El 11 de marzo de 2011 tuvo lugar en Japón un terremoto de 8,9 en la escala Ritcher que provocó un maremoto, a consecuencia de ello se desencadenó un accidente nuclear múltiple. El mensaje de los partidarios del negocio nuclear basado en una energía nuclear limpia, barata y segura se vino abajo.
Se pone en evidencia el elevado grado de vulnerabilidad en el que se encuentran las sociedades contemporáneas y la escasa importancia que se concede a un elemental principio de precaución.
El sociólogo alemán Ulrich Beck propuso el concepto y el término de ‘sociedad del riesgo’, para referirse al hecho de que en numerosas sociedades el proceso de modernización y desarrollo ha ido creando nuevas amenazas que suponen nuevos riesgos de los que estas sociedades no son conscientes, o minimizan de modo interesado.
La catástrofe nipona ofrece un nuevo escenario en el cual los actores mediáticos ofrecen dos alternativas:
Por un lado el ‘riesgo nuclear asumible’; esto es, la civilización no puede perder el tren teconológico, en juego está el desarrollo, el crecimiento y el progreso de los seres humanos.
Por otro lado, se pone encima de la mesa la sustitución de la energía nuclear por las energías renovables; esto es, 50 parques eólicos por cada reactor nuclear.
En ningún medio se habla de decrecer, consumir menos o ir a formas de vida más sencillas, ya no digamos plantearnos otro estilo de vida u otro modelo económico. El discurso del decrecimiento no aparece.
¿Estamos condenados a un riesgo nuclear asumible?