[pensamientoautonomo] Consumo, deseo, placer

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Autore: esceptikuz
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To: Pensamiento Autonomo
Oggetto: [pensamientoautonomo] Consumo, deseo, placer
*En las sociedades modernas podemos encontrar tres figuras
ético-culturales arquetípicas: la del asceta, la del hedonista y la del
estoico. Reflexionar sobre ellas nos puede permitir analizar el problema
del consumo.*


Para el asceta el "sentido de la vida" o la dirección de su proyecto
existencial es realizar objetivos trascendentales, a través de una
negación de sí mismo, la cual envuelve la negación de los otros, en la
medida que la finalidad superior lo exija. El asceta busca la salvación,
la cual puede tomar una forma intramundana, concretada en la lucha
política por la emancipación, o puede tomar la forma de una salvación
extra-mundana, en la otra vida. El asceta puede encarnarse en un
militante revolucionario, como el Che, en un filántropo extremo, como el
Doctor Schweitzer, o en un apóstol religioso como Sor Teresa.

La modalidad del asceta nos ha fascinado durante mucho tiempo. El héroe,
que es la figura superior, forma parte de cierto imaginario religioso y
político también, muy seductor, porque realiza el absoluto. Albert Camus
en La Peste hizo un retrato inolvidable de uno de esos héroes radicales,
que incluso carecen del auxilio de la esperanza en la vida eterna, que
actúan por motivos puramente humanos, entregándose sin tener la promesa
del cielo.

Se trata de personas dispuestas a dar su vida, pero que exigen el máximo
rigor moral, la máxima coherencia entre discurso y acción. Se la imponen
a sí mismos y la exigen de los otros. Algunos llegan a tener la fibra de
los inquisidores o de los fanáticos, que consideran mundanos todos los
placeres, porque están entregados en cuerpo y alma a una Causa
devoradora. Para el asceta, los placeres y goces están subordinados a
las finalidades trascendentes que dan sentido a la existencia.

En el extremo contrario se ubica el hedonista. Este sólo responde al
llamado de los placeres. Para esta figura arquetípica el deseo no
constituye en sí mismo un goce, puesto que sólo encuentra sentido en la
consumación, por tanto se tranquiliza exclusivamente en la realización
vertiginosa, en la voracidad. Todo límite le parece una negación,
cualquier control, interno o externo, una represión. El deseo lo
inquieta. Necesita acabarlo, como si fuera una sensación de hambre que
roe las entrañas. Debe consumar lo más rápidamente posible el deseo,
llegar al goce y reempezar, porque el placer es sólo la sombra del deseo.

En efecto, siempre será inconmensurable la distancia entre deseo y
placer. Este último es la realización contingente de algo que se
experimenta como absoluto. El hedonista abomina del deseo, puesto que
está totalmente volcado al goce, a la búsqueda de la suspensión del
deseo, a la saciedad.
Es pues un ser sin interior, totalmente poseído por los objetos
(bienes o personas) en quienes encuentra la satisfacción.

Entre medio de esas dos figuras opuestas se ubica la que nos interesa
reivindicar. Es la figura del estoico. Para éste el deseo está en el
centro del existir. El arte de vivir consiste en la economía y
administración de ese deseo en función de la realización del yo a través
del vínculo social, o sea en el nosotros.

El asceta practica la anulación del yo en función del nosotros y el
hedonista practica el narcisismo, esto es la anulación del nosotros. El
estoico representa la figura mora! donde el deseo se hace compatible con
la solidaridad, donde deja de ser voraz y consumatorio, de modo de hacer
factible el vínculo social. La figura moral del estoico representa en
nuestra cultura a aquellos que intentan preservar su estructura íntima
del asedio vertiginoso de esta sociedad consumatoria, en la que el
mercado trata de devoramos y el alud de información impedirnos pensar.

Como estas sociedades capitalistas necesitan de consumidores ávidos,
ellas buscan instalar el consumo como una necesidad interior. Cuando el
consumo es el eje o el motivo central de un proyecto existencial, puede
decirse que éste se instala como "sentido de vida". Eso constituye una
hipertrofia del consumo, significa su transformación en un motivo
esencial, cuya privación haría desmoronarse el proyecto vital.

Tomás Moulian

Capítulo del libro El consumo me consume, Tomás Moulian, Ed. Libros del
Ciudadano, Chile, 1998.

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