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NUESTROS SUEÑOS, NO CABEN EN SUS URNAS
Buscamos VERDAD
Buscamos JUSTICIA
Buscamos a JULIO
Viernes 6 de Octubre - 18 hs.
Av. de Mayo y 9 de Julio
Por la aparición con vida de Julio López
Por el juicio y castigo a cualquier violación de sus derechos humanos
Hoy más que nunca, seguiremos adelante con los juicios para lograr cárcel común para todos los genocidas
Llamamos a la sociedad en su conjunto a manifestarse para repudiar este gravísimo hecho
Abuelas de Plaza de Mayo
Familiares de desaparecidos y detenidos por razones políticas
Hermanos de desaparecidos por la verdad y la justicia
H.I.J.O.S. Capital
Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora
Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH)
Asociación Buena Memoria
Servicio Paz y Justicia (SERPAJ)
Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH)
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La Ordalia en el siglo XXI
Hebe de Bonafini y los desaparecidos "dudosos"
Por Luis Mattini
La Fogata
Uno de los lastres que arrastran los progresistas o los "revolucionarios" progresistas (es decir quienes todavía sostienen la ideología del progreso) es no comprender que la relación entre magia, mito, religión y ciencia no sigue un proceso "superador" en espiral ascendente, sino que en todo momento histórico conviven en cada sociedad y en cada individuo, en cada uno de nosotros y nosotras.
Así, por ejemplo en pleno reino de la sociedad juridica-racional actual, (capitalista o "socialista"), en pleno estado de derecho, pareciera que persiste de contrabando la Ordalía, el Juicio de Dios, que se creía erradicado de la sociedad occidental a partir del siglo XII. Como se sabe, la Ordalía era un método "jurídico" antiquisimo que atravesó muchas sociedades paganas, que el cristianismo "civilizó" con formas canónicas, y que consistía en someter al acusado a pruebas físicas, como por ejemplo caminar sobre brasas, sostener con la mano un hierro candente, meter el brazo en agua hirviente, beber un veneno, etc. Si no se moría, o quedaba apenas afectado, era inocente porque Dios habría dispuesto formas para que el cuerpo resistiera las quemaduras y el mal que fuere. Por ello se la llamó también "Juicio de Dios (y de allí vienen expresiones como "poner las manos en el fuego" o "prueba de fuego")
Preguntémonos entonces si no es una Ordalia, exigir a los militantes, revolucionarios, activistas o a cualquier persona detenida y torturada, resistir la tortura como prueba de su fortaleza, lealtad a la causa, valentía y sinceridad de sus actos.
Tal es el caso cuando Hebe de Bonafini arroja dudas sobre el re-desaparecido Jorge Julio López.
Pero esta posición de Hebe que tanto escandaliza y sorprende, no es nueva. Es sabido que ella siempre desconfió, por decirlo suave, de todo sobreviviente. Tampoco es patrimonio de Hebe, es la consecuencia de rescatar del setentismo, en forma acrítica, sólo la épica.
Ahora bien, esa "desconfianza" sobre todo sobreviviente que, llevada a sus extremos, podría incluirnos a todos los que quedamos vivos, sigue siendo asunto polémico en los ámbitos de los organismos de derechos humanos y, en general en todo sitio relacionado a esta historia y es una de las herencias más negativas del cuerpo de creencias que sostuvimos en las organizaciones armadas y no armadas de los setenta.
Ese cuerpo de creencias, con sus matices, tuvo enorme fuerza en el movimiento revolucionario argentino. La paradoja es que pareciera ser que cuanto más marxista, o sea supuestamente más laica, materialista y racional, más se arraigaba la superstición de la Ordalía mágico-religiosa. Dicho de otra manera, en ese aspecto fuimos más cristianos que los propios cristianos. Dejo para otros las comparaciones entre las diferentes corrientes ideológicas; en todo caso yo me hago cargo y mi autocrítica es desde el marxismo en general y desde el PRT-ERP en particular.
En efecto: la idea de que los revolucionarios en todos los casos resistían la tortura sin abrir la boca, y ello sería precisamente prueba de su carácter de revolucionario, concretamente de fortaleza ideológica, atravesaba nuestro cuerpo de creencias, a punto tal de ser precisamente eso: una "prueba de fuego", mayor prueba aún que dar la vida. Más todavía, se establecía una categorización darwiniana. En el caso del PRT se suponía que los cuadros del Buró Político, (estadio supremo de la evolución) por su carácter de cuadros máximos no podrían ser "quebrados" en absoluto; en el escalón inferior siguiente, el Comité Central, un poco menos absoluto y así sucesivamente, hasta la categoría simpatizante, en donde dada la "insuficiencia ideológica", era esperable la "debilidad". Asimismo, las sanciones correspondientes por no pasar la prueba, es decir por "cantar " pese a la tortura, iban en la misma jerarquía: gravísima, grave, menos grave, no grave y no sancionable. Esta seguridad absoluta de que los cuadros no podían ser "quebrados", llegaba hasta el punto suicida de que no cambiábamos preventivamente de casa ante la caída de uno de nuestros pares que la conocía. Además a esta categorización jerárquica se sumaba la clasista: un obrero industrial merecía toda la confianza, le seguía el campesino y por allá abajo, a la distancia, el "pequeño burgués".
Pero esto no sólo era una práctica sino un parámetro esencial en la discusión ideológica. Una medida del grado de fortaleza ideológica, y por ende posesión de la verdad, de una organización. Por ejemplo, cuando algunos dirigentes Tupamaros que trabajaban con nosotros después del golpe en Uruguay, propusieron aplicar el criterio de los maquis franceses de pedirle al compañero caído que "aguante" un determinado lapso (cuatro horas por ejemplo) para dar tiempo a resguardar todo lo por él conocido y luego quedaba en libertad de usar discriminadamente la información para aliviar la tortura, nosotros argumentamos escolásticamente que esos criterios eran producto de una ideología burguesa, por lo demás "derrotistas".
¿Cómo se infiltró la Ordalía medieval en organizaciones supuestamente "científicas"?
Ocurre que nuestra inspiración fundamental era la historia de las revoluciones. Pero no cualquier versión de la historia, sino la historia como épica. Los ganadores suelen contar la historia como épica, burgueses o "socialistas", "ganadores" al fin y al cabo, porque ese modo de ver la historia de inherente al Poder. Y de esa historia épica de las revoluciones, nosotros recogíamos esos ejemplos de "fortaleza ideológica", Así el libro "Reportaje al pie del Patíbulo", (la historia de Julius Fusik un checo que resistió la tortura de los nazis), fue texto de cabecera. Por otro lado, libros, cine, pinturas, afiches, canciones, soviéticos, chinos, vietnamitas, argelinos, latinoamericanos, contaban cómo los revolucionarios resistían la tortura. Los franceses en cambio, como para confirmar ese supuesto "nítido racionalismo francés" del que hablaba Engels, esos maquis, mayoritariamente comunistas, sabían por experiencia del cuerpo, que no puede saberse a priori cuanto es capaz de resistir un ser humano y menos reglarlo con darwinianas categorías orgánicas. Pero los maquis franceses eran -para nuestro credo- "pequeño burgueses". Por otra parte, los libros testimonios que contradecían la creencia se esquivaban por derrotistas o "contrarevolucionarios"; por ejemplo la obra de Jan Valtin "La Noche Quedó Atrás", en donde el protagonista, un comunista alemán, revolucionario sin lugar a dudas, relata cómo se "quebró" por las torturas que le infligieron los nazis. O bien el caso del filme "La Batalla de Argel" que utilizamos sólo como denuncia, como muestra de la brutalidad de la represión, sin analizar los resultados que mostraba esa obra maestra de la ficción-documental. Como cruel ironía ese filme fue manual de los instructores franceses que enseñaban las técnicas contrainsurgentes a los militares latinoamericanos y yanquis.
Desde luego, que yo asumo la responsabilidad, como militante, y como ex dirigente, de haber compartido esa visión épica e impulsado estas creencias, las que fueron verdaderos contrabandos burgueses en nuestros deseos libertarios. Hay que decir también, no como justificativo, sino como dato de aquella realidad, que, por lo menos durante un largo tiempo, la mayoría de los compañeros y compañeras, incluidos varios miembros del Buró Político, habían soportado la tortura sin soltar información y ese hecho constatado afirmaba la creencia.
Más adelante, cuando el Terrorismo de Estado se desató en toda su virulencia, cuando los hechos parecían verificar que información obtenida bajo tortura desmentía esas creencias, nuestras búsquedas se extendieron, nuestro espíritu se amplió a fuerza de golpes, nuestros oídos fueron más receptibles a otras fuentes de información y así supimos, por ejemplo, que los soviéticos solían fusilar "preventivamente" a sus propios combatientes quienes, habiendo quedado en la retaguardia del enemigo, se jugaban la vida para atravesar las líneas y presentarse a continuar en el frente. Lo mismo solía ocurrir con los prisioneros soviéticos que lograban escapar de las garras nazis y regresar a la lucha. El miedo al "quebrado" y potencialmente reclutado por el enemigo, desató una criminal paranoia. ¿Dónde quedaba entonces la tan propagandizada confianza en la fortaleza ideológica? ¿Por qué se desconfiaba de esa manera a esos héroes después popularizados por el cine heroico? ("La balada del soldado"; "Hijo de hombre"; etc) ¿Quería decir entonces que esa machaca sobre la heroicidad, sobre la supremacía de la ideología por encima del cuerpo era un discurso para afuera?
Con todo, porque los seres humanos solemos ser tozudos en las creencias, se podía pensar que esas informaciones sobre la realidad podrían ser distorsionadas, exageradas, aprovechadas por la propaganda burguesa o la oposición trotskista. Sin embargo, en mi caso, la creencia se derrumbó en forma abrupta en 1977, en oportunidad en que elaboraba con altos especialistas de los servicios de seguridad de un país socialista, las causas de la eficacia represiva de los militares argentinos que estaban destrozando nuestras últimas resistencias. (No conocíamos todavía la doctrina francesa) Ante la hipótesis, por parte de estos especialistas, de que gran parte de la información la obtendrían por la vía de la tortura, yo argumenté en forma enfática que nuestros revolucionarios mueren sin hablar. Entonces uno de los especialistas presentes me respondió con una mueca de terrible ironía "Oiga compañero, los soviéticos nos enseñaron que todo el que tiene lengua habla, es cuestión de tiempo y de método". Es difícil transmitir mi sentimiento frente a esta afirmación proveniente de un revolucionario que se había entrenado en la Unión Soviética como aparato de seguridad del Estado. El lector puede calibrar todo el monstruoso significado de esa afirmación hecha, no por un "intelectual disidente" o un taxista disconforme de la Plaza Roja, sino por -perdón por la machaca- por un alto funcionario de un estado revolucionario. Mientras el escalofrío me recorría la espina dorsal, no pude evitar pensar ¿Por qué no se meterán donde no da el sol las toneladas de publicaciones sobre la heroicidad individual durante la Gran Guerra Patria? Y entonces sentí cuan sabio había sido el viejo Luis Franco cuando escribió que Nuremberg debería haber colgado a los cuatro: Hitler, Churchil, Roosevelt y Stalin.
Después aparecerían los sobrevivientes de los campos de concentración de la dictadura, "cuadros" o simpatizantes, obreros o "pequeño burgueses", quienes muchas veces con vergüenza, porque quedaban resabios de las creencias compartidas, pero con valentía, relataron el infierno y sus conductas en el mismo
Años más tarde, compañeros y compañeras que habían estado presos, que habían sido torturados y no habían hablado, confirmaron esa idea de "cuestión de tiempo y método". "Mirá flaco, a mi me dieron máquina fuerte durante x tiempo y lo soporté al límite, pero no te puedo asegurar qué hubiera pasado si me daban un minuto, una hora, un día, una semana o un mes más, nadie puede saber los límites de cada individuo" Y también, todo hay que decirlo si queremos un debate sano, hay compañeros que pasaron por las mismas circunstancias, es decir que fueron torturados y no hablaron, que condenan a los que no resistieron y se mantienen aferrados a la vieja épica del culto a los héroes.
Porque el culto a los héroes, culto propio del discurso del poder, es el mayor contrabando ideológico metido en los movimientos emancipatorios. La revolución es obra de seres humanos comunes, cuya virtud es el compromiso con el deseo, la rebeldía contra lo existente. Los héroes de la épica son un invento griego y por algo no eran hombres sino dioses. Nuestros "héroes" libertarios no son dioses, son mujeres y hombres frágiles, pletóricos de vida. Nada más gráfico para expresarlo que el humor de Quino: su personaje Felipe, frente a una estatua que reza: "luchador incansable", piensa: "la gracia es cansarse y seguir luchando"
"El cáncer de la revolución es llevar lo peor de lo viejo en el corazón de lo nuevo", afirma Miguel Benasayag también ex preso que tampoco habló bajo la tortura (escribió un libro muy recomendable al respecto: "Utopía y Libertad") Trabajó el tema intentando conceptualizarlo y develó el carácter profundamente épico-machista, narcisista, de la creencia de la que estamos hablando. En su tarea de ayudar a recuperarse a compañeros que no soportaron "la prueba" y no podían con su propia "culpa", Miguel da un argumento contundente, demoledor: si pasar por la tortura es un combate, condenar al que no la resistió sería como condenar a quien "perdió" un combate por razones personales, con la consecuente apología de quien "ganó" un combate. Pero además nos brinda unas reflexiones que tienen que ver con el presente: sostiene Miguel que para él la construcción de un mundo de justicia, o por lo menos más justo, debe pasar por la posibilidad de asumir precisamente la fragilidad, que no es ni la fuerza de algunos, ni la debilidad de otros sino, bien por el contrario, compartir esa fragilidad inherente de la vida. Buscar que la vida no sea más esta lucha de todos contra todos. Clasificar a las gentes por sus fuerzas o debilidades es un contrasentido, afirma Miguel, contrasentido que por otra parte niega la multiplicidad real del ser humano, y que el individualismo burgués justamente odia, ya que quiere que las gentes sean A=A, siempre iguales. Hablar no hablar, ganar perder, son momentos, totalidades concretas, pero que justamente -aunque eso les de horror a los defensores de la moral disciplinaria y represiva-, nunca permiten saber quién es alguien definitivamente. Porque como enseñaba Spinoza, nunca sabemos lo que un cuerpo puede.
Puede verse el contenido profundamente burgués, machista de ese criterio criticado por Miguel, que se inscribe, como dije al principio, en una visión épica de la historia, divorciada de la vida y que nos retrotrajo al uso de la Ordalía, a punto tal que la víctima del Terrorismo de Estado, como en el caso del crimen de la violación, se transforma en culpable y puede demostrar su inocencia sólo si sale inmune de caminar por la brasas.
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Dos lecturas para un fracaso imprevisto
Raúl Zibechi
La Fogata
Que Luiz Inacio Lula da Silva no haya sido reelecto en la primera vuelta de las elecciones brasileñas, significa un fracaso del gobierno que preside y del Partido de los Trabajadores (PT). Cualquier presidente que se presente a la reelección cuenta a su favor con el control del aparato estatal, lo que le da una enorme ventaja respecto a los demás candidatos, al punto que la mayoría de los presidentes que optan por la reelección suelen triunfar.
En suma, el fracaso es inocultable, con el agravante que la candidatura Lula viene cayendo mientras la de Geraldo Alckmin, neoliberal ferviente, ha sobrepasado el 41% de los votos, soprendiendo a todo el país. En el mes que resta hasta la segunda vuelta, a celebrarse el 29 de octubre, la incertidumbre será la reina. En ese escenario -propicio para nuevas ofensivas de la derecha y "juegos" desestabilizadores del gran capital- puede suceder cualquier cosa, y ahora no es descartable un triunfo de la derecha, algo que parecía imposible hasta la última semana de la campaña electoral.
A la hora de dar cuenta de lo ocurrido, aparecen dos tipos de análisis: los que hacen hincapié en la potente ofensiva de la derecha y los medios, y quienes mencionan los errores del gobierno y del propio Lula.
Es evidente que la derecha desató una campaña furiosa para impedir el triunfo de Lula. Una campaña asentada en los medios masivos, pero muy en particular en los electrónicos, que llevaron a algunos miembros del gobierno a hablar de una suerte de "golpe blanco" contra el presidente: medias verdades y mentiras descaradas para fabricar un escenario irreal pero funcional a sus intereses. Nada nuevo pero grave. El uso y abuso de los medios privados de comunicación por la derecha y las elites, creó un clima de cruzada contra Lula, fabricando un ambiente de extrema polarización y de linchamiento mediático del candidato del PT. A la luz de lo sucedido en Venezuela y México, esta estrategia sigue siendo tremendamente efectiva. Incluso el argumento tomado como base de esa campaña, la pretensión de miembros del comité de campaña de Lula de comprar un "dossier" con información que podría perjudicar a sus contrincantes, parece demasiado oscuro y hasta surgió la sospecha de que pudo haber sido orquestado por servicios de inteligencia vinculados a la derecha.
El segundo argumento que suele usarse, hace referencia a los errores del gobierno. Algunos extreman este discurso mencionando una supuesta "traición" de Lula. Demasiado sencillo. Lula no es un "traidor", argumento que no explica nada y pretende -a través de un discurso simplista- pasar por alto las complejidades de una situación y las razones de fondo por las que el presidente de Brasil decidió tomar un camino determinado, que se puede sintetizar en un modelo neoliberal con "rostro humano".
Pero el argumento de los errores es igualmente simplista. La corrupción no es un error, y el gobierno de Lula ha estado sacudido por casos de corrupción que se llevaron por delante a algunos de sus mejores cuadros, desde José Dirceu (jefe de la Casa Civil) hasta Silvio Pereira (secretario general del PT), pasando por varios ministros como Antonio Palocci (Economía) y Luiz Gushiken (Comunicación). Sobornar a decenas de diputados no es un error, es una política. De lo que se trata, es de desentrañar los ejes de esa política, sus motivos profundos, cómo se fue armando y qué objetivos persigue. Parte de ese trabajo lo realizó el sociólogo Francisco Chico de Oliveira, al analizar cómo las cúpulas sindicales, en los últimos veinte años, han gestado sólidos lazos con el capital financiero a través de la cogestión -con empresarios y Estado- de los fondos de pensiones que son, de hecho, los mecanismos más poderosos de acumulación de capital en el sistema actual.
A través de la gestión de esos recursos en el Fondo de Amparo al Trabajador (FAT), creado por la dictadura militar, los sindicalistas estrecharon vínculos con grandes empresarios y con el sector financiero. La actual alianza del gobierno de Lula con el capital financiero, al que se le transfirieron miles de millones de dólares por las políticas de elevadas tasas de interés, no es una táctica ni un "error", sino una política consolidada que ha ido cobrando forma a lo largo de dos décadas. Abarca desde las políticas focalizadas hacia la pobreza (recordemos, diseñadas por el Banco Mundial) hasta las altas tasas de interés que ahogan la producción y el mercado interno.
Hablar de "errores" (como aún se sigue haciendo en referencia al estalinisno) supone despolitizar el debate y alentar la falsa esperanza de un cambio de rumbo en un hipotético (pero deseable) segundo gobierno de Lula. Fue un error que Lula no acudiera al último debate televisivo. Pero sobornar, desviar dinero de las empresas públicas para el partido, aunque no haya enriquecimiento personal, es una política que consiste en utilizar el aparato estatal para convertir al partido en "partido de Estado". Tampoco esto es nuevo, pero la ausencia de debate en el seno de las izquierdas alienta la repetición acrítica de las peores experiencias.
Finalmente, lo del PT duele. Perdió 8 diputados, perdió en los principales estados (San Pablo, Minas Gerais, Rio de Janeiro) y sólo ganó un estado importante, Bahía, arrebatado a la derecha. Los partidos que apoyan al gobierno perdieron 26 diputados, haciendo más difícil la actuación de Lula en caso de que vuelva a ganar. Pero duele, además, porque se trata de "una oportunidad desperdiciada", como señaló recientemente Leonardo Boff. Y en un doble sentido. Para todos los que en Brasil luchan por un mundo mejor, como los sin tierra, el gobierno Lula podría haber creado una situación más favorable para los movimientos. Para toda América Latina, pese a todas sus limitaciones, el gobierno Lula representó en estos cuatro años la posibilidad de construir alternativas al dominio unilateral de Estados Unidos. Puede parecer poco, pero si la derecha-derecha llegara a ganar, vamos a echar en falta al mediocre gobierno de Lula.
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Santa Elena: la situación de Carlos Furman
Un periodista encerrado en el Hotel Libertad
Por Antonio Tardelli (*)
Paraná
La Fogata
Carlos Elías Furman tiene 33 años, valentía para criticar a un poder inescrupuloso y sensatez para temer.
Furman es periodista y desde hace tres meses, desde que le balearon la casa, permanece virtualmente refugiado en el Hotel Libertad de la entrerriana ciudad de Santa Elena, adonde conduce un programa radial que incomoda nomás desde el nombre.
El espacio se llama "El destape de la olla".
Furman es un permanente dolor de cabeza para el intendente del pueblo, el justicialista Domingo Daniel Rossi, cuyo currículum especifica que ha sido vicegobernador de Entre Ríos primero y condenado por enriquecimiento ilícito después.
Conductor radial en una ciudad de unos veinte mil habitantes que balbucea críticas a un poder afianzado, Furman amaneció hace días con su nombre inscripto en pequeños volantes arrojados por doquier.
"Año Nuevo Judío. Muerte a Carlos Furman", rezaban los papelitos generosamente esparcidos por la ciudad.
Sometido a un incesante desgaste psicológico, Furman tiene miedo.
Y razones para temer.
Sólo porque es menudo y el peso le ampolla los pies ha dejado de usar el chaleco antibalas que, preocupado más por la seguridad que por la elegancia, le acercó un amigo hace algunas semanas, cuando el clima comenzó a empeorar.
Los volantes intimidatorios y antisemitas no generaron mayores reacciones entre los referentes de las entidades israelitas de Entre Ríos, provincia que cuenta con una numerosa comunidad judía, aunque no asentada en esa zona del departamento La Paz.
Tampoco inquietaron mucho a los santaelenenses, con excepción de quienes, autónomos del poder político, ven con creciente preocupación la situación por la que atraviesa Furman.
Es que, Macondo entrerriano, escenario de infinitas historias que hablan de las particularidades de su pueblo, de su ingenio y de su sufrimiento, de sus resistencias y de sus miserias, Santa Elena conoce de volanteadas casi diarias en tiempos de efervescencia política.
El poder municipal panfletea la ciudad cuando de hostigar opositores se trata. Y la barre y la deja impecable cuando, cosa menos frecuente, los anónimos atacan al intendente Rossi, un caudillo no exento de rasgos pintorescos que luego de un par de décadas en el poder pudo abandonar su condición de proletario de la carne para transformarse en titular de cuentas bancarias en entidades radicadas en Uruguay.
Furman no es un periodista de investigación.
Los oyentes de Santa Elena aseguran que se limita a decir públicamente lo que todos saben y comentan en esa ciudad de frigorífico privatizado y paralizado durante los años noventa.
Tienen tiempo para escuchar radio los desempleados de Santa Elena, paraíso de los Planes Jefas y Jefes que el poder distribuye discrecionalmente. La historia de la ciudad está íntimamente ligada a una planta industrial que supo ser inglesa, estatal, del Citibank y del empresario Rodolfo Constantini.
El ex Frigorífico Regional Santa Elena, puertas cerradas, objeto de deseo, promesa incumplida, espera retomar su faena de la mano del menemista y reciclado empresario Sergio Taselli, favorecido por el gobierno nacional con la adjudicación del inmueble.
Históricamente Santa Elena fue el frigorífico y el frigorífico fue Santa Elena.
Pero los chicos de Santa Elena que en noviembre cumplan 13 años no han visto jamás como se mete en una lata la carne de exportación.
Santa Elena, ciudad desocupada, ciudad fantasma, es gobernada por un actor clave de aquella privatización (Rossi era entonces el vicegobernador de Jorge Busti), ahora condenado judicialmente por robar desde la administración, cosa que no le ha impedido seguir ejerciendo su cargo.
Furman es una de las escasísimas voces periodísticas que se alzan para cuestionar el sempiterno poder rossista.
"Judío puto", le gritan en la calle los acólitos de Rossi. Sus funcionarios lo increpen públicamente.
Nacido en Villa Domínguez, ex panadero, con incursiones periodísticas en otras ciudades entrerrianas y en provincias norteñas, Furman sabía que compraba problemas cuando hace dos años, al recalar en Santa Elena, adoptó un perfil confrontativo.
Rehusó ofertas ventajosas que le hicieron llegar, abrió los micrófonos de la emisora que le vende el espacio, la FM Dos de Octubre, y se granjeó la enemistad de Rossi y sus colaboradores. Las presiones no tardaron en llegar.
Cumpliendo con un mandado del jefe municipal, el presidente del Centro Comercial de Santa Elena ordenó a sus asociados que retiraran la publicidad del programa conducido por el periodista. Algunos efectivamente lo hicieron. Y los recaudadores, siempre ciegos, recuperaron la visión sólo para controlar la situación fiscal de esa radio desacatada.
La emisora se vio notoriamente perjudicada pero, soplo de libertad, sus dueños respaldaron a Furman. Acaso de ese modo Estela Bordón, propietaria de la FM, rinde homenaje a su hijo Andrés, el fallecido periodista que desde su juventud, irreverencia y capacidad fue precursor en eso de jaquear al mandón de Santa Elena. De hecho, a la emisora se la conoce como "La Radio de Andrés".
Pero los mayores problemas de Furman no son los insultos ni las tandas publicitarias. Enemistado con los gobernantes, hace unos meses se creyó conveniente (toda una definición) que el periodista circulara permanentemente escoltado por efectivos de la Policía de Entre Ríos.
Andar custodiando gente en pueblo chico no es la especialidad de los policías entrerrianos: se mostraron absolutamente ineficaces para impedir que el 9 de julio secuaces de Rossi boxearan al periodista en plena vía pública. Trompear a Furman resulta encantador para los rossistas, que ya habían practicado su deporte favorito a la salida de un corralón donde el hombre gasta las horas en que no permanece encerrado en su hotel/prisión.
A ese hospedaje, en el que se aloja merced a la generosidad de los dueños, ya que su situación económica es harto complicada, llegó luego de que tres disparos de arma de fuego impactaran en el frente de su domicilio como para hacerle saber que la cosa venía en serio. El episodio le dejó en claro que no bromeaban quienes llamaban por teléfono a la radio para advertirle: "¡Furman, te vamos a hacer boleta!".
Es desagradable vivir todo el tiempo con un policía al lado y es peligroso, según ha experimentado Furman en Santa Elena, no tener un policía cerca después de criticar por radio al intendente.
Antes de su programa matutino, todo adrenalina, el acelerado Furman debe ir a medirse la presión a una cercana casa fúnebre. No le importan tanto las connotaciones del sitio como la demora del custodio de turno, a quien inevitablemente debe aguardar pues las calles de Santa Elena se han convertido para él en un sitio más peligroso que las de San Francisco para Michael Douglas.
Los agentes de policía tratan a Furman mucho mejor que sus superiores: un día de suerte el periodista llegará a la radio montado a la motocicleta particular de su custodio. No obstante, harto de compañías uniformadas (desde hace meses está separado de su pareja), cada tanto Furman decide dar una vuelta sin avisar a su alter ego.
Pero sabe que sonará su teléfono móvil y, temerosos de las seguras represalias que sufrirán ante una eventual agresión, desde la Policía le dirán que no es conveniente que ande solo por ahí, que cómo se le ocurre tal cosa, que no sea atrevido...
A la vida de Furman, está claro, le falta intimidad, pero también lógica. Sonriente cuenta que no es judío, pero lo discriminan por ello; cuenta que es peronista, pero lo persigue un gobierno peronista.
Santa Elena es así, rara. Pero sólo a primera vista.
En esa comunidad maltratada, envilecida, degradada, los políticos subsisten a través de mecanismos de construcción y conservación de poder idénticos a los que emplean quienes controlan aparatos instituciones de mayor envergadura.
Con pocos intervalos, desde siempre Rossi ha manejado todo, o casi todo, en Santa Elena.
No es que intente controlar todas y cada una de las organizaciones locales, metiendo mano en ellas, abierta o solapadamente. Su poder territorial es suficiente como para lograr que su influencia se extienda más allá de los estrechos límites de la comarca. El jefe municipal controla resortes claves del Estado provincial o al menos las decisiones que más directamente influyen sobre su feudo.
No es ajeno a determinaciones que se adoptan en materia de educación, esfera provincial, y que afectan a su pueblo. Tiene poder en cuestiones de seguridad, esfera provincial, referidas a su ciudad. De su largo brazo tampoco escapan aspectos sanitarios, esfera provincial, que dependen orgánicamente de la estructura del Estado que encabeza Busti.
Es que, al margen de los vaivenes, de las ideas y vueltas, de la política menor, en definitiva de la anécdota, Domingo Daniel Rossi ha sido y es un hombre clave en la estructura de poder del justicialismo entrerriano en general y del bustismo en particular.
Rossi es a la política provincial lo que Santa Elena es a Entre Ríos: lo mismo pero en miniatura. Igual, pero más de pago, más pequeño. Lo mismo, pero a la vez agigantado, realidad con lupa, por la desmesura que pueden adquirir las cosas en el infierno grande que es un pueblo chico.
Santa Elena es más de lo mismo, más chico y más grande, más grotesco pero igual.
El poder de Rossi no puede ser entendido sino como parte de una estructura política que, a grandes rasgos, se asienta sobre el clientelismo y el avance partidario sobre las instituciones del Estado.
Un compañero de andanzas de Rossi, Emilio Castrillón, también peronista, vigente también desde siempre, también oriundo del departamento La Paz, presidente del bloque de diputados oficialistas, se convertirá próximamente en miembro del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos.
A primera vista, Santa Elena es una ciudad bien cuidada.
Las plazas exhiben su césped prolijamente cortado. La Avenida Presidente Perón no luce nada mal. Bien pintados están los cordones de las veredas.
Ex obreros industriales, los desocupados han debido reconvertirse en jardineros, pintores, albañiles: contraprestación demandan a veces los programas sociales. Hay mil quinientos beneficiarios de planes asistenciales en esta ciudad entrerriana. Está linda Santa Elena, a primera vista.
Hay que alejarse un poquito, un poco nomás, para llegar hasta el frigorífico, el gigante dormido por cuyo sueño velan intereses bien concretos. Poco hay que alejarse para llegar a "El Shopping", tal la denominación del basural adonde los pobres van a hurguetear comida.
En la calle principal, las pérgolas embellecen el paisaje de una ciudad impiadosamente destrozada.
Sabios, los hombres de pueblo lo definen con metáfora fúnebre. Explican: "Santa Elena es un muerto maquillado".
Enfrente de una bella santa rita, a un paso de las pérgolas, está el Hotel Libertad.
Desde hace tres meses allí vive, como un preso, el periodista Carlos Elías Furman.
(*) Periodista. Conduce el programa "En el dos mil también", que se emite de lunes a viernes, de 6 a 8, por FM Capital (101.9), de la ciudad de Paraná. También es columnista de "Mañana del Plata" (98.3), por Radio Del Plata Paraná; y del espacio televisivo "Cuestiones pendientes", que sale al aire los jueves a las 19 por Canal 6 de Multicanal y Cablevisión Esta nota fue publicada originalmente en el sitio Cuestionesonline.com.ar.
Nota relacionada:
La dictadura de Santa Elena adeuda respuestas: persecuciones, muertes dudosas, robo y pobreza endémica
La dictadura de Santa Elena adeuda respuestas: persecuciones, muertes dudosas, robo y pobreza endémica
La situación del periodista Carlos Furman es insostenible. Pero se trata sólo de una muestra de lo que se vive en la ciudad entrerriana. Las entrevistas con dirigentes de entidades sociales deja al descubierto el accionar mafioso.
Por Jorge Riani,
de la Redacción de Cronista Digital
En la ciudad de Santa Elena, un periodista que ejerce su trabajo, que rechaza el dinero circulante para la compra de conciencias, que no apela a los golpes bajos de la difamación, que considera a su espacio mediático como canal para los sectores que no tienen cabida en medios paraoficiales, vive en Libertad.
Libertad es el nombre del hotel en el que ese periodista gasta sus horas encerrado para su propia seguridad. Es que en Santa Elena, el grotesco se permite dejar lugar a la paradoja, a la cruel ironía. Y la ironía va de arriba hacia abajo, y de abajo hacia arriba: en el glosario urbano, por caso, shopping se le llama al volcadero que provee de basura orgánica y putrefacta con la que muchas familias hacen la parodia del almuerzo y la cena, llevándose los desperdicios al estómago. El envenenamiento silencioso y prolongado evita a muchos morir de hambre.
La reiterada situación de hostigamiento, golpizas y atentados diversos hacia el periodista Carlos Furman, ha motivado la atención de colegas de la capital provincial, que el viernes último viajaron hacia Santa Elena. Paralelamente, la delegada entrerriana del Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi), Cristina Ponce, tuvo el mismo destino y mantenía las mismas entrevistas destinadas a conocer el trasfondo del problema.
La situación de Furman -varias veces denunciada en este y otros medios de la provincia- no es más (ni menos) que una muestra puntual de una situación política y social que colisiona de lleno contra el estado de derecho. En Santa Elena se vive una dictadura.
En un país que tiene el dramático antecedente de la tiranía en su historia reciente, con 30 mil desaparecidos, torturados, expoliados, robados y un Estado puesto de rodillas para hacerle más fácil el tiro de gracia al menemismo posterior, no es poca cosa hablar de dictadura. Llamar así a lo que no alcance esa categoría podría generar una situación rayana en la imprudencia, está claro.
¿Pero cómo se debe denominar a lo que se vive en Santa Elena? Para repasar: el intendente de esa ciudad está condenado por robar dineros públicos en su paso por el cargo de vicegobernador y por quedarse con dineros privados gestionados para campañas políticas. Sin embargo, Domingo Daniel Rossi sigue en su cargo, persiguiendo a quien no quiera digerir la historia oficial que se inventó para justificar su permanencia.
En Santa Elena, todo está atravesado por punteros políticos que Rossi utiliza para su provecho pagando con dineros públicos. El Estado se llama Domingo Daniel Rossi, y quien no quiera entenderlo, no podrá ir al hospital, no podrá pensar en ocupar un cargo en la administración municipal ni provincial, no podrá caminar por las calles, como le pasa a Furman.
A los regímenes militares y fascistas le costó un poco más de creatividad la tarea encarada al momento de generar la propaganda desorientadora puesta al servicio del crimen. En Santa Elena basta con que un matón amenace por radio, que desparrame injurias de la gente para lograr quebrar su dignidad apelando a palabras viles, soeces, repugnantes. Detrás de eso está el condenado Domingo Daniel Rossi, a quien la Justicia le ordenó que devuelva el dinero robado cuando fue vicegobernador en la segunda gestión de Jorge Busti.
En el extremo más reciente de una larga cadena de hechos, Furman fue objeto de hostigamiento mediante un anónimo que se encargaron de tirar en el breve recorrido que se le permite hacer diariamente. "Año Nuevo Judío: muerte a Carlos Furman. Andate hijo de puta", dicen los anónimos en los que aparece dibujada una cruz esvástica.
Antes, fue un par de golpizas por parte de punteros del intendente condenado, y tres balazos contra la vivienda que alquilaba. A eso debe sumársele la permanente ofensiva verbal que recibe por parte de la patota oficial, que no se siente amedrentada por la custodia policial que sigue a todos lados al periodista.
Para emparentar más aún a un sistema dictatorial con miedos omnipresentes, quienes simpatizan con el periodista deben tomar sus recaudos. Los saludos en la vía pública son camuflados con un leve movimiento de cabeza, y los mensajes de adhesión son tan crípticos que hay que saber entender las entrelíneas. En medio de insultos que se canalizan a micrófono abierto, no faltan quienes se solidarizan con el conductor radial en el más absoluto anonimato y con voz disfrazada. ¡Si eso no es una dictadura!
La jornada para un periodista amenazado
Cuando Furman no se encuentra encerrado en el hotel Libertad, está en la radio o en lo que él llama con familiaridad el corralón. O bien está de camino hacia esos lugares, siempre con la custodia policial.
Algunas veces se traslada en patrullero; otras, caminando con el uniformado inseparable o en la moto particular del custodio. Si el periodista quisiera salir de su habitación -en la que se refugia antes de que desaparezca el sol- para transitar sin custodia, se arriesga al reto propio de quien transgrede una norma. La misma Policía se encarga de localizarlo y reprenderlo, con el pretendido derecho que otorga que le hayan dado en custodia la vida del periodista.
Resulta conmocionante escuchar a Furman explicar qué es eso del corralón. "Es el lugar donde puedo esparcirme", dice con naturalidad. Allí el hombre se siente libre, en un espacio descubierto pero encerrado, sin policías y con alguna extensión que le permite caminar. Es como el recreo del preso.
La situación sostenida ha afectado la vida cotidiana de Furman, mucho más allá de su libertad. Hoy, no puede ir al hospital público sin ser objeto de amenazas y atropellos, porque eso también es dominio de Rossi. Allí, el superintendente del establecimiento es el mismo que difama con lengua envenenada y mentalidad putrefacta.
Es que en la pauperizada Santa Elena sobra mano de obra de personas a las que se les ha negado la condición de ciudadanos, dispuestas a llevar a cada recodo del Estado el ojo vigilante del mandamás y sus amenazas.
El grupo de periodistas que viajó este viernes hasta Santa Elena -entre los que se encontraban Antonio Tardelli y el corresponsal de La Nación, Tirso Fiorotto, además de quien esto escribe-, pudo escuchar directamente de una docena de dirigentes de entidades una descripción que habla de un verdadero drama donde Furman es sólo una más de las víctimas. Se recogieron testimonios de docentes, trabajadores estatales, municipales, dirigentes barriales, pastageros, cooperativistas, militantes políticos. Todos, sin excepción, hablaron de que el periodista ejerce su profesión y por eso es víctima de la persecución. Que su espacio radial -con el inmenso apoyo de los propietarios del medio- es un lugar donde se pueden canalizar las inquietudes sociales.
Hubo, ante la pregunta directa de los periodistas paranaenses, un respaldo a Furman, y estamos hablando de una docena de entidades representantivas que sueñan con el día de recuperar la soberanía de sus vidas.
Un trasfondo con historias negras
El diálogo con esos dirigentes de un arco multisectorial permitió mucho más que confirmar la situación del periodista amenazado. También fue el ámbito donde fluyeron historias verdaderamente impresionantes.
Se habló de muertes dudosas, de desapariciones de dirigentes que manifestaron su oposición al régimen de Rossi. De las dudas que dejó sembrada en la silenciada sociedad santaelenense la muerte de un detenido al que se le habría negado atención hospitalaria. Del miedo que generó el extraño deceso, en medio del río, de una persona que era mal vista por los ojos oficiales. ¡De esto se habla por lo bajo en Santa Elena!
El despido de personal en los tres principales establecimientos públicos de salud es una consecuencia directa de que los tentáculos del intendente están dispuestos a marcar como zona propia los espacios públicos, aunque sean de la órbita provincial.
Al fin y al cabo, en la lógica de un intendente condenado por corrupción quizás esté la idea de legitimación de poder, a juzgar por hechos recientes. Cada día que pasa en su cargo, Rossi es blanqueado por el poder provincial (llámese político, judicial, legislativo).
Rossi ganó cuando hizo una interpretación ridícula del fallo que lo condena por enriquecimiento ilícito y decidió continuar en su cargo.
Rossi ganó cuando logró que el oficialismo provincial adecuara la Ley 3.001 (que rige el funcionamiento de los municipios entrerrianos) para que pueda seguir en el cargo pese a estar condenado. Hasta entonces no podía seguir siendo intendente aun si sólo estuviera procesado.
Rossi ganó cuando vio el modo en que su allegado Emilio Castrillón se convirtió en las últimas horas en juez del Superior Tribunal de Justicia. Este diputado que encabeza la bancada oficial -que en su momento se sumó al pedido de impunidad de Rossi para que lo desprocesen- está a horas de jurar como vocal del máximo tribunal judicial entrerriano.
Rossi ganó cuando consiguió que el oficialismo acogiera su respaldo al candidato oficial y se sumara al proyecto político ideado por el actual gobernador Jorge Busti para 2007.
Rossi ganó cuando hizo posible que el empresario Sergio Taselli prolongara el proceso de expoliación de los bienes públicos del ex frigorífico Santa Elena, traficando con la ilusión de los desocupados y dejando a la deriva los proyectos cooperativos, para lo cual recibió el respaldo de la Provincia y la Nación.
En fin, a Rossi le cuesta poco ganar incluso una elección a partir de haber logrado saltar los límites que impone la legalidad. Manejando los recursos y la discrecionalidad para utilizarlos como castigo o premio, quebrantando las voluntades, negando derechos de ciudadanos. Todo eso permitido a partir de que Santa Elena pasó de ser una ciudad fabril -modelo en Latinoamérica- a ser la meca de los bolsones y planes asistenciales que la dirigencia política moderna reinventó para otorgar graciosamente, siempre a cambio de que la gente renuncie a su condición de sujeto de derechos.
Fue en Santa Elena donde Carlos Menem prometió que faltarían brazos para trabajar, como cínico preludio de la desocupación y sus consecuencias: delincuencia, promiscuidad, prostitución infantil, desnutrición. Y Rossi estaba en el palco, aplaudiendo.
El 30 de noviembre de 1993 fue la última jornada laboral en ese frigorífico que daba trabajo a todo el pueblo. El 3 de septiembre del año anterior se había producido la última faena. Hubo reparto de millones de dólares de propiedad pública a empresarios que nunca cumplieron su promesa de reabrir la fábrica y que, en cambio, se llevaron bienes y cuota Hilton a otras firmas suyas, lejos de esta provincia.
Entre Ríos perdía una usina generadora de puestos laborales directos e indirectos, pero la mafia ganaba un territorio abonado donde enriquecerse y conseguir votos para sostenerse en lo que entienden por poder. Es decir en la impunidad.
Presiones y amenazas de muerte contra periodista entrerriano.
Los periodistas abajo firmantes volvemos a manifestar nuestra preocupación por los hechos que acontecen en la provincia de Entre Ríos, repudiamos con indignación las presiones políticas y económicas que padece a diario el periodista Carlos Furman en la ciudad de Santa Elena, y expresamos nuestra alarma por las actitudes del actual intendente y ex vicegobernador Domingo Daniel Rossi, reñidas con códigos elementales de democracia y convivencia.
El actual intendente fue condenado por enriquecimiento ilícito después de años de denuncias periodísticas reiteradas, que demostraron su manejo arbitrario de fondos públicos, pero contra toda lógica decidió continuar en el ejercicio de sus funciones amparado por el poder político provincial que, luego de la condena, cambió artículos de la Ley de Municipios para facilitarle su permanencia en el poder.
Por su parte, el periodista Carlos Furman recibió golpizas de patoteros en la calle en dos oportunidades, su casa fue baleada, y hace pocos días se distribuyó un panfleto en Santa Elena con esta inscripción, alrededor de una cruz svástica: "Año nuevo judío. Muerte a Carlos Furman". Gritarle "judío de mierda", "andate o sos boleta" se ha convertido en un deporte para los aduladores del poder de turno. ¿Qué esperan los gobiernos para controlar y erradicar este flagelo, cualquiera sea su origen?
La persecución de que Furman es víctima se debe a que su programa matutino, en una radio local, abre el micrófono a las expresiones críticas al modelo autócrata local, lo cual consideramos que es un derecho fuera de toda discusión. Pero parecería no serlo en Santa Elena, donde Rossi ejerce un poder inescrupuloso, sostenido en punteros y patoteros colocados estratégicamente en muchas instituciones, inclusive el hospital y los centros de salud; éstos han sido denunciados coincidentemente por dirigentes de la Asociación Trabajadores del Estado -ATE-, la Asociación Gremial del Magisterio -AGMER-, el Sindicato de Empleados Municipales.
También se sumaron a esa denuncia el Frente Barrial 19 de diciembre, la ONG Redes para las familias, profesionales, cooperativistas, chacareros, pastajeros y ex obreros del Frigorífico Santa Elena, todo lo cual ha sido corroborado por periodistas entrerrianos.
Como consecuencia de las persecuciones, Furman vive encerrado, y sufre dolencias físicas y psicológicas. Exigimos el fin de los atropellos y de la discriminación, la investigación a fondo de los ataques, el cambio de actitud del poder político provincial y la intervención de organismos democráticos y republicanos que prevengan contra las causas y los efectos de la autocracia en Santa Elena y el departamento La Paz.
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