[Infopalestina.mx] Chomsky sobre Gaza

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Autor: fz
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Asunto: [Infopalestina.mx] Chomsky sobre Gaza

El articulo es antecedente el bombardeo, pero vale la pena leerlo y señalarlo.

http://www.jornada.unam.mx/2012/11/11/mundo/022a1mun

Noam Chomsky

Incluso una sola noche en la cárcel es suficiente
para tener una idea de lo que significa estar
bajo el control total de alguna fuerza externa. Y
difícilmente se requiere más de un día en Gaza
para apreciar lo que debe ser tratar de
sobrevivir en la prisión al aire libre más grande
del mundo, donde alrededor de 1.5 millones de
personas en una franja de territorio de
aproximadamente 140 millas cuadradas (unos 360
kilómetros cuadrados) están sometidas al terror y
al castigo arbitrario, al azar. Sin más propósito que humillar y degradar.

Esa crueldad es para asegurarse de que las
esperanzas palestinas de un futuro decente sean
destrozadas, y que el abrumador apoyo mundial
para un arreglo diplomático que conceda los
derechos humanos básicos sea nulificado. El
liderazgo político israelí ha ilustrado de manera
dramática este empeño en los últimos días,
advirtiendo que enloquecerá si los derechos de
los palestinos reciben incluso un reconocimiento
limitado por parte de Naciones Unidas. Esta
amenaza de enloquecer (nishtagea) –es decir,
lanzar una dura respuesta– está profundamente
arraigada, remontándose a los gobiernos
laboristas de los años 50, junto con el
relacionado complejo de Sansón: Si nos desafían,
derribaremos los muros del templo a nuestro alrededor.

Hace 30 años, los líderes políticos israelíes,
incluidos algunos notables militaristas,
presentaron al primer ministro Menajem Begin un
asombroso informe sobre cómo los colonos en
Cisjordania regularmente cometían actos
terroristas contra los árabes ahí, con total
impunidad. Disgustado, el prominente analista
político-militar Yoram Peri escribió que la tarea
del ejército israelí, al parecer, no era defender
al Estado, sino demoler los derechos de personas
inocentes sólo porque son araboushim (un duro
epíteto racial) que viven en territorios que Dios nos prometió.

Los gazatíes han sufrido un castigo
particularmente cruel. Hace 30 años, en su
biografía The third way, el abogado Raja Shehadeh
describió la desesperada tarea de tratar de
proteger los derechos humanos fundamentales
dentro de un sistema legal diseñado para
garantizar el fracaso, y su experiencia personal
como samid, un inquebrantable, que vio su casa
convertida en prisión por obra de ocupantes
brutales y no pudo hacer nada, sino soportarlo de
algún modo. Desde entonces, la situación ha empeorado mucho.

Los Acuerdos de Oslo, celebrados con mucha pompa
en 1993, determinaron que Gaza y Cisjordania son
una sola entidad territorial. Para ese entonces,
Estados Unidos e Israel ya habían iniciado su
programa para separar a Gaza y Cisjordania, así
como para bloquear la solución diplomática y
castigar a los araboushim en ambos territorios.
El castigo para los gazatíes se volvió incluso
más severo en enero de 2006, cuando cometieron un
crimen importante: Votaron de la manera
equivocada en la primera elección libre en el mundo árabe, eligiendo a Hamas.

Mostrando su anhelo de democracia, Estados Unidos
e Israel, respaldados por la tímida Unión
Europea, inmediatamente impusieron un estado de
sitio brutal, junto con ataques militares.
Estados Unidos recurrió de inmediato a su
procedimiento operativo estándar cuando una
población desobediente elige al gobierno
equivocado: preparar un golpe de Estado militar
para restablecer el orden. Los gazatíes
cometieron un crimen aún mayor un año después al
bloquear el intento de golpe de Estado, lo que
condujo a una intensificación del estado de sitio
y los ataques. Estos culminaron en el invierno de
2008-09, con la Operación Plomo Fundido, uno de
los más cobardes y viciosos ejercicios de fuerza
militar en la historia reciente: una población
civil indefensa, atrapada, fue sometida a un
ataque incesante por parte de uno de los sistemas
militares más avanzados del mundo, dependiente de
armas estadunidenses y protegido por la diplomacia de Washington.

Por supuesto, hubo pretextos; siempre los hay. El
común, sacado a relucir cuando se necesita, es la
seguridad: en este caso, contra cohetes de
fabricación casera lanzados desde Gaza. En 2008,
se estableció una tregua entre Israel y Hamas. Ni
un solo cohete de Hamas fue disparado hasta que
Israel rompió la tregua bajo la cubierta de la
elección estadunidense el 4 de noviembre,
invadiendo Gaza sin una buena razón y matando a
media docena de miembros de Gaza. Sus más altos
funcionarios de espionaje aconsejaron al gobierno
israelí que la tregua podría ser renovada
relajando el bloqueo criminal y poniendo fin a
los ataques militares. Pero el gobierno de Ehud
Olmert –él mismo, según se dice, amante de la
paz– rechazó estas opciones, recurriendo a su
enorme ventaja en la violencia: la Operación Plomo Fundido.

El internacionalmente respetado defensor de los
derechos humanos gazatíes Raji Sourani analizó el
patrón del ataque bajo la Operación Plomo
Fundido. El bombardeo se concentraba en el norte,
haciendo blanco en civiles indefensos en las
áreas más densamente pobladas, sin una posible
base militar. El objetivo, sugiere Sourani, quizá
haya sido impulsar a la población intimidada
hacia el sur, cerca de la frontera con Egipto.
Pero los samidin no se movieron. Un objetivo
adicional podría haber sido empujarlos más allá
de la frontera. Desde los primeros días de la
colonización sionista se argumentó que los árabes
no tenían razón real para estar en Palestina:
pueden ser igual de felices en cualquier otra
parte, y deberían irse; cortésmente transferidos,
sugirieron los menos militaristas.

Esto seguramente no es de poca importancia para
Egipto, y quizá sea una razón por la cual El
Cairo no abre las fronteras libremente a los
civiles o incluso a los suministros
desesperadamente necesitados. Sourani y otras
fuentes reconocidas han observado que la
disciplina de los samidin oculta un barril de
pólvora que podría explotar en cualquier momento,
inesperadamente, como la primera Intifada en Gaza
en 1987, después de años de represión. Una
impresión necesariamente superficial después de
pasar varios días en Gaza es el asombro, no sólo
ante la capacidad de los gazatíes para seguir
adelante con su vida, sino también ante la
vitalidad entre los jóvenes, particularmente en
la universidad, donde asistieron a una conferencia internacional.

Pero uno puede detectar signos de que la presión
podría volverse demasiado difícil de soportar.
Los reportes indican que se fermenta la
frustración entre los jóvenes; un reconocimiento
de que bajo la ocupación estadunidense-israelí el
futuro no les depara nada. Gaza tiene la
apariencia de un país del Tercer Mundo, con
reductos de riqueza rodeados por una horrible
pobreza. Sin embargo, no está poco desarrollada.
Más bies está de-desarrollada y muy
sistemáticamente, para tomar prestado el término
de Sara Roy, la principal especialista académica sobre Gaza.

La Franja de Gaza pudiera haber llegado a ser una
región mediterránea próspera, con una rica
agricultura y una floreciente industria pesquera,
maravillosas playas y, como se descubrió hace una
década, buenas perspectivas de extensos
suministros de gas natural dentro de sus aguas
territoriales. Por coincidencia o no, fue
entonces cuando Israel intensificó su bloqueo
naval. Las perspectivas favorables fueron
abortadas en 1948, cuando la Franja tuvo que
absorber a una inundación de refugiados
palestinos que huían del terror o fueron
expulsados por la fuerza de lo que se convirtió
en Israel; en algunos casos meses después del cese al fuego formal.

Las conquistas de 1967 de Israel y sus
consecuencias asestaron golpes adicionales, y los
crímenes terribles continúan hasta la actualidad.
Los signos son fáciles de ver, incluso durante
una breve visita. Sentado en un hotel cercano a
la costa, uno puede oír el fuego de
ametralladoras de lanchas cañoneras israelíes que
ahuyentan a los pescadores de las aguas
territoriales de Gaza y los obligan a acercarse a
tierra, forzándolos a pescar en aguas que están
fuertemente contaminadas debido a la negativa
estadunidense-israelí de permitir la
reconstrucción de los sistemas de drenaje y
electricidad que destruyeron. Los Acuerdos de
Oslo incluyeron planes para dos plantas de
desalinización, una necesidad en esta región árida.

Un instalación avanzada fue construida: en
Israel. La segunda está en Khan Yunis, en el sur
de Gaza. El ingeniero a cargo en Khan Yunis
explicó que esta planta fue diseñada de manera
que no pueda usar agua de mar, sino que debe
depender del líquido subterráneo, un proceso más
barato que degrada más el escaso manto acuífero,
garantizando problemas en el futuro. El
suministro de agua sigue estando gravemente
limitado. El Organismo de Obras Públicas y
Socorro de las Naciones Unidas (OOPS), que
atiende a los refugiados, pero no a otros
gazatíes, dio a conocer recientemente un informe
que advierte que el daño al acuífero pudiera
volverse irreversible pronto, y que sin una
rápida acción remedial, Gaza podría dejar de ser un lugar habitable para 2020.

Israel permite que entre concreto para los
proyectos del OOPS, pero no para los gazatíes
involucrados en los enormes esfuerzos de
reconstrucción. El limitado equipo pesado
permanece en su mayor parte ocioso, ya que Israel
no permite el ingreso de materiales para la
reparación. Todo esto es parte del programa
general que Dov Weisglass, un asesor del primer
ministro Olmert, describió después de que los
palestinos no siguieron las órdenes en las
elecciones de 2006: “La idea –dijo– es poner a
dieta a los palestinos, pero no hacerlos morir de hambre”.

Recientemente, después de varios años de
esfuerzos, la organización israelí de derechos
humanos Gisha logró obtener una orden judicial
para que el gobierno dé a conocer sus registros
que detallan los planes para la dieta. Jonathan
Cook, un periodista basado en Israel, los resume
así: “Funcionarios de salud ofrecieron cálculos
de la cantidad mínima de calorías necesarias para
que el millón y medio de habitantes de Gaza
evitaran la desnutrición. Esas cifras fueron
luego traducidas a los cargamentos de alimentos
que Israel permitiría que ingresaran cada día, un
promedio de apenas 67 camiones –mucho menos de la
mitad del mínimo requerido– entraría en Gaza
diariamente. Esto comparado con más de 400
camiones antes de que empezara el bloqueo”.

El resultado de imponer la dieta, observa el
experto en Medio Oriente Juan Cole, es que
“alrededor de 10 por ciento de los niños
palestinos en Gaza menores de cinco años han
visto afectado su crecimiento por la desnutrición.

Además, la anemia está extendida, afectando a dos
terceras partes de los infantes, a 58.6 por
ciento de los niños en edad escolar, y a más de
un tercio de las madres embarazadas”.

Sourani, el defensor de los derechos humanos,
observa que lo que se debe tener en mente es que
la ocupación y el cierre absoluto son un ataque
constante contra la dignidad humana del pueblo de
Gaza, en particular, y de todos los palestinos,
en general. Son la degradación, humillación,
aislamiento y fragmentación sistemáticas del
pueblo palestino. Esta conclusión ha sido
confirmada por muchas otras fuentes. En The
Lancet, una importante publicación médica, Rajaie
Batniji, un médico de Stanford visitante,
describe a Gaza como una especie de laboratorio
para observar la ausencia de dignidad, una
condición que tienen efectos devastadores en el
bienestar físico, mental y social. La vigilancia
constante desde el cielo, el castigo colectivo a
través del bloqueo y el aislamiento, la intrusión
en las casas y las comunicaciones, así como las
restricciones sobre quienes tratan de viajar,
casarse o trabajar dificultan vivir una vida digna en Gaza, escribe Batniji.

Los araboushim deben ser enseñados a no levantar
la cabeza. Había esperanzas de que el nuevo
gobierno de Mohammed Morsi en Egipto, que es
menos servil con Israel que la dictadura de Hosni
Mubarak respaldada por Occidente, pudiera abrir
el Cruce de Rafah, el único acceso de Gaza hacia
el exterior que no está sujeto al control israelí
directo. Ha habido una ligera apertura, pero no
mucha. La periodista Laila el-Haddad escribe que
la reapertura bajo el gobierno de Mosri “es
simplemente un regreso al statu quo del pasado:
sólo los palestinos que porten tarjetas de
identificación de Gaza aprobadas por Israel pueden usar el Cruce de Rafah”!

Esto excluye a muchísimos palestinos, incluida la
propia familia de El-Haddad, donde sólo un
cónyuge tiene una tarjeta. Además, continúa, el
cruce no conduce a Cisjordania, ni permite el
paso de bienes, el cual está restringido a los
cruces bajo control israelí y sujeto a
prohibiciones sobre los materiales de
construcción y las exportaciones. El restringido
Cruce de Rafah no cambia el hecho de que Gaza
sigue bajo hermético estado de sitio marítimo y
aéreo, y continúa estando cerrado a las capitales
culturales, económicas y académicas en el resto
(de los territorios ocupados por Israel), en
violación de las obligaciones
israelí-estadunidenses según los Acuerdos de Oslo.

Los efectos son dolorosamente evidentes. El
director del hospital de Khan Yunis, que también
es jefe de cirugía, describe con enojo y pasión
cómo incluso faltan las medicinas, lo cual deja a
los médicos impotentes y a los pacientes en
agonía. Una joven habla sobre la enfermedad de su
difunto padre. Aunque él hubiera estado orgulloso
de que ella fuera la primera mujer en el
campamento de refugiados en obtener un título
avanzado, dice, “murió después de seis meses de
combatir el cáncer, a los 60 años. “La ocupación
israelí le negó un permiso para ir a hospitales
israelíes en busca de tratamiento. Yo tuve que
suspender mis estudios, mi trabajo y mi vida para
ir a sentarme al lado de su cama. Todos nos
sentamos, incluido mi hermano el médico y mi
hermana la farmacéutica, impotentes e inútiles,
observando su sufrimiento. Murió durante el
inhumano bloqueo de Gaza en el verano de 2006 con
muy poco acceso a servicios de salud.

Pienso que sentirse impotente e inútil es el
sentimiento más aniquilador que puede tener un
ser humano. Mata el espíritu y rompe el corazón.
Se puede combatir la ocupación, pero no se puede
combatir tu propia sensación de ser impotente. Ni
siquiera se puede disolver ese sentimiento.

Un visitante en Gaza no puede evitar sentir
disgusto ante la obscenidad de la ocupación,
agravado por la culpa, porque está a nuestro
alcance poner fin al sufrimiento y permitir que
los samidin disfruten de las vidas de paz y dignidad que merecen.