Realidad tras las rejas:
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informe sobre presos políticos y detenidos administrativos palestinos
A mediados de octubre 477 prisioneros políticos 
palestinos fueron liberados y en el próximo mes y 
medio otro medio millar podrá dejar atrás las 
cárceles israelíes. Las imágenes de madres 
abrazando a sus hijos, esposas a sus parejas, 
hijos a sus padres emocionaron a toda la sociedad 
palestina y a gran parte del mundo. Pero detrás 
de esas postales se esconden imágenes obscuras y 
desesperanzadoras, las imágenes de los más de 
5.000 prisioneros políticos que aún siguen 
presos, en pésimas condiciones, luchando 
desesperadamente por atraer la atención con una 
huelga de hambre que parece haberse desarmado 
ante la indiferencia en la calle y unas cuantas 
promesas de las autoridades israelíes que aún deben concretarse.
El desánimo de los presos políticos y sus 
familias, y el aparente desinterés por su 
situación en las calles de Cisjordania es prueba 
de cuan exitosa ha sido la cruenta y sistemática 
política represiva de la ocupación israelí, 
principalmente en la última década, después de la 
Segunda Intifada. Pocas aristas del conflicto 
afectan tan directamente a toda la sociedad 
palestina como el tema de los prisioneros. Cada 
familia tiene en su hogar una foto de un padre, 
un tío, un hijo, un primo, un yerno que está 
cumpliendo una condena o está preso sin juicio ni 
acusación en una cárcel israelí, la mayoría en 
territorio israelí, totalmente desconectado de los suyos.
Desde la ocupación de Cisjordania, Jerusalén Este 
y la Franja de Gaza en 1967, las fuerzas 
israelíes han detenido a más de 700.000 
palestinos en esos territorios, lo que representa 
alrededor de un 40 por ciento de la población 
masculina. Las autoridades palestinas suelen 
concentrarse en los casos de los líderes 
políticos, como Marwan Barghouti o Ahmad Saadat, 
y los medios de comunicación, en los responsables 
de sangrientos ataques y atentados. Sin embargo, 
la mayor parte de los palestinos que entran 
dentro de esa alarmante estadística son detenidos 
administrativos, presos sin nombres conocidos que 
pueden pasar años sin saber por qué fueron 
arrestados, que nunca tendrán un juicio, ni serán 
procesados, ni podrán defenderse. Ellos son la 
prueba más evidente de la arbitrariedad y la 
total impunidad con la que se manejan las 
autoridades israelíes dentro de los territorios palestinos ocupados.
La ley israelí dice que cualquier palestino puede 
ser detenido si "existen argumentos razonables 
para presumir que la seguridad pública de esa 
área así lo requiere". La norma se basa en un 
artículo de la Convención de Ginebra que 
establece la posibilidad de detenciones 
administrativas sólo cuando existe "una 
emergencia pública que amenaza la vida de la 
nación" y esa emergencia debe probarse caso por 
caso. Según la interpretación de las autoridades 
israelíes, la nación israelí ha estado en un "estado de emergencia" desde 1948.
Esta "emergencia" indefinida le permite, según la 
legalidad entendida por las cortes israelíes, 
detener durante meses o años a palestinos, sin 
tener que dar explicaciones a nadie. Según la 
orden militar número 378 aprobada en 1970, la 
persona puede estar detenida hasta ocho días sin 
ver a un juez y, 48 horas sin ver a un abogado. 
Las autoridades israelíes no tienen la obligación 
legal de avisarle a la familia del detenido sobre 
el arresto, las causas o, siquiera, su paradero.
En estos primeros ocho días, las autoridades 
israelíes deciden si presentan cargos o si emiten 
una orden de detención administrativa. Si optan 
por esta última, sólo presentarán la evidencia al 
juez militar; para el acusado las pruebas que 
supuestamente lo incriminan serán siempre un 
misterio. En el caso que el juez militar confirme 
la orden de detención, como suele pasar casi en 
el 100 por ciento de los casos en los últimos 
años, el detenido quedará tras las rejas por seis 
meses. Una vez cumplido ese plazo, el juez puede 
extender la detención por otros seis meses y así 
sucesivamente. No hay pena máxima, no hay límite legal.
La decisión, por supuesto, puede ser apelada ante 
la Corte de Apelaciones Militar y finalmente ante 
la Corte Suprema israelí, pero resulta muy 
difícil para los abogados armar un caso cuando no 
se conocen las pruebas ni se puede interrogar a los testigos.
Según los datos de Addameer, la organización 
civil palestina que se ocupa de los prisioneros 
políticos, hacia finales de 2009 más de 100 
detenidos administrativos ya llevaban entre uno y 
dos años tras las rejas, mientras que 27 
oscilaban entre los dos y los cinco años. Durante 
ese año, los jueces militares sólo rechazaron un 
3,6 por ciento de las órdenes de detenciones 
administrativas. El promedio mensual de detenidos 
administrativos ese año fue de alrededor de mil palestinos.
Dado que no gozan del derecho básico de un 
proceso debido, los detenidos administrativos 
deberían gozar, según las propias leyes militares 
israelíes, de ciertos beneficios con respecto a 
los prisioneros condenados. Sin embargo, muchas 
veces esto no sucede. Addameer ha registrado 
numerosos casos en los que los detenidos 
administrativos son ubicados en pabellones con 
prisioneros condenados o que están esperando su 
juicio. No sólo eso, sino que los guardias los 
presionan para que cedan sus derechos y cumplan 
con las mismas obligaciones y sufran las mismas 
restricciones que el resto de los prisioneros.
Por ejemplo, deberían tener visitas familiares 
una vez por semana durante 30 minutos. Como la 
Cruz Roja sostiene que no tiene fondos para 
transportar a los familiares todas las semanas, 
las autoridades penitenciarias decidieron 
restringir las visitas a 45 minutos cada dos 
semanas. Aún así, para poder visitarlos, los 
familiares sólo se permite la familia inmediata- 
deben conseguir permisos para ingresar al 
territorio israelí donde se encuentran todas las 
cárceles, excepto una. La prisión de Ofer se 
encuentra en Cisjordania, cerca de Ramala, pero 
de todas maneras se necesita un permiso para 
"ingresar al territorio de Israel". Los 
palestinos con antecedentes o detenciones previas 
que como hemos mencionado alcanzan a un 40 por 
ciento de la población masculina- difícilmente 
conseguirán uno de esos permisos.
Otro ejemplo es que la ley israelí dice 
claramente que los detenidos administrativos 
deben recibir la misma dieta que los guardias. 
Sin embargo, estos detenidos reciben los mismos 
platos deficitarios en calorías y vitaminas, que 
los obliga a comprar de su propio bolsillo hasta 
el 85 por ciento de sus alimentos en las cantinas 
de las prisiones. Algo similar pasa con los 
productos de higiene personal y limpieza a veces 
los guardias los suspenden por meses- y con los 
zapatos que cotizan entre 250 y 500 shekels en la cantina.
También sufren sistemáticas y arbitrarias 
restricciones en el acceso a libros y diarios, y 
en su derecho a presentar quejas contra la 
administración de las cárceles. Los guardias sólo 
aceptan quejas en hebreo y, para apelar a la 
Corte Suprema israelí, hay que pagar 80 shekels 
en la cantina. Las autoridades penitenciarias han 
recurrido en más de una oportunidad a cerrar la 
cuenta de la cantina de los prisioneros que 
intentan hacer reclamos por encima de la jerarquía de la prisión.
Dentro de las cárceles, los prisioneros 
palestinos saben que todo puede ser utilizado 
como moneda de negociación en la puja de poder 
con las autoridades israelíes: sus derechos, su 
dignidad, su salud, su libertad y, a veces, hasta su vida.