Darío y su mito.
Yo creo que este tipo de "elogios" no colabora en formar figuras militantes
que tengan que ver con la cotidianeidad, la lucha real, humana, histórica,
que deje huella. Por lo que se sabe, Darío era un militante comprometido,
valiente, lleno de sueños, como tantos de nosotros y quizás mejor. No era
un superhéroe ni un pibe que buscaba morir para ser remera cuadro, y menos
nombre de calle o estación. La forma en que lo mataron lo puso en un lugar
que ni él ni sus seres cercanos hubiesen elegido. Por la memoria de él y de
tantos luchadores, basta de tanto martirologio que tanto mal ha hecho a las
luchas obreras. Este tipo de regodeos sólo genera distancia entre el cambio
que se puede lograr desde las resistencias mas íntimas y el deber ser que
sólo propone una dialéctica imaginaria, espectacular, mítica. Por un mundo
sin héroes, por una historia hecha por los trabajadores con lágrimas en los
ojos cada vez que recordemos su último y solidario acto, pero sin mártires.
¡Nos necesitamos vivos!
Fernando Gargano
Por Vicente Zito Lema *.
[image: dario - actas terroristas]
Hoy, 18 de enero, el joven militante asesinado en un piquete hubiera
cumplido 31 años. “Yo veo que Santillán expresa todo lo que la juventud
rebelde, emancipadora, subversiva, poética, puede dar el mundo”.
*I. El Che, Evita…*
Darío es la figura máxima de nuestra época. Santillán es en sí la época. Yo
siento que él queda como la figura máxima de una época. Así como hay un
Cordobazo, un Trelew, con sus mártires, está esta época que es la de Darío.
Él marca. Uno podría decirme si no estoy exagerando, pero yo siento que así
como hay una época del Che en nuestro país y una época de Evita, yo veo que
Santillán expresa, en su juventud, todo lo que la juventud rebelde,
emancipadora, subversiva, poética, puede dar el mundo. Yo creo que
Santillán es un figura de la misma talla del Che o de Evita. Por más que, y
esto también es lógico, sus poquísimos años de vida, marquen un desarrollo
hasta ahí. Pero conociendo su vida, leyendo lo que él decía, intuyo una
potencialidad que ya no es una fantasía. Creo realmente que Santillán
expresa, desde la derrota de nuestra generación en adelante, que la vida
sigue, pero no que sigue como algo natural sino como algo profundo de la
criatura humana que pone en acto. Darío no es algo natural: es la
construcción humana, la construcción de lo que lo humano es capaz de hacer
por la humanidad. Y queda en la historia Argentina porque marca la época…
es la época. Después de la derrota del 76, la muerte de Santillán es uno de
los acontecimientos que dejan para el mañana, pero también para el ayer, la
aventura humana en su plenitud.
*II. Tenía que expresarme, construir belleza desde lo que me trastocaba*
No me veo ni me vivo por fuera de la historia de una generación. No quita
mi individualidad, sino que le da su verdadera existencia, su verdadera
identidad. Y como parte de esa generación, tuve que enterrar a muchos de
mis amigos y de mis compañeros. Y sentí tanto sus muertes que escribí sobre
ellos, a nivel individual (Miguel ángel Bustos, Rodolfo Walsh, Agustín
Tosco, Ernesto Guevara, el Gallego Fernández Palmeiro y muchos militantes),
así como lo hice con hechos: Trelew, el Cordobazo. Sucedían tragedias, se
daban epopeyas y yo participaba lo mejor que podía, con las mayores fuerzas
que tenía, en ellas. Pero también como poeta, como escritor, sentía que
tenía que expresarme, intentar construir belleza desde eso que me
trastocaba, que me hacía sentir el alma herida, por usar un término
romántico. Después viene el exilio, sobre el cual también escribo y luego
la difícil vuelta al país de alguien que sobrevivió, que intentó mantener
la lucha afuera, y mi escritura, mi pensamiento, estaba ligada a lo que
había vivido y poco a poco, construyendo desde los bordes, a esta nueva
realidad de volver al país tras el exilio, que fue una experiencia muy
distinta a la que tuvieron los que siguieron viviendo en el país. En ese
marco, en el que yo había enterrado y había escrito sobre mis compañeros de
generación, se dan los asesinatos de Santillán y Kosteki.
*III. Santillán y Kosteki ya no eran mis hermanos sino mis hijos*
Y no es, desgraciadamente, que no se hayan dado, desde que regresé al país
en 1984, otros acontecimientos y otras muertes. Porque nunca cesaron las
muertes de los que luchan contra la muerte en nuestro país. Pero cuando
sucede lo de Santillán y Kosteki yo sentí que algo distinto había pasado en
mí como persona. Sentí con una fuerza, que todavía me estremece, que lo que
había muerto con Santillán y Kosteki ya no eran mis hermanos sino mis
hijos. Fue un estremecimiento… yo sé lo que lloré, lo que me enojé. Si mi
generación hubiese estado en su accionar político, me atrevo a decir que
hubiera participado de actos que cualquiera que conoce a nuestra generación
puede imaginar. Pero era otra época, otro tiempo, y sentí como propio el
caso. Y de ahí que, sin que nadie me lo pidiera, me metí y participé con
todas mis armas de manifestaciones y escribí en los medios de comunicación
y hablé por radio y, con la excusa de hablar de mi obra o de la historia,
me metía para hablar de ellos. Como un obsesionado quería hablar de ese
tema y buscaba espacios. Necesitaba hacerlo, no soportaba la muerte de mis
hijos. Porque no estaba preparado. Destruía todo lo que había sido mi
vuelta al país. Todo se desmoronó. El país volvía a ser para mí, otra vez,
el reino de la muerte, de lo injusto profundo. No soporté la muerte de
Santillán y Kosteki y por eso intenté consolarla de la única forma que sé:
militando contra los asesinos, contra el olvido y, a la vez, dando
respuesta a mi alma lastimada: escribiendo. Y escribí de todo: hice
reportajes, escribí poemas, teatro, realicé análisis desde lo histórico, lo
psicológico, lo filosófico. Es decir, construí desde todos los lugares que
podía.
*IV. También hice teatro, también corté calles y puentes haciendo teatro*
Y como también soy director de algunas de mis obras de teatro, entonces
también hice teatro con esa obra que escribí y la monté en la calle, en
puentes y yo también corté calles, a diferencia de otras veces que me
invitan. Esta vez, con apoyo del Frente Popular Darío Santillán, cortamos
el Puente que une Neuquén con Río Negro, para desde allí, sobre el puente
mismo, leer poemas y extractos de la obra. Y montamos la obra, a la hora en
que se inició el juicio contra los autores materiales de la Masacre de
Avellaneda, frente a los Tribunales de Lomas de Zamora. Y luego sobre el
Puente Pueyrredón.
Y también recorrí el país, alentando y formando grupos de teatro que
montaran la obra. Incluso el Grupo Raíces ganó el Primer Premio de Teatro
en Corrientes. Y cuando la estrenamos en Buenos Aires, recuerdo que estuve
sentado junto a Alberto Santillán. Que fue una experiencia muy dura,
terriblemente dura. Y el papá de Darío estaba ahí sentado y lo veía llorar.
Y fue muy fuerte. Y así, siempre traté de contribuir: en 2011, cuando se
fundó la Universidad de los Trabajadores, en IMPA, donde soy director,
hicimos un acto en homenaje a Kosteki y Santillán, y lo invitamos al papá
de Darío. Y antes, cuando fui el director de la Universidad de las Madres
de Plaza de Mayo, también allí hicimos actos. Y en su momento aporté al
agrupamiento de artistas e intelectuales que se reunieran exigiendo
justicia por Santillán y Kosteki. Y siempre fue por ellos, pero también por
mí. Porque insisto: sentí que ellos eran mis hijos. Siento que, de haber
tenido un hijo, me hubiera gustado que fuera Darío. Por eso escribí y
milité todo lo que pude. Y sigo haciéndolo.
* Testimonio recogido por Mariano Pacheco como parte del proyecto de
investigación sobre la biografía política de Darío Santillán a 10 años de
su asesinato.
*FOTO:* Darío Santillán en su cuarto leyendo Actas Tupamaras. Gentileza de
la familia.