[Pensamientoautonomo] El amor falaz de Occidente

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Autore: esceptikuz
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To: Pensamiento Autonomo
Oggetto: [Pensamientoautonomo] El amor falaz de Occidente

*La construcción cultural de un sentimiento*

De acuerdo con la tradición cultural occidental, el amor, cuando es
verdadero, es para siempre, sólo basta encontrar a nuestra "media
naranja". En este texto, extracto del libro Falacias del amor, publicado
por editorial Paidós, la autora reflexiona sobre los mitos que rodean al
amor y propone nuevas pautas para redimensionar un sentimiento siempre
problemático.

En Occidente ha prevalecido una concepción irracional sobre el amor.
Curiosamente éste fue uno de los aportes más significativos de los
antiguos griegos ---fundadores de la cultura racionalista--- a nuestras
formas contemporáneas de entender el amor, y también una de las tantas
razones por las que se ha establecido un nexo tan estrecho entre amor y
sufrimiento. A diferencia de los hindúes, de los chinos o de los
japoneses, los griegos no entendieron al amor como una virtud a ser
cultivada sino como una enfermedad, como una forma de locura que, aunque
muy dulce, puede destruir todo lo que una comunidad e incluso el mismo
amante, valoran. El amor no fue considerado un arte, una práctica que se
enseña, se aprende y se perfecciona, sino un mecanismo irracional,
espontáneo, no intencional e inducido desde el exterior ---mediante las
flechas de un dios caprichoso--- que deja al individuo inerme, a merced
de fuerzas completamente externas a sí mismo.

Un refrán popular previene que "la única ventaja de jugar con fuego es
que uno puede aprender a no quemarse". Desde una perspectiva
completamente irracionalista del amor, estaríamos condenados a quemarnos
una y otra vez.
La concepción hegemónica que hemos heredado de los griegos identifica al
amor como una forma particular y breve de éste que conocemos como
enamoramiento, una exquisita efervescencia con pronta fecha de
vencimiento, basada en la idealización y en la ausencia del ser amado.
Esta noción ha dado lugar a una recurrente falacia en el discurso
amoroso, la de la ambigüedad que supone el uso de la palabra amor con
sentidos diversos a lo largo de un mismo razonamiento, por ejemplo
cuando se afirma que la pareja debe estar basada en el amor (en
referencia a una acepción amplia que conjuga la atracción sexual con el
compañerismo y el apego que se establece con el paso del tiempo), y que
por tanto cuando uno de sus integrantes no ama (en alusión a la
efervescencia del enamoramiento), ya no tiene sentido seguir juntos.

*A la caza del alma gemela*

Entender el amor como un sentimiento espontáneo y repentino (tal es la
concepción del flechazo), y no como una relación que se construye a lo
largo del tiempo, supone el desarrollo de altas dosis de idealización,
en particular por parte de las mujeres, que aún son más educadas para el
amor que los hombres. (1) "Acabo de conocer a un hombre maravilloso; es
de ficción, pero no se puede tener todo", comenta la protagonista de La
rosa púrpura del Cairo, una película de Woody Allen que refleja muy bien
el proceso de idealización que caracteriza al discurso amoroso femenino.
Contribuyen a esta idealización procedimientos característicos de la
seducción amorosa como la mímesis, que lleva a brindar una imagen
mejorada de uno mismo, subrayando las afinidades y ocultando los
desacuerdos y las propias debilidades.

Cuando se ingresa al amor por la puerta del flechazo y del
enamoramiento, las expectativas suelen ser altísimas: el otro no es
quien es, sino quien deseamos que sea, y con frecuencia se incurre en
una falacia de generalización indebida al considerar que en unos pocos
encuentros resulta evidente que los amantes están "hechos el uno para el
otro". Se espera que la pasión se afiance en la pareja, pero cuando el
hechizo se ha roto ---y la pasión es finita por definición---, sólo
resta el desengaño, la desilusión o el omnipotente deseo femenino de
cambiar al otro. Este proceso de desencantamiento también se vincula con
la falacia de falsa analogía presente en le mito del andrógino
(divulgado popularmente como el de las "almas gemelas" o el de la "media
naranja"). Si mediante el flechazo se reconoce a la "mitad perdida", con
mucha más razón el amado deberá responder a la imagen que se ha forjado
de él, similar por otra parte a la que el amante tiene de sí mismo.

De la analogía de las "almas gemelas" se desprenden otras ideas que han
contribuido a anudar amor y sufrimiento: la de no juzgarse "completo" si
no se está en pareja, la de confundir la pérdida de un amor la pérdida
de nuestra capacidad de amar y el supuesto de que una y sólo una persona
está destinada a "hacernos felices" en el amor. La falsa analogía de las
almas que vagan en busca de su mitad perdida también dio lugar a la
falacia de la falsa dicotomía (o falacia del "blanco o negro"), que
plantea mediante juegos de oposiciones dos alternativas, sin considerar
que en realidad existen muchas más. Los crímenes y los suicidios
pasionales, un tópico de referencia obligada desde la mitología griega
hasta el presente, con frecuencia presuponen esta concepción según la
cual sólo una persona está "destinada" a amarnos.
Si la relación con el "alma gemela" no es posible, la vida carecería de
sentido. Nuestra propia integridad habría sido avasallada. Pero el amor
no consagra la individualidad. No somos naranjas rebanadas ni erramos en
busca de nuestra mitad perdida. A lo sumo encontraremos personas afines
pero distintas de nosotros a las que podremos amar más allá del periodo
de encantamiento primero (si lo hubiere), de acuerdo con nuestra
disposición para conciliar las diferencias y los problemas que
sobrevienen a toda relación humana que se prolonga en el tiempo.

*Amar la búsqueda del amor*

La concepción platónica del deseo como ausencia ---según la cual se ama
fundamentalmente cuando se carece del sujeto amado o de sus cualidades
dignas de amor---, profundizada por el cristianismo, el amor cortés
medieval, el romanticismo, el psicoanálisis y la sociedad de masas
contemporánea, favoreció la concentración del interés en el periodo de
la conquista. Amaríamos más la búsqueda del amor que el amor en sí
mismo. Desde esta perspectiva se juzgó erróneamente que el ser humano es
por definición un animal insatisfecho, sin considerar que el deseo
también se crea en la presencia de lo amable y de sus cualidades. La
concepción platónica, fundamentalmente a través del carácter extremo que
adquirió para el cristianismo, también contribuyó a estrechar el lazo
entre amor y sufrimiento mediante el dualismo con que descalificó el
cuerpo a favor de la esfera espiritual. A diferencia de India y China,
donde se pensó que la iluminación espiritual está asociada con el sexo y
es una forma de trascender la mortalidad, Occidente inscribió a la
sexualidad en el registro de lo inconfesable, suscitando
complementariamente su sobredimensionamiento, multiplicando al infinito
el placer de decir el amor y valorando a la sexualidad como si se
tratara de la clave de la condición humana en su conjunto.

La cultura occidental pareció menos interesada en focalizar su atención
en un arte de amar que en inscribir el discurso amoroso en el registro
de lo prohibido y de lo permitido, en el de las "normas" y en el de sus
supuestos "desvíos". De ahí la fascinación por los "amores prohibidos" y
la identificación del "triángulo amoroso" con el argumento de las
historias de amor.
Lamentablemente las mejores ideas sobre el amor aportadas por el
cristianismo ---su acento en el amor entendido como donación y no como
exigencia, su ampliación del concepto de amor al conjunto de la
humanidad---, fueron oscurecidas por la exaltación del sufrimiento en
prácticas autoflagelantes que en muchos casos pretendían dominar los
impulsos sexuales, y por siglos de intolerancia y persecuciones
realizadas paradójicamente en nombre de la "religión del amor".

*El orgullo de sufrir por amor*

El Romanticismo consagró la infelicidad como destino del amor. Madame
Bovary, la novela realista de Flaubert, describió la infelicidad de la
mujer burguesa educada en el romanticismo, y fue una historia
arquetípica en la descripción los efectos indeseados que la "educación
para el amor" (bovarismo) suele tener en gran cantidad de mujeres.
Flaubert valora el amor-pasión en su justo límite: no lo juzga
omnipotente e incluso lo desmitifica por la frecuencia con que conduce a
la desdicha al abrevar en ausencias, idealización y expectativas desmedidas.

La revolución sexual que tuvo lugar a mediados del siglo XX invirtió
definitivamente el dualismo platónico y cristiano: el cuerpo sería
ocasión para la alegría, para la experimentación y para la libertad.
Todas las orientaciones sexuales serían admitidas. Sin embargo, también
fue clara la voluntad de disciplinamiento en autores como Wilhelm Reich,
que aseguraban que cuando culminara el proceso de liberación sexual
desaparecería la homosexualidad de la faz de la Tierra, o en ciertos
cultores del amor libre cuando sólo podían sostener el ideal de la
"pareja abierta" (2) al precio de un enorme sufrimiento, infligido a sí
mismos o a sus parejas. Por supuesto, no fue el caso de todos los
cultores de la "pareja abierta": muchos de ellos experimentaron nuevas
formas de entender el amor sin infligir daño en aras de un "deber ser".
Siempre que se ama existe la posibilidad de sufrir. La mayor parte de
las cosas que nos colman de felicidad, al mismo tiempo tienen el poder
de infligirnos dolor. Sin embargo, las concepciones hegemónicas que
signaron a Occidente dieron un paso más, llegando a postular la
"dignidad" del sufrimiento por amor y entendiendo que el dolor es prueba
de la intensidad del sentimiento.

*El amor en los tiempos del consumismo*

Parte de la cuota necesaria de sufrimiento que implica el amor se
vincula con el hecho de que, como individuos modernos y occidentales,
debemos elegir por nuestra cuenta a la pareja con la que compartiremos
gran cantidad de momentos de nuestra vida. Como sujetos modernos,
estamos librados a nuestras propias fuerzas. Como sujetos modernos,
somos compelidos a pensar que el cambio siempre es bueno para nuestras
vidas. La publicidad y las representaciones culturales no parecen
decirnos otra cosa. No es extraño que el zapping amoroso se convierta
entonces en el juego generalizado de la sociedad de consumo. Si antes se
toleraba demasiado, ahora no se tolera casi nada, de modo que con
frecuencia el amor adquiere la vida útil de un electrodoméstico. Como
sujetos modernos, también, vivimos una época en la que el lazo social
tiende a quebrarse. Los más afortunados encuentran en la familia, en los
amigos o en la pareja un amparo que los preserva de las inclemencias de
un individualismo feroz. Otros sufren uno de los efectos más penosos del
individualismo moderno: se sienten solos, desamparados, excluidos de la
estructura de "vida en pareja" o de "vida en familia" que aún parecería
signar hegemónicamente a ciertas sociedades.(3)

Reflexionar sobre el amor constituye un verdadero desafío en momentos en
que los cambios científicos se tornan vertiginosos, cuando es posible
escindir por completo la sexualidad de la reproducción, cuando los
métodos de fertilización asistida plantean cambios que apenas alcanzamos
a vislumbrar, cuando asistimos a cambios sustanciales como la disolución
de un modelo de familia centrado en la crianza de los hijos.
El amor puede exceder en mucho el periodo del enamoramiento o del
amor-pasión. El amor-acción o amor-compañero es un amor de más largo
alcance que implica querer al otro porque se lo conoce y se goza de su
presencia y no de su ausencia, una relación en la que el paso del tiempo
puede estrechar el vínculo y convertirse en un dato a favor y no en
contra, y en la que es posible sobrellevar los problemas que
necesariamente alcanzan a toda relación humana duradera.

Creo que el amor en sus múltiples formas tiene un fuerte componente
emancipador ante la lógica ascética del trabajo y del deber. En un mundo
cosificado y hostil, el amor aún representa el reino de la gratuidad.
Encuentro que un desafío importante para el individuo contemporáneo es
aceptar el carácter problemático del amor frente a las imágenes
idealizadas de gran cantidad de representaciones culturales. La pareja
sigue siendo el ámbito donde es posible aunar una ética de la ternura
con el sexo, cultivando el amor como un arte, es decir, aprendiendo del
error para barajar nuevamente las cartas de uno de los juegos más bellos
y antiguos del mundo.

Roxana Kreimer *

3 de mayo de 2007

_Notas_
1) Las mujeres juegan más con muñecas y están más en contacto con
narraciones románticas, mientras que los varones juegan con autos o con
armas de guerra.
2) Que no supone la exclusividad sexual.
3) En grandes ciudades como Nueva York o Berlín parece bastante más
frecuente que el eje articulador de la vida sean los amigos y no la
pareja. En estas ciudades, no estar en pareja no parece tan
desafortunado como en otras más conservadoras.

* Filosofa y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos
Aires.

Tomado del libro de Roxana Kreimer Falacias del amor, de Editorial
Paidós. Reproducido con autorización de los editores.

http://www.jornada.unam.mx/2007/05/03/ls-amorfalaz.html