Autore: jchueco Data: To: pensa Oggetto: [Pensamientoautonomo] Sorpresas, sorpresas te da la vida...
... se puede no estar totalmente de acuerdo, que no sólo se trate de
despreciar a esa mitad, sólo que lo nuevo es que una figura se
exprese... "no quiero eufemismos". Julio
La mitad
Página 12 - 12/7/2011
Por Fito Páez *
Nunca Buenos Aires estuvo menos misteriosa que hoy. Nunca estuvo más
lejos de ser esa ciudad deseada por todos. Hoy hecha un estropajo,
convertida en una feria de globos que vende libros igual que
hamburguesas, la mitad de sus habitantes vuelve a celebrar su fiesta
de pequeñas conveniencias. A la mitad de los porteños le gusta tener
el bolsillo lleno, a costa de qué, no importa. A la mitad de los
porteños le encanta aparentar más que ser. No porque no puedan. Es que
no quieren ser. Y lo que esa mitad está siendo o en lo que se está
transformando, cada vez con más vehemencia desde hace unas décadas,
repugna. Hablo por la aplastante mayoría macrista que se impuso con el
límpido voto republicano, que hoy probablemente se esconda bajo algún
disfraz progresista, como lo hicieron los que no votaron a Menem la
segunda vez, por la vergüenza que implica saberse mezquinos.
Aquí la mitad de los porteños prefiere seguir intentando resolver el
mundo desde las mesas de los bares, los taxis, atontándose cada vez
más con profetas del vacío disfrazados de entretenedores familiares
televisivos porque a la gente le gusta divertirse, asistir a
cualquier evento público a cambio de aparecer en una fotografía en
revistas de ¿moda?, sentirse molesto ante cualquier idea ligada a los
derechos humanos, casi como si se hablara de lo que no se puede
nombrar o pasar el día tuiteando estupideces que no le interesan a
nadie. Mirar para otro lado si es necesario y afecta los intereses
morales y económicos del jefe de la tribu y siempre, siempre hacer
caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres.
Da asco la mitad de Buenos Aires. Hace tiempo que lo vengo sintiendo.
Es difícil de diagnosticarse algo tan pesado. Pero por el momento no
cabe otra. Dícese así: Repulsión por la mitad de una ciudad que supo
ser maravillosa con gente maravillosa, efecto de decepción profunda
ante la necedad general de una ciudad que supo ser modelo de casa y
vanguardia en el mundo entero, acceso de risa histérica que aniquila
el humor y conduce a la sicosis, efecto manicomio. Siento que el
cuerpo celeste de la ciudad se retuerce en arcadas al ver a toda esta
jauría de ineptos e incapaces llevar por sus calles una corona de oro,
que hoy les corresponde por el voto popular pero que no está hecha a
su medida.
No quiero eufemismos.
Buenos Aires quiere un gobierno de derechas. Pero de derechas con
paperas. Simplones escondiéndose detrás de la máscara siniestra de las
fuerzas ocultas inmanentes de la Argentina, que no van a entregar tan
fácilmente lo que siempre tuvieron: las riendas del dolor, la
ignorancia y la hipocresía de este país. Gente con ideas para pocos.
Gente egoísta. Gente sin swing. Eso es lo que la mitad de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires quiere para sí misma.