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Author: nodo solidale
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To: infopalestina.mx
Subject: [Infopalestina.mx] ¿Construcción de un estadoo liberación nacional?

¿Construcción de un estado o liberación nacional?
http://palestinalibre.org/articulo.php?a=35988

Representantes de la Comunidad Palestina de
Valencia y el Movimiento de la Juventud Palestina
debaten sobre las diferentes formas de lucha.


La lucha del pueblo palestino no es monocolor, ni
se limita -de manera maniquea- al islamismo de
Hamas y la posición oficial de la Autoridad
Nacional Palestina. Además de la apuesta por un
estado propio que cuente con el reconocimiento de
la denominada “Comunidad Internacional”, vía que
no excluye el diálogo con el sionismo, y que
representaría el ejecutivo de Mahmud Abbas, caben
otras opciones, más vinculadas al trabajo con las
bases populares –en los territorios ocupados y en
la diáspora palestina-, la reconstrucción de la
OLP y la negativa a negociar con Israel.

Estos planteamientos antagónicos se pusieron de
manifiesto en un acto organizado en Ca Revolta
(Valencia) por la Xarxa de Solidaritat amb
Palestina de València, con la presencia de Abel
Abdulah Issa, representante de la Comunidad
Palestina de Valencia y Saif Abukeshek, del
Movimiento de la Juventud Palestina. Pese a que
las dos posiciones denuncian el sionismo y la
ocupación de los territorios palestinos, un
objetivo común, la divergencia en los métodos de lucha se hizo evidente.

En opinión de Abel Abdulah Issa, contar con un
estado palestino tendría muchas ventajas, entre
otras, “la posibilidad de denunciar a Israel por
crímenes de guerra ante la justicia
internacional; ahora, sin esta legitimidad
estatal, quedan impunes los bombardeos sobre
Gaza; el ataque a la flotilla de la libertad, que
trasladaba ayuda humanitaria a la franja y, dado
que no se nos reconoce como entidad política y
jurídica, nuestro territorio se considera parte integrante de Israel”.

Abdulah Issa ha abundado en la idea de que un
estado palestino es necesario. “La Autoridad
Nacional Palestina está atada de manos
precisamente porque no está al frente de un país;
por ejemplo, las resoluciones contra Israel de
Naciones Unidas no se consideran vinculantes ni
se hacen efectivas porque no disponemos de una
organización estatal con capacidad de presionar y
hacer fuerza”. El representante de la Comunidad
Palestina de Valencia ha subrayado, asimismo, las
pequeñas victorias que se han logrado con la
negociación: “Antes íbamos a la cárcel sólo por
mostrar nuestra bandera; ahora esto no ocurre”.

La vía del diálogo y la construcción de un estado
no es, por descontado, un camino de rosas. “Hemos
renunciado al territorio íntegro de la Palestina
histórica pues volvemos a los límites
establecidos en 1967, ni siquiera a los de 1948;
muchos de los nuestros están en contra de que se
fijen estas fronteras ya que es injusto; de
hecho, Israel ha colonizado, mediante la
aplicación de políticas de terror y la limpieza
étnica, más de la mitad de lo que históricamente
era Palestina”; “tampoco está claro que a
nuestros refugiados se les permita volver a sus
casas y se les indemnice”, ha explicado Abel Abdulah Issa.

En las últimas fechas se ha producido un hecho
que el representante de la Comunidad Palestina
valora como “positivo”: el intercambio de presos.
“Pero en el fondo de la liberación de prisioneros
hay una maniobra política de Israel para crear
divisiones entre los palestinos, aunque
finalmente no lo consiguió, como pudo verse en la
unidad y la alegría con la que se recibió a los
presos”; también ha destacado las dificultades
con las que opera la Autoridad Nacional
Palestina, en un escenario muy duro, en el que el
95% de los niños que ingresan en prisión –y
permanecen en ella, sin juicio previo- “es tal
vez por sólo lanzar una piedra”.

La idea de embarcarse en un proceso político, no
exento de negociaciones, que concluya en una
organización estatal y un gobierno con plenos
poderes no es compartida por el Movimiento de la
Juventud Palestina. Saif Abukeshek se expresa de
modo categórico: “No se puede negociar con el
sionismo; cada vez que firmamos un acuerdo con
Israel nos arrebatan algo, por ejemplo, con el
intercambio de presos: excluyeron a las mujeres
con la excusa de que no se les había juzgado; de
una manera o de otra, siempre nos quitan derechos”.

“La solución pasa por la liberación nacional de
Palestina, más que por la construcción de un
estado”, asevera el portavoz del movimiento
juvenil: “La prueba de que el proceso político no
da resultados es que nos encontramos en una
situación peor que en 1948 y, por supuesto,
Israel nunca aceptará la paz”. ¿Por qué? “La
pacificación de la zona supone el final del
estado de Israel, que necesita mantener la llama
del conflicto para subsistir, si no con
Palestina, con otros países como Siria, Líbano o
Irán”; entre otras cosas, porque de esta manera
Israel aplaca sus divisiones internas.

Además, tras dos décadas de empeño en instaurar
un gobierno propio, “los resultados son muy
escasos”; “no tiene sentido aspirar a la
democracia bajo un régimen de ocupación y
discriminación dentro de nuestras tierras”. Por
otra parte, ¿Se puede confiar en el sionismo? La
respuesta es negativa para Saif Abukeshek: “Hay
más de 55 resoluciones de Naciones Unidas que no
han servido para nada; es más, el mismo día que
firmaron los Acuerdos de Oslo, Israel impulsaba
la construcción de nuevos asentamientos; y, en
definitiva, ¿Cómo puede hablarse de paz mientras
continúen en la cárcel 4.000 presos políticos palestinos?”.

Dada la “inviabilidad de alcanzar acuerdos
políticos con el Israel”, hay que plantearse
“acabar con el movimiento sionista, pues no sólo
supone una amenaza para el pueblo palestino, sino
para la garantía de los derechos humanos a escala
mundial”. Para ello, el representante de la
organización juvenil ha sostenido la necesidad de
reconstruir la Organización para la Liberación de
Palestina (OLP) como “movimiento único o frente
común”, y trabajar no sólo en el frente interno
(Gaza y Cisjordania) sino también con todos los
palestinos que viven en la diáspora (incluso en
países como Chile, Estados Unidos o Alemania).

Por tanto, “hay que reconstruir un frente común a
partir del trabajo real y desde la base, más que
con superestructuras políticas”. De hecho, la
estrategia que desarrolla desde hace 20 años la
Autoridad Nacional Palestina “sólo ha servido
para perder cada vez más tierras y el control de
recursos esenciales como el agua, que está en
manos de los colonos”. Respecto al intercambio de
presos, ha concluido Saif Abukeshek, “resulta un
motivo de alegría pero debemos considerar que
muchos de los palestinos liberados no pueden
volver a sus casas ni con sus familias, ya que se
les ha deportado a territorios donde nunca antes han vivido”.

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Anexamos también un articulo de finales de
septiembre sobre la disyuntiva del reconocimiento
formal del Estado Palestino. El articulo sigue
siendo muy actual por profundizar las diferencias
de los sentires de los palestinos, algo casi
nunca tomado en cuenta por la prensa internacional.

"Palestina hoy: entre la ocupación, el reconocimiento y la liberación nacional"

[Artículo publicado en el semanario "Brecha" de Uruguay, 23/9/11]

Cuando en marzo pasado Uruguay -a la cola del
resto del MERCOSUR- reconoció al Estado
Palestino, corrí eufórica a contárselo a mis
vecinas y amigos en la región cisjordana de
Nablus. Ellos, que ya lo sabían porque en ese
país todo el mundo está muy bien informado,
reaccionaron lanzándome un balde de agua fría:
“¿Y qué va a cambiar para nosotros?”

En una región donde los colonos judíos fanáticos
y violentos atacan todos los días a las
comunidades, destruyen cultivos, cortan, arrancan
o queman árboles de olivo, vandalizan viviendas y
escuelas, se apropian por la fuerza de la tierra
ajena, incendian mezquitas o vehículos, y
realizan todas estas acciones con total impunidad
bajo la protección del ejército de ocupación, el
pueblo palestino tiene razones más que suficientes para el escepticismo.

Desde 1948 hasta hoy, tres o cuatro generaciones
de palestinos(as) han visto cómo la llamada
“comunidad internacional” aprueba en la ONU
resoluciones sobre su derecho a la
autodeterminación -que implican inequívocamente
poner fin a la ocupación israelí-, sin que ni una
sola de ellas haya sido acompañada de los
mecanismos ni la voluntad política para hacerlas efectivas.

Estados Unidos ha usado el veto 41 veces para
negar los derechos palestinos y apoyar
incondicionalmente a Israel. Si la actual
solicitud de ingreso como miembro pleno fuera
presentada ante el Consejo de Seguridad (paso
obligatorio para que la Asamblea General pueda
tratar una solicitud de esa naturaleza),
recibiría el anunciado veto número 42 para
hacerla fracasar. Por si fuera poco, EEUU está
amenazando también con cortar la ayuda económica
a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), de la cual es el principal donante.

En consecuencia, a los representantes palestinos
no les quedaría otro camino que recurrir al plan
B, es decir, a presentar la solicitud
directamente ante la Asamblea General (donde no
vale el veto); ésta sólo tiene facultad para
aprobar la incorporación de un “Estado
observador” (lo cual requiere una mayoría simple,
y no 2/3). Eso es lo que previsiblemente ocurrirá
en estos días, ya que los palestinos tienen
asegurados entre 120 y 130 votos de países amigos
(casi todos los de Asia, África y América Latina).

Qué puede cambiar realmente

El pueblo palestino ya tiene desde 1974 -a través
de la Organización para la Liberación de
Palestina- el estatuto de observador en la ONU.
La OLP en 1988 proclamó su independencia y
recibió el apoyo de decenas de países. Pero no
tiene aún un Estado (ni goza de soberanía,
jurisdicción ni control territorial, ya que
Israel controla su espacio terrestre, aéreo y
marítimo). Ese es el paso que busca dar ahora, y
para ello la ANP -bajo el liderazgo del primer
ministro Salam Fayad- ha hecho grandes esfuerzos
tanto para construir una mínima institucionalidad
creíble como para avanzar en el terreno diplomático.

Ser un Estado permitiría a Palestina, entre otras
cosas, demandar a Israel ante la Corte
Internacional de Justicia, que sólo puede tratar
asuntos presentados por un Estado contra otro, y
que en 2004 emitió una “opinión consultiva” sobre
el Muro categóricamente favorable a Palestina y condenatoria de Israel. (1)

La existencia de un Estado palestino tendría otras consecuencias:

la ONU se vería enfrentada a la compleja
situación de un Estado miembro ocupando el
territorio de otro Estado miembro (aun cuando no fuera pleno).
Israel ya no podría seguir afirmando que
Palestina es “un territorio en disputa” y por
tanto se vería obligado a definir sus fronteras
definitivas (algo que todavía tiene pendiente) y
aceptar lo que hoy se niega a hacer: que el
territorio de la Palestina histórica debe ser
compartido por dos pueblos con sus respectivos Estados.
implicaría, por supuesto, renunciar al Valle del
Jordán (que considera su “frontera geopolítica
estratégica” y su principal reserva de tierra y recursos)
tendría que retirar las 250 colonias ilegales (2)
que hoy ocupan 42% del territorio de Cisjordania
y donde viven medio millón de judíos/israelíes, y
debería aceptar que los palestinos tengan
soberanía sobre sus fronteras, y que tengan un ejército.

Pero para poner fin a la ocupación se requiere
algo más que una resolución de la ONU, como la
historia ha demostrado. Por eso los sectores más
críticos de la sociedad civil palestina,
nucleados en el Movimiento Nacional por BDS
(boicot, desinversión y sanciones) (3), si bien
no se oponen a esta iniciativa diplomática, han
alertado sobre lo que se requiere para que no se
convierta en una más entre tantas resoluciones
incumplidas desde 1948. Por eso en un
pronunciamiento de agosto afirmaron: “Igual que
durante la lucha contra el apartheid en
Sudáfrica, los activistas y grupos de solidaridad
con Palestina están convencidos, como nosotros,
que sólo las formas de solidaridad concertadas,
efectivas y sostenidas -especialmente en forma de
boicot, desinversión y sanciones (BDS)- pueden
obligar a Israel a acatar sus obligaciones según
el Derecho Internacional y llevarnos así a la
realización de los derechos del pueblo palestino.”

Y para que no queden dudas, sostienen: “Los
Estados que han reconocido el derecho de los
palestinos a tener su Estado están más obligados
aun a terminar su complicidad en mantener,
encubrir o incluso fortalecer el régimen de
ocupación, colonización y apartheid practicado
por Israel contra el pueblo palestino. Los
Estados que reconocen al Estado palestino y
continúan haciendo negocios con Israel como si
nada, son más que hipócritas: están traicionando
su obligación legal y política fundamental de
poner fin a las permanentes y graves violaciones
del Derecho Internacional y de los derechos
colectivos palestinos por parte de Israel.”

Peligros a la vista

La sociedad palestina se debate hoy entre quienes
ven con esperanza y entusiasmo la iniciativa
diplomática en la ONU y aquellos que o bien se
muestran escépticos -como mis vecinas y amigos de
Nablus- o incluso advierten sobre los peligros
que encierra. Entre los primeros se encuentran
los más allegados al partido Fatah, que se mueven
en esa especie de burbuja que es Ramallah, donde
la ANP tiene lo más parecido a un gobierno y
donde se concentra el grueso de la millonaria
ayuda internacional que hace viable su
existencia, y que incluso puede hacer que, ante
tanta prosperidad (artificial), uno se olvide
momentáneamente de la ocupación. La mayoría de
las imágenes multitudinarias, festivas y
triunfalistas que vemos estos días en la TV provienen de Ramallah.

Entre los segundos están los sectores más
críticos -claramente el Movimiento BDS y quienes
abogan por la solución de “un solo Estado
democrático y secular”(4)-, que insisten en
señalar cuestiones fundamentales como:

- El derecho a la autodeterminación no puede
ejercerse en un Estado reducido a la mínima
expresión; es decir, al conjunto de ‘bantustanes’
fragmentados a los que la ocupación israelí ha
reducido (y pretende mantener) el territorio
palestino. No puede haber Estado sin recuperación
y control pleno del territorio, sin soberanía en
las fronteras y sin libertad de movimiento entre
los tres grandes bloques territoriales hoy
totalmente desconectados entre sí: Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. (5)

Como bien me decía una amiga gazatí: “¿De qué me
sirve tener un Estado si no puedo ir a visitar a
mi familia?”. Ella, como tantas mujeres que,
según indica la tradición, al casarse tuvo que ir
a vivir con la familia de su marido en Nablus,
hace ocho años que no puede volver a Gaza.

- Definir las fronteras del Estado Palestino
según las líneas del Armisticio de 1949 (mal
llamadas “de 1967” para referir a la situación
anterior a la ocupación resultante de la Guerra
de los Seis Días) significa aceptar que al pueblo
palestino se le asigne sólo el 22% de la
Palestina histórica (que le pertenecía
enteramente antes de 1948), e incluso mucho menos
que el 45% que le asignaba el plan de partición de la ONU de 1947.

- Más aun: significa que las y los refugiados
palestinos no podrían regresar a las aldeas y
ciudades de donde fueron expulsados en 1948, hoy
parte del Estado de Israel (incluso a aquellas
donde la población es mayoritaria o
significativamente palestina, como Haifa, Jaffa o
el “triángulo norte de Galilea”). Garantizar el
derecho al retorno de los cinco millones de la
diáspora (según ordena la Resolución 194 de la
ONU) ha sido y es uno de los puntos más sensibles
a lo largo de los últimos veinte años (y que
significativamente fue desapareciendo de la mesa
de negociaciones y de la plataforma de la ANP después de Oslo).

- Eso tiene relación directa con la cuestión de
la representación política. Muchos analistas
señalan que, entre los muchos males derivados de
los fallidos Acuerdos de Oslo de 1994-95, el
poder político se desplazó de la OLP
-organización que representaba al conjunto del
pueblo palestino tanto de la diáspora como de los
territorios ocupados- hacia la ANP (creada por
los Acuerdos), que sólo representa a un sector
(el partido Fatah). Así, dicen los críticos, el
proyecto de liberación nacional quedó reducido a
una simple ‘gestión de la ocupación’ en un
territorio limitado; y, desde la ruptura de 2006
(después del triunfo de Hamas en las elecciones
legislativas), ya ni siquiera en todos los
territorios ocupados, sino solamente en
Cisjordania. Hamas, que gobierna de facto en Gaza
desde 2007, y a pesar del acuerdo de unidad
alcanzado con Fatah este año, últimamente ha
marcado distancia respecto a la movida en la ONU.

Es por eso que ante la coyuntura de “Septiembre”,
los sectores críticos han insistido en que “Hasta
que el pueblo palestino ejerza su derecho a la
autodeterminación, la OLP continúa siendo la
única representación legítima de todos los
palestinos y palestinas ante la ONU y ante otros
foros internacionales, regionales y
multilaterales. Ninguna otra alternativa será
aceptada por la inmensa mayoría del pueblo
palestino.” (pronunciamiento del Movimiento Nacional por BDS).

No resulta sorprendente pues que la comunidad
palestina de la diáspora se haya visto ante ese
dilema, y -como vi recientemente en Argentina-
muchas personas han optado por adherir con su
firma a la campaña lanzada por la ANP para lograr
el reconocimiento en la ONU, y al mismo tiempo al
documento donde se afirma que la OLP es la única
organización política que representa
legítimamente al conjunto del pueblo palestino,
dentro y fuera de los territorios ocupados.

Parte de ese ‘conjunto’ incluye también al millón
y medio de población palestina con ciudadanía
israelí (que constituye el 20% de la población de
ese país), hoy discriminada por un régimen legal
e institucional “que se ajusta a la definición de
apartheid según la ONU”, como afirma el Movimiento BDS.

Ocupación camuflada de proceso de paz

Durante más de veinte años los dirigentes de
Fatah/la ANP se embarcaron en un “proceso de paz”
promovido y liderado por Estados Unidos. Ante el
rotundo fracaso de esa apuesta, hoy nadie duda en
afirmar que Oslo fue la gran trampa de
“normalización” de la ocupación, lo que le dio a
ésta una fachada de legalidad, encargándole a la
flamante “autoridad” hacer el trabajo sucio para
el poder ocupante: domesticar la primera
Intifada, reprimir la resistencia armada (y a
menudo también la lucha pacífica) y poner en
funcionamiento un remedo de “autonomía
palestina”. El éxito fue rotundo: hasta el día de
hoy personas supuestamente informadas creen que
los palestinos controlan efectivamente una parte
importante de su territorio y que la ocupación es sólo formal o abstracta.

Como dice la gente común en las calles de
Cisjordania, “la ANP es una agencia de la
ocupación”. Y la verdad es que, a cambio de una
mínima y dudosa ‘autonomía’ (que en la práctica
tiene menos poder que una autoridad municipal),
los políticos liderados por Arafat primero y
luego por Abbas postergaron para una etapa
posterior de las negociaciones los “asuntos que
requieren un acuerdo definitivo”, y que en
realidad son los más conflictivos y delicados: la
anexión israelí de Jerusalén Este (y los derechos
elementales de su población palestina) y el
retorno de los cinco millones de refugiados/as;
de las colonias israelíes en territorio
palestino, no se hizo mención. A principios de
este año la cadena Al Jazeera dio a conocer
documentos secretos (“Los papeles palestinos”)
que revelaban hasta qué punto los negociadores
palestinos estaban dispuestos a ceder en esos temas cruciales.

A la vez, mientras Israel jugaba a que negociaba
la paz, paralelamente afianzaba la ocupación y el
control del territorio palestino: en los veinte
años del proceso de paz, el número de colonos
israelíes asentados ilegalmente se duplicó; el
territorio de Cisjordania fue dividido en áreas
A, B y C (6), y crecientemente fragmentado y
atomizado en verdaderos ‘bantustanes’ por más de
500 ‘cierres’ en sus diversas formas: caminos
bloqueados, montañas de tierra o trincheras,
checkpoints, carreteras de uso exclusivo de los
colonos, “área militar cerrada” y, sobre todo, el
Muro o Barrera de Separación que Israel empezó a
construir en 2002 (con 85% de su ruta dentro del territorio palestino!). (7)

El objetivo de este complejo y perverso sistema
de medidas implementadas era claramente crear
“hechos consumados” que hicieran inviable un
futuro Estado palestino con Jerusalén Este como
su capital. El resultado es que hoy los
palestinos tienen un control (relativo) sobre
apenas un 12% de lo que fue su territorio histórico.

“Occidente no nos entiende”, me decía un
sacerdote que vivió treinta años en Gaza.
“Durante veinte años nos han dicho que nos
sentemos a negociar, que tengamos paciencia. ¿Y
qué hemos ganado en estos veinte años?
Absolutamente nada. Israel no ha hecho otra cosa
que hacer tiempo mientras continuaba afianzando
su política expansionista y colonialista en
nuestro territorio. Israel no tiene ninguna
intención de negociar ni ceder nada; para ellos
el proceso de paz no es más que una cortina de
humo. ¿Para qué vamos a seguir perdiendo el
tiempo en un “proceso de paz” que no lleva a
ninguna parte? Ya es hora de empezar nosotros
también a crear “hechos consumados”. Ir a la ONU
en septiembre es una forma de hacerlo”.

Palestina y la primavera árabe

En septiembre de 2010 las partes retomaron el
errático proceso de negociaciones, que se rompió
enseguida porque los palestinos se retiraron ante
la negativa israelí de prolongar la moratoria a
la construcción y expansión de colonias en
Cisjordania. Efectivamente, la cifra se disparó
desde que dicha moratoria se levantó, y este año
asistimos a un récord de construcción de nuevas
viviendas para colonos judíos en el territorio ocupado.

Ante este nuevo fracaso, la dirigencia palestina
optó por recurrir a la ONU para lograr allí lo
que no ha podido obtener sentándose a la mesa con
los israelíes. Hay diversas interpretaciones
sobre las motivaciones de esta iniciativa. Los
más críticos de la ANP sostienen que no fue más
que una jugada táctica para que Estados Unidos
presionara a Israel a aflojar la política sobre
las colonias y a negociar sobre nuevas bases,
siempre apostando al desprestigiado “proceso de
paz” y a la mediación de aquel país, a pesar de
las sobradas demostraciones de su alineamiento
con Israel (la más reciente, en marzo pasado al
vetar la resolución del Consejo de Seguridad que
quería condenar una vez más la política de construcción de colonias).

Hablando de la dirigencia de Fatah/la ANP, me
dijo un joven de la universidad de Birzeit:
“Durante años nos dijeron que confiáramos en el
proceso de paz. Que cuando Obama ganara la
presidencia, todo iba a cambiar en favor nuestro.
Llegó Obama y todo sigue igual. Estados Unidos
sigue votando sistemáticamente en favor de Israel
y negando nuestro derecho a la autodeterminación.
Ahora no pueden seguir sosteniendo ese cuento.”

Hay quienes ven en la iniciativa palestina un
intento de frenar el creciente descontento hacia
su estrategia de negociación y de revertir su
desprestigio político, sobre todo después que los
papeles palestinos salieron a luz.

En esto puede haber pesado, sin duda, el contexto
político regional: mientras los países vecinos se
prendían fuego en un reclamo popular de libertad,
democracia y liderazgos representativos, no sería
extraño que la dirigencia palestina haya creído
necesario poner las barbas en remojo y actuar
antes que el fuego se propagara hacia su propia casa.

En efecto, en los primeros meses del año vimos
crecer un movimiento claramente juvenil que tomó
las plazas de las principales ciudades palestinas
para reclamar la unidad política, no porque eso
signifique su apoyo a una u otra de las dos
principales facciones enfrentadas desde 2006,
sino entendiéndolo como un primer paso apenas
hacia la reconstrucción de un proyecto de liberación nacional.

Es cierto que probablemente el movimiento no
habría logrado tan rápidamente su objetivo -la
firma del Acuerdo de Unidad en El Cairo- si el
escenario regional no hubiera estado tan
convulsionado y las dos fuerzas políticas no
vieran amenazada su estabilidad al perder sus
respectivos aliados históricos (Egipto y Siria)
por el desmoronamiento de los poderes tradicionales en esos países.

Pero también es cierto que ese contexto regional,
y las señales incipientes de contagio dentro de
Palestina, que en algunas de sus expresiones me
recordaban al “que se vayan todos” que conocimos
por estas latitudes, seguramente incidieron para
que los dirigentes palestinos se apresuraran a rectificar el rumbo.

Es que la cuestión de la legitimidad, la
representación y la democratización de la cosa
política es también un asunto generacional. Las y
los jóvenes que acamparon en las plazas de
Ramallah, Nablus, Tulkaren y Hebron son una clara
señal de que la primavera árabe en Palestina
recién está brotando, pero es también imparable.

NOTAS

(1) No debemos confundir -como está ocurriendo
con frecuencia- la Corte Internacional de
Justicia con la Corte (o Tribunal) Penal
Internacional (CPI), también con sede en La Haya,
que fue creada por el Estatuto de Roma en 1998 y
cuyo cometido es juzgar los crímenes de guerra y
de lesa humanidad cometidos por individuos y no
por Estados. Israel -igual que EEUU- no es parte
de la CPI, y por eso sus ciudadanos no podrían
ser juzgados por este tribunal. Sí es parte de la CIJ.


(2) Las colonias israelíes son ilegales según el
Derecho Internacional Humanitario que rige para
el territorio palestino. El IV Convenio de
Ginebra (art. 49) prohíbe al poder ocupante
trasladar parte de su población al territorio
ocupado. Reiteradas resoluciones de la ONU han
afirmado desde 1967 que las colonias son el principal obstáculo para la paz.


(3) El movimiento se constituyó en 2005 y agrupa
a unas 200 organizaciones, sindicatos y partidos
palestinos, y en su corta vida ha logrado éxitos
notables en los países del Norte y dentro mismo
de Israel, al punto que el parlamento de ese país
aprobó recientemente una ley criminalizando a
quienes apoyen el boicot. Omar Barghouti es el
principal y más lúcido vocero del movimiento. Ver: http://www.bdsmovement.net


(4) La opción de un solo Estado en toda la
Palestina histórica tiene apoyo de reconocidos
intelectuales y activistas en ambos países. Mazim
Qumsiyeh y Omar Barghouti son los más conocidos
del lado palestino. Del lado israelí se destacan
-entre otros- historiadores como Ilan Pappé,
activistas feministas (muchas integrantes de la
Coalición de Mujeres por la Paz) y de
organizaciones como New Profile y el Comité
israelí contra las demoliciones de casas (ICAHD).


(5) Para tener una idea gráfica de la realidad
actual de fragmentación territorial y ocupación
militar y colonial, recomiendo ver los mapas de
Naciones Unidas (www.ochaopt.org) y B’Tselem, la
principal organización israelí de derechos humanos: www.btselem.org


(6) En Cisjordania, la ANP y su policía tienen
jurisdicción únicamente en el área A (menos del
18% del territorio); en el área B (otro 18% del
territorio) sólo tiene jurisdicción en asuntos
administrativos (y la seguridad está en manos de
Israel); y en el área C (62% de Cisjordania!) la
única autoridad para todos los asuntos es el
ejército israelí. En los hechos, ésta es la
autoridad superior en toda Cisjordania, incluso
en el área A (donde realiza operativos con total
libertad cada vez que se le antoja).


(7) Datos de la Oficina de Naciones Unidas para
la Coordinación de Asuntos Humanitarios en los
Territorios Palestinos Ocupados (OCHA OPT): www.ochaopt.org