[Pensamientoautonomo] Gualeguaychú y el socilaismo del siglo…

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Autor: Norberto Farías
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Para: univ y movs sociales, Red SolidaridadVL, redrosario, Silvia Corona, lista por una ronda de pensamiento autonomo entre sujetos de los movimientos argentinos
Assunto: [Pensamientoautonomo] Gualeguaychú y el socilaismo del siglo XXI
Gualeguaychu y la “Estrategia” del Socialismo del Siglo XXI
Por Luis Mattini
La Fogata

Ni yo ni ninguna persona común se propondría dar soluciones al conflicto de Gualeguaychú con las pasteras, (al menos que fuera un académico argentino de esos que “cortan el bacalao” en La Habana, claro está) sólo pretendemos tomar lo novedoso, lo particular, lo que hace diferente y potente  la experiencia de los entrerrianos y tratar de sacar elementos que disparen la imaginación en nuestra tozuda práctica que busca mundos mejores. En ese sentido seguimos el ejemplo de los maestros hasta donde nuestros modestos entederes lo permiten. Y en efecto, los maestros se basaron en hechos “coyunturales” para elaborar sus teorias, sobre todo en La Gran Revolución Francesa, (en rigor los alzamientos de Paris 1789/93 que involucraron a una fracción centesimal de la población mundial, desde el punto de vista del conjunto de la humanidad, fueron “coyunturales”); luego las “revoluciones burguesas” europeas del siglo XIX  y la Comuna de Paris.  Todas “derrotadas”, como fue “derrotado”el 19
 y 20 de diciembre. ¿Fueron realmente “derrotadas”?    
Es verdad, que los “setentistas” debemos estar prevenidos de no abusar de los análisis con sabor de derrota,  atentos a nuestras propias miserias cuando solemos lamernos las heridas. Pero también es verdad que la actual generación tiene que hacerse cargo de su propia responsabilidad. Esto significa tratar de conceptualizar, es decir, extraer elementos de la vida para analizar y comprender, en busca aproximarse a elaborar eso que llaman “teoría”; esto es, tratar de responder por medio de la razón al porqué en la historia parecería haber  “momentos” de iniciativa y creativa ofensiva  y “momentos” defensivos, en que se pierde la iniciativa, para dedicarse a estudiar o repetir lo que hicieron los que vivieron el “momento” anterior. (Lograr actuar en  la defensiva es también mantener la iniciativa y la creatividad) ¿No será que un problema en la sucesion de generaciones, o “momentos, consistiría el mantener como dogmas categorias pasibles de ser revisadas.  Así, por ejemplo, es
 trillado explicar que entre época y generación o, lo que es lo mismo, entre época y sujeto, existe una “relación dialéctica”, según la cual el sujeto hace a la época y la época hace al sujeto, que equivale a decir que es una “relación lógica” y con ello se explica todo y no se explica nada. Al menos no aprendemos a “manejar”, a crear, esa supuesta “relación dialéctica” cuando creemos observar que no se produce.    
Con respecto al pasado reciente, yo creo que nuestra generación, al menos en lo subjetivo, no es hija de la derrota, sino de la “victoria”. Nosotros nacimos a la lucha política, habiendo disfrutado en la niñez del estado de bienestar e “iluminados” por las supuestas “victorias”, en donde el relato épico de tales triunfos se transformaba en pretendida teoría, teoría que a su vez suele repetir la presente generación cuando habla de “desviaciones”. (foquismo, militarismo, reformismo, infatilismo, determinismo, mecanicismo, etc) Lo que intento significar es que muchos analistas presentes del pasado reciente, suelen concluir que si no nos hubiésemos “desviado” de la teoría, no habria habido derrota. O ese “la práctica como criterio de verdad”, como análisis de la práctica pasada, según el cual triunfo resulta igual a verdad y derrota resulta igual a falso. En cambio yo estoy convencido que, por suerte, hubo una especie de esquizofrenia, para decirlo de algún modo, entre teoría y
 práctica porque , en los hechos, no habíamos seguido al pie de la letra las teorías que pregonábamos con el discurso, lo cual nos  dio  la oportunidad de la creación. Esa fue la parte saludable, los aciertos, que nos tocó vivir y, paradójicamente, la que suele onubilizarnos en el presente.    
Sin embargo, con respecto a la “teoría”, el pensamiento dominante en el campo popular en los setentas, comparado con épocas anteriores a la nuestra, se caracterizó por una relativa pobreza, porque estábamos atravesados por la acción y, para ella parecían útiles los manuales (ojo, no sólo los vilipendiados soviéticos)  que “cientifizaron”, valga redundancia, las ciencias sociales. Y es por ello que hoy nos vemos obligados a “retroceder” a filósofos y pensadores que habíamos desdeñado porque su pensamiento se oponía a nuestros deseos,  se contradecía con los aparentes triunfos que mostraban el paso inexorable del capitalismo al socialismo.    
Los viejos maestros del siglo XIX, en cambio, vivieron momentos fundantes y constituyentes y su campo de estudio fueron, como dije más arriba, revoluciones “derrotadas”. Fundaron un proyecto de socialismo, en su momento llamado “científico” enfrentando enfáticamente la utopía, (el rescate que se hace hoy de “utopia”, indica que muy pocos están dispuestos a mantener el adjetivo “científico”)  Digamos mejor que fundaron un cuerpo de ideas, un imaginario  de sociedad opuesta al capitalismo, cuya concreción era una apuesta; pero lo hicieron sin lograr desprenderse del todo de la hegemonía del pensamiento capitalista, por asi decirlo, (Hegel). Y claro, no puedo ser tan necio como para pretender que los maestros la ignoraran y mucho menos creer  que nosotros nos hemos desprendido de la influencia capitalista, apenas si estamos tomando conciencia de ello.. 


“El mundo” no es realidad, es representación trascendente, la vida es presencia inmanente..

Un rasgo distintivo del pensamiento capitalista, casi desconocido  hasta la modernidad, es la “totalidad totalizante”, porque ella tiene su origen material en la búsqueda del reino absoluto del mercado al transformar la fuerza de trabajo en mercancía. Cierto que ya el cristianismo incorpora a la cultura occidental la idea de totalidad y por ello es posible que tenga razón León Rotzichner cuando afirma que el cristianismo es el lejano origen del capitalismo. En todo caso el monoteismo, el liberalismo y el marxismo “oficial”, comparten la concepción de totalidad. Y por ello tabién es atendible el argumento de algunos cristianos que sostienen que en Cristo está el origen del socilaismo.  A su vez, los llamados “populares”, de Asia, Africa y América Latina, como alternativa al eurocentrismo, no pudieron despegarse de la influencia hegemónica del pensamiento de la modernidad. Y no puede decirse que no lo hayan intentado. (Revolución cultural en China; escuelas secundarias
 rurales en Cuba, etc)   
Desde luego que este uso de herramientas propias de la época para analizar el propio capitalismo y el estado moderno (Locke, Adam Smith, Hegel, Darwin) ese reconocimiento de Marx que las “ideas dominantes son las de las clases dominantes”, no se hizo sin fuertes tensiones entre el deseo, la ética y la voluntad de tranformar por un lado , con el aherrojamiento de tales “ciencias” por otro. Por eso son posibles variadas lecturas de Marx.    
Ahora bien: los maestros tuvieron un montón de argumentos sobre las “derrotas” de las revoluciones del siglo XVIII y  XIX que estudiaron minuciosamente, empezando por la gran revolucion francesa. Como es sabido, según ellos, no hubo tal derrota, sino que fue una ilusión de los “humanistas” creer que la revolución era para el pueblo, la revolucion era para la burguesia y desde ese punto de vista fue una victoria total cuando todo lo burgués se hizo humano y todo lo humano se hizo burgués. ¿Cómo, entonces,  podían recoger lo “positivo” de esas revoluciones derrotadas desde el punto de vista libertario si no por medio del concepto de totalidad, que las incorporara a un proceso ascendente de emancipación humana?  Totalidad implica un sentido finalista, meta, objetivo final…el comunismo como la resultante de todo lo acumulado por la larga marcha de la humanidad a lo largo de su historia. Por lo tanto las partes se deben subordinar a ese todo final.    
Aún tomando saludable distancia del todo determinismo, aún considerando que ese proyecto, como tal, depende de voluntad humana, condicionada, pero no determinada, por la base material, el concepto de totalidad  hacia un objetivo final contiene la trascendencia y como tal. desde el punto de vista escatológico, es la alternativa terrrenal a la promesa cristiana del paraiso. Cualquier sacrificio vale si apunta al objetivo final. Así muchos de nosotros, pudimos admitir criticamente al stalinismo y al crimen global de la segunda guerra mundial como una gesta liberadora, fuera esta la “Gran guerra Patria” o fuera la guerra de la civilización contra la barbarie. Stalin hizo matar  más comunistas que Hitler, pero decía hacerlo en pos del comunismo como razón de la historia, esa es la sola diferencia.      
Por otra parte, totalidad y trascendencia implican siempre actuar en función de futuro, el presente se subordina al futuro. O sea que la totalidad, el todo, no sólo es espacial, geográfico sino también temporal  e…infinito.    
Es interesante observar que, por lo diverso, la historia muestra que la gente se ha movido motivada por la “totalidad” sólo en momentos excepcionales. (En nuestro caso las guerras de la independencia y ciertos hitos) Son esos momentos que, desde esta óptica totalizante se los llama “históricos” ( a veces reales a veces imaginarios) y por ello Hegel puede hablar de “pueblos sin historia”, no por ser un alemán racista sino porque lo vé desde la totalidad.  Podemos convenir que efectivamente son eventos, o situaciones imanentes, momentos de formidables rupturas, a veces revoluciones, donde la vorágine de los hechos arrastra o entusiasma a millones de seres humanos más allá de sus intereses inmediatos en alguna de las unidades de la totalidad (Ciudad, Provincia, Nación, Continentes). Pero en este punto cabe también distinguir cuál es evento o situación, sin perjuicio de la magnitud y sin sujeción a la estrategia de lo trascendente. El evento sería aquella situación que contiene
 una imanente práctica de cambio en la subjetividad, de rebeldía,  aún en el contexto de una supuesta  monumental trascendencia. Por ejemplo, el gueto de Varsovia en el contexto de la segunda guerra mundial, el Che, oponiendo a la “estrategia” del campo socialista sus “uno, dos, tres Vietnam”. . 


La inmanencia de Gauleguaychú.

En la cotidianidad de lo “no histórico” se producen a diario eventos que no obedecen al un “gran evento”, es decir hechos que no se corresponden a una “estrategia”. Tal es el caso de aquel Cutralcó, aquel Mosconi, ese 19/20 de diciembre… Esquel o Gualeguaychú. No es necesario hacer una encuesta para suponer que la mayoria de la gente de Gualeguaychú no piensa en la trascendencia de una estrategia anticapitalista, actuan por la inmanencia de su decisión de defender un modo de vida; y van de “tacticas” en “tácticas”, por así hablar, sin que lo adecuado de cada táctica se corresponda a una estrategia para medirla.  La “estrategia” de Gauleguaychú es bien “pequeña”: expulsar las pasteras. (La motivación de cada persona o cada grupo del colectivo es a su vez diversa) Por lo tanto la justeza o no de las tácticas se medirán por esa “estrategia”. Porque es en el proceso de lucha donde los propios protagonistas advierten que una “inocente” protesta ecologista pone el dedo en la
 llaga de tremendos intereses. En esa práctica toman contacto con la teoría, con la ciencia, se informan y se forman, se “especializan” hasta hacerse “expertos”; con una diferencia radical: se accede a tales conocimientos por la vía del cuerpo sin “pre-juicios”, con juicios tomados, juicios dados por el deseo, por la opción de vida asumida y no por teorías totalizantes que indicarían cómo ser felices.   Por otro lado, no se trata, como lo exigía cierto pensamiento agotado, de analizar la “correlación de fuerzas” para decidir si conviene o no dar la batalla de acuerdo a cómo estaría dada la disposición “estratégica”. Primero porque si Gualeguaychú hubiese razonado anteponiendo la centralidad del cerebro (análisis teórico previsible) que le hubiera indicado su pequeñez frente a la hostilidad general, si hubiera sopesado la magnitud de la coalición de fuerzas a que se enfrentaba, (imaginarios tecnocráticos del progresismo, académicos marxistas que no pueden entender el
 fenómeno biotecnología, mezquinas visiones corporativas de ciertos sindicatos, gobiernos aherrojados por la gestión, relaciones mafiosas con los gobiernos  provinciales, cierto sindicalismo-empresarial subsidiario de la gran tecnología, negocios de los empresarios locales, movimientos populares en el gobierno jactanciosos de su “civilidad” y, claro, por supuesto, su coronación: los altos intereses transnacionales) quizás ni siquiera lo hubiera intentado. Luego porque Gualeguaychú desconocía su propia potencia, por aquello que “nunca se sabe cuánto el cuerpo puede”. Al carecer de teoría para actuar,  simplemente se echaron a andar y hoy se pueden asombrar de su propia potencia. Pero, lo que es más importante: no está escrito cual es la táctica adecuada, insisto, no es una verdad que existe objetivamente y sólo hay que revelar, no hay una teoría para el estudio analítico previsible, no se desprende de la trascendencia de lo general, es una verdad a crear, es una politica a
 inventar desde la propia inmanencia y en esa situación concreta. Tal es la riqueza de Gualeguaychú, sea cual fuere el resultado final.  Potencia de lucha que se desmoronaría si la encajáramos en cualquier “estrategia”.    
Es en ese sentido, existe un gran riesgo en el intento de “extensión  artificial” de Gauleguaychú: la tentación de bloquear el puerto de Buenos Aires. Si ello fuera hecho por los ciudadanos de esta ciudad que se movilizaran por solidaridad en el sentido lato del término (ser parte de lo mismo) bienvenida sea; porque entonces no estarían haciendo solidaridad con Gualeguaychú, sino “otro” Gualeguaychú, “otro” Esquel, otro 19/20 de diciembre. Ello significaria la movilización de porteños que, en primer lugar hicieran conciencia de sus propios problemas ecológicos locales, que son más graves que los de Gualeguaychú y hasta ahora se ha movido una infima minoría de la ciudad,  empezando por las torres de Puerto Madero, los terrenos de la ex ciudad deportiva de Boca, (por ser zona portuaria) y asi decenas de problemas similares, el mayor el Riachuelo. ¿Que Puerto Madero está lejos de los barrios carenciados de Buenos Aires? Es verdad, también Gualeguaychú está a 14 kilómetros de
 las pasteras y su población no se mueve por ser “carenciada”. Dicho en forma más clara: así como la asamblea de la ciudad de Gualeguaychú (gente presente, no “representantes”) bloquea el puente hacia Fray Bentos, y la asamblea de la ciudad de Colón (gente presente, no “representantes”) analiza medidas similares, debería ser la asamblea de la ciudad de Buenos Aires (gente presente, no “representantes”) quien decida bloquear su puerto, dispuestos a enfrentar todas las consecuencias y no la no la asamblea de deteminado barrio “representando” a los porteños.     
 Pero las cosas no vienen así; la idea de bloquear el Puerto de Buenos Aires viene fogoneada por asambleístas y piqueteros, muchos de ellos fuera de esta ciudad, que no se caracterizaron precisamente por esta temática y que ahora, de hecho, “representarían” a los ciudadanos de Buenos Aires, siguiendo una pretendida “estrategia”, para la cual ellos, los piqueteros, a diferencia de Gauleguaychú, “conocen” sus fuerzas (mejor dicho creen conocer), porque sus fuerzas son las que despliegan en situación de presentes y no de “rerpresentantes” para las que le dan formas de un “ejército civil”). Estas “fuercitas” se mueven con una “estrategia” de “acumulación de fuerzas”, sin comprender que Gualeguaychú muestra el despliegue de potencia.    
Una acción de ese tipo podría ser un salvavidas de plomo para los activistas de Gualeguaychú, porque más que demostración efectiva de fuerza lo sería de debilidad, digamos algo asi como oponer escuadrones a los escuadrones de la represión y encima de civiles con palos y bufandas.  La única manera legítima de bloquear el puerto de Buenos Aires sería la movilización de unos trescientos mil porteños, (no como un asunto de “fuerza” sino por presencia), que dijeran basta la la depredación del ambiente. Esto no es “utópico”, el 19/20, demostró que la realidad es más rica que la teoría, podría suceder el día menos pensado. Mientras ello no ocurra, no se lo puede reemplazar con “vanguardias”.    
Dicho metafóricamente, no se trata de “extender Gualeguaychú”,  sino de desplegar un, dos, tres …muchos Gualeguaychú en donde los protagonistas descubran, no la “fuerza” de Gualeguaychú, sino su propia potencia. Precisamente, las acciones en varios barrios porteños y del Gran Buenos Aires contra las construcción de edificios torre, son esos muchos Gualegauychú. (No sería necesario agregar que esto no nos exime de realización de actividades de solidaridad de todo tipo con Guleguaychú en Buenos Aires y todo el país. Por ejemplo un acto de “representantes” de las asambleas, y organizaciones sociales en la zona portuaria) . 


El socialismo del siglo XXI

Muchos luchadores contra el capitalismo siguen arrastrando uno de los lastres más pesados que nos legó la modernidad, la totalidad; la idea de que lo global, lo planetario, articulado, ordenado y manejado racionalmente desde un centro, es destino natural de la humanidad y sinónimo de civilización superior. Por ello a la globalidad capitalista se pretende oponer algo así como la globalidad socialista. Ahora se la menciona como “el socialismo del siglo XXI”. Una estructura planetaria para enfrentar a la estructura planetearia capitalista ¿Por qué no podemos hablar de los socialismos, de muchas variedades de prácticas sociales autónomas solidarias que, en su multiplicidad local, vayan más allá del Estado Nación y de Estados Multinacionales?    
Y de eso se trata, de que la estructura planetaria es innerente del   capitalismo y, si concebimos otra estructura planetaria, será también capitalista. Dicho más claro: la estructura planetaria en obra del mercado, de la lógica de la libre circulación de la mercancía en tiempos que la fuerza de trabajo se transforma en mercancía. Los hombres, en este caso los capitalistas, administran, intentan dirigir, según intereses grupales, ese movimiento y sólo pueden moverse “globalmente” como lo hacen, en el terreno de la mercancia. La democracia representativa es su forma ideal y funcional,           pero cuando esta no puede dominar por la resitencia de lo diverso, no sólo se recurre a la fuerza de la policía mundial, sino que tal fuerza constituye, además de su bien de uso (reprimir) en una rentable mercancia. (Ejércitos, industria bélica, industria de la seguridad, etc)    
El sistema único, no está dirigido por un cerebro humano, ni siquiera un equipo, sino por un entrecruce de intereses “solidarios” y enfrentados, alimentados por todos los “sitemas” (sistema económico, político, educativo, religioso, “cultural”, etc). donde posiciones de derecha y de izquierda suelen acordar más de lo sospechado porque tienen en común el modo de ver “el mundo”, aunque intereses antagónicos y que mantienen un equilibrio inestable, a tal punto que cada momento se va de madres, porque, al contrario de lo que afirman los tecnófilos, (que me acusan de tecnófobo) el hombre controla cada vez menos su propia creación. La leyenda del aprendiz de brujo pesa como una espada sobre nuestras cabezas.    
. Esta afirmación no se desprede de una variante de un determinismo economicista, sino de la profunda crítica a la soberbia de la modernidad que estableció la centralidad de la conciencia y la omnipotencia del hombre sobre la naturaleza y sus propios actos.(“hombre”, sí compañera, no se sulfure, digo “hombre” con toda intención, porque la mujer no estaba considerada pensante y, para abrirse paso en este “mundo”, está obligada a pensar como hombre.) Tal estructura planetaria no obedece a la voluntad de los humanos sino al mercado capitalista. (manejado por humanos que se llaman empresarios, políticos, científicos, religiosos, docentes, profesionales e intereses corporativos)  pero que también actuan “en situación” y son pasibles de “triunfos” y “derrotas”) Los seres humanos no pueden actuar más allá de “su situación”, porque están “situados” material, cultural e históricamente.    
Para enfrentar esa intemperie el ser humano inventó primero la magia, luego la religión y después la ciencia. Pero ocurre que esos dioses han muerto o se han vuelto locos, dejándonos en la intemperie, ha quedado a la vista nuestra fragilidad como especie y la falsedad de nuestra omnipotencia para dominar la naturaleza y el “mundo”. Pero fragilidad e intemperie no significa impotencia, por el contrario la omnipotencia es consecuencia de la impotencia de la fuerza. La fragilidad puede generar potencia, por aquello que decía el genral Giap: “el arma vale lo que vale el hombre que la empuña”. Por ello es que, liberados de la protección omnipotente de la fuerza de los dioses, podemos enfrentar la intemperie liberando la inmanencia de ese haz de potencias que actúan contra la injusticia en cada situación, resistiendo a la destrucción de la vida, construyendo relaciones sociales, sin saber ciencia cierta qué sobrevirá de cada construcción. Se trata de resistir creando para hacer
 realidad esa hermosa frase “resistir es crear”. En esa práctica la militancia, independientemente de costos, esfuerzos y resultados finales, no es un “sacrificio”, sino el placer de la creación. 
En todo caso la propuesta de una estructura planetaria alternativa es la que está en  danza hoy en América, en la que se anotan desde Cuba, pasando por Venezuela y Bolivia, a Argentina y hasta con el agregado de la “democracia participativa”. Y claro, un proyecto de este tipo implica de por sí una estrategia, un enfrentamiento global, a lo global, un formidable despliegue y disposición de fuerzas sobre un tablero primero nacional, luego regional y después mundial, donde habria que mover las unidades tácticas, sopesando cada movimiento, atendiendo a la correlación de fuerzas, los flancos débiles del enemigo, etc. A nadie puede caber dudas que un sistema único mundial implicaria una conducción única, (¿Elegida en democracia participativa?)   
Eso ya inventado y su forma política fue la “democracia popular”. Pareciera que ahora sería sólo cuestión de cambiar el adjetivo, evitar las “desviaciones” mediante el “control popular” con la “democracia participativa”. Sin embargo, así como la burguesía también suele “desviarse” de la democracia representativa cuando está amenazado el control de la totalidad capitalista (no siempre por el oponente anticapitalista, sino también, con harta frecuencia, por la tozuda fuerza de la diversidad) el “socialismo del siglo XXI” se “desviarᔠde la democracia popular participativa apenas vea amenazada la “totalidad socialista”, por la fuerza de la diversidad, por los miles de Gualeguaychú. (No es que uno se ponga paranoico, pero ya tenemos a Chávez exigiendo el partido único) . 


Presencia, no a la representatividad

No sólo están cuestionadas las teorías, sino el propio concepto de teoría en tanto éste sigue ligado a la supuesta centralidad del cerebro, desdeñando lo que el cuerpo puede. Lo que está en juego no son teorías sino una práctica que conlleva una determinada manera de pensar. La “nueva forma de pensar” (en rigor no tan nueva)  no se debe a que cayó el socialismo que supimos contruir , sino a que “Dios ha muerto”, y por ello no se terminó la historia, claro, no creo que haga falta aclarar esto. Sólo que al morir Dios, nos hemos quedado, como dije, a la intemperie. Lejos de amilanarnos, es un desafío que entusiasma, actuar por nosotros mismos, como Ulises en su viaje a Ithaca, donde lo importante no es la meta sino el camino. Sólo desde este punto de vista es válida la palabra democracia, pero no como estado, como sistema político, sino como verbo, como práctica de acción y organización entre la gente. Una concepción tal de democracia no necesita adjetivos.    
Hasta la generación de los setentas actuamos, con teoría o sin ella, como fuerzas contituidas. Con la industrialización la burguesía se contituyó así misma y constituyó, a su pesar, su oponente, el proletariado. Una lucha ceñida al ámbito del llamado “trabajo productivo”, apropiándose del homo faber. El resto de la humanidad laboriosa, el animal laborans, el que realizaba y realiza lo “improductivo”, lo supuestamente doméstico, quedó fuera, mejor dicho fue instado a subordinarse, a postergar sus aspiraciones de emancipación a la espera de la resultante de ese gran combate. Por su parte, la totalidad opositora a la burguesía en el siglo XX, es decir la totalidad socialista (con independencia de cada fracción política) coincidía en decirle: esperen a la revolucion mundial que liberará al proletariado y este emancipará a la humanidad. Por suerte los postergados, en tanto y cuanto vida activa, se rebelaron contra la dictadura de esa totalidad que compartían buguesia y
 proletariado e “hicieron la suya”, los esclavos de las colonias, campesinos, mujeres, indígenas, minorías étnicas, nacionales, homosexuales, lesbianas, artistas, anti-siquiatria, etc, lucharon desde “la parte”, es decir desde cada situación y lograron hacerse presentes pese a la “derrota” de la revolución mundial. 
Finalmente la totalidad no es real, “el mundo” no es real, es una representación que actúa e incide sobre la realidad. La realidad no puede ser representación sino presencia; la realidad son son los muchos mundos en forma de presencia. Una totalidad oponente sería también, por definición. “otra” representación de “otro mundo”.   Si los muchos mundos se hacen presente desde su imanencia, la representación quedará sólo para las ceremonias, protocolos, esos encuentros trascendentes, (casi siempre se autodenominan a priori  “históricos”), ritos laicos que parecen haber reemplazado a los ritos religiosos de comunión, sólo que en vez de escuchar a Dios, cada uno se escucha a sí mismo, comulgados por los aplausos. 
Fuera de contexto de un ideario que contenga la totalidad y el “objetivo final”, y que por lo tanto analizaría triunfos o derrotas tácticas en este movimiento, Gualeguaychú ofrece un ejemplo estimulante del valor de la lucha, aquí y ahora, enfrentando la intemperie, sin “referentes superiores”, sin responder a un “centro”, realizando la libertad en el acto, ejerciendo en la propia lucha la emancipación, sean cuales fueran las preferencias de cada uno, pero que, al oponerse a los dictados del mercado mundial, está minando la estructura planetaria. No tenemos por que propiciar un “centro ordenador” que dé trascendencia a cada parte, sino incentivar la inmanencia, la multiplicación de la acción local, porque no son partes de un todo sino el todo en la parte.  Repito, pidiendo disculpas por la machaca, parafraseando al Che, podríamos decir que la “estrategia”, si queremos hablar de ella, consiste en un, dos, tres, muchos Gualeguaychú.     
Por último, me permito transcribir el siguiete poema de Constantin Kavafis, quien escribe mucho mejor que yo,  sin más comentarios.   


ITHACA   
Conserva sin cesar Ithaca presente en el espíritu. 
Tu meta final es llegar a ella. pero no acortes el viaje:   
es mejor que dure muchos años y que llegues por fin a tu isla   
en los días de la vejez,   
rico de todo lo que ganaste en el camino. 
Sin esperar  que Ithaca te enriquezca. 
Ithaca te dio ese hermoso viaje;   
sin ella no te hubieras puesto en camino. 
Ella no tiene otra cosa para darte. 
Incluso si la encontraras pobre, Ithaca no te habrá    
engañado   
Sabio como te habrás vuelto despues de tantas experiencias   
comprenderás al fin lo que las Ithacas significan.               


        
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