[Pensamientoautonomo] Para ponerse al día... ya que no cambi…

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Autore: jchueco
Data:  
To: pensa
Oggetto: [Pensamientoautonomo] Para ponerse al día... ya que no cambiamos almundo.
Eric Hobsbawn habla de revoluciones
Stefan Collini Sin Permiso 28/01/11
Reseña de How to Change the World: Tales of Marx and Marxism [Cómo
cambiar el mundo: historias de Marx y marxismo] de Eric Hobsbawm
470 págs. Little, Brown & Co., Londres, 2011

"Hasta ahora, los filósofos han tratado de comprender el mundo; de lo
que se trata, sin embargo, es de cambiarlo". La célebre magnificación
de Marx trataba de levantar lo que podría hoy llamarse una "exigencia
de impacto" en la valoración del pensamiento abstracto: la prueba de
la validez de las ideas debía encontrarse en su capacidad de
transformar el mundo. Esta declaración desmesurada puede contemplarse
retrospectivamente como expresión de una tensión que discurría a lo
largo de toda la obra de Marx y se hallaba en la raíz de la recurrente
crisis de identidad que asolaba ese corpus diverso del pensar y el
obrar al que posteriormente dio en llamarse "marxismo".

Se desarrolló y aún se desarrolla un corpus de veras
extraordinariamente rico con este marbete, pero tanto los adeptos como
los críticos se han mostrado proclives a insistir en que la posición e
importancia de estas ideas ha de evaluarse por referencia a su
historial a la hora de transformar el mundo. A los adeptos les gusta
decir a menudo que la cuestión aún está por decidir, pero no tienen
más remedio que reconocer, lamentablemente, que la cosa no pinta
bien; los críticos se regocijan apuntando a los millones de víctimas
de Stalin y a la prosperidad sin paralelo (para algunos) del
capitalismo, y dan entonces el caso por concluido.

Este carácter dual del marxismo impone un gravamen especial a
cualquiera que intente trazar su historia. Las ideas mismas son
complejas y exigentes: idealmente, el historiador debería moverse por
los matorrales de la metafísica hegeliana, así como entre las
complejidades de la teoría del valor trabajo. Pero, por añadidura, una
historia apropiada ha de abarcar los logros de los movimientos
sindicales y las tomas de postura de las facciones de partido, la
construcción de las economías planificadas y la represión de la
opinión disidente, además de muchas otras cosas. El historiador ideal
del marxismo ha de ser en parte teórico, en parte erudito; en parte
creyente, en parte escéptico; polilingüe, pero no Pollyanna.

A Eric Hobsbawm se le define a menudo como "historiador marxista",
aunque se le podría considerar de modo más preciso como un historiador
de notable registro y poder analítico que ha encontrado en Marx mayor
inspiración que en ninguna otra fuente singular. Pero se le considera
menos a menudo como historiador del marxismo. Al fin y al cabo, sus
obras más importantes se han centrado en el análisis del desarrollo de
la sociedad europea desde esas dos agitaciones paralelas de la
Revolución Francesa y la Revolución Industrial a finales del siglo
XVIII. Si a sus aportaciones a la historia del marxismo se les ha
otorgado menos reconocimiento, puede que eso se deba en parte a que
han adoptado la forma de ensayos y capítulos desperdigados, y en parte
a que, fiel a sus inclinaciones cosmopolitas, con frecuencia se han
publicado en lenguas distintas del inglés.

La publicación de How To Change the World puede contribuir a poner las
cosas en su lugar y no prematuramente: se trata de su decimosexto
libro y aparece, lo cual es impresionante, a sus 94 años de edad.
Aunque el libro se compone en buena medida de materiales anteriormente
publicados, gran parte de ellos no han aparecido nunca en inglés y
algunos han sido revisados y puestos al día. Lo de "historias" del
subtítulo puede corresponder al intento de un editor nervioso por
conseguir que los contenidos les suenen más seductores a lectores que
podrían verse disuadidos por "ensayos" o "estudios", pero
afortunadamente el término no indica en este caso una colorida charla
biográfica o narraciones excéntricas. Los ensayos son analíticos y
sinópticos y no resultan en absoluto peores por ello: su nítida
calidad intelectual los vuelve más absorbentes de lo que podría ser
cualquier "historia" adornada.

La "Primera parte" contiene estudios bastante diversos de aspectos del
pensamiento de Marx y Engels, que van desde una introducción
relativamente ligera a Las condiciones de la clase obrera en
Inglaterra, del segundo, a una densa explicación del pensamiento de
Marx acerca de las formaciones precapitalistas en la obra inacabada
conocida sencillamente como Grundrisse.
La "Segunda parte", que puede ser de mayor interés al lector
contemporáneo, anda cerca de proporcionar una visión de conjunto de
la suerte del marxismo en los (casi) 130 años transcurridos desde la
muerte de Marx en 1883. Son estos capítulos los que exhiben de forma
notabilísima la combinación característica de Hobsbawm de análisis
lúcido e imponente alcance. Casi todos los historiadores parecen
provincianos a su lado. ¿Quién, si no, podría, mientras le hace
detalladamente justicia a la historia de los movimientos marxistas
principales en países como Alemania y Francia, proporcionarnos una
autorizada digresión sobre las diferencias entre el marxismo danés y
el finlandés? ¿En qué otro confiaríamos para que, después de enumerar
las traducciones de Das Kapital desde el azerbayaní al yiddish,
concluya con seguridad: "La única extensión lingüística importante de
El capital aparte de ésta tuvo lugar en la India ya independizada, con
ediciones en marathí, hindi y bengalí en las décadas de 1950 y 1960.

En el curso del pasado siglo o más allá, el estatus de los escritos de
Marx puede haber oscilado entre dos polos. Por un lado, existe la
posición comunista otrora ortodoxa de que Marx era el guía casi
infalible de la acción política y la creación, por vía revolucionaria,
de la forma de sociedad que sucedería al capitalismo. Y por otro, está
lo que podría llamarse la visión de la "civi[lización] occidental", en
donde se aborda a Marx junto a figuras como Nietzsche y Freud, como
autor de un corpus de escritos infinitamente fascinante, escritos que
pueden estudiarse o disfrutarse, pero de los que no se desprende la
acción más de lo que sería el caso en La montaña mágica de Mann o La
tierra baldía de Eliot.

Hobsbawm, de forma característica, evita ambos extremos: su actitud es
más distanciada que el primero, pero considerablemente más
comprometido que el segundo. Recomienda a nuestra atención la historia
del marxismo debido a que "durante los últimos 130 años ha constituido
un tema de importancia en la música intelectual del mundo moderno y,
mediante su capacidad de movilizar fuerzas sociales, una presencia
crucial, en algunos periodos decisiva, en la historia del siglo XX".

Pero, ¿qué hay del siglo XXI? Desde sus comienzos a principios de la
década de 1840, el marxismo se ha visto sujeto a accesos de
especulación prematura. Marx y Engels se persuadieron repetidamente (y
persuadieron a algunos otros) de que se acercaba el fin de la sociedad
burguesa, y desde la muerte de Marx ha habido periódicos anuncios de
la "crisis del capitalismo". Pero en cada ocasión, el paciente ha
logrado recuperarse de algún modo y puede que incluso se haya
fortalecido. Acaso ni siquiera Hobsbawm, el más frío y juicioso de los
analistas, sea completamente inmune a esta fiebre cuando especula que
el derrumbe financiero de 2008 puede señalar el comienzo del fin del
capitalismo tal como lo hemos conocido. Ciertamente, cree que marca el
final de ese período de 25 años (desde el centenario de la muerte de
Marx) durante el que pareció que Marx había perdido su relevancia, y
para muchos de la generación más joven, su interés. "Una vez más",
anuncia de un modo absoluto nada propio de él, "ha llegado el momento
de tomarse a Marx en serio".

Aun durante los años más triunfalistas del neoliberalismo había
quienes seguían tomándose a Marx muy pero que muy en serio como fuente
de conceptos y marcos de referencia con los que analizar el
funcionamiento de sociedades en las que el capital está en manos de
unos pocos y los más venden su fuerza de trabajo. Pero, más allá de
esto, ¿piensa Hobsbawm que hoy deberíamos tomarnos a Marx en serio
como guía para cambiar el mundo? Aquí se escucha una nota de cautela,
a veces hasta equívoca. En una frase estupenda, refleja que, con la
caída de la Unión Soviética, "el capitalismo había perdido su memento
mori". Pero, al mismo tiempo, "quienes se atenían a la esperanza
socialista original de una sociedad erigida en nombre de la
cooperación, en lugar de la competencia, hubieron de replegarse a la
especulación y la teoría".

Hoy la globalización y la retirada del Estado han privado, observa él,
tanto a los partidos socialdemócratas como a los movimientos
sindicales de su terreno natural: "estas entidades no han tenido hasta
ahora mucho éxito a la hora de operar transnacionalmente". En otro
autor uno podría sospechar sarcasmo en este deliberado eufemismo, pero
"hasta ahora" y "no (...) mucho" pueden indicar que funciona la
habitual prudencia literaria de Hobsbawm. Con todo, ¿qué tipo de
oportunidad supone la actual turbulencia financiera? Algunos han
comparado la situación con los años 30 del siglo XX, pero es difícil
saber si, para quienes poseen inclinaciones radicales, eso debería
considerarse un paralelo alentador. Hobsbawm se limita a la juiciosa
observación de que, a diferencia de la década de 1930, "los
socialistas" (de quienes parece extrañamente distante en este punto)
"no pueden señalar ejemplo alguno de regímenes comunistas o
socialdemócratas inmunes a la crisis ni tienen propuestas realistas de
cambio socialista".

Acaso lo cierto sea que el marxismo, pese a la famosa proclamación de
su fundador, ha contribuido siempre más a entender el mundo que a
cambiarlo. Desde luego, Eric Hobsbawm ha hecho más que la mayoría por
promover esa comprensión. Y si nos preguntamos cuál puede ser su
visión final de las perspectivas de cambiar el mundo, en ese caso,
felizmente, todavía estamos en situación de adoptar la respuesta de
Chu En-Lai sobre la Revolución Francesa: es demasiado pronto aún para
decirlo.

Stefan Collini es profesor de historia intelectual y literatura
inglesa en la Universidad de Cambridge, colaborador del Times Literary
Supplement y The London Review of Books y autor de Common Reading:
Critics, Historians, Publics y Absent Minds, Intellectuals in Britain.
Su último libro That's Offensive! Criticism, Identity, Respect
(editado por Seagull y The University of Chicago Press) se publica
este mes.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón