiales procesos hormonales y genéticos, se los
obliga a sobre-reproducirse, se los alimenta con sus propios excrementos y
cadáveres «enriquecidos», se los apretuja en reducidísimas áreas, se los
transporta hacinados, ahogándose con su propio calor y sudor, y se los
sacrifica bárbaramente […].”(13)

En esas condiciones la expansión de enfermedades, de pandemias, es también
fulminan-te. Desde hace unos años, nos enmudecen y atemorizan con la “gripe
aviar”, la “influenza porci-na” y otras plagas “bíblicas” en tanto los
laboratorios están de parabienes con sus vacunas.(14)

La referencia al “aprovechamiento de todo” es una curiosa perversión de una
conducta tan cara a la producción orgánica, de no producir desechos.

En el caso de los establecimientos hiperindustrializados, el afán de no
desperdiciar nada en un proceso productivo que no se basa en la salud de
los integrantes ni en pasos depurativos de compostado, ni en biodegradación
aeróbica o anaeróbica ni en cadenas alimentarias biológicamente
reconocidas, sino en el afán de no perder “ni un gramo de ingredientes” ha
llevado, por ejemplo, a alimentar animales herbívoros con restos cárnicos.
Tal fue el origen ya archisabido del llamado “mal de las vacas locas”
(enfermedad de Kreutzfeldt-Jakob). Como exponente, dada su gravedad y
ramificaciones mediatas, alcanza y sobra, pero bueno es saber que se trata
apenas de un ejemplo entre tantos.

En agosto de 2010, p. ej., se retiraron en EE.UU. 500 millones de huevos
infectados o potencialmente infectados con salmonelosis. Todos provenían de
apenas dos establecimientos pertenecientes, en rigor, a un único
propietario.(15) DeCoster. Por supuesto, los huevos lucían en las góndolas
como provenientes de distintos “competidores” en el mercado, porque
llegaban o iban a llegar al consumidor, como siempre, con muy diferentes
marcas y envases.

La fábrica en cuestión, trabaja en régimen como de zona franca, es decir
sin leyes ambientales ni laborales, a discrecionalidad contra los
asalariados y en especial contra las asalariadas. “En 2002, la compañía de
DeCoster pagó un millón y medio de dólares para llegar a un acuerdo en
referencia a una demanda legal presentada por la Comisión Federal de
Igualdad de Oportunidades Laborales en representación de mujeres mexicanas
que informaron haber sido sometidas a acoso sexual, incluso violación,
abusos y represalias por parte de sus supervisores.” DeCoster es un ejemplo
práctico de las observaciones filosóficas de K. Marx. Todo se cosifica: los
animales, los asalariados, los clientes.

Esta epidemia se frenó. ¿Cuántas nos llegan y luego, en cada hospital, cada
médico irá diagnosticando una patología, por supuesto de-origen-desconocido?

Pensemos en que las unidades de producción de animales de granja eran antes
por decenas y ahora lo son por miles o millones. Un cambio cualitativo en
su tratamiento se ha introducido con la gran industria, un cambio de escala
donde pierde el hombre su cualidad humana y el animal la suya animal.
EE.UU. ha mantenido un consumo de cerdo bastante estable en las últimas
décadas, en todo caso aumentado junto con el propio aumento demográfico de
población. De unos 50 millones de cerdos carneados anualmente a mediados
del s. XX ha pasado a unos 65 millones hacia el cambio de siglo.

Pero reparemos en la transformación que tiene que haberse operado en el
cómo. De tener alrededor de dos millones de establecimientos que enviaban a
faena unas pocas decenas de cerdos por año cada uno, a tener apenas un
puñado de mataderos que carnean hasta varios miles de cabezas por día (32
000 carneados por día en Smithfield, en Tar Heel, Carolina del Norte, p.
ej.).(16) Esto significa un enorme y brutal cambio en el cuidado y la
atención de los animales. Industrialización, estandarización y cambios
sustanciales en la dieta. Lo patógeno también cambió de naturaleza y ritmo:
han aparecido plagas, que se han “universalizado”: las “enfermedades en
serie” se reproducen incontenibles.(17)

En el caso de las gallinas y pollos, se crían “paralíticos” para que no
gasten energía o porque, acelerado su ritmo de crecimiento a menudo no
logran mantenerse en pie (las hormonas aceleradoras no hacen crecer al
mismo ritmo a las distintas partes del cuerpo). Los huesos no sostienen la
carne o los músculos no llegan a desarrollarse acordes con la masa
corporal. Se les sellan los picos, haciéndolos romos para evitar que se
picoteen entre sí en la desesperación de sus cubículos, y en el caso de las
ponedoras, para que no picoteen los huevos que acaban de poner. Los
establecimientos avícolas “modernos” lidian con millones de ejemplares.

El estiércol resultante de tales “establecimientos fabriles” ya no es
fácilmente incorporable a la tierra donde sirvió durante milenios de abono
extraordinario y natural de próximos cultivos. Ahora, las deyecciones de
millones de aves ya no cumplen papel alguno en los ciclos de rotación y
fertilización de la tierra. ¡Para eso están los laboratorios! En su lugar,
se van creando lagos de estiércol en las proximidades de los
establecimientos, y los habitantes de las localidades vecinas atestiguan
que los campos apestan las 24 horas. En el norte de Alemania, la cría
industrial avícola ha generado tal problema “olfativo” que sus traficantes
han encarado su “solución”.

No piense el lector que hay en esto atisbo de autocrítica, reconocimiento
de las virtudes alimentarias de lo local, por ejemplo. No, ¡retroceder
jamás! Sencillamente una solución pragmática. Así como cuando tales
concentraciones de animales generaban una locura generalizada en ellos y
aumentaba muchísimo la agresividad, no se le ocurrió a ningún criador
volver a dimensiones menos monumentales, criando animales que gozaran
relativamente del espacio y de su vida, sino que sencillamente serrucharon
los picos de las gallinas, ante el problema olfativo, los emprendedores del
ramo organizaron tales establecimientos con sus millones de animales en
pre-matadero en Brasil, en la costa noratlántica –para abreviar fletes– y
que los pollos lleguen a Alemania ya listos para el consumo, eviscerados,
sin plumas y sin tener que soportar la población –alemana, claro–, el olor
“colateral” de la mierda. Carecemos de datos sobre si los establecimientos
en Brasil tienen vecinos.

*Capítulo 3. Alojando históricamente lo que ahora nos pasa*

Este sistema agroalimentario no es eterno. Tiene, por el contrario,
escasísimas décadas. Sobreviene con la hipertecnificación de los procesos
industriales y el “aprovechamiento industrial” de todos “los elementos
constituyentes”. Tiene que ver con los cambios que se han operado en las
últimas décadas, que nos recordaba R. Kenner. Un ejemplo de modificaciones
biológicas y sanitarias a partir de la “revolución alimentaria” que ha
convertido a los vacunos en pura mercancía. Las vacas se han alimentado
toda la vida de pasto. Pasturas, rotaciones, han sido sabiduría humana
durante miles de años.

Pero con la industrialización y la estabulización, a las vacas, encerradas
y paralizadas, se las provee en EE.UU. de maíz como único alimento (en
Argentina, algunos feed-lots adoptan la misma estructura pero basados en
soja). La vaca genera, alimentada con maíz, una mutación en una de sus
muchísimas bacterias que la convierte en causa de la gravísima enfermedad
llamada sindrome urémico-hemolítico. Se ha verificado que un retorno de la
vaca a la dieta de pasto y en una semana aproximadamente, desaparece esa
cepa del estómago rumiante donde habita. Con lo cual, queda claramente
demostrado que se genera por el maíz. ¿Volverán las vacas madeinUSA a
alimentarse con elementos benignos? De ningún modo: habrá que aprender a
lidiar con el sindrome señalado (p. ej. cocinando tanto como para
“achicharrar” a dicho vector patógeno).

Así remataba la oenegé GRAIN un informe donde desnudaba el verdadero origen
de la gripe aviar; el sistema industrial de cría de animales:

“Una interrogante candente es por qué los gobiernos y las agencias
internacionales como la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación) no hacen nada para investigar cómo las
granjas industriales y sus productos, tales como estiércol y raciones,
extienden el virus. Por el contrario, están usando la crisis como una
oportunidad para profundizar la industrialización del sector. Se
multiplican las iniciativas para prohibir la producción de pollos al aire
libre y eliminar a los pequeños productores, y reponer las granjas con
pollos genéticamente modificados. La red de complicidad con una industria
involucrada en una sarta de mentiras y encubrimientos parece completa.
“Los campesinos están perdiendo sus medios de vida, sus razas de pollos
nativos y están siendo expulsados del mercado, y algunos expertos dicen que
estamos al borde de una pandemia humana que podría matar a millones de
personas […]. “¿Cuándo se darán cuenta los gobiernos que para proteger a
los pollos y a las personas de la gripe aviar, necesitamos protegerles de
la industria avícola mundial?”(18)

Aunque el nudo problemático que plantea el texto de GRAIN es preciso, su
pregunta es ociosa si pensamos en la FAO. Desde hace ya mucho tiempo esta
comisión de la ONU, como el PNUD, el PNUMA, la OMS, el PMA, etcétera, se
dedican a legitimar el sistema con su modelo productivo de grandes
consorcios transnacionales, aceptando el paradigma del capitalismo
monopólico, como si fuera lo único que puede hacer funcionar al mundo, como
si se tratara de una ley celeste de rotación y traslación de planetas y no
de capitales; como si eso no revelara, sencillamente, que las comisiones
“técnicas” de la ONU pertenecen a los privilegiados del mundo. La
inolvidable imagen de Quino.

Contrarreforma agraria en marcha en Argentina

Es en el concierto mundial descrito en donde las economías nacionales están
metidas. La Argentina figura entre los “aventajados” integrantes de la
globalización si lo medimos por el ingreso de dólares al circuito económico
que llamamos argentino. Al privado y al público. Pero su costo parece ser
altísimo. Como bien lo explicita la Asociación Ecologista Piuké: “Nos
animamos a sumar tres grandes venenos más al señalado por nuestra
presidenta [CFK se refería al veneno comunicacional proveniente de ciertos
medios]: cianuro, glifosato y uranio. Los tres constituyen hoy los botones
de muestra (y sólo los botones) de un sistema de desarrollo que nos
destruye, saquea y enferma […].”(19)

Si bien las estadísticas nacionales son todo menos confiables, el vuelo
económico de los que se reputan winners del momento, como pueden ser
sojeros −y toda una gama de ramas de actividad florecientes: turismo,
computación, bienes inmuebles, la tierra asiento de los agronegocios, la
industria automotriz, laboratorios proveedores de las nuevas modalidades
productivas, las ciudades pequeñas y medianas del “país de la soja”− nos
muestran un país con enorme cantidad de circulante. Desde la presidencia se
nos habla de una cantidad de reservas pocas veces vista.(20) No obstante lo
anterior, es inocultable la mala vida en sectores amplísimos de población,
el proceso de exclusión parece imparable, se ve el deterioro del ambiente.
Todo esto, invaluable en dólares.

El agronegocio, cada vez a mayor escala, sigue expulsando y acorralando a
campesinos pequeños, con o sin tierras, excluyendo “brazos” de su
sofisticada producción (aunque incorporando otros, menos, tecnologizados).
Los cordones de miseria no sólo no desaparecen sino que parecen extenderse
y todo esto en dimensiones cada vez menos “nacionales” porque el emporio
sojero con asiento en Argentina se ha ido expandiendo, sobre todo hacia
Uruguay, pero también hacia Bolivia o Paraguay y por lo tanto, los
expulsados provienen también cada vez más de allende la frontera: buscan
mitigar la exclusión mediante tareas marginales en las ciudades y entre
ellas, en la megalópolis regional, Buenos Aires.

*Capítulo 4. Los rasgos recientes de la tecnologización*

4.1 Inversión de las relaciones

FINANCIERIZACIÓN DE LA ECONOMÍA. Nos restringiremos a una única observación
respecto de otro de los rasgos señalados; el de la mencionada
financierización.

Es absolutamente necesaria una crítica a fondo de los conceptos fundantes
de lo que todavía hoy llamamos “economía” e incluso “ciencia económica”;
una trama de conceptos de rendimiento, productividad, beneficios, amparada
en la externalización de costos, valida de proyectos de impacto ambiental
totalmente adocenados, legitimados por agencias gubernamentales
estadounidenses, y por lo tanto con una geopolítica nacional, pero que
fungen como si fueran internacionales, como es el caso del FMI, el BM y la
USAID (esta última no se declara “internacional”, aunque su denominación
“Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Interna-cional” merecería
rebautizarse como “Agencia para el Desarrollo Internacional de EE.UU.”).

Estos “asesoramientos” avalan de manera falaz el adueñamiento de bienes
comunes a la humanidad, “abaratados”, como bien señala Javier Rodríguez
Pardo,(21) mediante la denominación de “recursos naturales” y
mercantilizables mediante el artilugio de considerarlos apropiables.

Pero encima de una construcción ideológica y selectiva de lo económico está
el hecho avasallante y al parecer irreversible, de que la economía se
sateliza cada vez más ante los movimientos financieros, verdadero nervio
motor de la producción y el intercambio actuales.

Lo financiero era en siglos pasados, el apoyo, el complemento de las
transacciones económicas. Pero hoy “reina” como elemento protagónico. Da
vergüenza ajena escuchar a políticos exaltar el PBI como referencia de
progreso o calidad de vida. Y si el político es “de izquierda”, da pena,
además.

Señorío de la tecnologización; servidumbre de la ciencia

Así como la economía y las finanzas han invertido sus roles, así ha pasado
con la ciencia y la técnica: ahora la ciencia está al servicio de la
técnica, es decir de las corporaciones que promueven (sistemática y
permanente-mente) nuevas técnicas, nuevas configuraciones tecnológicas como
una forma de dominio cultu-ral, ideológico, político y finalmente material.
La que se suponía protagonista, dueña de la situa-ción; la ciencia, es en
realidad su servidora, es decir se desarrolla al “amparo” de grandes
corpo-raciones. También fructifica en el ámbito universitario, pero ése es
el sector menos dinámico. También, finalmente, en las cabezas de
científicos independientes, pero éstos son los menos.

La disciplina que tenía el rol accesorio, se ha convertido en el eje de las
actividades tecnocientíficas, en el motor del “sistema económico”. La
tecnología está cada vez más configurada en enormes consorcios civiles
(casi siempre comerciales) o militares.

4.2. Quimiquización

Apenas el 10% de los productos químicos que salen al mercado tienen una
“ficha de identidad” que refleje el conocimiento de sus cualidades,
virtudes y defectos. Del otro 90% sólo se conoce (y se ha investigado) el
rasgo utilitario por el cual se lo ha buscado, configurado, encontrado. Por
cada producto prohibido por instancias reguladoras, son miles los
“aprobados” sin más verificación que la utilitaria. Por eso quimiquización
y contaminación se aproximan tan peligrosamente.

4.3 megalopolización à la argentina

Señalemos un único elemento vinculado con la proble-mática de la
megalopolización. En Argentina, tanto los economistas de la Coalición
Cívica como los del gobierno consideran buen augurio la producción
incontenible de autos cero km. En una sociedad colonializada,(22) ese sólo
dato satisface a los que gobiernan (o aspiran a hacerlo), con prescindencia
de una observación más estructural, de un pensamiento más matizado, que
tenga en cuenta, por ejemplo, su pesadísimo costo energético o que la
elasticidad del parque automoor no se corresponde con la de su base de
desplazamiento material, las calles, más inelásticas.

Ese divorcio nos puede llevar no a una mejor calidad de vida, como postulan
los enamorados del automovilismo o de las estadísticas del PBI sino a una
peor calidad de vida urbana, cotidiana, a bordo en las rutas y avenidas
atascadas. Lo señalamos a título de ejemplo de cómo no calibrar “los
avances”.

Los modernizadores están de acuerdo. Con ropaje neocon o con ropaje
progresista, con filosofía liberal y capitalista o con convicciones
progresistas, socialistas y marxianas, la globalización sigue su marcha.
Triunfal y catastrófica. A la vez.

Y vale la pena considerar una conexión típicamente ecológica: la
megalopolización tiene entre sus causas el despoblamiento rural que provoca
el monocultivo y su rentabilidad.
Una consecuencia de tales desplazamientos poblacionales es que la gente
concentrada en grandes urbes gana accesos, comodidad, info, pero también
dependencia. Dependencia del sistema funcionando. Dependencia de los
poderes establecidos, tanto comunicacionales como sanitarios, políticos…

4.4. Obsolescencia programada

Dejamos al lector el reflexionar sobre este fenómeno cada vez más
“pujante”: ¿qué relación tenemos los humanos con la materia, que habiendo
vivido siempre en un mundo de escasez el consumismo procura persuadirnos
que vivimos en un mundo sin limites, infinito, de renovación continua,
donde la materia ha ido perdiendo importancia, es decir el respeto, rasgo
que había caracterizado prácticamente a todas las sociedades humanas?

Se entiende el porqué. Si algo es valioso por su uso, se lo cuida. Si algo
vale como mercancía, más vale que desaparezca cuanto antes, así el
empresario podrá reponerla. El descuido pasa a ser “el valor” de semejante
sociedad. La nuestra.

*Capítulo 5. Perspectivas*

Varios de los desarrollos que acabamos de enumerar afectan de manera
creciente y progresiva la biodiversidad, planetariamente. Es decir, que
estamos jugando con fuego.
Cada vez más “capacidad” para modificar el hábitat resulta en cambio
incapaz de, a su vez, no destruirlo. ¿Podemos los humanos, vivir,
sobrevivir sin hábitat natural? Parece una pregunta tonta, y sin embargo,
hay quienes están proyectando cómo hacerlo.
Somos fáusticos, concedido. ¿Somos más diestros o más energúmenos que
Fausto?

Ése es el reto para la humanidad. Reto que se ha ido formando desde hace ya
tiempo, y que “el estado de ánimo de las masas”, las sociedades concretas,
no han asumido. Ni a sus “representaciones” políticas conservadoras o
progresistas les ha importado.

Porque avanza nuestro conocimiento para mejor entender la naturaleza y a
nosotros mismos. Avanza la medicina, la biología. Avanza la vida activa de
los humanos, alcanzando cada vez más gente más tiempo de vida. Y de una
vida que merezca su nombre. Avanza la ingeniería, la cibernética, todas las
disciplinas del conocimiento humano, avanza nuestra comprensión del
universo, de lo giga y lo nano, y de nuestro papel en todos esos universos.
Pero a la vez avanza nuestra torpeza, nuestra huella cada vez más hiriente
en el planeta.

Nuestro inolvidable maestro Mario Sambarino nos recordaba un pensamiento de
Blas Pascal en los albores de la modernidad, enfrentando a las nuevas
deidades, que consideramos sumamente actual aun cuando Pascal se ubique
desde un dios y un cielo que para muchos de nosotros no existe: “El hombre
está hecho mitad dios y mitad bestia, y cada vez que quiere convertirse
totalmente en dios, se convierte totalmente en bestia”.

La biodversidad irreversiblemente dañada por el hombre, el disparo al
ambiente de una serie de patógenos, disruptores endócrinos, cancerígenos,
mutágenos que están poniendo en peligro la salud, la sexualidad ya no sólo
de los humanos sino de todos los seres vivos; la radiactividad y la
contaminación electromagnética cada vez más fuera de control, y tantas
otras formas de contaminación cada vez más ingobernables, y también ellas
irreversibles, la capacidad de los laboratorios con sus cómplices y
asistentes para medicalizar cada vez más la vida, la “capacidad” creciente
de los humanos para producir desechos y basura y no dar cuenta de ellos,
son todos rasgos que entendemos peligrosísimos y ominosos.

Sin pretender agotar ese panorama apenas insinuado por la A. E. Piuké con
los tres tóxicos mencionados, entendemos que Argentina no ha hecho hasta
ahora sino aceptar gozosamente su papel de colonizado, mejor dicho
colonializado.
Porque ya no somos colonia con bandera metropolitana; la nueva modalidad
imperial se cuida muy bien de que cada territorio bajo la colonialidad
conserve un símil de nacionalidad y estatalidad “igual” a la de las
naciones reconocidas. Por eso han florecido tantos estados “independientes”
en el mundo actual (la ONU tiene ya unos 200). Y celosamente, cada uno con
su bandera, faltaba más.

Ardua dialéctica, ahora sí, tenemos entre centro y periferia, y la tenemos
que afrontar. No es en blanco y negro, no es fácil. El centro tiene sus
excluidos; la periferia sus privilegiados. Y no sólo eso; los mismos
privilegiados del Primer Mundo también tienen mucho que lidiar para retener
sus privilegios. Y los excluidos de la periferia también tienen una serie
de peldaños, para mejorar a veces un átimo, o para empeorar hasta llegar al
despeñadero de los basurales metropolitanos.

Porque la globocolonización le ha dado 4×4 a los sojeros, pero a enormes
sectores de población le ha dado los basurales a cielo abierto o “bajo
control”, a donde ha ido a parar la riqueza deslumbrante de la modernidad,
del mundo rico, rápidamente degradada en forma de envases, carcazas y
bolsas plásticas gastadas y desechadas (desechadas pero no deshechas,
porque no son biodegradables).

Sustraerse a la globocolonización es arduo y problemático. Porque se trata
de romper con el consumismo que se ha ido convirtiendo, por martilleo
mediático pero también por autoseducción, en una segunda naturaleza.
Consumir “refrescos”, o agua en botellitas plásticas, que “es lo más”,
tapas de mujeres desnudas, viajes, modelos 0 km de autos o celulares,
comidas rápidas −grasas y dulces, tan tentadoras−, consumir medicamentos
para todo tipo de enfermedad real o imaginaria pero de fácil aplicación.
Todas expresiones de cómo estamos siendo formados en la cultura dominante.

El esfuerzo para sustraerse a semejante imaginario, el necesario para
afirmar una soberanía regional, cultural, alimentaria, mediante una
política de respeto a la naturaleza, implica una política anticonsumista
que no puede ser sino anticapitalista. Y tal tendría un altísimo precio:
ser hostigados por los grandes poderes mundiales y menguar la circulación
de dólares. Con ello, perdernos no sólo los gadgets de los grandes emporios
mundiales; nos granjearíamos la furia (¿desbocada?) de quienes “la están
haciendo con pala”.
Cambiar culturalmente; no es fácil.

Pero los “cambios de mano” de la progresía no alcanzan. En rigor, no
plantean cambio paradigmático alguno. Por eso hablan de defender “un
capitalismo bueno”. Cuando estallara la “crisis de 2001” hubo variadísimos
intentos de tomar “los asuntos con sus propias manos”. Algunos de tales
proyectos ya venían de los ’90, entonces florecen los MTD como hongos, en
este caso, después de la tormenta.

En una entrevista desde la prensa alternativa, que entonces también recibió
un gran espaldarazo −que ha pervivido−, porque más población cada vez
confiaba menos en lo que decían radios, diarios y sobre todo la “tele”,
tuve el honor y la dicha de conocer y dialogar con un agrupamiento en el
barrio Conet de La Matanza, una veintena de “vecinos” luchadores.
Arrinconados, sin los medios habituales de subsistencia, estaban en
contacto con criadores de huevos y pollos para empezar a atender una
producción local y nos contaban, “−ya que no podemos comprar lo del
supermercado, vamos a producir nosotros, pero entonces hagámoslos
orgánicos, sin pesticidas ni contaminantes.” Lo mismo proyectaban para una
huerta vecinal, ya en contacto con los del Pro-Huerta del INTA. Quien
llevaba una voz cantante en ese MTD era una mujer paraguaya, muy
politizada, de formación marxista. Sesentona, con hijas adultas,
consideraba que había que “expropiar a los expropiadores”. −Se trata de
adueñarnos de todos los adelantos tecnológicos de que ahora disponen los
sojeros, para ponerlos al servicio de todos, de modo tal que tendremos que
trabajar muy poco para obtener nuestros alimentos; yo lo que quiero es que
mis hijas se desplieguen en el arte, el baile, el canto, y no que tengan
que seguir «yugando» como me tocó a mí…”

Dramáticamente, no pude estar del todo de acuerdo. Porque la simplificación
del trabajo humano venía con un grado tal de contaminación, cada vez más
generalizado, que no la hacía tan bienvenida. Y me/le pregunté, en voz
alta, si no habría que volver, por ejemplo, a carpir para evitar
agrotóxicos.

Para quien ha sido marcado “por el surco” es muy atractivo el canto de
no-tener-que-hacerlo-más, porque “máquinas maravillosas” lo-hacen-todo.
La ecuación de mi interlocutora, industrialista, positivista, optimista, se
solucionaba a pura técnica. Y no era tan fácil mostrar que la técnica no
era sólo parte de la solución; que también se había convertido, ¡y cómo!,
en parte del problema.

Recuerdo que una abnegadísima madre de Plaza de Mayo, con quien cruzamos
una palabras sobre los desechos cotidianos me “aclaró” que “la basura” no
era problema alguno porque existen máquinas que “la hace desaparecer”. Me
quedó únicamente advertirle que desconfiara siempre de lo que hace
desaparecer…
Encima, los industrialistas del Agribusiness proclaman que no hay marcha
atrás en los desarrollos tecnoquímicos porque semejante planteo nos
llevaría a la hambruna (hambruna es justamente donde estamos…)

Porque lo cierto es que el desarrollo tecnológico, librado a las fuerzas
que lo gobiernan en los últimos siglos, resulta más bien necrofílico.
Parecería como que a sus promotores les está vedado percibir cómo
contamina, cómo disemina muerte o peligro de muerte a través de las
contaminaciones generadoras de las más dispares y cada vez más atroces
enfermedades. Se maltrata lo natural con una impudicia llamativa, como si
la naturaleza fuera infinitamente elástica e infinitamente resistente. Como
si tuviéramos un crédito ilimitado para volver siempre a un estado óptimo,
a una recuperación plena. Lo cual es una terrible impostura o una
escalofriante ignorancia. La vida, lo vital es increíblemente fuerte,
regenerador, con una enorme capacidad de resiliencia, como se dice ahora,
pero al mismo tiempo, es frágil, mortal.

Y esa condición, perecedera, no la salva ningún optimismo tecnológico.
Porque no cambia la forma de plantarse ante la cuestión. Porque persiste el
carácter avasallador de ese optimismo, un empecinamiento, una soberbia, que
a la larga consideramos que nos va a resultar letal.

Dije antes, que si no hay un cambio cultural, en los comportamientos
políticos, sociales, pero también individuales, rompiendo con la
globocolonización, no veo cómo saldremos de lo que ha dado en llamarse
“crisis de nuestro tiempo”. A lo que nos inducen los “neoliberales” cada
vez más autoritariamente, es a seguir en la noria “global”, el culto al
dólar y a las modalidades depredadoras del gran capital cada vez más
transnacional.

Lo mismo exaltan los progresistas, solo que “repartiendo excedentes” en
lugar de dejárselos sólo al 1 % más privilegiado.
En ambas vías se observa la aceptación plena de lo que hasta hace pocas
décadas llamábamos “el capitalismo” y ahora designamos “la sociedad global”.

Una actitud crítica, de rechazo, de resistencia, nos lleva, nos tiene que
llevar a ya no aceptar que la comodidad es el valor supremo, para encarar
un proyecto de país, de sociedad, que realmente nos respete a todos.
¿Podremos asumir semejante “costo psíquico” sin que medie algún cataclismo?
Parece difícil. La historia humana nos muestra que esas bisagras
culturales, de comportamiento se han producido junto, frente a, o a causa
de, enormes desgarrones del tejido social, como una guerra, una invasión.
Sólo entonces un Churchill, político burgués por excelencia, se atrevió a
prometer “sangre, sudor y lágrimas”. Sólo con la atroz invasión nazi a la
Unión Soviética, muchos rusos, hicieron tripas corazón ante la dictadura
que estaban sufriendo y resistieron lo que entrevieron como todavía peor.
Con tales ejemplos, estamos hablando propiamente de cataclismos.

Si el lavado cerebral de la tinelización sigue ocupando el tiempo de los
argentinos, si se completa con la tele adocenada de las Legrand o Jiménez;
si los laboratorios siguen vendiendo lo que quieren o necesitan para su
rentabilidad en nombre de la ciencia, la higiene, la seguridad o “el buen
olor hogareño”; si seguimos creyendo que se puede “ir en auto al centro”,
que nos podemos desentender de la indigencia de los que consideramos
ajenos, no-prójimos; que la salud se defiende con medicamentos y no con
nuestra forma de vivir, que nuestros propios desechos cotidianos, que nos
sacamos de encima cada nochecita, nada tienen que ver con nosotros, estamos
lejos de una sociedad más sana y por lo tanto más igualitaria, más
respetuosa, más digna. Como si no necesitáramos ningún proyecto para
alejarnos de un cataclismo ambiental.

Si los necesitamos, no aparecerán tales proyectos desde las opciones
expuestas por Sader, sino precisamente desde el lugar que él subalterniza:
la salud planetaria.

No vendrán con políticos neocon, obviamente, pero tampoco con los
progresistas. Si aparecen en nuestro horizonte será por esfuerzos desde
abajo, de quienes no soportan más los alimentos que enferman, los
medicamentos que curan (síntomas) y enferman organismos, las ciudades para
vivir que resultan invivibles, las relaciones sociales reducidas a barra de
códigos. Porque ya no nos reconocemos en el mundo oficial “que nos
gobierna” y nos “consume”.

Luis E. Sabini Fernández

notas:
1) En España, en 1936 todas las tendencias socialistas internacionalistas,
junto a burgueses republicanos y algunas otras variantes como los católicos
vascos, procuraron enfrentar a “la otra España”, la de la Falange,
inquisitorial, colonialista, que contó precisamente con la preciosa ayuda
de los socialismos nacionalistas, de dictadores asumidos como tales, Hitler
y Mussolini, amén del apoyo de todo el arco político más reaccionario, como
los emigrados zaristas rusos. Ni siquiera la sublevación fascista e
integrista católica logró consolidar dos bandos: las luchas entre
comunistas y anarquistas, por ejemplo, fueron tan cruentas como las habidas
entre republicanos y franquistas. La guerra civil española expresó
trágicamente la puja entre por los menos tres actores…
2) Que queden algunas formaciones sociales que lo postulen y hasta lo
practiquen, como Corea del Norte, Cuba e incluso otras lo anhelen y lo
visualicen como meta, como es el caso de la Venezuela bolivariana o
chavista, con su “socialismo del s. XXI”, no alcanzaría para tipificar al
socialismo actuante como la opción al capitalismo vigente, al régimen
dominante. Al menos no en los términos de “certeza histórica” o fe política
con que se lo blandía décadas atrás, aunque existen en Argentina y en
tantos otros lugares, toda una gama de partidos, asociaciones socialistas,
marxistas-leninistas, con el sueño “intacto”, postulando los programas y
metas del “socialismo científico” en sus muy diversas variantes, aunque
cada vez más desancladas de los viejos modelos “nacionales”, albanés,
chino, ruso-soviético, cubano, coreano… De todos modos, existe una
indudable base común a socialismo y ecología, enfrentados ambos a la
absolutización de la propiedad privada.
3) En Argentina tenemos los casos proverbiales por su alcance mediático, y
penosos para quien esto escribe, de Jorge Castro o Héctor Huergo, por
ejemplo.
4) No es por cierto la única caja de resonancia de tales privilegiados;
también tenemos al grupo Bilderberg, a los think-tanks de la Casa Blanca y
probablemente a alguna otra entidad de la que no conocemos ni su nombre.
5) “Fabricando disidencia: globalistas y elites controlan movimientos
populares”, Global Research, 28/9/2010.
6) Guy Débord, autor de La sociedad del espectáculo, una suerte de
manifiesto de la Internacional Situacionista, que expresó en los ’60, con
formidable penetración, el estado del mundo contemporáneo.
7) Como aclaraba nuestro querido colega fallecido, Rodolfo Bledel: el único
neoliberalismo digno de ese nombre es el patrocinado por John M. Keynes que
revisó las tesis básicas del liberalismo y reconsideró el papel del estado
que sobrepasó entonces su rol de “juez y gendarme”. El reflotamiento de los
Chicago Boys y otros liberales, algunos contumaces como Friedrich von
Hayek, no hace sino retornar al liberalismo primigenio, con lo cual más que
hablar de neoliberalismo, habría que hablar de un retorno a “las fuentes”:
paleoliberalismo.
8) No sabemos siquiera si esa enumeración, hecha en una presentación en la
Facultad de Filosofía y Letras, 7/9/2010, excluye o apenas no enumeró
expresamente otros gobiernos más o menos enfrentados al neoconservadurismo,
como el paraguayo o el nicaragüense actuales.
9) Cuando nos referimos a países, sociedades o estados “ajenos al destino
colonial”, acotamos en el tiempo histórico estos rasgos a los países de la
modernidad, a los últimos 500 años, obviamente. E incluimos además,
aquellos estados que habiendo tenido un origen colonial se han incorporado
al área de los países enriquecidos (o centrales), como es el caso de los
formados desde los asentamientos (settlements) anglosajones que lograron,
mediante una variada gama de genocidios y etnocidios, despoblar una región
o arrinconar a sus habitantes en reductos; Australia, Nueva Zelandia,
EE.UU., etcétera. Contaron para ello con la colonización de tierras con
escasa densidad demográfica autóctona; por eso mismo naufragó ese estilo en
el caso sudafricano y tiene tantas dificultades en tierras palestinas.
10) Food Inc., EE.UU., documental de 2008.
11) La gran transformación, FCE, Buenos Aires (primera edición, 2007).
Parte II, “Economía de mercado”.
12)
http://www.taringa.net/posts/autos-motos/7491082/top-7-de-las-marcas-mas-buenas-del-mundo.html;
Luis Faraoni, “Un récord de autos con fallas…”, Tiempo Argentino, Bs. As.,
24/10/2010.
13) Adán Salgado Andrade, “Fábricas de animales: enfermedades en serie”,
http://www.argenpress.info, agosto 2010.
14) Esto tiene una vuelta de tuerca escalofriante que preferimos dejar en
la voz misma de su denunciante, la exministra finlandesa de Salud, Kilde
Rauni (youtube, nov. 2009, en internet).
15) Amy Goodman, “Huevos podridos y nuestra democracia rota”, Democracy
Now, agosto 2010.
16) Food Inc., ob. cit. EE.UU. posee a principios del s. XXI 13 (¡trece!)
mataderos vacunos (ibíd.).
17) Alfredo Embid, “Lo que no te cuentan sobre la gripe porcina”,
http://www.amcmh.org/PagAMC/downloads/gripecerdo2.htm
18) http://www.grain.org/nfg/?id=382, marzo 2006.
19) “¿Los argentinos, somos giles?”, comunicado de Piuké, 22/10/2010.
20) Claro que habría ponderar tales entusiasmos relativizando la unidad de
medida, pues aunque “siempre”, al menos desde la Segunda Guerra Mundial,
hablamos de dólares, los dólares del 2010 valen menos de la doceava parte
de lo que valían los dólares de 1950. La inflación también “come” al dólar.
21) “¿Por qué bienes comunes?”, futuros, no 13, Río de la Plata, verano
2009-2010.
22) Una serie de historiadores y filósofos, entre los que cuentan Ramón
Grosfoguel, Walter Mignolo, Catherine Walsh entre otros, han trabajado el
concepto de “colonialidad” para referirse a sociedades que han “alcanzado”
la independencia abandonando la condición colonial, pero manteniendo en su
seno una serie de pautas dependientes.

fuente http://revistafuturos.com.ar

texto en PDF<http://argentina.indymedia.org/uploads/2011/11/modernizacion__nervio_motor_del_sistema.pdf>