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Autor: CTM-Lecce
Data:  
Assunto: [Lecce-sf] I: [nuestramerica] UN COMBATIENTE SUEÑA CON SU COMANDANTE

-----Messaggio originale-----
Da: Dr. Guillermo Cohen DeGovia [mailto:cohen-degovia@cohenpage.com]
Inviato: martedì 8 ottobre 2002 15.00
A: Nuestra América
Oggetto: [nuestramerica] UN COMBATIENTE SUEÑA CON SU COMANDANTE


35 años después...

Un combatiente sueña con su Comandante

JOSÉ ANTONIO FULGUEIRAS,
(de su libro en preparación Cerca del Che)

Pombo no se arrojó a las llamas devoradoras, como el indio Hatuey.

La luz de Yara, desprendida de la inmensa hoguera, le danzó en la pupila en
un convite de hidalguía y entrega patriótica, y se fue hasta aquel rincón de
la Sierra Maestra a encontrarse con un gaucho andino, expedicionario del
Granma y a quien los cubanos identificaban con un monosílabo: Che.

Él no imaginaba que iba a ser la sombra protectora por más de 10 años de
aquel hombre más bien escuálido con un ronquido de asmático anunciándole los
cambios de tiempo tropicales y una manera de decir las cosas: Tajante y sin
cortapisas.


        El Che junto a varios combatientes en
        la exitosa campaña desarrollada en
        municipios de la provincia de Las Villas.
       Harry Villegas, compañero del
        Guerrillero Heroico desde los
        días de la Sierra Maestra.


Entonces Harry Villegas no pasaba más allá de los 14 años de edad y
abandonaba el resguardo hogareño de una madre comerciante y un padre
carpintero de venas canarias, de cultura superior a los demás del pueblo, y
de humildad a prueba de los mayores sacrificios por cualesquiera de los
habitantes del caserío apretado entre la montaña misteriosa, con una
impresionante tradición de lucha independentista que iluminaba, también, el
primer combate libertador de Carlos Manuel de Céspedes y sus esclavos
insurrectos, el 11 de octubre de 1868.

"El Che venía sobre un mulo. Montaba erecto sobre el animal. No asomaba en
él la búsqueda de una pose gallarda ni altanera, mas cabalgaba distinto a
los demás. Traía una gorra con la visera de medio lado, puesta al descuido,
pero no le restaba a su imagen jerárquica. El Chino Figueredo fue a su
encuentro y le confidenció en voz baja, aunque oímos claramente.

- Son unos muchachos de Yara que quieren incorporarse a nuestra tropa.

"¿Y qué armas traen?

- Unos fusilitos calibre 22.

"Entonces se nos acercó y preguntó: ¿A qué vienen?

- A luchar por Cuba, y le mostramos con entusiasmo nuestro armamento.

"Él se echó a reír y nos espetó: ¿Y con esos fusilitos van a derrotar a la
tiranía de Batista?

"Y sin dejarnos reponer indicó: Bajen de nuevo al pueblo y velen que un
soldado esté solo y desármenlo. Y regresen mejor armados.

"Nosotros vimos aquella orientación como algo extremadamente fácil y
retornamos muy contentos al pueblo. Nada más que nos vio un carnicero que
era chivato, se lo dijo a la guardia rural y en el caso mío me salvé en un
tilín al escaparme por la puerta de atrás de mi casa y escabullirme en un
platanal. Concentré de nuevo a los compañeros y cambiamos la táctica.
Visitamos comerciantes y campesinos y mejoramos el armamento. Dos escopetas
y revólveres 38. Y volvimos a la Sierra.

"Llegamos a la zona conocida como la Pata de la Mesa y nos presentamos de
nuevo al Che. No le mentimos, le dijimos la realidad. `Lo importante es la
decisión que tuvieron de luchar y de lograr el objetivo', nos dijo y nos
aceptó. En ese momento había recibido la orden de Fidel de entregar la
Columna 4 y trasladarse hacia Minas de Frío y ponerse al frente de la
escuela de reclutas. Me escogió de mensajero y escolta y empezaba así una
vida de largos años a su lado."

"En Minas de Frío comencé a participar en la escuela militar que allí
existía y en una particular que tenía el Che para brindarle superación a su
gente más cercana. Yo tenía un sexto grado, pero estaba más preparado que
Hermes y Argudín, que eran analfabetos. Me usaba de monitor para enseñar a
mis compañeros a leer y a escribir."

En el rechazo de la llamada ofensiva de verano, el Che lo envió de refuerzo
a la Columna 1 de Fidel y junto al Comandante en Jefe participó en los
históricos combates del Jigüe, Las Vegas, San Lorenzo, Meriño y Las
Mercedes. En este último lugar fue testigo de la famosa reunión de Fidel y
Cantillo. Concluida esta donde Fidel, como Maceo, no aceptó pacto indigno,
el Che demostró su inteligencia y olfato guerrillero.

"Al otro día de la entrevista con Cantillo llegaron los aviones a
bombardear. Nos metimos en un refugio que habíamos construido y en el primer
pase tiraron una bomba que cayó como a 15 metros de la boca del túnel. El
Che ordenó al instante: Vamos a salir de aquí inmediatamente que esos hijos
de puta aprovecharon la reunión para marcar el lugar del refugio y en esta
próxima vuelta van a colocar la bomba por la misma boca del túnel. Y así
mismo fue. No habríamos quedado ni uno vivo."

Villegas fue uno de los que estuvieron cerca del Che en toda la vorágine de
la invasión de la Sierra al Escambray. Permaneció a su lado en cada
movimiento y decisión.

"La columna de nosotros tenía la misión de dividir el país en dos y se
cumplió cabalmente. El Che ejecutó en Las Villas lo que Martí quería
realizar en el 95 con la Invasión de Oriente a Occidente. Desde que llegó el
16 de octubre y en menos de 3 meses logró la unidad, liberó a todos los
pueblos de la provincia y culminó con la epopéyica batalla y liberación de
la ciudad más importante del centro del país, lo cual liquidó, junto a los
combates librados en Oriente, la sangrienta tiranía batistiana."

En la legendaria batalla de Santa Clara, Harry Villegas pasó por instantes
difíciles y radiantes junto al jefe guerrillero. Allí, en medio del
estallido de la ofensiva, pudo apreciar y comprobar una vez más cómo el Che
mantenía el legado de Fidel: El jefe en primera línea.

"Cuando entramos en Santa Clara el Che me ordenó que saliera con mi pelotón
al frente por la vía que entronca con la carretera de Camajuaní. Yo organicé
una escuadra a la izquierda y otra a la derecha y otra en la que iba yo, más
retrasada, y por el centro que daba la posibilidad de avanzar y si venía el
enemigo permitía replegarnos y realizar el contraataque.

"Pero al Che no le gustó esa manera de avanzar y me ordenó que marchara en
la punta y con todo el mundo por el centro de la calle. Caminé un pedazo y
la lógica me decía que no, que era mejor utilizar la primera forma. Entonces
el Che me volvió a llamar y me gritó enfurecido que yo era un cobarde y que
caminara como él me decía. Y así lo hice y cuando llegué al edificio de
Obras Públicas, donde se encontraba su Comandancia, me llamó para un lado y
me dijo bajito: C... chico, tú no ves que ese pelotón que te di es de gente
nueva y yo lo que quería que le dieras un ejemplo de que tú eres un
valiente, no ves que no te conocen y si te ven apendejado no te siguen.

"Entonces me dijo: ¡Ven!, y salimos él, Aleida, Pardo y yo para el centro de
la ciudad. Los aviones estaban dando vuelta y tiroteando. De momento
apareció una tanqueta y se lanzó hacia nosotros. La gente al ver aquello le
abría las puertas al Che y lograron meterlo en una casa, pero yo que venía
delante no pude entrar y la tanqueta enfiló los disparos hacia mí y me
siguió tirando por toda la calle hasta que logré desviarme en una esquina y
salirme de aquel infierno. Cuando pasé el sofocón me dije para mis adentros:
C..., qué manera de enseñarme a que hay que ser audaz y valiente."

Había triunfado su Revolución, la causa por la que había expuesto su vida,
ya no habrían más ni explotados ni explotadores. Él continuaba como jefe de
escolta del Che, estudiaba y vivía sus momentos más felices.

Dice Villegas que en la Sierra Maestra él se montaba en un mulo a la zanca
del Che y este le señalaba para los árboles y le preguntaba jocosamente: ¿A
ver, cómo se llama ese? y cuando él le contestaba, se llevaba las manos a la
cabeza y alardeaba: ¡Eres un genio, eres el mejor graduado de la universidad
de Yara!

Este calificativo se lo volvió a recordar en una mañana de 1961, cuando lo
sacó temporalmente de jefe de su escolta para enviarlo de administrador de
Sanitarios Nacionales, una fábrica a la salida de La Habana, propiedad mixta
de un cubano y un mexicano.

Me puso la mano en el hombro y me dijo: "Ahora me vas a demostrar tu
inteligencia de la universidad de Yara." Y acto seguido me presentó como
administrador de la fábrica. Luego me dijo en un aparte: Si trabajas con
dedicación y amor, saldrás adelante.

Acepta con orgullo y sin resquemor que fue el color de su piel lo que le
abrió el camino para acompañar al Che, en 1965, a la guerrilla en el Congo
Belga. "Cuando decidió enviar gente de su escolta para apoyar misiones
internacionalistas se reunió conmigo y me dijo que yo no podía ir a la
Argentina con Masetti, porque yo era negro y en aquel momento no era
aconsejable mi presencia allí. Entonces mandó a Castellanos. Por eso sentí
mucha alegría al verme junto a él en aquel paraje africano".

"Me bautizó como Pombo, sobrenombre que también llevé a Bolivia y por el que
actualmente me llama mucha gente. Estuve todo el tiempo a su lado en la
Comandancia."

Comenta Harry que muchos como él asimilaron todo aquello por la fidelidad y
la admiración que le tenían al Che. "Entendíamos que si él estaba allí, era
una causa justa. También teníamos un compromiso con Fidel, de acompañarlo
bajo cualquier circunstancia".

Revela Pombo que el objetivo de Tatu (nombre de guerra del Che) era preparar
aquella gente para la liberación del país. "No íbamos a combatir, sino a
entrenarlos, pero desconocíamos la sicología de los africanos. Para los
latinoamericanos y especialmente para los cubanos hay que ser ejemplo
personal. Y en el combate para ser ejemplo hay que ponerse al frente de la
tropa y no decirle a nadie ve, sino: ¡Vamos! Una de las cosas que el Che más
valoraba de Fidel era eso. Nos decía: `Fidel tiene el derecho a gobernar
porque fue el primero en el Moncada, el primero en el Granma, la Sierra,
Girón, y empezaba a enumerar las cosas en la que Fidel había sido el
primero".

En Morogoro, ya en el camino de regreso, el jefe guerrillero se reúne con
Pombo, Tuma (Carlos Coello) y Mbili (José María Martínez Tamayo) y los
convoca para otra batalla. "Nos dijo que iba a continuar la lucha en América
Latina y si estábamos dispuestos a acompañarlo. Para nosotros fue muy
estimulante que nos tuviera en cuenta. Él sabía que esa iba a ser nuestra
decisión".

Estos tres hombres, en noviembre de 1966, fueron los primeros en arribar de
manera clandestina a La Paz, capital de Bolivia, como vendedores de
sanitarios y productos de cerámica. Allí esperaron la llegada del Che con el
sobrenombre de Ramón. El 27 de marzo de 1967 se produciría el primer
encuentro con el ejército.

De la historia de Harry Villegas en la selva boliviana se ha escrito mucho.
En 1996 vio la luz un libro suyo titulado: Pombo, un hombre de la guerrilla
del Che, el cual recoge diario y testimonios inéditos de 1966 a 1968. Hoy
tengo frente a mí este hombre historia, quien confiesa que en momentos de su
vida ha expresado para sus adentros:

"¡C... por qué yo no estoy en el grupo de los que cayeron en la Quebrada del
Yuro!", y después él mismo, juez, reflexiona: "Combatí y luché hasta el
último momento, rompí el cerco y tuve que librar 15 combates más antes de
llegar a la frontera de Chile. No les podía decir a los carabineros vengan y
mátenme, porque lo más importante era mantener la llama guerrillera".

"En aquel momento cuando Urbano y yo oímos por la radio Altiplano, primero
que el Che estaba gravemente herido y después, ya en la noche, de que había
muerto, acordamos continuar la lucha porque sus ideas estaban más vivas que
nunca. Recuerdo al Ñato, herido en un ojo, cuando nos hacía señales y
gritaba: ¡Dice el jefe que se retiren! Pero ni yo ni Urbano lo aceptábamos.
Fuimos a su encuentro bajo un tiroteo que la chaqueta que llevaba me la
atravesaron por delante y por detrás. Así llegamos al puesto de mando y nos
percatamos que se había retirado quebrada abajo. Sentimos un tiroteo en esa
dirección y después disparos esporádicos. Fue en ese momento donde perdimos
definitivamente nuestro contacto con el Che."

"Cumplimos todo lo que él nos orientó hasta el último momento. Nuestra
misión no era inmolarnos, sino continuar la lucha. Por eso cuando llegamos a
Cuba, Fidel nos dijo que estábamos vivos porque luchamos, aceptamos el reto
y combatimos. 'Si hubieran claudicado estarían muertos', sentenció el
Comandante en Jefe."

Harry Villegas no entregó ni ha entregado su fusil, cumplió misión
internacionalista en Angola en una sumatoria de 10 años. Su mayor recompensa
está en una de las páginas del Diario del Che en Bolivia cuando lo evaluó
como uno de los pilares de la guerrilla. Él sueña despierto con su
Comandante y lo sigue escoltando por la vida y la entrega.

Por dentro le arde una inapagable hoguera que le brota por las pupilas en
cuantos de luz.

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