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"El progresismo gobierna Am?rica Latina anestesiando a los movimientos de base"
Entrevista a Ra?l Zibechi
Fuente: Rebelion.org
Milit? en el movimiento estudiantil af?n a los Tupamaros, vivi? los a?os 80 exiliado en Espa?a, volvi? luego a Uruguay donde ahora ejerce como periodista en el seminario uruguayo Brecha y su ?ltimo libro se titula Territorios en resistencia (Lavaca editora). Su pasi?n vital es pensar junto a las experiencias colectivas que inventan posibilidades de vida m?s all? del mercado y del Estado.
Lo que ocurre en Am?rica Latina es un faro para la izquierda mundial. Pero, ?qu? ilumina y qu? nos impide ver la luz de ese faro? ?Y si esa hegemon?a de la izquierda se basara en un vaciado de los movimientos de base?
?Qu? relaci?n hay entre la llegada al poder de los gobiernos progresistas en Am?rica Latina y las luchas de los movimientos de base?
Mucha, pero indirecta salvo en el caso de Bolivia. Los movimientos actuales nacieron en el per?odo neoliberal, son hijos de la acumulaci?n por desposesi?n, la resistieron y consiguieron deslegimitar el modelo. Sobre esa oleada antineoliberal que se lleva por delante gobiernos y partidos conservadores, va cobrando fuerza el progresismo y la izquierda se beneficia de esa nueva coyuntura generada por los movimientos. Pero esas fuerzas pol?ticas no son en absoluto ajenas a los movimientos. En algunos casos lucharon junto a ellos, o tuvieron una relaci?n m?s ambigua con los movimientos, pero nunca se les enfrentaron sino que los apoyaron, por lo menos a nivel declarativo. No es lo mismo el caso de Venezuela, Ecuador y Bolivia, donde los movimientos hacen entrar en crisis al sistema de partidos, que los casos de Brasil o Uruguay donde hay muchas contituidades institucionales y de partidos. Argentina ser?a un caso intermedio. Lo interesante es que en los tres primeros, el sistema pol?tico entr? en crisis aunque no la dominaci?n.
?Y qu? hizo la izquierda al llegar al poder?
All? donde hab?a redes clientelares, los nuevos gobiernos progresistas las barren e instalan a las instituciones estatales en su lugar, conquistando as? las bases de apoyo y modificando los modos de hacer de las derechas. Pero para hacerlo deben, primero, asumir demandas de los movimientos y, segundo, colocar en el lugar de los caudillos paternalistas locales a personal de los propios movimientos, ya sea como funcionarios estatales o como miembros de ONGs. Por tanto, las nuevas gobernabilidades son una construcci?n conjunta entre movimientos y estados.
Me ha impresionado la experiencia del SOCAT uruguayo, esa nueva gobernabilidad que "clona" la forma de los movimientos para mejor desactivar su contenido. Misma ret?rica (empoderamiento, horizontalidad, participaci?n, etc.). Aparentemente misma organizaci?n (redes, protagonismo social). ?Parecer?a la historia de los "ultracuerpos" o de los "Dobles malvados"! ?C?mo desactiva concretamente el clon la potencia pol?tica del original?
Mira, este es un proceso muy largo que arranca en los 90, con el neoliberalismo y a la vez con la llegada de las izquierdas a muchos gobiernos municipales en toda la regi?n. Es un tema para estudiarlo en detalle. Aqu? la educaci?n popular jug? un papel importante en la formaci?n de los cuadros de las ONGs. Tambi?n la Universidad, que sobre todo en sectores como trabajo social est? muy emparentada con la educaci?n popular. Si tu miras qui?nes son y qu? estudian los agentes del SOCAT, vas a concluir que son j?venes, sobre todo mujeres, que han pasado algunos a?os por la militancia social m?s que por la pol?tica, que tienen experiencia directa en los barrios pobres. Por otro lado, estudian a Paulo Freire pero tambi?n a Gramsci y a Bordieu, o sea leen los mismos autores que leen los militantes sociales y portan sus mismos c?digos, visten, hablan y tienen h?bitos de vida iguales a los de los activistas de base.
Las iniciativas municipales y las ONGs se hacen cargo de actividades barriales que antes se auto-organizaban (comedores, guarder?as, etc.). Eso produce dos efectos tremendos. Por un lado, una enorme confusi?n cuando llegan a los barrios como funcionarios del Estado o de ONGs que trabajan para el Estado. Por otro, se apropian de los saberes del abajo, esos que James Scott dec?a que aseguran la autonom?a de los dominados, y los ponen al servicio de los gobiernos progres. Ambos efectos, cuando uno los ve en un barrio, son demoledores. Por ejemplo, las j?venes funcionarias estatales tienen voz y voto en asambleas de pobres porque las consideran parte del barrio. Para mi eso fue un golpe tremendo. Pero para la poblaci?n es normal, porque m?s all? de que sean funcionarios tienen un compromiso real con los pobres y ese compromiso es insustituible por ning?n salario y por ninguna cualificaci?n.
?Ocurre lo mismo con la cooperaci?n al desarrollo?
Est? el caso de Ecuador, que ha sido muy bien estudiado por el antrop?logo catal?n V?ctor Bret?n. All? en pocos a?os la cooperaci?n consigui? sustituir una camada de activistas y militantes de base, combativos, excelentes organizadores, por otra camada de personas especializadas en hacer tr?mites ante organismos internacionales, en presentar proyectos, identificar qu? necesidades de los de abajo pueden ser interesantes para las financiadoras. Con ello consiguen crear una casta de funcionarios internacionales que viajan, conocen el mundo, hablan idiomas y, sobre todo, se distancian de sus bases al mismo tiempo que les consiguen fondos para proyectos. Lo interesante del estudio de Bret?n es que analiza el caso de la provincia de Chimborazo luego del levantamiento de 1990 organizado por la CONAIE (Confederaci?n de Nacionalidades Ind?genas del Ecuador). Era la provincia m?s combativa y hasta all? llegaron decenas de ONGs que en pocos a?os modificaron el mapa del movimiento ind?gena, creando organizaciones de segundo grado que fueron minando la estructura del movimiento hasta casi destruir a la CONAIE.
?Dir?as que la nueva gobernabilidad sobre los territorios es una estrategia biopol?tica?
S?, porque la disciplina que act?a sobre los cuerpos y en espacios cerrados fue desbordada: los pobres desertan de la escuela, del cuartel y de la f?brica y la familia ya no contiene ni disciplina. Entonces hacen falta mecanismos capilares que act?en sobre el territorio y sobre la poblaci?n, ya no impidiendo, ya no negando, sino modulando los movimiento porque los movimiento ya es un dato de la realidad. Lo penoso es que ni la izquierda ni la academia quieren pensar estas nuevas formas de dominaci?n.
?Por qu? es clave el papel de los militantes, o ex-militantes de izquierda, de gente formada "desde abajo", en esa nueva gobernabilidad?
Porque el Estado tiene funcionarios preparados para disciplinar pero no para trabajar a cielo abierto. El t?pico funcionario estatal es como el maestro que espera que lleguen los ni?os a la escuela, espacio cerrado, para hacer su trabajo. Y as? con todo, el hospital, el cuartel? Pero no est?n preparados para ir a los territorios de la pobreza porque son territorios en resistencia. El Estado siempre acudi? como polic?a, pero de esa manera ejerce un control muy parcial, discontinuo. Entonces los militantes aparecen con los mismos c?digos que los pobres de ese barrio y empiezan a ayudar a los ni?os con la tarea escolar, llevan el aula a la casa. Lo mismo con la salud, les ense?an a cepillarse los dientes, a lavarse, a estar bien vestidos para conseguir un trabajo. Parece rid?culo pero as? funciona, todo revestido con un discurso sobre ciudadan?a y derechos. Dicho de otro modo, el Estado actual para controlar, para hacer 'seguridad' en el sentido de Foucault, necesita a la militancia de izquierda que se cree el cuento de ayudar a los pobres a cambio de un salario que no es maravilloso, pero que les asegura su sobrevivencia en lo que saben hacer, algo que desde la militancia es imposible. El sistema sabe algo muy importante: que la militancia es para quien la practica una forma de ascenso social, no siempre material sino sobre todo de reconocimiento simb?lico. Y ahora es el Estado el que les brinda ese ascenso.
?Qu? papel cumple aqu? la polaridad izquierda-derecha?
Es la forma de justificar las nuevas formas de dominaci?n a cielo abierto, que dec?a Deleuze. La derecha es funcional a la izquierda, porque es el ogro que justifica cualquier cosa. En Uruguay la izquierda col? una ley de seguridad ciudadana que ni la dictadura se hab?a atrevido a poner. Y en Brasil las favelas son patrulladas por los militares, que adem?s construyen centros sociales e interact?an con la comunidad. Todo eso lo pueden hacer sin mayor oposici?n, no s?lo porque han aprendido los modos, sino tambi?n porque se justifica con la creencia de que con las derechas ser?a peor. Y tal vez sea as?: ah? est? Uribe para mostrarlo.
?Son posibles otras relaciones, pol?micas, productivas y no anestesiantes, entre Estado, instituciones y movimientos?
Sinceramente, no lo s?. Me gustar?a que as? fuera, pero la realidad dice que quien no entra en el juego se queda muy aislado. Ah? est? el caso de los zapatistas que no quieren nada con el Estado, cero relaci?n. El precio es el tremendo aislamiento: las comunidades no est?n mal, pero la Otra Campa?a no crece. Por otro lado, est?n los Sin Tierra de Brasil, que apostaron a una relaci?n m?s fluida con Lula pero sin perder su autonom?a. Pero tambi?n est?n aislados, con los mismos problemas, aunque no de un modo tan evidente como los zapatistas.
Cada vez creo m?s que el tema hay que plantearlo en otros t?rminos que rehuyan la disyuntiva Estado s? o Estado no. Aqu? apareci? una nueva forma de dominaci?n, como en su momento fue el pan?ptico o la cadena de montaje. Mi impresi?n es que esta nueva forma de dominaci?n responde a nuevos problemas, digamos los temas del 68, es decir, el desborde del disciplinamiento. Pero no creamos que en dos d?as la gente va a aprender a neutralizar este nuevo mecanismo. Entramos en otra historia que requerir? aprendizajes nuevos. Me parece que tenemos que pensar en la aparici?n de la f?brica fordista y el tiempo que demand? neutralizar la cadena de montaje. Dos generaciones de obreros y, sobre todo, nuevas formas de lucha y de organizaci?n.
Las nuevas gobernabilidades son las respuestas al triunfo de los movimientos, o sea que por un tiempo ellos tendr?n la iniciativa. En Am?rica Latina, estos gobiernos colocaron al Estado en un nuevo lugar y tambi?n a la gente, porque ahora hay una nueva conciencia de derechos, pero no tanto en el sentido formal tradicional, sino en cuanto a que el Estado les "debe" ciertas cosas y si no lo hace pierde su legitimidad. Es como el retorno de una cierta l?gica del Estado del Bienestar pero sin Estado del Bienestar, porque no hay derechos sino prestaciones. Una ilusi?n, como fue la f?brica de Ford, una ilusi?n de integraci?n del obrero en el sistema, que se est? empezando a evaporar porque los propios "capataces", o sea los y las trabajadores sociales m?s comprometidos, est?n percibiendo el enga?o.
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