La Fogata
"La Página de los Compañeros"
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NUESTROS SUEÑOS, NO CABEN EN SUS URNAS
Una Canción necesaria
Vicente Feliú
al Che no in memoriam
Tu piel ligada al hueso se perdió en la tierra.
La lágrima, el poema y el recuerdo
están labrando sobre el fuego
el canto de la muerte
con ametralladoras doradas desde ti.
Y aquí a cada noche se busca en tus libros
el propósito justo de toda acción.
Y se abre tu memoria a todo aquel que renace,
pero nunca falta alguien que te alce en un altar
Y haga leyenda tu imagen formadora
y haga imposible el sueño de alcanzarte
y aprenda alguna de tus frases de memoria
para decir: "seré como él", sin conocerte
Y lo pregone sin pudor,
sin sueño, sin amor, sin fe
Y pierdan tus palabras sentido de respeto
hacia el hombre que nace cubierto de tu flor
Algún poeta dijo, y sería lo más justo,
desde hoy nuestro deber es defenderte
de ser Dios.
Seguimos adelante, Comandante
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Consecuencia revolucionaria
Desmitificar al che para que siga combatiendo
Sergio Ramírez
s.ramirez@???
La Fogata
Existe la tendencia a simplificar el pensamiento del Che. Con frecuencia se afirma que defendió la lucha armada como el único camino, en expresión concreta del voluntarismo que le dominaba. Por lo cual, cabría preguntarse: ¿si el reduccionismo, el empobrecimiento teórico, no mutila la aportación ideológica del Che?. En un nuevo aniversario de su muerte en combate, algunas consideraciones sobre su aporte y vigencia, dado que la crítica reformista y, también, muchas adhesiones valientes pero inmaduras, deformaron su pensamiento
Para una respuesta a interrogantes y deformadas interpretaciones sobre el pensamiento del Che, algunas consideraciones. El Che precisa, enfatiza, que la guerra de guerrillas es un método para lograr un fin: la toma del poder. El estudio de su pensamiento permite avalar tal conclusión. En efecto en su obra "Guerra de Guerrillas" (1960) aclara, en primer lugar, que el parto violento o pacífico de la Revolución no depende de los revolucionarios sino de la resistencia que opongan las fuerzas reaccionarias al nacimiento de la nueva sociedad, que se engendra por las contradicciones que se generan dentro del viejo sistema. Estimaba que la guerra era inevitable en una sociedad dividida en clases, pero estaba consciente de que la dictadura de las clases dominantes trataba de ocultar su resolución de ejercerla en su expresión extrema de su fuerza. Por eso, consideraba que los revolucionarios debían denunciar su verdadero carácter, obligarla a presentarse sin disfraz. Es decir, en su verdadera esencia de dictadura violenta de las clases dominantes. Propuesta no siempre considerada. Muchas veces quienes luchaban dentro de la institucionalidad burguesa, en vez de aprovechar esa legalidad para producir la ruptura institucional y desenmascarar lo que ésta representa, se limitaban a actuar dentro de sus límites, procurando más bien dar pruebas de una buena conducta para conservar los "beneficios" que el sistema les concede, a cambio del abandono de toda estrategia de poder. Actitud que representa un cuestionamiento de la vigencia del pensamiento del Che. Tal negativa se expresa desde sectores de "izquierda", cuyos voceros abogan por las vías "pacíficas y democrático-burguesas" para la toma del poder. Producto de ello, la interrogantes: ¿Hay una situación real en América Latina para el acceso al poder de los sectores populares por medio de las urnas o debería haber enfrentamiento armada como postulaba el Che?
En la formulación de una respuesta hay que establecer previamente la diferencia entre gobierno y poder (una cosa es llegar al gobierno por una vía pacífica y otra es tomar el poder) y analizar, sin distorsiones, el pensamiento real del Che. En tal perspectiva se puede establecer que a fines de 1962, él puntualizaba que por tránsito pacífico al socialismo, es decir, tránsito sin uso de las fuerzas armadas, no podía entenderse sólo el logro del poder formal - o lo que se acostumbra a llamar gobierno - sino la instauración del poder socialista con todos sus atributos y significados. Además, no descartaba, aunque las posibilidades le parecían muy remotas, que en determinadas condiciones o situaciones especiales de crisis, los régimenes burgueses se viesen obligados a ceder el gobierno a las fuerzas populares, que los cambios sociales pudiesen iniciarse por las vías electorales. Pero estaba convencido de que un gobierno elegido por votación popular, que iniciase transformaciones profundas, entraría de inmediato en conflicto con las clases desplazadas del gobierno y, por lo tanto, con el ejército, instrumento de opresión de clases. Poco más de 10 años de expresado este pensamiento ocurría en Chile (1973) exactamente lo anunciado por el Che.
LA LUCHA GUERRILLERA ES LUCHA DE MASAS
A pesar de la justeza de su pensamiento, el Che ha sido y es objeto de enconados ataques y de falsificaciones, tanto de derecha como de izquierda. Las que más abundan son las que lo caracterizan como ciego partidario de la lucha armada, en cualquier tiempo y circunstancia. Tales argumentos son falacias. El Che nunca planteó la inevitabilidad de la lucha armada en términos absolutos y dogmáticos. Decía: "Donde un gobierno haya subido al poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta o no, y se mantenga al menos una apariencia de legalidad constitucional, el brote guerrillero es imposible de producir por no haberse agotado la posibilidad de lucha cívica".
El Che, revolucionario de sólida formación teórica, no sólo comprendía sino que propugnaba la participación de las masas, sin las cuales, estimaba, es imposible el triunfo revolucionario. En su obra citada, afirma: "Es importante destacar que la lucha guerrillera es una lucha de masas, es una lucha del pueblo; la guerrilla, como núcleo armado, es la vanguardia combatiente del mismo, su gran fuerza radica en la masa de la población". Lo que efectivamente plantea es que "si un movimiento popular alcanza el poder por amplia votación y resuelve iniciar las grandes transformaciones sociales que constituyen el programa por el cual luchó ¿no entraría en conflicto inmediatamente con las clases reaccionarias? ¿No ha sido siempre el ejército el instrumento de presión de esa clase? Si es así, es lógico razonar que ese ejército tomará partido por su clase y entrará en conflicto con el gobierno constituído...Nos parece difícil que la fuerzas armadas acepten de buen grado reformas sociales sociales profundas y que se resignen mansamente a su liquidación como casta". Pero, además, tenía la certeza, apoyado por la experiencia de la Revolución cubana, de que, tarde o temprano, los movimientos revolucionarios, se verían enfrentados a la intervención imperialista en apoyo de las clases reaccionarias, y que, en el caso de triunfar la revolución, los EE.UU.no reconocerían al nuevo poder y harían todo lo posible por revertir el proceso revolucionario. El movimiento revolucionario salvadoreño y la revolución sandinista corroboran estas predicciones.
LA UNICA VIA PARA TRANSITAR A LA NUEVA SOCIEDAD
De lo expuesto hasta aquí, se deduce que en América Latina el socialismo podrá construirse, a partir de determinadas circunstancias, a través del empleo de la violencia revolucionaria como respuesta a la violencia reaccionaria, Estas reflexiones son el primer paso en el desarrollo del pensamiento del Che. Ellas se deben considerar en relación directa con la realidad de la región. En América Latina, donde las clases reaccionarias, que nunca han abandonaron el poder voluntariamente, cuentan con el apoyo de la mayor potencia mundial para mantener sus privilegios. En la lucha por mantener el poder se deberá enfrentar con las armas a las armas enemigas que se opondrán a todo cambio revolucionario. Entonces, sin lucha armada podrá, en el mejor de los casos, haber gobierno por algún tiempo pero no habrá poder popular que se consolide.
Después de comprender que es la reacción la que impone la lucha armada a los pueblos, se plantea el interrogante de cuál es la forma o método de lucha más eficaz para lograr la conquista del poder y la defensa de éste una vez conquistado. La formulación de una respuesta conduce a otro aspecto en el desarrollo del pensamiento del Che: la guerra de guerrillas. ¿Cuales son los fundamentos de esta tesis del Che?. Al respecto, es necesario tener presente que los postulados fundamentales del Che son "rebelión contra la oligarquía y contra los dogmas revolucionarios". Tras ellos, está su pensamiento sobre la experiencia de la Revolución cubana. Sostiene que la victoria armada había sido "un modificador de viejos dogmas sobre la conducción de las masas populares de América Latina". Victoria, que según sus ideas, significa tres aportes fundamentales al pensamiento revolucionario de la región: 1.-Las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército profesional. 2.-No siempre hay que esperar que se den todas las condiciones para la revolución, el foco insurreccional puede desarrollarlas. 3.-En la América subdesarrollada, el terreno de la lucha armada debe, preferentemente, ser el campo. Estas conclusiones son también un serio cuestionamiento al reformismo imperante, que había adoptado posiciones pasivas ante los procesos sociales, refugiándose en un lenguaje formal "marxista-leninista" como pretexto, en espera de que "se den todas las condiciones objetivas y subjetivas, sin preocuparse de acelerarlas". Pero, no solo el dogmatismo, sino también el mecanicismo de sectores de izquierda es enjuiciado. Al respecto el Che dirá: ".cuando se habla de las condiciones para la revolución no se puede pensar que todas ellas se vayan a crear por el impulso dado a las mismas por el foco guerrillero..Es decir, que es necesario demostrar claramente ante el pueblo la imposibilidad de mantener la lucha por reivindicaciones sociales dentro de la contienda cívica"
Cerradas las posibilidades dentro de la "contienda cívica", sólo existe el camino de la lucha armada para la toma del poder. Ante ello, el Che postula que a un ejército opresor de las características de los de América Latina, sólo se les puede derrotar si las fuerzas revolucionarias forman un ejército popular. Pero como éste no nace milagrosamente de un día para otro sino que tiene que armarse con el arsenal que le brinda el enemigo, y empezar la lucha con una correlación militar muy desfavorable, sólo el núcleo guerrillero, puede lograr estas metas, gracias a su gran maniobrabilidad y capacidad de desconcentrar y reconcentrar fuerzas según las circunstancias, permitiendo, en un comienzo resistir el ataque de las fuerzas superiores, y en la la medida en que se avanza en el reclutamiento popular y en la obtención de recursos técnicos, propinar golpes cada vez más contundentes al enemigo hasta conseguir finalmente derrotarlo. Y, todo ello, cumpliendo con un requisito que el Che consideraba de vital importancia: la posibilidad de garantizar la seguridad y permanencia del mando. Objetivo más difícil de lograrse si el núcle guerrillero se mantiene en las zonas urbanas, donde el aparato represivo del Estado es mucho más fuerte.
El Che consideraba aconsejable la lucha guerrillera rural no sólo en los países en los que existía una gran masa campesina sometida todavía a relaciones de explotación precapitalistas, sino también en aquellos países de desarrollo económico atrasado pero con grandes concentraciones urbanas, aunque, con la honestidad de siempre se atrevería a afirmar categóricamente que toda rebelión popular con base guerrillera dentro de la ciudad estaría destinada al fracaso. Estimaba, sin embargo, que un núcleo guerrillero asentado en una montaña cualquiera, en la que existiera un terreno favorable y bases sociales para la lucha, si se aplicaba consecuentemente la estrategia y la táctica de esta forma de lucha, tenía más posibilidades de éxito que si se concentraba exclusivamente la lucha en la ciudad, donde era mucho más fácil eliminar a los jefes de la revolución. Podía imaginarse todo tipo de maniobras armadas en la ciudad, valoraba como especialmente eficaz la guerrilla suburbana, pero insistía en la importancia de que el núcleo dirigente se mantuviera en un terreno favorable a la lucha guerrillera rural, ya que así, si el enemigo lograba aniquilar al movimiento urbano, el poder político revolucionario permanecía a salvo, no fuera de la guerra ni en otro país, sino dentro de su pueblo y luchando.
Estas afirmaciones han sido objeto de enconados ataques de la reacción mundial. Se ha tratado de deformar la concepción de la guerra de guerrillas. Se ha criticado el "foquismo" de la década del 60 atribuyéndose al Che y a la Revolución cubana su paternidad. Muchos se preguntan: ¿Es correcta tal crítica y tal afirmación?. Para abordar estos interrogante, es necesario aclarar que sus detractores entienden por "foquismo" la absolutización del papel del pequeño núcleo de combatientes situados en zonas montañosas rurales, que por su sola presencia, representaría la llama que automáticamente encendería la pradera. Esta es una de las más grandes deformaciones que ha sufrido la concepción de la guerra de guerrillas que utilizara la revolución cubana y desarrollara teóricamente el Che. Es concebirla como algo opuesto e independiente de las masas, olvidando/ocultando que el Comandante guerrillero afirmaba que la guerra de guerrillas es una guerra del pueblo, es una lucha de masas. Por lo cual, pronosticaba un desastre inevitable a aquellos que pretendieran realizar este tipo de guerra sin apoyo de la población. Nunca concibió la lucha como puramente militar sino que como político-militar. "La guerrilla - decía el Che - es la avanzada numéricamente inferior de la gran mayoría del pueblo que no tiene armas, pero que expresa en su vanguardia la voluntad de su triunfo".
SIN SUEÑOS Y UTOPIAS NO HABRIA REVOLUCIONARIOS
Se ha criticado también el supuesto voluntarismo del Che, que en sus proyectos no consideraba las condiciones objetivas, que otorgaba un papel central a los valores subjetivos. Ante esta crítica, reiterada y equivocada, es necesario establecer qué hay de verdad en ella. Primero, es incuestionable que sin sueños y utopías no habría revolucionarios y que muchas veces los hombres se detienen porque consideran insuperables, obstáculos que son superables.. La historia de la Revolución cubana demuestra que obstáculos que parecían invencibles tenían solución.. Además, el Che era sin duda un soñador, en el buen sentido de la palabra, pero eso no significa que fuera un voluntarista. Como marxista sabía que la voluntad, el deseo, las intenciones de los hombres no son todo-poderosas, que en sus proyectos es necesario que se tenga en cuenta el marco de las condiciones objetivas. No hay que confundir voluntarismo con tenacidad.
La respuesta a las críticas de voluntarista se encuentra en el análisis que hacía el mismo Che de la intervención del factor subjetivo antes y después de la Revolución cubana. En referencia al primer período, el Che escribió que "no siempre hay que esperar que se den todas las condiciones de la Revolución: el foco insurreccional puede crearlas". Postulado que está vinculada a su tesis de que "las fuerzas populares pueden ganar una guerra contra el ejército". Ambas afirmaciones, deducidas de la práctica de la Revolución cubana y consideradas por el Che como aportes de ésta al movimiento revolucionario de América Latina y del Tercer Mundo, le sirvieron tanto para combatir tanto la actitud quietista de quienes escudaban su inactividad bajo el pretexto de que nada se puede hacer contra los ejércitos profesionales actuales, como la de aquello a que se quedan eternamente esperando que por arte de magia se den las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución, sin preocuparse de acelerarlas.
Las concepciones predominantes en el seno de la izquierda en América Latina, consolidadas en la década de los 50, establecían que en la región faltaba aún concluir las revoluciones "democrático-burguesas". Por lo cual, definían el quehacer como tareas de promoción y apoyo a la formación de gobiernos de "coalición democrática". Gobiernos que, según tales propuestas, llevarían adelante la denominada revolución democrática agraria y antiimperialista, bajo la dirección de las burguesías nativas (denominadas "nacionales"). A las cuales se atribuía una potencialidad transformadora y de oposición y lucha contra el imperialismo, porque, se consideraba que al no estar directamente vinculadas a la nueva fase superior del capitalismo, aspiraban a suprimir las "trabas" imperialistas al desarrollo capitalista "nacional". Pero, como de todos modos, por su carácter de clase, tendían a la conciliación con el imperialismo, era necesario, afirmaban, organizar el "Frente Nacional" donde tales vacilaciones serían contrarrestadas y reorientadas por la fuerza obrero-campesina. Así el Frente sería la herramienta que conduciría a la formación del "Estado de Democracia Nacional", que representaría la culminación de la primera etapa de la revolución. En la medida que fueran alcanzados sus objetivos, se irían conformando, configurando, las condiciones para la revolución socialista, que quedaba así relegada a una lejana e incierta "segunda etapa".
Atados a este esquema teórico, sus voceros se transformaron, en la práctica, en predicadores de la espera y la pasividad, inmovilizando a las vanguardias frente a una realidad objetiva, contradictoria con sus concepciones. Así, el culto a las condiciones objetivas limitó, casi hasta la anulación, las inmensas posibilidades que tiene el sujeto social de transformar la realidad mediante la acción revolucionaria consciente.
La triunfante Revolución cubana rompió esos esquemas paralizadores y puso a la orden del día la posibilidad de la acción revolucionaria de las masas y sus vanguardias en América Latina. Como marxista, el Che, siguiendo el pensamiento de Fidel Castro, revalorizó la importancia del factor subjetivo en la revolución, particularmente en América Latina, luego que éste estuviera relegado durante años al imperio de las condiciones objetivas. En efecto, Fidel había sostenido que en la mayoría de las sociedades latinoamericanas habían madurado las condiciones que hacían posible los cambios revolucionarios. En tal postulado, la existencia de esas condiciones objetivas, aunadas a las clases verdaderamente interesadas en cambiar radicalmente la situación, así como la necesidad de emplear la lucha armada para tomar el poder, definían la posibilidad y necesidad de un proceso auténticamente revolucionario en la región, que el Che veía no como sucesión de etapas preconcebidas, sino como un proceso único e ininterrumpido que conduciría a la Revolución Socialista.
El Che, al analizar la realidad latinoamericana de la época, señalaba como "raíces permanentes de todos los fenómenos sociales de América, (..) a través de sus conexiones con el imperialismo, plasma completamente el llamado subdesarrollo que da como resultado los bajos salarios y el desempleo. Este fenómeno de bajos salarios y cada vez más desempleo.y.crean lo que es el denominador común de los pueblos de América Latina.Ese común denominador.se llama Hambre del pueblo" ("Cuba: ¿excepción histórica o vanguardia en la lucha?"). Por ello, el Che sabía perfectamente que la historia de las sociedades no es fruto exclusivo de la voluntad de los hombres y por eso no hablaba de que el foco pudiera crear todas las condiciones para la Revolución. En efecto, si se considera atentamente su afirmación al respecto, se comprueba que dice, y luego lo explica, que no se necesita que estén dadas "todas" las condiciones de la revolución para iniciar la lucha armada, que el foco guerrillero puede crear aquellas que faltan siempre que existan determinadas condiciones mínimas que hagan factible el establecimiento y consolidación del primer foco; entre ellas señala que la paz haya sido rota por las fuerzas opresoras para frenar las expresiones de creciente descontento del movimento popular. Además, en el texto citado sobre la realidad de la región, dice que las condiciones objetivas de la lucha están dadas por por el hambre del pueblo (producto de la crisis estructural del capitalismo dependiente que origina salarios miserables, desempleo y subempleo), la reacción frente al hambre, el terror desatado para aplazar la reacción popular y la ola de odio que esta reacción crea, pero que faltan las condiciones subjetivas de las cuales la más importante es la conciencia de la posibilidad de victoria por la vía violenta frente al poder del imperio y sus aliados internos.
NO SE DEBE TEMER A LA VIOLENCIA
Junto al triunfo de la Revolución cubana se abrió una etapa de convulsiones sociales en América Latina para las cuales las fuerzas de izquierda no estaban preparadas. No habían desarrollado la capacidad de organizar la lucha por el poder. Estaban sólo capacitadas para comprobar y denunciar los datos de la explotación y opresión que dictaba la realidad política, social y económica, sin percibir el aspecto revolucionario, subversivo, de ella. Además. muchos vieron la victoria del pueblo cubano como una excepción no válida para el resto de los países latinoamericanos. No consideraron que los factores que unían la experiencia revolucionaria a la realidad de la región en esa época eran más significativos que los elementos excepcionales.
El lazo que unía la Cuba pre-revolucionaria a la realidad de América Latina eran el subdesarrollo, la dependencia y sus consecuencias negativas en las esferas económicas, sociales, políticas y culturales; la existencia de dictaduras militares y democracias reaccionarias, formales,que han dominado, caracterizado a más de 100 años de existencia de sus pueblos. Pero, también, la victoria de la Revolución cubana no sólo modifica el cuadro de lucha en la región, sino que también alerta al imperialismo que cierra aún el camino a cualquier tránsito pacífico a los cambios revolucionarios que puedan atentar contra sus intereses y los de sus aliados burgueses. Por eso, el Che considera que respecto a la Revolución cubana, "infinitamente más duros serán las nuevas batallas que esperan al pueblo en otros lugares de América Latina".
Se había creado una nueva situación a comienzos de la década del 70, que el Che caracteriza como "un estado inestable entre la dictadura oligárquica y la posición popular.Pasamos por una etapa en que las presiones populares son muy fuertes; están llamando a las puertas de la legalidad burguesa y ésta debe ser violada por sus propios autores para detener el impulso de las masas".. Los sucesivos y casi simultáneos golpes militares en los países del Cono Sur a fines de la decadas del 60 y comienzos de la del 70, así lo ratificaron. Esta violación de la oligarquía de su propia legalidad, obligaba a los revolucionarios a proyectar no sólo la lucha por el retorno a la legalidad burguesa, sino también a la conquista del Poder. En tal perspectiva, el Che postula que no se debe temer a la violencia sino que, por el contrario, había que prepararse para ella y desatarla "en el momento preciso en que los conductores del pueblo hayan encontrado las circunstancias más favorables". La situación imperante en esos países, después de "salidas negociadas" y procesos de "diálogos y negociaciones de paz", señala que la situación de sus pueblos en nada ha cambiado sustantivamente
ESE SUEÑO SE PERSONIFICO
Ernesto Che Guevara creía profundamente en la revolución y el socialismo. Entre lo mejor de sus sueños estaba la creación del hombre nuevo. Por eso, valoró en su dimensión histórica el rol de las masas, sin subestimar el "cuadro, columna vertebral de la Revolución". Por lo cual, exigió del dirigente la ejemplaridad, "porque el hombre que va delante impulsa a los demás a que lo alcancen, atrae a los demás hacia su nivel, mucho más que aquel que desde atrás empuja con la palabra solamente". Además, en el centro de sus preocupaciones y aspiraciones está la juventud en la perspectiva de lograr ese hombre nuevo. Actitud que expresa con claridad: "Nos formamos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica..la arcilla fundamental de nuestra obra es la juventud: en ella depositamos nuestras esperanzas y la preparamos para tomar de nuestras manos la bandera".
Por lo cual, nunca como ahora resulta imprescindible meditar en la acción consecuente del Che en aras de conquistar formas de vida que permitan poner fin a la alienación del hombre y dar paso al surgimiento de un mundo que posibilite su felicidad plena, lejos de de las actuales políticas deshumanizantes, que imaginan que una vez desaparecido el denominado "mundo socialista" ha terminado la lucha de los pueblos y ha llegado el fin de la historia. En este contexto es que se inscribe la labor ejemplarizadora y educativa del Che, así como su pensamiento humanista, cuando lucha por una nueva conciencia de la humanidad, por la construcción del socialismo y en oposición a quienes pretenden implantar un código de valores destinados a lograr el vasallaje y el aniquilamiento en el individuo y de todo aquello que puede promover el logro consecuente de su desarrollo espiritual.
Si se sigue la evolución y el ascenso de la vida en el Che, se comprende lo que expresó en diversas ocasiones para explicar como se operó en él el tránsito de un joven individualista, solidario instintivamente con los desposeídos, hasta llegar a alcanzar una toma de conciencia y un pensamiento político comprometido con la lucha directa de los pueblos, ligado a la percepción del camino a seguir., para así dedicar su vida al servicio de la humanidad mediante la revolución. El punto de partida de tal proceso se expresa en los primeros años de la década del 50, con su desición de recorrer América Latina y poder compenetrarse de la esencia de los problemas de la región. Esto contribuyó a que enraizara grandes convicciones, aprendidas primero a fuerza de observación y, posteriormente, a través de una estrecha vinculación con los pueblos que visitara y que le hacen reflexionar en cómo llegar a alcanzar una nueva escala de valores, que representen el verdadero sentido de la justicia social y la equidad, como elementos determinantes de nuevos patrones de conducta social.
Producto de tales convicciones, su formación como "auténtico revolucionario", mediante la entrega plena a la lucha. De modo incipiente en la Guatemala de Jacobo Arbenz y definitivamente en Cuba, al sumarse a los futuros expedicionarios del Gramma, encabezados por Fidel Castro. Inicia así una vida en la que se propone luchar y participar en la creación de una nueva sociedad, convencido de que sólo mediante la conciencia que adquiere el hombre de su destino es que podrá salvarse de un futuro incierto y degradante.
Triunfante la revolución, una vez tomado el poder, en la Cuba de 1959, el Che paulatinamente adquiere la certeza de que el objetivo de la lucha armada no consiste exclusivamente en en sustituir a un tirano por un difuso gobierno del pueblo, sino en crear condiciones que garanticen el surgimiento de una sociedad diferente, socialista. A la realización de esas ideas y propósitos dedica todo su tiempo y lo mejor de su intelecto, aún más, cuando se proclama el carácter socialista de la Revolución cubana en 1961.
Para el Che, el desarrollo de una nueva base material implicaba el advenimiento de un hombre nuevo, como un proceso inseparable, en el cual emergería con una nueva conciencia de sus deberes y derechos y con el firme compromiso moral y ético de una real participación en la gestión de poder en los distintos niveles de la sociadad en construcción. Con esa convicción estudió crítica y profundamente algunas concepciones que se estaban generando en el denominado "socialismo real", que pretendía llegar al socialismo a través de posiciones economicistas y motivaciones individualistas, adelantándose con sus críticas a lo que 25 años después devendría en la crisis y derrumbe del socialismo europeo
La obra teórico-práctica del Che coloca, sin duda, al hombre como protagonista real y activo de la nueva sociedad. Hoy como ayer, en este mundo contradictorio y coercitivo, es que el Che encontró su plena dimensión, enfrascado, somo dijere uno de sus poetas favoritos, León Felipe, "en la aventura de parirse a si mismo", razón esencial para que su vida y muerte sean una invitación permanente a todos los que creen en el riesgo de luchar por una nueva sociedad. El sueño del hombre nuevo se ha hecho realidad en el Che. Por eso, Fidel Castro lo ha personificado y definido: "Si queremos un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro..Ese modelo es el Che".
En el presente la revolución parece lejana.. Se la ubica en la zona de los sueños. Pero, sin embargo, la polarización de fuerzas del cambio se ha acelerado, conviertiéndose en volcanes activos que pugnan por entrar en erupción. La lucha aparece agazapada en diversos países, especialmente donde el reflujo ha sido mayor. En este sentido, el espiritu del Che, rebelde y antidogmático, incita a no cesar en la búsqueda de una alternativa al neoliberalismo, a la apertura de nuevos caminos de lucha por el poder y el socialismo. Para tener éxito en tales empresas no hay que convertir al Che en un dogma, hay que desmistificar al Che para que siga combatiendo.
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El credo del Che
Roque Dalton
El Ché Jesucristo
fue hecho prisionero
después de concluir su sermón en la montaña
(con fondo de tableteo de ametralladoras)
por rangers bolivianos y judíos
comandados por jefes yankees-romanos.
Lo condenaron los escribas y fariseos revisionistas
cuyo portavoz fue Caifás Monje
mientras Poncio Barrientos trataba de lavarse las manos
hablando en inglés militar
sobre las espaldas del pueblo que mascaba hojas de coca
sin siquiera tener la alternativa de un Barrabás
(Judas Iscariote fue de los que desertaron de la guerrilla
y enseñaron el camino a los rangers)
Después le colocaron a Cristo Guevara
una corona de espinas y una túnica de loco
y le colgaron un rótulo del pescuezo en son de burla
INRI: Instigador Natural de la Rebelión de los Infelices
Luego lo hicieron cargar su cruz encima de su asma
y lo crucificaron con ráfagas de M-2
y le cortaron la cabeza y las manos
y quemaron todo lo demás para que la ceniza
desapareciera con el viento
En vista de lo cual no le ha quedado al Ché otro camino
que el de resucitar
y quedarse a la izquierda de los hombres
exigiéndoles que apresuren el paso
por los siglos de los siglos
Amén.
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El Pensamiento Político del Che
Por Luis Mattini
La Fogata
Empecemos por reconocer un hecho: cuando se habla del " pensamiento del Che", más aún, cuando se adjetiva esa expresión con el aditamento, " económico", " militar" o incluso "político", la mayor parte de los intelectuales marxistas y alógenos al marxismo, en el mejor de los casos arrugan el entrecejo y en el peor tuercen la boca despectivamente. Y esto tiene algún sentido, pues tanto la práctica como la teoría del Che son difíciles de comprender desde la óptica más o menos rigurosa del "pensamiento" marxista clásico, sea éste leninismo, trostkismo, maoísmo, incluidos los latinoamericanismos. En realidad, los guevaristas de los setenta hemos hecho malabarismo "teóricos" para encajar la praxis guevarista en el dispositivo epistemológico del marxismo.
Desde luego, tampoco el Che era la expresión particular de otras corrientes emancipadoras americanas, populistas, indigenistas y menos aún nacionalistas. Sin embargo el Che no sólo inspiraba a todas las corrientes revolucionarias sino también a todo lo rebelde y contestatario desde la resistencia pasiva hasta la lucha armada.
Y hoy día llama la atención que en medio del derrumbe de sistemas y de ídolos, los cuales en resultados habían llegado muy lejos, el Che sobresale y se eleva con el tiempo. El general Giap, por ejemplo, derrotó a tres imperios; un verdadero genio militar revolucionario, y sin embargo, está pasando sus últimos años ya olvidados por el mundo, Mao, incluso Stalin, fueron ídolos de masas, no sólo en sus países, sino en gran parte del mundo donde millones de personas desfilaban con sus retratos (recuérdese que incluso salió la ropa de moda al estilo Mao). Esos ídolos se cayeron, y al hacerlo, aplastaron con todo el peso del culto a la personalidad a sus idólatras.
El Che nunca fue ídolo. Dicho quizás con mas precisión : nunca se lo pudo idolatrar como a otros. Ni hubo con el Che un culto a la personalidad. No fue " el gran timonel" , ni el gran estratega, ni "el padrecito", ni el genial jefe del proletariado. Ni siquiera fue el "gran comandante". Era simplemente el comandante Guevara. En una América Latina tan llena de comandantes, algunos con una trayectoria militar más extensa y bien ganados méritos, el Che podría haber sido el mas destacado de todos. Es decir, ni talentos militares, ni erudición en economía, ni especial sagacidad política - sin que esto signifique restarle su importancia- conforman al Che y al mismo tiempo todos son sus componentes.
El Che es distinto. El Che no era "brillante", era profundo. Afortunadamente no lo pudieron convertir en un Dios que todo lo podía, todo lo sabía y todo lo explicaba. Fue y es, sobre todo, un modo de vivir el presente; un modelo bien real y sobre todo posible. Pero, como la realidad actual es virtualidad, el Che sólo puede aparecer hoy como mito. Los ídolos, como falsa deidad, terminan por caerse y se hacen polvo. Los mitos, como expresión subjetiva de algo real, se extienden en el tiempo a punto tal que lo que hicieron y dijeron se convierte en lo que la gente cree que hicieron o dijeron, transformándose en una identificación colectiva de una potencialidad. Al no ser un dios, al ser un hombre, el Che es posible.
Hoy se presenta al Che como mito o leyenda, paradigma de una época de mágicas juventudes lanzadas a sueños imposibles diluyendo sus potencialidades en el presente. Comprender porqué no es un ídolo como Mao o Perón y en cambio tiende a ser un mito, es pre-requisito indispensable para extraer de la mitología toda la potencialidad actual de su pensamiento. Dicho de otro modo, hay que salir de la virtualidad que la llamada globalización nos pretende imponer, para tomar contacto con el Che real.
A treinta años de su muerte, es lugar común decir que el Che era un hombre de su época. Pero esta afirmación, como toda media verdad, se transforma en falsa si se olvida que el Che fue también constructor de su época, más que ninguno de sus contemporáneos.
La primera pregunta que deberían responder quienes reducen al Che a la fórmula "un hombre de su época" es por que los jóvenes de hoy en día rescatan de aquella época, supuestamente dorada, un "perdedor" como el Che , y no a los grandes "ganadores" contemporáneos de Guevara, que son varios y con indiscutidos méritos realmente "contantes y sonantes".
Para el marxismo pre-ochentista, es decir, de antes de la caída del muro de Berlín, la respuesta podría haber sido mas o menos así : porque el Che es voluntarista, idealista, que no tiene en cuenta la correlación de fuerzas, el desarrollo de las fuerzas productivas, se equivoca de sujeto, etc. Que plantea un imposible. Por lo tanto, una vez muerto, la misma burguesía lo proyecta para canalizar las inquietudes juveniles hacia un imposible no peligroso para el poder. En cambio, Mao es concreto, hizo temblar al imperialismo.
Sin embargo, hoy podemos observar amargamente que lo que Mao y otros grandes revolucionarios lograron mediante su genio político - militar, sus talentos organizativos, sus sensibilidades para la conducción de grandes masas, su captación de lo nacional y todos los etc., el capitalismo lo está recuperando con la fuerza de la mercancía. Y con esto no intento enfrentar caprichosamente a ambos revolucionarios, sino constatar las paradojas del siglo XX.
Por otro lado, decir que el mito del Che es producto de la utilización de los medios masivos, es lo mismo que decir que Gardel es una creación de Hollywood.
La paradoja actual reside en que este Che que está siendo utilizado como mercancía, que deja millones de beneficio en remeras, afiches, libros, películas o derechos de autor de sus biógrafos, no pudo ser derrotado por la mercancía. Y allí reside la fuerza de su pensamiento, el cual, al no poder tomar contacto con el pensamiento tradicional debido a la crisis del mismo, se transforma (esperemos que sólo provisoriamente) en mito.
Otra posible respuesta a la pregunta sería que el Che renunció al poder. Y esto se lo puede relacionar con el hecho de que, en realidad, la mercancía no derrotó al socialismo sino al socialismo en el poder, o al poder socialista. Esta hipótesis nos introduce en la reconsideración de toda la teoría del poder elaborada y llevada a la práctica por el marxismo por lo menos desde la Comuna de París hasta nuestros días. Una discusión imprescindible pero para otro momento.
Por eso es que la experiencia de Guevara, en rigor, es inexplicable desde la lógica de la Modernidad. Para las estrategias de poder que sosteníamos en los setenta, el Che fue derrotado ideológica, política y militarmente. No hubo como en el sudeste asiático, una caída de Saigón como resultante de sus "uno, dos, tres Vietnam". Sin embargo podemos al menos intuir que su praxis discurría en otra dimensión. Abstraída de las formas propias de la época y de los condicionamientos de la coyuntura, sobre todo de la idea de "objetivo final", revela una insospechada actualidad. Ayer tomamos su pensamiento al recoger su fusil en un proceso mas o menos lineal de continuidad de su lucha e independientemente del "resultado final" bien valió la pena y en tal sentido fuimos "los últimos guevaristas" . Rescatar hoy el pensamiento y la praxis del Che para su potenciación sólo es posible a partir de una radical ruptura con la lógica modernista en su expresión marxista. Para ello veamos brevemente algunos rasgos de la crisis de dicho pensamiento.
En efecto, estamos llegando al fin del siglo XX y al sesquicentenario del Manifiesto Comunista, ese formidable instrumento de acción que habría de condicionar el presente siglo. Asimismo el fin del milenio combina la caída de la Modernidad con el derrumbe de los intentos de construir la llamada "etapa inferior del comunismo" inspirados precisamente en aquel fantasma que recorría Europa a mediados del siglo pasado.
En la actual sociedad "posmoderna" un doble sentimiento de tristeza e impotencia parece imponer una profunda depresión y sensación de decadencia. Tristeza y dolor por un siglo que se inició con la Revolución de Octubre inaugurando la hora de todas las emancipaciones y finaliza como el siglo de las mayores barbaries y desilusiones.
En consecuencia el sentimiento de impotencia parece imponerse ante la idea de que todo es de tal complejidad, que los esfuerzos por cambiar el mundo no sólo serían estériles, sino que podrían conducir a lo contrario de lo deseado. Aquel futuro que había sido vivido, soñado y pensado como la más positiva de las promesas, verdadera redención de la humanidad o paraíso terrenal, en nuestros días ha cambiado de signo: se transformó en la evocación de la negatividad mas inquietante que pueda haber.
Así, el presente se transforma en una realidad unidimensional, sin pasado ni futuro, sin ninguna posibilidad concreta de actuar en él. La sociedad se nos aparece como una sociedad virtual, sin principios o límites concretos. La Biblia junto al calefón. La única realidad palpable sería la muerte. La única certeza. La certeza de lo peor. La vida ya no es mas una evidencia. La única evidencia es, en la sociedad del espectáculo: la muerte.
¿ Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo es posible que después de décadas de entusiasmos, sacrificios y confianza, aparentemente sólo queden focos de resistencia, en buena parte actuando más por inercia que por convicción y mucho menos con pasión? ¿ Cómo es posible que la mayoría de aquellos que más entusiasmo y esfuerzos pusieron en la construcción del llamado "socialismo real" sean los menos interesados en defenderlo? ¿ Cómo es posible incluso que ni siquiera quienes usufructuaron de los privilegios de esas sociedades, las castas burocráticas dominantes, no opusieron resistencia a la caída? ¿ O es simplemente readecuación de un sistema que nunca fue lo que dijo ser?. Después de todo, si según el propio Marx, los hombres no son lo que creen ser sino lo que hacen, las sociedades no son lo que ellas afirman de sí mismas sino lo que hacen.
Muchos, en particular fuera de los países de ex sistema socialista mundial, aferrados a una esperanza pasiva, por lo tanto expresión de deseos, piensan que esto es solo un "impasse" dentro de esa larga lucha por el futuro comunista. Una fuerte derrota táctica frente a la gran estrategia de la historia universal. Derrotas debido a circunstancias históricas y errores de las vanguardias. Pero la doctrina seguiría mas o menos intacta, solo necesita "ajustes" a la nueva realidad. Hay que "esperar" que el propio desarrollo de las fuerzas productivas regeneren el sujeto histórico y mientras tanto "prepararse" para las futuras ofensivas revolucionarias. Analizar "errores", restañar heridas, insistir en la "concientización". Las herramientas que habíamos portado eran buenas pero hubo "desviaciones".
Otros desarrollan la cómoda teoría de la "traición". La traición de Gorbachov, de Deng Xiao Ping, de Perón o de quien sea, incluido el hombre: "El socialismo era una buena idea pero nos falló el hombre". Otros se critican de haber sido demasiado "izquierdistas" o "clasistas"; "no tuvimos en cuenta suficientemente la cuestión nacional". Se nos pasó la cosa de la "democracia" y así por el estilo.
Errores los hubo y a montones, en particular, los políticos, pero, por el contrario, creo que en la izquierda hemos cometido un solo pecado imperdonable: no haber sido ni ser lo suficientemente subversivo. La izquierda dejó de ser cuando dejó de ser subversiva. Y dejó de ser subversiva no ya en las experiencias reformistas, sino también en las metodológicamente más radicales, incluidas las insurrecciones armadas y las guerras populares. No dejó de ser subversiva por no cascotear a la policía, armar barricadas, hacer huelgas por tiempo indeterminado o caer en el "cretinismo parlamentario", todas estas cuestiones de situación concreta. Dejó de ser subversiva, cuando a pesar de hacer todo eso y mucho mas, empezó (o no supo zafar) a comprar las imágenes identificatorias capitalistas expresadas incluso en verborragia revolucionaria. Cuando empieza a aceptar la política espectáculo como parte "natural" de la "evolución técnica". Cuando acepta criterios crematísticos en la consideración de los asuntos sociales. Cuando critica la economía capitalista desde pautas económicas (eficiencia, intensivo, productividad, etc.). Cuando defiende a ultranza un interés corporativo que perjudica al conjunto con un criterio falsamente clasista. Cuando transforma al Che en un ídolo, convierte en consignas sus pensamientos, se propone "ser como el Che" en vez de "hacer como el Che" y sobre todo "pensar como el Che". Y "hacer como el Che" no significa ponerse la boina, tomar un fusil e iniciar un "foco" (cuestión esta también de situación concreta). Significa ser capaces de subvertir nuestros propios juicios apriorísticos, nuestra propia teoría, enfrentando las aporías con la praxis política sin dioses en las estanterías de las bibliotecas que nos protejan, ni sentido determinista de la historia que nos garanticen un "triunfo final".
Porque lo que aparece a simple vista, es que ninguna de las corrientes supuestamente antagónicas dentro del movimiento emancipador que lograron ensayar formas sociales, ha demostrado ser la "verdadera" y en todas es fácil reconocer, con diferencias de grado, los sacrificios, la abnegación y el espíritu de lucha. Sus logros y sus fracasos.
Lo que es menos fácil de ver son los valores auténticamente revolucionarios y libertarios, la verdadera actitud "subversiva", la real radicalidad en cada una de las experiencias y en todas en su conjunto. Y esto es así porque criterios aritméticos como "éxito", "cumplimiento de objetivos", estadísticas de producción, tantos televisores por habitante, "acumulación histórica", y sobre todo la idea de un presente de lucha, de sacrificio hacia un futuro luminoso de felicidad, empañan y distorsionan las valoraciones.
Así la "verdad" estuvo - y sigue estando- indicada por el "triunfo", por los resultados "finales". Las "derrotas" indicaron el "error". Los que triunfaron fueron "héroes", los derrotados "mártires", cuando aventureros o ilusos. Ahora que todo parece derrumbarse, los "héroes" pasan a ser traidores y el futuro, antes luminoso, una especie de condena inevitable.
Puede decirse que prácticamente todo el movimiento emancipador de este siglo, sean cuales fueren las identidades político- ideológicas, tuvo la impronta del pensamiento socialista-anarquista en donde el marxismo en sus diferentes corrientes se impuso por la fuerza de su estructura lógica. Pero a su vez el movimiento emancipador al que generalizamos con el nombre de socialismo, es hijo rebelde (lamentablemente no suficientemente rebelde) de la epistemología de la Modernidad.
Y así como Marx fundó su doctrina no sólo en el destripamiento del capitalismo sino también analizando el agotamiento del llamado socialismo utópico, hoy es imprescindible revisar a fondo los fundamentos epistemológicos modernistas en los cuales el marxismo quedó entrampado y a la postre contribuyeron decididamente a las supuestas "desviaciones" posteriores y su actual agotamiento.
En efecto: la Modernidad, esa época iniciada en el siglo XII, potenciada en el renacimiento, cuyo apogeo fue el iluminismo del siglo XIX, estableció un dispositivo epistemológico que determinaba una lectura del mundo a partir de la cual se construyó el mito central de la época: la creencia y la praxis del progresos ilimitado como ley ontológica central que ordenaba el conjunto de las actividades humanas. Incluso en su versión evolucionista, explica el devenir de la materia y la vida.
Es este el llamado determinismo histórico o historicista. Su rasgo esencial es que el presente sólo se puede entender y vivir desde el futuro. Es decir, un determinismo que explicaba a los hombres y a las mujeres que la realidad actual, la situación en que se vive, estaba "ordenada" y era incluso comprensible desde el punto de vista del futuro. De ese mañana que daba razón de ser al presente.
En la época del reinado de la ciencia, el socialismo debía transformarse en ciencia. Y así el empirismo del "socialismo utópico" fue superado por el sistema de ideas del "socialismo científico", el cual constituyó una paradoja tal que, siendo un poderoso instrumento de acción, condenaba inevitablemente a la espera. La lucha revolucionaria y la propia revolución era sólo un medio para llegar al comunismo. Tal lectura de la realidad nos ponía, más allá de nuestra voluntad y conciencia, en una situación mesiánica de espera. Es en tal sentido que se puede usar la expresión "mesiánica". No en el sentido peyorativo como lo usan nuestros neodemócratas, sino en el sentido de la espera permanente. La rebeldía, la militancia, la acción revolucionaria no tenía sentido de pasión presente, sino de "deber ser", dado que lo vivido resultaba secundario porque garantizaba la llegada del futuro.
Podría hablarse también de "mesianismo científico" o "racionalista" para no confundirnos con el mesianismo místico. Y todo mesianismo necesita su mesías. Nuestro mesías fue el saber previo. Quien detentara el saber estaba destinado por la historia a conducir la lucha. Porque ellos todo lo podían prever gracias a una racionalidad que consideraba real sólo aquello que es analíticamente previsible.
Por eso es que los ídolos que se construyeron en este siglo no fueron tanto producto del irracionalismo como comúnmente se cree, como de la absolutización y distorsión de la razón transformada en racionalismo.
La gran paradoja es que fueron precisamente los prácticos y teóricos de la revolución, sus políticos, particularmente Lenín, los que comprobaron que la revolución no es previsible. Todos, casi sin excepción, fueron sorprendidos por su propia revolución.
Por otro lado, la idea del comunismo como el nombre de una sociedad futura comunitaria y libertaria, resultante de una acumulación histórica económica y cultural que permitiría pasar del reino de la necesidad al reino de la libertad, unificaba, a pesar de unos y otros, tanto a revolucionarios como reformistas alrededor de la espera.
Es curioso, casualidad o significativo, el éxito que está teniendo en nuestros días en Buenos Aires la puesta de la obra de Samuel Beckett "Esperando a Godot" en donde los personajes esperan a un tercero, el fantasmal Godot, el cual no llegará. La obra es la representación genial de una de las componentes principales de nuestras culturas mesiánicas. Ese desprecio total por lo que estamos viviendo. Esa subestimación absoluta hacia lo que es la situación concreta, en nombre de un futuro que no llegará jamás. Y es que al asumir esta espera, habremos alienado e hipotecado nuestras vidas esperando que llegue ese famoso "tiempo de vivir".
Cualquier "setentista" sabe lo caro que resulta el concepto de "espera" a nuestras tradiciones revolucionarias. Y puedo comprender que se sienta confundido y hasta herido si decimos que aún nosotros, los mas radicalizados de la época, también pecamos de "espera". Sin embargo, precisamente porque intentamos ser "guevaristas", la experiencia de los setenta contiene en forma contradictoria tanto la "espera" consciente como miles de ejemplos "inconscientes" de prácticas de la libertad, es decir de "no espera". Para formularlo en dos palabras en forma esquemática digamos que nuestras estrategias, eran estrategias de espera; esperar, por ejemplo, la liberación del proletariado para encarar la liberación femenina, de las minorías o de otros sectores oprimidos de la sociedad. Y cuando tomábamos y participábamos en la lucha de estos, lo hacíamos conscientemente con cierto carácter utilitario, como medio hacia la futura emancipación del proletariado, el cual a su vez emanciparía a toda la humanidad. En esas actividades políticas pensadas y explicadas por el futuro, vivíamos, sin embargo, "inconscientemente" el presente, la libertad, el socialismo, materializado en solidaridad, en nuevas formas de relaciones sociales, de creación de imágenes identificatorias alternativas y subversivas al sistema, en pasión militante. Estas vivencias son lo que explica el extraño hecho de que una época de tanta violencia política, represión y sacrificio, de formación de organizaciones altamente autoritarias y que además culminó en la derrota del proyecto "estratégico", sea recordada por los protagonistas con felicidad, al menos con nostalgia. (Ver "Mujeres Guerrilleras" de Marta Diana, "La Voluntad" de Caparrós-Anguita," José" de Matilde Herrera y otros testimonios). Compañeros y sobre todo compañeras con años de prisión, con las consabidas torturas, supuestamente con escasa "formación política" (léase escasa "conciencia racional") a punto tal que frecuentemente no pueden explicar las tácticas y estrategias de sus organizaciones, más de una vez vapuleados por sus propios dirigentes, hoy en día se niegan a ser consideradas "víctimas" y sostienen sin vacilar: "Fueron los años mas felices de mi vida". Madres y padres que afirman con convicción: "Nuestros hijos nos enseñaron a vivir".
Me parece oír a los neodemócratas algo así como "mesiánicos cultores de la muerte" sin poder comprender -porque para ello hay que poner el corazón en ello- que en estos sentimientos no hay nada que se aproxime al masoquismo, a la destructividad y a la muerte, sino que por el contrario, evidencian un sentido de vida y de libertad ligada al ser, a la pasión que no necesita justificación histórica y no la "conciencia de la necesidad". Ese es el sentido de la llamada "urgencia de la revolución" en el Che y probablemente el tesoro atemporal mas importante del guevarismo.
La revolución no es "urgente", no puede serlo, porque la revolución es esa ruptura histórica tan inevitable como imprevisible. Por mas que no les guste a nuestros neodemócratas, si hay una regularidad en la historia, es la sucesión de rupturas catastróficas llamadas revoluciones. Catastróficas no por infaustas o destructivas, sino por trastocar el orden establecido sin previsibilidad en el tiempo, espacio y consecuencias. Pero también es evidente que no hay revolución sin acción revolucionaria, sin hombres y mujeres rebeldes. No existen urgencias, sino exigencia de rebelión permanente, por así decirlo. Existe la exigencia de actuar en la situación concreta sin subordinación a la supuesta "situación universal" y al mismo tiempo referido a ella como intentaremos ver un poco mas abajo. Existe la exigencia de llevar a cabo las prácticas alternativas a los modelos actuales, prácticas destinadas a romper los bloqueos a las potencias creadoras populares.
El marxismo fue el intento mas profundo de comprender, aprehender y utilizar el proceso hacia y en la revolución. En ese cometido indagó en la historia, intentó sistematizar el pensamiento universal, acumuló experiencias, estableció categorías, y formuló hipótesis de acción, las cuales, influidas desde el inicio por el determinismo evolucionista, presionadas luego por los crecientes intereses de los novísimos estados pos-revolucionarios, fueron paulatinamente fosilizándose en "leyes objetivas universales" que subordinaban toda acción concreta. Pero además - y esto es lo importante con respecto al Che- se empezó a considerar revolución sólo el momento de ruptura y el estado posterior suponiendo que ésta hubiera triunfado.
Pués bien, si para un revolucionario, la vida, la libertad, es la revolución, y considera ésta sólo la ruptura, hasta que dicha ruptura llegue, no "vive", está a la espera. Activa o pasiva, aceleramiento del proceso o paciencia, pero en todo caso, entre revolución y revolución, mejor dicho, entre ruptura y ruptura, no hay acción libertaria. Por el contrario , para el Che - y eso fue lo que tomamos metafóricamente al "recoger su fusil" , quizás sin saberlo- no hay ni "urgencia" ni "espera" determinada por la historia. No hay un deber ser revolucionario que insta al "sacrificio" presente para la felicidad futura. La urgencia del Che es la exigencia del ser, metaforizada en la expresión : "Sentir como propia la bofetada en el rostro de los demás".
La espera fundada en el determinismo histórico adopta diversas formas y discursos: puede tratarse de esperar el desarrollo de las fuerzas productivas. Esto es bien actual y produce situaciones tan dispares como hacer coincidir objetivamente a menemistas "hegelianos" con marxistas. Puede tratarse de la espera de la liberación nacional. En todo caso lo significativo es que la espera tiene poco que ver con los métodos de lucha. Para los menemistas "hegelianos" será la evolución económica y social que traerá la riqueza y con ella la felicidad. Para los marxistas revolucionarios dicha evolución económica desarrollará o, en todo caso, recompondrá las fuerzas productivas y recreará el sujeto histórico al cual, conducido por los mesías portadores del saber, desarrollarán las condiciones para la insurrección victoriosa. Para los reformistas será la evolución de la educación... y así de seguido.
Pero también se expresa en el encierro en nuestro pasado militante, como algo que fuimos pero ya no somos y quizás en algún momento volveremos a ser, cuando por acción de gracias algún caudillo revolee el poncho. Se establece así una especie de puente entre el pasado y el futuro que pasa por arriba de nuestros días de modo tal que el presente se transforma en la mas virtual de las realidades. Y así se ve el inexplicable espectáculo de militantes setentistas de nevadas sienes o incipientes calvas expresar con candor: "Porque nuestras juventudes tenían ideales, valores de solidaridad, espíritu de sacrificio"... "cien mil cuadros de superficie", etc. Y uno se pregunta que puede pensar el jóven que escucha. ¿Es que perdieron los ideales?. ¿Es que hubo una generación "milagrosa"?. Y en tal caso ¿Dónde están? ¿Sólo los muertos fueron revolucionarios?.
La actitud de espera no es entonces una cuestión "moral", no se trata de "debilidad ideológica" o "comodidad pequeño burguesa" o "reformismo obrero". No es una cuestión de buena o mala voluntad, sino las consecuencias de la visión historicista. (Sin desconocer que esta visión puede justificar la comodidad). Por eso es que, aunque suene a contrasentido, la espera está mas arraigada en la "conciencia" que en la "no conciencia". Porque la conciencia, tal como la sigue concibiendo la insubversiva izquierda, es la reducción del pensamiento a la sola "conciencia racional", figura central de la Modernidad. Esta conciencia exige "acción consciente", propicia "concientización" y condena la supuesta espontaneidad por "irracional". Así como los "reformistas" confían que la educación "concientizará" a un pueblo supuestamente sin conciencia, algunos "revolucionarios" actuales, como caricatura del setentismo, creen que acciones más o menos violentas, a veces ridículamente violentas, de la "vanguardia" concientizará a ese pueblo. La espera es en todo caso expresión de "acción consciente" en los términos que la Modernidad relacionó la conciencia con el pensamiento, términos cuestionados por la praxis del Che, que hoy es imprescindible revisar y de los cuales hablaremos mas abajo.
Es de entender entonces que desde una visión reformista-determinista el Che no pueda ser otra cosa que "voluntarista", "espontaneísta", cuando no "aventurero". Pero a su vez la visión "revolucionaria-determinista" tal vez muy valiente y decidida, jugada y corajuda, cuenta, sin embargo, con la garantía de la historia, con una hoja de ruta que le asegura el camino del futuro y utiliza al Che como símbolo de "conciencia", repitiendo "seremos como el Che", adorando al ídolo en la pancarta, sin poder hacer como él.
! Oh paradoja de paradojas! . En grupos de jóvenes supuestamente "despolitizados", el Che, como dijimos, es un mito y sin embargo en algunos rasgos de la conducta colectiva de estos jóvenes parecen insinuarse embrionariamente (con lenguajes y códigos extraños para nosotros) elementos frescos del guevarismo en contraste con la fosilización de los "politizados". Así se expresaba en la concentración "inorgánica" del 23 de marzo de 1996 en Plaza de mayo en comparación con la del día siguiente que fue "orgánica". Esto no significa invalidar para nada la segunda sino observar en la primera un nuevo fenómeno político.
La lectura atenta de sus escritos cotejados siempre con su práctica revelan que el Che, sin bien identificado sin tapujos con el marxismo revolucionario, como pensador era un hombre cuya acción rompía con el pensamiento de la Modernidad y del propio marxismo. La siguiente cita, con respecto a la expresión de Lenín "sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario" merece especial atención:
"Convendría decir que la teoría revolucionaria, como expresión de una verdad social, está por encima de cualquier enunciado; es decir, que la revolución puede hacerse si se interpreta correctamente la realidad histórica y se utilizan correctamente las fuerzas que intervienen en ella, aún sin conocer la teoría".
Sin perder de vista que hay medio siglo entre ambos es evidente que, al menos que pensemos en un Che "mágico" o "intuitivo", esta afirmación sólo puede ser expresada por alguien que está rompiendo el estrecho concepto de un pensamiento ligado a la conciencia racional. Porque, en efecto, la figura central de la Modernidad era la conciencia racional, la cual se autopresentaba como el nivel mas elaborado de la evolución de la especie, algo así como el "objetivo final" de la creación, en función de la cual todo lo real está ordenado. El ideal modernista de libertad se identifica con dominación. Esta dominación tiene como sujetos a la naturaleza, la materia y la parte animal del hombre.
Frente a ello ya no aparece la figura de un hombre o de la humanidad, sino la conciencia racional, la cual no sólo se identifica con el pensamiento sino que reclama el monopolio de las función de pensar.
Por esta lógica se ha entrelazado el conocer con el saber y éste con el pensamiento, de modo tal que se identifican. El conocer se cristaliza en su aspecto, llamémoslo "pasivo', es decir información acumulada. Entonces - si se me permite la trivialización-- a mayor información , mayor conciencia, a mayor conciencia mayor pensamiento y mayor dominación. Resultado: el poder es de quienes dominan la información. El colmo de la virtualidad que se ve con tanta claridad en nuestros días cuando pareciera que los medios masivos detentan el poder. ¿Qué tipo de "saberes" o que "información" tendría Fidel cuando, rodeado de los 12 sobrevivientes del Granma expresó: "Los días de la dictadura están contados"?. Lo cierto es que si los acontecimientos posteriores no le hubieran dado la razón, hoy se recordaría vagamente aquel "chiflado" que quiso liberar Cuba con 12 hombres y 7 fusiles.
Por eso hoy quedan pocas dudas que el pensamiento consciente es sólo una parte y ni siquiera la mayor del pensamiento. Es más, el pensamiento es una combinatoria que no tiene a la conciencia como condición.
Esta constatación rompe con una serie de ideas recibidas, que tiene como efecto, entre otras cosas, desbaratar las jerarquías que en la Modernidad se habían creado basadas en ese presupuesto.
Existe un pensamiento no consciente y también un pensamiento no simbólico y prácticas con pensamiento. Las manos del artesano o el artista "piensan", por así decirlo, buscan soluciones a los problemas e inventan nuevas vías. Y eso es también racionalidad aunque no "conciencia". Ya Marx lo había barruntado cuando escribía metafóricamente en alguna parte: "el hombre piensa porque tiene manos", si bien es cierto que se refería al papel del trabajo en la formación del hombre.
Asimismo no toda actividad consciente es forzosamente una actividad del pensamiento. Las actividades reflexivas o corticales que ejerce la conciencia durante las tareas mecánicas o repetitivas sin enfrentarse a los problemas en la frontera de una situación, son actividades a las cuales, en rigor, no puede calificarse de pensamiento. Los sencillos ejemplos de la diferencia entre alguien que hace muebles y un carpintero, entre un gestor y un político, entre un trabajador de la cultura y un artista, entre un profesional de la ciencia y un científico, entre un erudito en filosofía y un pensador, entre un docente y un maestro...y, por supuesto, entre un profesional de la revolución y un revolucionario o simple rebelde.
El pensamiento, en cambio, sería esa actividad de los carpinteros, los políticos, los artistas, los científicos, los pensadores, los maestros, etc. Y los revolucionarios, donde la combinatoria se enfrenta a una aporía, a una interrupción del sentido, a lo desconocido; donde un indecible exige un análisis hipotético imprevisible y en general con múltiples variables ordenadas por una incógnita. Desde luego, la "resultante" va a ser casi siempre "sorprendente". Sorprendente frente a la "previsión" de la ideología, porque toda ideología antepone las respuestas a las preguntas.
En rigor, la mayoría de los revolucionarios demostraron este concepto de pensamiento en su praxis por encima de sus teorizaciones. Pero de aquellos que tuvieron oportunidad de ejercer funciones de gobierno se destacan Lenín y el Che. Ambos actuaron de la misma forma frente a la aporía, al indecible, a la interrupción del sentido. El caso de Lenín es mas contradictorio por varias razones: complejidad de la revolución rusa, época que le tocó vivir, su formación mas rigurosa en la tradición del pensamiento modernista, su preocupación por el atraso civilizatorio de Rusia. Pero aún así es el Lenín del "Ahora o nunca", el Lenín de las "tesis de Abril" o "Carta desde lejos", el Lenín de la Paz de Brest.
El Che, por su parte, hombre racional si los hay, una racionalidad guiada por un poderoso pensamiento subversivo, por lo tanto, creador, tan subversivo que subvierte sus propios prejuicios o juicios apriorísticos, lo expresa en todo el conjunto de su corta vida. Sin la rigurosidad de la formación de Lenín, pero como lector voraz y amplio tenía la ventaja de una época en que el cuestionamiento al evolucionismo determinista empezaba a hacerse sentir con fuerza y la fosilización del marxismo oficial era evidente.
De sus biografías y sus escritos se puede colegir que esto se empezó a evidenciar en su conocido viaje juvenil, pero se forjó en el proceso que va desde el desembarco hasta la entrada en La Habana. Su mirada al horizonte lo mantenía ligado a la incógnita, al futuro, al objetivo, a la utopía, eso era la liberación de Cuba, pero en la praxis concreta, la libertad de Cuba, es decir la libertad de cubanos y cubanas de carne y hueso, no esperaba la conquista del gobierno. La empezaba a construir en el curso de la lucha, allí donde pusiera el pie.
Más adelante, ya en el poder, podemos registrar sus angustiosas preocupaciones documentadas en actas y escritos sobre su gestión ministerial, desde los problemas aparentemente mas nimios. Y es importante detenerse allí, en el tratamiento de los "pequeños" problemas, la desidia, la burocratización,etc. Su observación cotidiana, en las pequeñas cosas, de como la práctica "traicionaba" las teorías de la modernidad, como el hombre no es un simple producto del medio, como la conciencia no es simplemente el espejo subjetivo de la realidad, etc. De modo que sabía que no tenía teorías confiables para construir el socialismo, a lo sumo una "hipotética" hipótesis. Por su parte llegaba con su práctica a la misma conclusión que Marx: " No es posible un fin justo con medios injustos". Es precisamente en ese sentido que su cuestionamiento a la vigencia de la ley del valor en el socialismo y su propuesta de incentivos morales, excedían el problema concreto en sí mismo, para dirigirse a un cuestionamiento mas profundo a la capacidad de la reflexión lógica analítica como pensamiento creador. El reduccionismo mental tomo la propuesta sobre incentivos morales como solución del problema cuando en realidad era más bien el planteo del mismo. Planteo que tiene vigencia actual.
Como decíamos al principio, el Che pudo evitar la iconografía, sin embargo no se pudo evitar que el ejemplo de su conducta práctica como ejercicio de un nuevo pensamiento quedase reducido a voluntarismo. En realidad, cada paso de férrea voluntad no estaba tanto destinado a forzar o quebrar la realidad objetiva sino que romper las lecturas teóricas de esa realidad, esas lecturas que anteponían las respuestas a las preguntas.
De este modo el pensamiento y la praxis del Che fueron conformando una visión de la acción política que zafaba de la famosa relación entre medios y fines. Empezaba a vislumbrar que la lucha, la revolución, no era un medio para llegar al comunismo, sino un disparador de nuevas relaciones sociales subversivas al sistema aún en las entrañas del mismo. El fin estaba en el medio y a su vez ningún medio era un fin en sí mismo.
El Che no luchaba por una libertad en el futuro, sino que en la lucha estaba la libertad.
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Matar la muerte
Editorial de Castillo que formó parte de la revista El escarabajo de Oro
de noviembre de 1967, en la que habla sobre el asesinato del comandante Ernesto Che Guevara.
Abelardo Castillo
La Fogata
Señor, concede a cada cual su propia muerte.
Rilke.
Le cortaron las manos y aún golpea con ellas.
Lo enterraron y hoy viene cantando con nosotros
Neruda
El 8 de octubre, en Vallegrande, mataron al Che. Los generales bolivianos lo dicen, y debe de ser cierto. La muerte, al fin de cuentas, es la menos inesperada anécdota de la vida: la cuestión es no morir de muerte ajena, y el guerrillero que murió, murió de la que había elegido. A eso, los que creen en Dios, por un malentendido lo llaman Salvación. Los que no creemos, también. Y yo hasta lo llamo no morirse, abolir la muerte: matarla. Hay un cadáver, es verdad. Todos los diarios del mundo mostraron un muerto que se le parece, que seguramente es el Che. Una fotografía, sobre todo, impresiona: está de perfil, el grabado repite fríamente unos superciliares que sin duda no son de otro hombre (le daban ese aire de fauno joven; los que lo vieron reírse no pueden haber dejado de pensar que esa frente se contradecía un poco con su risa, y de ahí la cara de estar tramando una incomunicable travesura, ese gesto que no le pudieron borrar los generales), tiene los ojos abiertos y la cabeza medio alzada, tiene los brazos en la actitud del que va a incorporarse, tiene un balazo en el corazón. Nadie, sin embargo, aceptó que ese cadáver fuera el suyo. Nadie, ni los que lo odiaban y diez veces antes fraguaron miserablemente su muerte, a manos de Fidel Castro, o en Santo Domingo, o por suicidio. Los mismos generales que lo mataron, estoy seguro, ya han comenzado a dudarlo. Y yo creo que hacen bien.
Voy a escribirlo, voy a tratar de escribirlo sin caer en la trampa de las palabras, de las frases que aluden a los muertos que pese a la muerte siguen vivos. Voy a decir que el guerrillero muerto de Vallegrande no era el Che. Ya no lo era. Balearon un cuerpo, lo enterraron en algún sitio o incineraron una corruptible arcilla. Y hasta ahí operó la muerte. Y a partir de ese momento, a partir de sus diseminadas cenizas, de un cadáver que nunca se hallará, el Che volvió a ser libre de ir y venir por América pero sin cambiar su nombre y sin ocultar su cara.
Ustedes no han matado a nadie: han resucitado a un hombre. Y a algo más. Hasta el 8 de octubre se podía dudar que haya seres capaces de pelear por los otros, hacer una revolución, alcanzar el poder, abandonarlo todo y comenzar de nuevo: renunciar a lo temporal, que es lo mismo que negar el tiempo. Elegir y acatar un destino. Quién, con qué argumentos y sobre todo con qué ejemplo, puede hoy destruir esa mística. Digo mística y quiero decir mística. Hasta el 8 de octubre cualquiera podía pensar: es mentira, es Cuba que necesita inventar un fantasma para sobrevivir. Ahora se sabe que el Che está. Y no precisamente enterrado en la selva. Está. Hermoso e invulnerable como un héroe de novela, y frío y lúcido como una inexorable máquina de hacer justicia.
No toda muerte mata. Los diarios, sin querer, lo sabían. "Encontró la muerte en Vallegrande", dijeron. Y es así. Hay hombres que encuentran su muerte, la que los merece, como si debieran morir para quitarse la inquietud de ser mortales. Y el que mataron tenía una cuestión personal con la muerte ("si no vuelvo dentro de dos meses", le escribió a sus padres la primera vez que salió a la aventura, "vayan a buscar mi cabeza reducida por los jíbaros al museo de Nueva York", y el desafío se repite en todos sus escritos, en todas sus cartas hasta la última, ya en Bolivia: "de aquí no me salgo si no es con los pies para arriba"), le había perdido el respeto y se reía socarronamente de la muerte.
Un hombre, un poeta, se dejó morir de la muerte con que lo iba matando la espina de una rosa: él le había cantado a las rosas y a la muerte. Otro hombre se hizo crucificar porque ya era tiempo. El que crea que comparar a Rilke con Jesús es una herejía, el que imagine que esas muertes no son también la muerte de la que hablo, hará bien en preguntarse qué pobre cosa ha entendido, hasta hoy, de la vida.
Me olvidaba: la muerte del Che no me duele. No tengo ganas de conmover, ni de conmoverme, con retóricas de cementerio. No quiero que este editorial sea patético o solemne, ni tiene porqué. Rebajar la muerte de Guevara a la intimidad del dolor no está en su estilo. Las muchachas argentinas ya lloraron lo suyo ante los aparatos de televisión cuando los generales mostraron su cadáver, ya hemos pegado su foto en la pared -entre Beatles y banderines-, y a lo mejor está bien. Ya empezaron los poetas a mandar elegías alusivas a las revistas. Así que no hace falta lagrimear más. ¿Qué es lo que hice para que no lo mataran?, esa, en cambio, me parece una buena manera de encarar la cosa: una buena pregunta. Evita las emociones fáciles.
Y hecha esta aclaración, puedo terminar. Desde ese asesinato, desde esa inmolación, los generales tienen miedo. O deberían tenerlo. Porque una vez que un hombre así dio con su muerte, ya no hay balas, ni rangers, ni marines que valgan. No "se sale" más de la vida. No tiene más que vida. Es pura y múltiple y violenta vida que no se mata.
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