[Pensamientoautonomo] Material de discusión

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Szerző: jchueco
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¿Adónde nos lleva el pachamamismo? Pablo Stefanoni • • • • • 09/05/10

La cumbre de Tiquipaya, más allá de los pollos, los gays y los calvos
que ocuparon amplias portadas de los medios, en lo que podría
interpretarse como un lapsus presidencial, dejó una evidencia hacia el
futuro: el proceso de cambio es demasiado importante para dejarlo en
manos de los pachamámicos. La pose de autenticidad ancestral puede ser
útil para seducir a los turistas revolucionarios en busca del
“exotismo familiar” latinoamericano y más aun boliviano (al decir de
Marc Saint-Upéry) pero no parece capaz de aportar nada significativo
en términos de construcción de un nuevo Estado, de puesta en marcha de
un nuevo modelo de desarrollo, de discusión de un modelo productivo
viable o de nuevas formas de democracia y participación popular. Más
bien, el pachamamismo –una suerte de “neolengua” a la moda- contribuye
a disolver las profundas ansias de cambio de los bolivianos en el saco
roto de una supuesta filosofía alternativa a la occidental, aunque a
menudo es aprendida en espacios globales como los talleres de ONGs, en
la calma de la Duke University o en los cursos supervisados por
Catherine Walsh en la Universidad Andina o la Flacso Ecuador. Al final
de cuentas, como queda cada vez más en evidencia, estamos en presencia
de un discurso indígena (new age) global con escasa capacidad para
reflejar las etnicidades realmente existentes. Y como en los países
del socialismo real, esta “neolengua” puede ampliar hasta el infinito
el hiato entre el discurso y la realidad (¿por qué no dicen nada del
extractivismo y la reprimarización de la economía?, por ejemplo),
debilitando las energías transformadoras de la sociedad.

Así, en lugar de discutir como combinar las expectativas de desarrollo
con un eco-ambientalismo inteligente, el discurso pachamámico nos
ofrece una catarata de palabras en aymara, pronunciadas con tono
enigmático, y una cándida lectura de la crisis del capitalismo y de la
civilización occidental. O directamente, exabruptos interpretativos,
como el de Fernando Huanacuni, funcionario de la Cancillería, que le
dijo a un diario argentino que el sismo en Haití fue un pequeño aviso
del ímpetu económico-global-cósmico- telúrico-educativo de la Pachamama.

¿Acaso [el alcalde electo de El Alto y cuestionado dirigente sindical]
Edgar Patana hace política desde una nueva espiritualidad, [el senador
y Ejecutivo campesino] Isaac Ávalos interviene en el Senado pidiéndole
permiso al abuelo Cosmos o [el viceministro de Régimen Interior]
Gustavo Torrico manejará la Policía con el criterio de que los
derechos de la Pachamama (y de las hormigas) son más importantes que
los derechos humanos?

En Europa hay mucha más conciencia del reciclado de basura (incluyendo
los plásticos) que en nuestro país, donde en muchos sentidos está todo
por hacer, y un ecologismo informado –y técnicamente sólido- parece
mucho más efectivo que manejar el cambio climático desde una supuesta
filosofía originaria, a menudo una coartada de algunos intelectuales
urbanos para no abordar los problemas urgentes que vive el país.
Muchos de los errores oficiales en la cumbre no son ajenos a haberle
entregado a los pachamámicos la temática del cambio climático, cuya
irresponsabilidad impide a Bolivia jugar con seriedad en las grandes
ligas mundiales. A muchos intelectuales, el laboratorio boliviano
puede darles ingentes insumos para sus investigaciones, y muchas ONG
están encantadas de financiar todo tipo de experimentos sociales. Pero
para los bolivianos el costo de una nueva oportunidad perdida sería
impagable por todos los proyectos de la Cooperación juntos.
Addendum
[Lo antedicho] provocó una respuesta airada de algunos compañeros, que
–sin ser mencionados– se consideran parte de la corriente pachamámica,
a la que, sin ninguna evidencia, buscan transformar en sinónimo de
indígena y en la base ideológica única del actual proceso de cambio.
En realidad, el indianismo era inexistente en el Chapare, y en el
Altiplano, Felipe Quispe hablaba menos de la Pacha-Mama y el
Pacha-Tata que de tractores, Internet, proyectos de desarrollo rural
para los comunarios, en el marco de un proyecto nacionalista aymara.
Kataristas e indianistas hacían política; los pachamámicos esoterismo.
Yo nunca vi, pero quizás me equivoque, un bloqueo por el “vivir bien”.

Tampoco el pachamamismo fue la base discursiva de las rebeliones
indígenas del siglo XVIII, XIX o XX, como Forrest Hylton lo muestra
para Chayanta (1927), allí los caciques apoderados reclamaban
educación y reconocimiento de sus autoridades y de sus tierras en
alianza con sectores de la izquierda urbana, con una interpelación
cargada de discursos antiesclavistas moderno/occidentales. Y en los 40
y 50 los sindicatos rompieron, en muchas regiones, con el rol
conservador de las autoridades tradicionales en la preservación de un
statu quo neocolonial. Muchas de sus categorías, como el chacha-warmi
por tomar sólo una, no resisten la investigación histórica, y según
Milton Eyzaguirre tiene más que ver con la imposición de la visión
católica del matrimonio que con costumbres ancestrales. ¿Descolonizar
será volver a las dos repúblicas del Virrey Toledo? Al fin de cuentas
hay pachamámicos no indígenas e indígenas no pachamámicos
-posiblemente la mayoría- por lo que considerar racista a cualquier
crítica no tiene mucho asidero. Aunque parece profundamente radical,
su generalidad “filosófica” no da ninguna pista sobre la superación
del capitalismo dependiente, el extractivismo o el rentismo, ni sobre
la construcción de un nuevo Estado, o la necesidad de formas “post
peguistas” de hacer política. Aunque tiene poca incidencia en el
Gobierno, el pachamamismo emite un discurso útil para que cualquier
debate serio caiga en la retórica "filosófica" hueca.

El debate sobre la descolonización no puede dejar de lado la tensión
entre la supervivencia del gueto (bajo la forma de la preservación de
la identidad y la cultura ‘ancestrales’ o de las teorías del indio
‘buen agricultor’ o directamente buen salvaje- ecológico estilo
Avatar) y la asimilación: acceso a la cultura ‘universal’.
Posiblemente de una vía intermedia entre ambos extremos pueda surgir
un camino exitoso de descolonización y movilidad social y cultural.
(Por algo en algunas haciendas, los propietarios, no precisamente
pluri-multis, sólo dejaban entrar a curas que hablaran en aymara con
sus colonos…no fuera que aprendieran castellano y se marcharan).

El pachamamismo impide discutir seriamente –entre otras cosas– qué es
ser indígena en el siglo XXI. ¿Acaso el propietario aymara de una
flota de minibuses en El Alto, convertido al pentecostalismo, se puede
asimilar sin más con un comunario del Norte de Potosí que sigue
produciendo en el marco de una economía étnica? ¿cómo es posible
aplicar el modelo comunitarista en un país mayoritariamente urbano y
atravesado por todo tipo de hibridaciones/migraciones/inserción en los
mercados globales y surgimiento de una burguesía comercial
indígena/chola? Y finalmente: ¿quién eligió a los globalizados
intelectuales “pachamámicos” para hablar en nombre de los indígenas de
Bolivia y del mundo? Sí, son preguntas de un “mono-pensador” pero
quizás valga la pena responderlas.

Pablo Stefanoni es director de Le Monde Diplomatique Bolivia
Página 7 (La Paz, Bolivia), 27 de abril y 4 de mayo de 2010