[Pensamientoautonomo] El planeta y nosotros ¿Latécnica para …

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Autor: esceptikuz
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Para: lista por una ronda de pensamiento autonomo entre sujetos de los movimientos argentinos
Assunto: [Pensamientoautonomo] El planeta y nosotros ¿Latécnica para el hombre o el hombre para la técnica?
1. Nos parece innegable que el desarrollo tecnocientífico está cada vez más
implicado en la problemática planetaria.
2. Definimos como problemática planetaria la de los límites del planeta y
consiguientemente sus recursos (en rigor, los que calificamos como
“nuestros”), y su relación con nosotros, con el factor antropogénico en las
diversas e inevitables transformaciones.

Y son esas transformaciones las que entendemos que tienen que estar cada vez
más bajo la lupa, porque consideramos que cada vez más se las puede
calificar como peligros, en primer lugar para la misma especie, y también,
inescindiblemente para todo el planeta. Porque somos inseparables y cada vez
se hace más cierto que “todos estamos en el mismo barco”.

3. Consiguientemente, se trata de abordar las políticas que procuren
enfrentar o eludir dichos problemas.

Andrew Kimbrell, un intelectual estadounidense, convertido al catolicismo,
fundador de un centro internacional de evaluación de lo tecnológico (INAC),
autor de un texto, Technotopia,(1) nos dice: *“A todo lo largo del siglo XX
hemos sido testigos de cómo la tecnología se ha ido haciendo omnipresente en
nuestras sociedades, permeándose en la inmensa mayoría de nosotros y
nuestras vidas privadas. Nuestros hogares, lugares de trabajo, medios de
transporte, alimentos, energía, entretenimientos, ocios, educación,
gobierno, todo se ha ido constituyendo como elementos integrantes del
circuito tecnológico.*

[...] *Cada uno de nosotros vive cada vez más en una suerte de concha o
bóveda donde mucha de nuestra acción y comunicación está mediada por
máquinas o instituciones tecnocráticas.*

*En tanto nuestros antecesores vivían plenamente en el medio natural, y
nuestros más recientes antepasados lo hacían en un medio social, el hombre
contemporáneo vive en lo que el sociólogo Jacques Ellul denomina un medio
tecnológico. Para nosotros es la tecnoesfera, no la naturaleza, ni siquiera
los otros serres humanos, lo que constituye la fuente de nuestra
subsistencia, energía, alimento, educación y visión del progreso.”*

Por su parte, el filósofo alemán Walter Benjamin acuñó la frase: *“El
automóvil es la guerra”* y nos anunciaba: *“Toda guerra venidera será a la
vez una rebelión de esclavos de la técnica”.*

Aunque Benjamin, que se suicida en 1940, seguramente retenía en su retina la
imagen de una tecnocracia burda y despiadada, como la del nazismo,
magníficamente preanunciada en la Metropolis de Fritz Lang a mediados de los
años veinte, un pensador como Miguel Amorós rescata en los noventa las
imágenes de Benjamin para ilustrar como él dice, *“el hecho de que los
instrumentos técnicos, no encontrando en la vida de las gentes un hueco que
justifique su necesidad, fuerzan esa justificación entrando a saco en ella.
Si la realidad social no está madura para los avances técnicos que llaman a
la puerta tanto peor para la realidad, porque será devastada por ellos. El
resultado es que la sociedad entera queda transformada por la técnica como
tras una guerra.”*(2)

En rigor, la formulación de Benjamin no hace sino recoger un viejo apotegma
que Karl Marx, formulara magistral y dramáticamente: *“Cada progreso
económico es al mismo tiempo una calamidad social.”* (3) Si reparamos en las
privatizaciones y la modernización de los noventa en Argentina, con la
biotecnología agraria a la cabeza de casi todo el mundo, y junto con ello,
la generalización del hambre en las capas empobrecidas, tenemos un ejemplo
contundente de las observaciones de Marx (y concomitantemente, de Benjamin y
Amorós).

Pero Marx escribía a mediados del siglo XIX, cuando todavía lo futuro estaba
por venir y por eso se podría entender la actitud fáustica –apuesta a
tenerlo todo, un contrato con el diablo–que con acierto le atribuye Berman.

En el caso nuestro, como bien aclara un pensador de presuntas ficciones, Ray
Bradbury, lo futuro ya está entre nosotros, *“hace rato que llegó”.* (4) Y
tenemos entonces otra mirada, tendríamos que tener otra mirada, si somos
capaces de sobrepasar las identificaciones y los corralitos ideológicos: una
mirada que observe las secuelas inesperadas de un devenir histórico que no
sigue etapas, por más objetivamente que se pretenda formularlas sino que
sigue, más bien, la ilegalidad o la legalidad propia del aforismo popular y
anónimo, pero por lo visto mucho más sabio que la pretensión cientificista
de embretar lo por venir: “la liebre salta por donde menos se espera”.

Kimbrell agrega algo que constituye un desolador correlato de sus
observaciones, las que repasamos *in extenso* al principio: aquel señorío
del universo tecnológico en nuestras vidas, relaciones y configuraciones: el
dominio de la dimensión tecnológica en nuestras vidas no se hace superando o
ampliando nuestra raíz natural o nuestra sociabilidad, nuestros impulsos
vinculares: no, se hace a costa de ellos, se hace acompasándose de modo
misterioso pero implacable con el deterioro del mundo natural y con el de
nuestro mundo social, se hace castigando lo que llamamos la naturaleza y el
ambiente, que jamás han estado tan amenazados como en la actualidad y
destruyendo nuestra sociedad; familias, comunidades, pero también nuestros
estados psicológicos, tanto individuales como colectivos. Jamás ha habido
tantas alteraciones psíquicas en los humanos como en los últimos tiempos
(Kimbrell maneja datos de su país, EE.UU., pero con cierta ponderación,
podemos generalizar este juicio).

Que Kimbrell registre tan pesarosa realidad en EE.UU. no significa que no
nos pertenezca, que estos deterioros pertenezcan únicamente al Primer Mundo.
Me parece que el diagnóstico de Kimbrell nos atañe, aunque con diferencias
de intensidad y ritmo, a todos, a todos los continentes, estados,
localidades, individuos. Uno de los corolarios de la “globalización”, que en
francés se la denomina “mundialización”.

Pero hablar de las ataduras creadas por el universo tecnológico, o
tecnocientífico, nos obliga a hablar de sus titulares, lo cual es un tema
habitualmente escamoteado al reflexionar sobre el desarrollo vertiginoso de
los “adelantos” tecnocientíficos. Referirnos a la situación, a las actitudes
de los mismos científicos. Que procuran permanentemente legitimar sus
hallazgos por el hecho de haberlos hallado. Lo cual es una petición de
principio no sólo desde el punto de vista ético sino también lógico.

Lo que nos dicen con esta arrogancia epistemológica es que lo único válido
es el pensamiento científico, algo que se ha cultivado incondicionalmente en
todo el espectro político, quiero decir expresamente, a derecha e izquierda.
Y que una frase de José Ortega y Gasset ilustra lapidariamente: *«¿Es el
científico un “ignorante instruido”? [. . . ] No es un sabio porque ignora
formalmente cuanto no entra en su especialidad; pero tampoco es un
ignorante, porque es “un hombre de ciencia” y conoce muy bien su porciúncula
de universo. Habremos de decir que es un sabio ignorante, cosa sobremanera
grave, pues significa que es un señor el cual se comportará en todas las
cuestiones que ignora no como un ignorante sino con toda la petulancia de
quien en su cuestión especial es un** sabio». (La rebelión de las masas, *cit.
p. Frank, Phillip, Filosofía de la ciencia, Méx., Herrero Hnos. Suc., 1957).
**

A la derecha, desde el liberalismo aristocratizante de los albores del
industrialismo, cuando el dominio tecnocientífico empieza a hacerse notar,
hasta llegar a sus aplicados discípulos y admiradores, los nazis, que
extremaron las condiciones de florecimiento de pensamientos como la
eugenesia, la salud y la higiene social (para los cuales se inspiraron, vale
la pena recordarlo, en las ideas dominantes en EE.UU y el Reino Unido). Y a
la izquierda, porque la coartada del progreso histórico estableció un
teleologismo legitimador de toda acción o labor científica *per se*.

Podemos observar el desarrollo de una ciencia y técnicas acordes totalmente
ideologizadas en el mundo académico y empresario estadounidense. El
investigador norteamericano Vance Packard ha hecho una estremecedora
recorrida por los intentos de diseñar a los humanos e ir constituyendo una
humanidad “mejor”, más “apta”. El texto de Packard tiene una única
limitación y son los casi treinta años de antigüedad, algo que en el
territorio de la biotecnología, por ejemplo, es una inmensidad. Pero así y
todo, veamos lo que Packard registraba en 1977: *“Administración del
talante, Producción de gente más vivaz… o más chata [...] modificación de
nuestras características genéticas, control de calidad de los nuevos seres
humanos, producción de individuos superiores, copias humanas de un modelo
deseado, el hombre con piezas totalmente reemplazables, construcción de
hombres-animales y hombres-computadoras, etcétera”.*(5)

Tal vez la frase del genetista molecular estadounidense Robert Sinsheimer
resuma con su “ingenuidad” la actitud predominante: *“Con el Homo Sapiens
[...] algo nuevo apareció en este pequeño globo. A nosotros nos compete dar
el próximo paso en la evolución. Debemos proyectar un nuevo surgimiento de
una especie más hermosa, en este dulce planeta.” *(6)

Sinsheimer es precisamente el pionero de una “nueva eugenesia”, que recoge
el legado anterior al nazismo, que debió esperar décadas para reaparecer
públicamente sin escozor (el replanteo eugenésico de Sinsheimer es de fines
de los sesenta).

La eugenesia se promueve para alcanzar la perfección “humana”, para derramar
“lo bueno” sobre toda la humanidad. En Engineering & Science, este autor
escribió: *“La nueva eugenesia permitiría en principio la conversión de todo
lo inaceptable al nivel genético más alto [...] Puede que algunos sonrían y
sientan que esto no es más que una nueva versión del viejo sueño sobre la
perfección del hombre. Es esto, pero también es algo más [...] Potenciar sus
características mejores y dominar las peores a través únicamente de medios
culturales ha sido siempre algo no del todo imposible aunque muy difícil en
muchos casos. En la actualidad entrevemos otra ruta, la posibilidad de
facilitar las tendencias internas y curar las imperfecciones internas
directamente [...].”* (7)

La exigencia de perfección de un investigador como Sinsheimer no se queda en
chiquitas: ya sabe en qué nivel juega. *“A lo largo de la historia algunos
individuos han buscado vivir en contacto con lo eterno *[... antes]* lo
intentaron a través de la religión* [... Hoy] *aquel contacto se persigue a
través de la ciencia, a través de la búsqueda de la comprensión de las leyes
y estructuras del universo *[...] *Quizás esta necesidad sea* [...]* una
negación de la mortalidad humana* [...]* Las vidas de la mayoría de la gente
están llenas de elementos sin importancia *[...] *sin embargo hay entre
nosotros unos pocos afortunados que tienen el privilegio de vivir con lo
eterno y explorarlo.” *(8)

Sinsheimer nos ha aclarado el panorama: está claro que lo suyo es una
función sacerdotal y no menor, sino de sumo sacerdote, que la ciencia
funciona como una religión y que está investido de una arrobadora modestia;
no se incluye nosísticamente entre los “pocos afortunados”.

El perfeccionismo presupone la infinita maleabilidad de lo humano. Lisa y
llanamente, la supresión de la naturaleza humana, que constituiría un límite
a una maleabilidad infinita, a una perfectibilidad infinita. Como en el
espectro ideológico contemporáneo ha sido la Iglesia Católica la abanderada
del concepto de naturaleza humana, ha resultado fácil para progresistas de
izquierda y derecha, “superar” ese concepto y postular la maleabilidad como
proyecto político-cultural. Pero como muy bien ha observado Noam Chomsky, la
supresión de la idea de naturaleza humana da rienda suelta a la manipulación
infinita, sin límites. Es el fundamento pretendidamente ontológico de un
totalitarismo radical.

La idea de inmutabilidad genética, vigente y dominante hasta la década del
20, trastabilló *“cuando el genetista Herman J. Müller notificó que había
modificado pautas hereditarias mediante los rayos X y que habían aparecido
mutaciones en la generación siguiente. Esta circunstancia lo impulsó a
abogar por la explotación de la aparente maleabilidad del hombre, para
modificarlo y mejorarlo con manipulaciones genéticas.” *(9)

En el caso de Müller el nervio motor para emprender un gran proyecto de
manipulación genética es un pesimismo fuerte respecto del destino humano,
que si no es reencauzado marcharía según Müller, a un “cataclismo genético”.
Lo que importa destacar aquí es cómo una visión, es decir una mirada
ideológica de lo futuro, crea las coartadas psíquicas para encarar y
legitimar, hasta con la urgencia, un proyecto de reconfiguración de lo
humano, la construcción de *hombres nuevos*.

Así, propone la creación de una red de bancos de esperma, cuidadosamente
registrado y dejando siempre un plazo de veinte años: *“para poder emitir un
juicio ponderado sobre las cualidades del donante. De este modo los hombres
que adquirieran prestigio definitivo *[sic] *podrían ser «utilizados muchas
veces» y «destinados a reaparecer en épocas sucesivas» hasta que el conjunto
de la población hubiera llegado a su nivel.” *(10) Müller no se anda
haciendo problema con la cosificación de los humanos fabricados ni por
cierto le hace asco al más crudo pragmatismo.

Tanto perfeccionismo no es sino la contracara del profundo desprecio que
despierta en este tipo de pensadores el hombre real y concreto, el hombre
cualquiera, que somos todos nosotros.

Ese pesimismo está también presente en las visiones desde el progresismo de
izquierda como lo revela el prestigio de la idea de “hombre nuevo”, tan al
uso entre guevaristas, castristas, maístas, comunistas e incluso algunos
anarquistas (aunque también se haya usado el término, la consigna, desde el
nazismo, por ejemplo).

Sirva como ilustración este pasaje de una conferencia dictada por León
Trotsky, ya en el exilio, en Dinamarca: *“¿Quién se atreve a afirmar que el
hombre actual sea el último representante, el más elevado de la especie homo
sapiens? No, tanto física como espiritualmente, esta todavía lejos de la
perfección este aborto biológico, de pensamiento enfermizo y que no se ha
creado ningún nuevo equilibrio orgánico *[...]* La antropología, la
biología, la fisiología, la psicología han reunido verdaderas montañas de
materiales para erigir ante el hombre *[...]* las tareas de su propio
perfeccionamiento *[...]*. Buzos sabios descienden al fondo del océano y
fotografían la fauna misteriosa de las aguas. Para que el pensamiento humano
descienda al fondo de su propio océano psíquico debe iluminar las propias
fuerzas misteriosas del alma y someterlas a la razón y a la voluntad. Cuando
haya terminado con las fuerzas anárquicas de su propia sociedad, el hombre
se integrará en los morteros, en las retortas del químico. Por primera vez
la Humanidad se considerará a sí misma como una materia prima y, en el mejor
de los casos, como una semifabricación física y psíquica. El socialismo
significará un salto del reino de la necesidad al reino de la libertad en el
sentido de que el hombre de hoy, plagado de contradicciones y sin armonía,
franqueará la vía hacia una nueva especie más feliz.”* (“Qué fue la
Revolución Rusa”, Copenhague, 1931).

Trotsky se nos presenta como un bastión y un adelantado del
tecnocientificismo más radical. Si fueran sinceras y hubiesen sido
contemporáneas, las empresas actuales de ingeniería genética lo habrían
tratado de contratar como agente de Relaciones Públicas…

Trotsky no está, ni remotamente, solo. Nuestro ya conocido Müller, en plena
década del 30, sostenía que *“ninguna mujer inteligente y con sensibilidad
moral rehusaría tener un hijo de Lenin” *(se refería a los genes, claro, no
a la cama).

Es importante tener presente que simultáneamente los nazis enviaban a los
conscriptos con cunas a las aldeas del *Reich* para que fecundaran a las
sanas y rollizas campesinas alemanas sobre la base de los mismos
presupuestos.

Müller, por su parte, abogaba persuadir a la población para que
voluntariamente se apresten a *“procurar a los «hijos» el patrimonio
genético óptimo en lugar de los apreciados genes personales.”* Un
racionalismo sobrecogedor.

Reparemos que *ya* estábamos en la década de las grandes represiones masivas
(del nazismo en Alemania, del estalinismo en todas las Rusias y desde mucho
antes, las del colonialismo en el mundo ajeno a Europa y el norte
atlántico…), pero también podríamos decir *apenas* estamos en los treinta,
si tomamos en cuenta el desarrollo de las técnicas de ingeniería genética
desde entonces a ahora.

Para completar la visión pragmática de izquierda, valga el aparente
oxímoron, bueno es también recordar que los esfuerzos eugenésicos han
corrido tanto desde la derecha más señorial y racista, en los centros de
poder ideológico de EE.UU. , Suiza, Suecia y Alemania (para adquirir su
monstruosa configuración dentro de la pesadilla nazi), pero que muchos
biólogos y científicos de ideología socialista apoyaron y desarrollaron
planes eugenésicos también en los países nórdicos hasta las décadas de los
sesenta y setenta. Nos dice Jacques Testart al respecto en *El racismo del
gen*: *“Es políticamente interesante ver como dos partidos opuestos
justificaron su aval *[el de la eugenesia]*. A la derecha, entre los
conservadores, jugaba el imperativo de la pureza racial; a la izquierda,
entre los socialdemócratas lo que se ponía de manifiesto era el control de
los nacimientos y la calidad de la política social *[... para]* prevenir los
problemas sociales.”* (11)

Tendríamos que agregar, nosotros, que para la izquierda dura la prevalencia
de la economía tamiza sus ojos y legitima todo progreso, incluido el
genético. Así, cuando surgen las técnicas de fertilización asistida con toda
la batería; gestación in vitro, bancos de esperma y óvulos, vientres
alquilados, úteros artificiales, el diario comunista chino *Jemmin Jih Pao*,
en los ’70, no tiene mejor comentario que hacer que:* “Si se pudiese
procrear sin tener que soportar el embarazo, los partos no afectarían
necesariamente a las madres trabajadoras. Ésta es una buena noticias para
las mujeres.” *(12) El comentarista deja entrever aquí su sueño de “vivir
para trabajar”, el sueño que la intelectualidad socialista le dispensa al
proletariado, claro, y como acota Packard “cualquier tecnología que ofrezca
una reducción de los años-mujer perdidos por los embarazos siempre es una
buena noticia” , en el universo del “socialismo real”, claro.

Al día de hoy las clonaciones parecen ser el monopolio al menos mediáticos
de una secta como la raeliana o de médicos efectistas; sin embargo en la
década de los sesenta, muchos investigadores soviéticos se estaban afanando
por lograr seres humanos totalmente gestados en laboratorio. Que no lo hayan
logrado, hablaría en todo caso de una saludable aunque involuntaria
limitación del socialismo “real”…

Esta maleabilidad que hemos procurado presentar y criticar, esta
maleabilidad de la naturaleza humana, postulada, introyectable,
instrumentable, nos ha llevado a un cambio radical en nuestra relación con
lo tecnocientífico.

Kimbrell nos recuerda que el optimismo tecnológico ha sido crecientemente
cuestionado a medida que más y más gente, que nuevas investigaciones han ido
revelando el alcance del descalabro planetario provocado precisamente por el
despliegue tecno. Por eso nos recuerda que en los setenta Ernst Schumacher,
por ejemplo, abogaba por una “tecnología a escala humana”, sustentable,
compatible con el mundo físico que estaba siendo crecientemente dañado por
una tecnología agresiva y devastadora.

Pero ante la crisis cada vez más comprometedora e imparable, Kimbrell aclara
que: *“La élite de poder tecnológico tiene una solución muy diferente.
Aunque muy lentamente, las corporaciones, los académicos y los
investigadores han ido llegando a la conclusión de que la tecnología
edificada hasta entonces no era compatible con la vida, que las
contradicciones entre la tecnoesfera y la supervivencia de la naturaleza y
la sociedad estaban ahondánose irreversiblemente. Se dieron cuenta, ellos
también, finalmente, que se imponía una solución y a la brevedad”.*(13)

Lo que nos advierte Kimbrell es que, una vez más, en lugar de “detener el
juego”, de revisar autocríticamente lo actuado, en lugar de desmontar una
construcción tecnocientífica que nos lleva al abismo, lo que se ha ido
diseñando desde los centros de poder corporativo, privado y público, es un
desarrollo de ingenierización (engineering)* “de la vida, de la propia
realidad para mejor adaptarla al sistema tecnológico.”*
Así interpreta Kimbrell el ensanche incontenible de técnicas de alta
complejidad destinadas a adaptarnos y conformarnos con y en este *“sistema
tecnológico deshumanizado”.*

Kimbrell da ejemplos de esta orientación en la política presupuestaria,
concreta, en EE.UU. : *“más de 50 millones de dólares en psicofármacos, una
buena parte dedicados a lograr que se pueda cumplir la jornada laboral. Otro
tanto destinado a que se pueda “pasar la noche”. Y hay unos cinco millones
de niños estadounidenses tratados con psicofármacos para que puedan
sobrellevar la institución escolar. Poco importa si se necesitan todo el
tiempo dosis crecientes o si tales fármacos dejan de funcionar cuando el
usuario opta por el alcohol o la adicción a drogas ilegales. Mientras tanto,
hay afanes crecientes por encontrar los genes de la depresión, la ansiedad,
el alchololismo y hasta el de la timidez y nos prometen su inminente
hallazgo.”*

[...] *Proliferan en los cientistas electrónicos el proyecto de hacernos
totalmente «virtuales» descargándonos en piezas de silicio, unificándonos,
por así decir, con nuestros dispositivos computarizados. Es la solución
final al dilema tecnológico.” (Ob. cit.)*

Podremos preservar nuestro deshumanizado sistema de producción si nos
deshumanizamos nosotros mismos.

Bueno es advertir desde ya, aunque Kimbrell no lo mencione en estos pasajes,
que estas “avanzadísimas” transformaciones para usar la terminología del
optimismo tecnológico, son irreversibles: un hombre transgénico, un ser
transgenetizado no tiene marcha atrás, su descendencia estará configurada
con esa dotación genética modificada, no otra.

La ingeniería genética es entonces la respuesta a los problemas generados
por el desarrollo previo. Si la combustión de fósiles llegó a sobrepasar la
capacidad planetaria natural para reabsorber, por ejemplo, el dióxido de
carbono (el metano y otros gases de los causantes del efecto invernadero), y
eso provoca el calentamiento planetario, y con dicho calentamiento se
provocan proceso de desertificación, por ejemplo, no hay problema: se
construyen plantas que se adapten a esos nuevos biomas, a esas condiciones
de existencia, con menos agua, por ejemplo. Análogamente, se proyectan
animales que no necesiten del vínculo matri-filial, etcétera.

Esto es lo que Thomas Berry,(14) uno de los llamados eco-teólogos, define
como que *“la naturaleza ha sido transformada de una comunidad de sujetos a
una colección de objetos.”*

Cuando hablamos aquí, Berry, nosotros, de naturaleza, tenemos que
incluirnos, incluir a los seres humanos, la especie, aun con toda su
construcción trascendente respecto de los reinos naturales.). Con razón Carl
Rogers, psicólogo estadounidense tuvo que formular tan ominosa
afirmación: *“Podemos
adoptar la decisión de usar nuestros crecientes conocimientos para
esclavizar a las personas en formas no soñadas hasta hoy, para dominarlos
por medios elegidos con tanto cuidado, que tal vez jamás se den cuenta de
la pérdida de su personalidad.”* (15)

Este futuro posible, sin embargo, está todavía en nuestras manos.

Luis E. Sabini Fernández
Noviembre de 2005.

notas:
1) En internet, Technotopia. The Dark Side of Technology. texto que glosamos
a lo largo de esta nota.
2) “¿Dónde estamos? Algunas consideraciones sobre el tema de la técnica y
las maneras de combatir su dominio”, artículo aparecido en la revista
española Maldeojo (s/f).
3) Cit. p. Marshall Berman, Todo lo sólido se desvanece en el aire, México,
S. XXI, 1988.
4) Presentación del autor por J.J. Dimilta, “Ray Bradbury: El futuro llegó
hace rato”, Lea, Buenos Aires, no 25, julio 2003.
5) Los moldeadores de hombres, Buenos Aires, Huemul-Crea, 1977.
6) Cit. p. V. Packard, ob. cit., p.224.
7) Cit. p. David Noble, La religión de la tecnología, Barcelona, Paidós,
1999.
8) The Strands of Life, Berkeley, University of California Press, 1994. Cit.
p. D. Noble, ob. cit.
9) V. Packard, ob. cit., p. 225.
10) Guidance, cit. p. Paul Ramsey, P., El hombre fabricado, p. 59.
11) Buenos Aires, FCE, 2001.
12) V. Packard, ob. cit., p. 200.
13) De aquí en adelante las citas de Kimbrell provienen del trabajo ya
citado al principio.
14) Cit., p. A. Kimbrell, ob. cit.
15) Cit. p. V. Packard, ob. cit., p. 7.

fuente: Cuadernillo de la Cátedra Libre de Derechos Humanos. Introducción a
los Derechos Humanos. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos
Aires.

www.revistafuturos.com.ar

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