[Pensamientoautonomo] Situaciones

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Autor: patricio enrique mc cabe
Data:  
Para: Autonomista1, pensamientoautonomo, grupodelosviernes
Asunto: [Pensamientoautonomo] Situaciones



>From: "patricio enrique mc cabe" <mecabes_2@???>
>To: mecabes_2@???
>Subject: situaciones
>Date: Tue, 24 Apr 2007 18:07:37 -0300
>
>
>Texto leído en el Global Meeting - Venecia, 30 de marzo de 2006Por una
>nueva madurez de los movimientos
>Colectivo Situaciones
>20 abril 2007
>Buenos Aires -
>
>
>I.
>Hemos hablado mucho de lo sucedido en Argentina durante las jornadas del 19
>y 20 de diciembre del 2001. También sobre las dinámicas que anticiparon la
>insurrección. Hemos sido atravesados por los movimientos y la novedad
>social que desde entonces no ha cesado de proliferar en todo el continente.
>
>Aún hoy se discuten los efectos de aquella rebeldía colectiva y feroz. Una
>verdadera disputa interpretativa no cesa de reabrirse sobre los sentidos
>del ¡qué se vayan todos, que no quede ni uno solo!
>
>Por nuestra parte, insistimos en al menos tres consecuencias irreversibles
>de aquel diciembre.
>
>En primer lugar, fueron destituidas las funciones simbólicas y los
>atributos políticos del estado-nación. No sólo eso, pues de algún modo la
>hegemonía del mercado sobre toda la sociedad ya era una señal clara de ese
>agotamiento. Lo nuevo de diciembre del 2001 es la irrupción de luchas
>sociales que lograron pensar e intervenir las articulaciones concretas del
>cambio de época. A partir de ese momento la radicalidad política dejó de
>ser sinónimo de una vuelta atrás, de cierto conservadurismo y de consignas
>meramente defensivas.
>
>En segundo lugar, las formas políticas del neoliberalismo, que durante la
>década del noventa se habían mostrado imbatibles en toda América Latina,
>entraron en una crisis de legitimidad e iniciativa que aún persiste y no
>cesa de profundizarse.
>
>Por último, nada de lo anterior puede comprenderse sin dar cuenta del
>surgimiento de innumerables experiencias de creación, que adoptaron la
>forma de un conjunto heterogéneo de movimientos sociales por todos
>conocidos. La Argentina que supo del abismo, que percibió la desmesura de
>la situación, lejos de ser un campo de padecimiento, impotencia y miedo, se
>transformó en un territorio de experimentación colectiva, de imaginación
>política y de producción de nuevas modalidades subjetivas. El hacer social
>atravesó los límites de la crisis, delineó nuevas formas de cooperación y
>abrió un horizonte político contemporáneo.
>
>II.
>Estos tres pasajes son el piso sobre el que se edifica, a partir del 2003,
>el paisaje de una nueva gobernabilidad en América del Sur. Si el gobierno
>de Kirchner es efectivamente distinto de lo conocido al menos desde 1983 en
>Argentina, es precisamente porque logra leer estas nuevas condiciones que
>han conseguido imponer los movimientos sociales, y hacer uso de ellas en su
>intento por insertar de otro modo al país en el mercado mundial.
>
>Algunos hechos sobresalientes que permitieron la configuración de esta
>nueva gobernabilidad son:
>
>La capacidad de asumir que la consistencia tradicional de las instituciones
>estatales ya no puede darse por supuesta, le permitió al kirchnerismo tener
>conciencia de que la legitimidad y solidez del gobierno se conquista y se
>pone en juego a cada instante. La naturaleza de toda hegemonía actual es su
>precariedad. En ese sentido, el estado de excepción que el 2001 grabó en la
>sensibilidad de todos, persiste hoy como fondo inconfesable del poder
>político.
>Hubo una serie de iniciativas que lograron inscribirse institucionalmente,
>y que confirmaron la crisis política del neoliberalismo. Entre ellas se
>deben mencionar la modificación de la corte suprema de justicia (nexo
>decisivo desde el que se operaron los principales negocios vinculados a las
>privatizaciones); la remoción de las cúpulas militares y policiales ligadas
>a la dictadura y a las represiones de las últimas décadas, y el consecuente
>reconocimiento de la legitimidad constitucional de la protesta social; la
>derogación de las leyes de impunidad para los genocidas y la adopción
>oficial de la narrativa histórica de los movimientos de derechos humanos;
>el trazado de una autonomía relativa pero real respecto de los organismos
>de créditos internacionales y de los dictados del consenso de Washington,
>que a su vez habilita una política regional cuya prioridad es la
>integración latinoamericana, orientada hacia el multilateralismo, etcétera.
>Sin embargo, hay que señalar que estos logros conviven con continuidades
>(neoliberales, desarrollistas, clientelares y mafiosas) que se constituyen
>como verdaderos bloqueos para desplegar las posibilidades insinuadas.
>Mencionemos, sólo al pasar, tres persistencias que nos parecen
>fundamentales: la prioridad dada en términos económicos a los agro-negocios
>y a la extracción de los recursos naturales por parte de las
>trasnacionales, que impiden una real distribución de la riqueza; las
>políticas sociales que promueven la recuperación de la sociedad salarial y
>se orientan según el imaginario de la inclusión, lo que redunda en una
>re-victimización de los pobres; y la complicidad con las estructuras de
>gestión política territorial, articuladas localmente según un modelo de
>manejo mafioso de los negocios y de control social.
>Por último, y quizás lo decisivo, tiene que ver con el vínculo que el
>kirchnerismo establece con el nuevo protagonismo social que está en su
>origen y al que de algún modo debe su existencia. Este diálogo complejo,
>que quizás permanece abierto en alguna de sus declinaciones, pero que no ha
>mostrado aún episodios de verdadera innovación política, contiene de manera
>condensada la ambivalencia de la nueva gobernabilidad. La paradoja a la que
>nos enfrentamos, en cada uno de los pliegues en los que esta relación se
>juega, es la de una efectiva apertura de espacios para los movimientos que
>olvida lo principal: su capacidad constituyente. Se trata de un
>reconocimiento que consuma una inclusión subordinada, cuando no una
>cooptación lisa y llana.
>La autonomía experimentada por las luchas es reducida, así, a la
>tradicional figura de un sujeto con demandas. Esto sucede tanto con
>aquellos movimientos que se han expresado de modo más organizado y visible,
>como para los que proliferan de manera difusa e informe. La subordinación a
>la que nos referimos no es lineal porque no puede atribuirse sólo a la mala
>voluntad del gobierno, sino a su falta de imaginación, una incapacidad
>política que también afecta a los movimientos. El problema es de la
>relación y no de uno de sus términos.
>
>Cuando el conjunto de virtualidades que fueron abiertas se efectúan en una
>sola dirección, la situación se empobrece; la transformación se congela; el
>neoliberalismo, lejos de desaparecer, muta y adopta nuevas formas.
>
>III.
>Frente a este devenir de la nueva gobernabilidad, los movimientos que mejor
>expresaron la radicalidad política de la crisis de fin de siglo han sido
>afectados por una extraña sensación de tristeza. Quiénes estaban inmersos
>en procesos de creatividad social, de repente fueron sorprendidos por un
>llamado al orden que señalaba el final de la fiesta. Así quedaron separados
>de sus propias potencias, al confrontarse con un falso dilema: aceptar la
>inclusión subordinada que el reconocimiento de la nueva gobernabilidad
>opera; o bien dejarse arrastrar por la alternativa del aislamiento y la
>dispersión.
>
>Algunos rasgos que componen la tonalidad de la tristeza, y que nosotros
>hemos experimentado son:
>
>La imposición de la lógica de los especialistas, quienes llegan para
>ordenar lo que, se supone, era una caótica creatividad. Así, toda novedad
>lingüística es subsumida por categorizaciones disciplinarias que clasifican
>y jerarquizan. Los propios agentes de la innovación son presentados como
>expertos y separados del proceso colectivo de experimentación.
>La modelización, que hace de toda eficacia contingente y singular una
>fórmula apta para ser aplicada.
>La nostalgia, de quedar atado a las formas y los estilos que antes
>funcionaron, y que convierte la alegría de la invención en moldes y
>mandatos que hay que sostener.
>El vaciamiento de las consignas colectivas por la vía de su literalización,
>por ejemplo respecto de enunciados como el ¡qué se vayan todos!
>Un “economicismo reactivo”, expresado en mil frases del tipo: “los
>piqueteros sólo quieren conseguir dinero sin trabajar”, “la clase media
>sólo sale a la calle si le tocan el bolsillo”, y todos los modos de
>reducción del juego subjetivo a la crisis financiera;
>El desprecio por el modo en que la producción se socializa, lo que redunda
>en un recorte violento del poder virósico que la politización de la crisis
>permitió. La normalización es una interrupción del contagio y la
>interpelación trasversal. Es el gobierno de las marcas.
>La identificación mecánica de lo “micro” con lo “chico”, según la cual las
>formas concretas de la revuelta son identificadas con un momento previo,
>local y excepcional respecto de una realidad “macro” (“mayor”), que debe
>ser administrada.
>La vedetización de los actores, el espectáculo, que instituye voces
>reconocidas, personajes, ídolos, que luego son responsabilizados y culpados
>por la falta de resultados.
>Nos encontramos así frente al desafío político que la autonomía determina.
>La imposibilidad de ir más allá de la opción entre integración y
>marginalidad es lo que despolitiza.
>
>No se trata, por lo tanto, de simplemente negarla, haciendo como si la
>fiesta continuara, fingiendo una alegría sórdida, apelando a un
>hiper-activismo insensible. Tampoco alcanza con travestir el pesimismo
>injustificado de quienes sienten que el proceso ha recaído en el fracaso,
>con el optimismo de quienes festejan el cambio sin recalar en la naturaleza
>ambigua de la situación.
>
>Pero mucho menos podemos conformarnos cuando la autonomía se convierte en
>doctrina, dando la espalda a la transversalidad de la que se nutre y de la
>que extrae su potencia real. La creación desprendida de la cooperación
>social se seca, se aísla, pierde toda su potencia política y deviene una
>moral tranquilizadora, que hace del resentimiento su morada.
>
>IV.
>En los grupos y movimientos autónomos la tristeza aparece como amenaza de
>cooptación o abandono de la búsqueda. Para deshacerse de este corset, la
>autonomía necesita conquistar una nueva madurez. Ahora bien: la paradoja
>consiste en que la lucidez que se precisa sólo será alcanzada a través de
>un recomienzo. Esto es: el escenario de la nueva gobernabilidad será
>reabierto sí y sólo sí se desanda la dinámica de subordinación de los
>movimientos, relanzando la iniciativa social en aquellas dimensiones que
>hasta ahora no han sido politizadas.
>
>La madurez de la que hablamos implica romper los binarismos fijos y por lo
>tanto ilusorios. En algunos casos, como hemos visto, hay que sustraerse de
>opciones como el fracaso o el éxito, la victoria o la derrota. Pero también
>hay polarizaciones que conviene atravesar, yendo más allá de ellas: la
>relación entre movimientos e instituciones es un ejemplo.
>
>Si la relación entre gobiernos y movimientos no puede ser pensada en los
>términos clásicos de la representación, es entre otras cosas porque lo
>global es ya una realidad inmediata de cada vínculo político. Ni el
>gobierno ni los movimientos son términos fijos, dados, estables, sino más
>bien consistencias frágiles y en permanente constitución, desde que lo
>estatal-nacional ha dejado de ser la forma inevitable que daba marco a su
>relación. En ese sentido, es muy cierto que hoy cada conflicto y cada lucha
>en América del Sur adquiere una dimensión inmediatamente regional, cuyas
>repercusiones se constatan en sitios más bien distantes, tanto en el modo
>en que afectan al poder como en la resonancia que encuentran en otras
>realidades de lucha.
>
>La rebeldía de los habitantes de Gualeguaychú, en la provincia argentina de
>Entre Ríos, contra la instalación de una megafábrica de celulosa por parte
>de una transnacional finlandesa, en territorio uruguayo, es un nítido
>ejemplo de lo anterior. Sin tiempo para describir los pormenores de este
>conflicto, sólo lo mencionamos para dar cuenta de hasta qué punto aquella
>integración regional que en más de un aspecto y por primera vez se presenta
>como una gran posibilidad de expandir la energía productiva de los
>movimientos, puede por el contrario volverse en contra, hasta constituir
>una amenaza, si es que en la base de esta articulación se consolida la
>subordinación política de la autonomía social. Cuando esto es lo que
>sucede, la cooperación es desplegada de manera mercantil; y tras las buenas
>intenciones y el espíritu solidario, resurge siempre algún que otro
>empresario (con retórica estatalista, bolivariana o setentista, da igual)
>dispuesto a hacer negocios.
>
>Finalmente, si esta tendencia se confirma, el espacio político conquistado
>por las luchas, que ha podido traducirse en términos de una relativa
>independencia del continente respecto a los poderes globales, será
>desperdiciado y la oportunidad de imaginar un proceso autónomo de
>desarrollo quedará clausurada. En el mismo sentido, son desaprovechadas las
>inéditas condiciones de crecimiento económico de la región, para promover
>una radical redistribución de la riqueza, y así modificar de manera
>efectiva las condiciones neoliberales de la existencia.
>
>V.
>Dijimos antes que madurar es una capacidad que sólo se consigue gracias a
>un recomienzo. En este caso, asumir lo global como dimensión en cada lucha
>no implica tanto ocuparse de lo que está afuera, ni necesariamente dar un
>salto de las cuestiones de los movimientos hacia las preocupaciones
>geopolíticas o estratégicas. Lo global hoy se presenta como el modo
>concreto en que las dinámicas trasnacionales atraviesan nuestras realidades
>singulares. Reconocer, señalar y derribar las nuevas fronteras levantadas
>por estos desplazamientos, constituye una vía fundamental de politización
>en el contexto de la nueva gobernabilidad. Es por eso que estamos
>intentando seguir de cerca el modo en que las subjetividades productivas
>son segmentadas según una nueva topología del trabajo y de la ciudad.
>
>En el primer caso, las formas contemporáneas de explotación del alma
>delinean una nítida separación entre la parte alta de la fuerza laboral
>inmaterial, que es muy bien pagada y pone en juego su creatividad en la
>producción; de la parte baja, que no sólo está precarizada y mal pagada,
>sino que está sometida a las promesas de la imagen y la comunicación. Las
>incipientes luchas de los operadores telefónicos de los call-centers, con
>los que hemos venido compartiendo intuiciones, nos han ayudado a percibir
>la magnitud del problema político que está emergiendo.
>
>En el segundo caso, la de una nueva cartografía urbana, la experiencia de
>los migrantes bolivianos y peruanos en el conurbano y en las villas de
>Buenos Aires comienza a recortar una crítica contemporánea a la real
>entidad de instituciones que han recuperado su apariencia inclusiva, como
>la ciudadanía, la escuela, la noción de los derechos humanos y el trabajo.
>Las virtualidades que abre el contagio verdadero entre las dinámicas
>activadas por el neoliberalismo y los movimientos en los últimos años de
>América Latina, están en realidad a la vuelta de esquina, y es allí donde
>se vuelven a poner en juego los modos concretos de su efectuación.
>
>Para terminar, tenemos la impresión que el análisis y el pensamiento
>político en la actualidad también reclaman un recomienzo. Es evidente que
>el desafío no pasa, como cree buena parte de la izquierda, por el hecho de
>definirse a favor o en contra de los gobiernos. No nos parece que vivamos
>un tiempo labrado por la inminencia de “soluciones definitivas”; ni vemos
>demasiada vitalidad en los debates que procuran encontrar los verdaderos
>sujetos de la transformación o que buscan recuperar los modelos de futuro
>que hace muy poco fueron sobrepasados por la imaginación de las luchas.
>
>Precisamos cautela y serenidad, para conquistar una mayor soberanía sobre
>dimensiones de la vida diaria y colectiva, que nos permitan elaborar nuevas
>formas de articular la multiplicidad de niveles temporales y existenciales
>que constituyen lo común.
>
>Experimentar las potencias de una abstención que no es pasividad sino plena
>disponibilidad, pues evita ser simplemente arrastrados o conquistados por
>los oficialismos de turno, al tiempo que elude la confrontación
>autodestructiva con los nuevos gobiernos.
>
>La constitución de espacios públicos no estatales requiere de “políticas
>concretas”, donde aparezcamos con nuestras verdaderas preguntas. Pero la
>radicalidad de esta intervención se juega en la escucha colectiva que
>logremos instituir.
>
>Reconstruir un horizonte político de las luchas exige, en primer lugar, una
>nueva sensibilidad militante.
>
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