[Pensamientoautonomo] para chequear sobre López

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Autore: Norberto Farías
Data:  
To: lista por una ronda de pensamiento autonomo entre sujetos de los movimientos argentinos
Oggetto: [Pensamientoautonomo] para chequear sobre López
Hola a tod@s
¿Cómo se chequea ésto?
¿Cómo se difunde?
¿Qué se hace?
¿Qué les parece?

----- Original Message -----
From: Periodico Tribuna
To: antoniom2003@???
Sent: Saturday, February 10, 2007 8:12 PM
Subject: Especial fin de semana: Julio Lopez y un incomodo testigo


                     UN TESTIGO QUE PONE EN JAQUE AL GOBIERNO
       JORGE SCANIO: EL ÚLTIMO QUE VIO A JULIO LÓPEZ CON VIDA 
                     Por Christian Sanz


     </ center>
                               {[BN]} Hace algunas semanas     decidí investigar la desaparición de Jorge Julio Lopez, luego de haber resuelto     con éxito el falso cautiverio de Julio Geréz a horas de haber aparecido     (1).
         En ese marco, consulté a diversas fuentes oficiales y     extraoficiales para intentar llegar a esclarecer un caso que, al paso de     los meses, parecía haber quedado en agua de borrajas a pesar del aparente     interés de algunos funcionarios del Gobierno nacional y de la provincia de     Buenos Aires.
         Entrevisté entonces a una veintena de personas, la     mayoría de las cuales no aportó -la mayoría no se animó a hacerlo- datos     sustanciales a mi indagación. He cruzado datos, chequeado trascendidos y     soportado el silencio oficial frente a mi requerimiento de entrevista con     algunos funcionarios de alto rango.
         Finalmente, luego de dejar de lado la información     "incontrastable" y descartar la "carne podrida", mi     artículo pudo ver la luz (2). Allí hice referencia a que la desaparición     de López se debió a una fallida operación de importantes funcionarios de     primera y segunda línea que intentaban "boicotear" una de las     marchas a efectuarse por los autodenominados "Familiares de las     Víctimas de la Guerrilla" el día 5 de octubre de 2006. El dato surgió     del propio seno del Gobierno, sumado al testimonio de algunos     investigadores especializados en este tema.
         El silencio oficial frente a lo publicado por este     periódico fue más que elocuente. No hubo una sola desmentida ni intención     de brindar la versión oficial del asunto por parte del Gobierno, a pesar de     mi insistente requerimiento. Todo un dato.
         Al mismo tiempo, llegó a mis oídos una asombrosa     historia que cerraba parte de este tema. Allí fui entonces en búsqueda de     la noticia.



     Un día de campo


         A los pocos días de publicar mi artículo sobre la     desaparición de Julio López, gestioné un encuentro personal con Jorge     Scanio, un hombre que asegura haber visto al desaparecido albañil a     principios de octubre de 2006, es decir, a más de diez días de haberse     "desvanecido" del planeta Tierra.
         El encuentro se dio en una confitería ubicada en la zona     norte del conurbano, a metros de una conocida estación de tren. Scanio fue     impuntual, pero finalmente llegó. Su mirada hacia mi persona fue de     desconfianza permanente y así perduró hasta pasado un buen rato de nuestra     charla. Preguntó una y otra vez cuál era mi interés en el tema y si yo     sería capaz de "no venderme", como sí habían hecho otras     personas, entre ellas, su abogado. 
         Scanio es un incansable fumador y eso provocó en mí un     inevitable malestar que hizo que mi concentración no estuviera en su estado     más óptimo. Cuando se le acababa un cigarrillo, el testigo encendía otro.     Así lo hizo una y otra vez durante la entrevista.
         Ayudaba a su ansiedad, especulo, el peso de lo que     estaba por contarme. Una historia imposible, tremenda, que vulnera toda     posibilidad de tolerancia humana. Fue el momento de tragar saliva y     zambullirse, ya no había vuelta atrás.
         Scanio me contará una historia que jamás olvidaré. Una     trama que fue chequeada por mí después de nuestra entrevista y que aún hoy     me impresiona.
         Todo ha comenzado -según pude saber- a fines del año     2005, cuando un hombre llamado Roberto Montenegro hizo un contrato de     arrendamiento de un campo denominado "San Genaro", ubicado en el     Km 135 de la Ruta Nacional Nº 3, en San Miguel del Monte, provincia de     Buenos Aires. Al momento de visitar el lugar, el locatario hizo un     exhaustivo examen de todo, incluida la vivienda ubicada dentro del campo     que estaba por alquilar. Allí pudo observar con enorme sorpresa que en     el sótano de la vivienda había unos diez calabozos con puertas de chapa,     "pasaplatos" y cerramientos pasadores. En el mismo lugar,     Montenegro vio morteros, balas y diferente tipo de armas de fuego.
         Partió raudo el hombre, pero volvió al día siguiente     para tomar posesión del alquilado campo. Pudo ver entonces que había varios     patrulleros esperando por él. Uno de ellos -sin permitirle decir palabra-     lo llevó detenido, acusado de "usurpar" el lugar.     Consecuentemente se le inició una causa en la Justicia que terminó de     manera insólita. "Está todo bien, sus papeles están en regla, pero     le aconsejo que no vuelva a ese lugar. Olvídese del campo", le     dijeron en la fiscalía de Chascomús a Montenegro.
         Así lo hizo, se fue a su casa y masticó la bronca de     haber perdido una suculenta suma de dinero en un esquivo alquiler. Pasaron     los meses, el enojo no se iba y pensó en una alternativa que podría calmar     su ansiedad: llamaría a su amigo Jorge Scanio, gestor él, para que     averiguara qué terrible secreto se escondía en ese campo que le quitaba el     sueño cada noche.
         Aceptó Scanio sin dudar y partió raudo el 1º de octubre     de 2006 a visitar el misterioso lugar. Simuló un desperfecto en su     automóvil y bajó a pedir agua con una botella vacía, su idea era entablar     conversación con alguna persona del lugar y poder enterarse de los detalles     de ese campo ¿Quién era el dueño? ¿Qué actividades se hacían allí? ¿Por qué     tanto misterio por parte de Montenegro? Eran preguntas que Scanio no podía     dejar de hacerse.
         Eran las cinco de la tarde y nadie asomaba por el lugar.     Mientras, el gestor avanzaba, dirigiéndose a la casa que se encontraba     dentro del campo y que parecía ubicarse a no menos de 200 metros de donde     él estaba. Avanzaba y pensaba. Pensaba y avanzaba. ¿Qué decir cuando me     vean? ¿Creerán a historia del auto?
         Algo cortó el pensamiento de Scanio. Fue abrupto. La     aparición de un grupo de personas que salían de la casa a la que él     inexorablemente se acercaba. Eran dos; no, tres; cuatro ahora. Estaban     armados, no había dudas de ello. Mejor esconderse, pensó el gestor,     mientras se ponía detrás de un árbol.
         Y en el medio de ese movimiento, vio lo que no tenía que     ver: un hombre mayor, custodiado por estos personajes. "¿A quién se     parece?", pensó. La respuesta llegó inmediatamente a su cabeza, como     un rayo paralizante de sus sentidos. "¡Es Julio López!", se dijo.     No había dudas, la enorme cantidad de carteles sobre la desaparición del     anciano no dejaban margen para el error.
         Allí estaba, pues, López, en medio de cuatro hombres     armados con Itakas que lo custodiaban. Vestía un jogging negro con     un cuellito blanco y sus manos temblaban. Mientras lo vigilaban, el     viejo se sentó en los escalones de la entrada de la casa, apoyando sus     manos sobre las rodillas. Era López, ya no había dudas.
         Veinte o treinta minutos ¿Cuánto tiempo había pasado? No     importaba realmente, Scanio sólo quería salir de allí como fuera. Esperó a     que todos entraran nuevamente a la vivienda y se marchó. Necesitaba     urgentemente salir de ese lugar. No podía esperar para llamar a su amigo     Montenegro y contarle todo.



     El día después de mañana


         "¡Vi al desaparecido Julio López en el campo que me     mandaste a investigar!", dijo Scanio a Montenegro cuando pudo hablar     con él. Le contó todo lo que había vivido con la voz temblante y     asegurándole que volvería al lugar para indagar más sobre el tema.     Montenegro le creyó cada palabra ¿Por qué no iba a hacerlo? Se conocían     hacía bastante tiempo y Scanio jamás le había dicho algo que no fuera real.
         El 8 de octubre siguiente, el gestor volvió al campo que     le provocaba tanta curiosidad. No se detuvo esta vez, sólo atinó a pasar     con su coche a baja velocidad. Esta vez pudo observar que había al menos     tres tranqueras de acceso al lugar, una de las cuales no dejaba de llamarle     la atención porque mostraba máquinas de vialidad junto a sus respectivos     empleados. 
         Esos mismos trabajadores abrieron un de las tranqueras     para permitir el paso de dos Volkswagen Bora color negro, los cuales     salían justamente del campo "San Genaro". Pasó una vez, dos     veces, tres veces. Scanio quería ver más, estaba obsesionado con ese lugar.     Paró, sacó fotos y partió raudamente hacia su casa.
         Hizo unos pocos kilómetros cuando observó que una     camioneta se puso detrás de su vehículo. Scanio se tiró hacia la banquina,     dándole el paso, pero no era eso lo que quería el otro conductor. 
         El gestor fue rozado por el otro vehículo, que avanzó     muy lentamente por el costado de su automóvil. Cuando estaba a la altura     del motor, la camioneta hizo una maniobra brusca para encerrarlo, lo cual     obligó a Scanio a circular por la banquina. El mensaje fue claro y el miedo     se apoderó de su persona ¿En qué se había metido? Por las dudas tomó los     datos de la patente de la camioneta, tal vez allí se escondería parte de la     trama oculta de lo sucedido con Julio López. 
         A las pocas horas, supo que la chapa DWR308, que     identificaba a la camioneta, pertenecía al CUIT 30-54669051-9. Pero ¿a     quién pertenecería a su vez ese código tributario?
         Con el número a cuestas, pidió un informe a la     empresa Fidelitas -una especie de Veraz- y allí observó con     horror que el vehículo pertenecía a la "Contaduría General del     Ejército". El miedo se apoderaba de su persona de manera     elocuente. ¿Qué hacer frente a esto? Habló con su amigo Montenegro y con     integrantes de su propia familia y llegó a la conclusión de que debía hacer     la denuncia correspondiente.
         Alguien le dijo que fuera a ver al Procurador General de     la Nación y así lo hizo. El 10 de octubre siguiente se dirigió a la calle     Guido 1577, de la Ciudad de Buenos Aires, para contar su verdad. Allí se     entrevistó con un funcionario que escuchó pacientemente su relato y empezó     una historia insólita, imperdible. 
         Así me lo ha contado el propio Scanio en nuestra     entrevista: "Desde la procuración llamaron al ministro del Interior,     Aníbal Fernández para repetir lo que yo había dicho minutos antes.     Fernández dijo, preocupado, lo siguiente: 'este hombre nunca estuvo en     la procuración y este llamado no existió. Díganle que vaya a su casa que     personal de la SIDE lo va a contactar en las próximas horas'.
         Así lo hice, me fui a mi casa y por la noche me     contactaron agentes de la SIDE para que les contara todo lo que sabía. Nos     encontramos en una estación de servicio de la zona de Moreno y les dije     todo. Me aseguraron que iban a allanar el campo y que verían qué     encontraban allí. Me dieron también su número de Nextel para que     estemos comunicados, prometieron contactarse al día siguiente conmigo.     Pasaron los días y viendo que no pasaba nada, me contacté yo con el Nextel     que me dejaron (y que aún conservo). Lo que pasó allí me dejó sin     palabras".



     Muchachos serviciales


         "¿Qué pasó muchachos, se olvidaron de mi?",     dijo Jorge Scanio a su "servicial" interlocutor de Nextel. 
         "¿Cómo andás? Parece que lo que dijo el muchacho es     verdad. Lo de abajo también", le respondieron crípticamente. El gestor     se dio cuenta en el acto de dos cosas: uno, lo estaban confundiendo con     alguien más; dos, lo de "abajo" parecía sonar a lo de los     calabozos de la casa de campo.
         A partir de ese momento Scanio empezó a dudar de todo y     de todos. Pidió un nuevo informe financiero a Fidelitas sobre el     CUIT perteneciente al dominio de la camioneta que lo sacó de la ruta 3 y se     asombró una vez más: aunque seguía perteneciendo a la "Contaduría     General del Ejército", esta vez el detalle financiero de esa entidad     no registraba el detalle de deudas y cheques rechazados que tenía en su     primera consulta (Ver documentos al pie). ¿Acaso alguien había     "limpiado" la historia financiera de la institución? ¿Cómo pudo     hacerse a tan pocos días de diferencia de las consultas? ¿Para qué?
         Supo en ese momento que debía dirigirse a la Justicia,     por su seguridad y por la de su familia. A esos efectos, se dirigió a una     fiscalía de la provincia de Buenos Aires y declaró todo lo que sabía (Ver     documento al pie). Todo lo dicho fue ratificado por Scanio días más tarde     en la causa judicial que investiga la desaparición de Jorge Julio López.     Fue el comienzo de algunos de sus problemas y el disparador para enviar a     su familia a vivir al sur del país.
         Hoy en día, el gestor no se anima a salir del partido     donde vive y desconfía de todos aquellos que cruza por la calle. Vive     temiendo que algo le suceda y limita sus contactos a personas de su más     cercana intimidad. 
         Sabe que ha tocado intereses poderosos y cree que el     alejamiento de cierta gente de su entorno se debe a este motivo. Por caso,     hay periodistas que lo han entrevistado y que luego han sido presionados     por los directivos de los medios en los que se desempeñan para que no se     haga público su testimonio (3). 
         "Scanio es un testigo poco confiable", me dijo     una fuente judicial de La Plata hace unos días. 
         "¿Por qué dice eso? ¿Puedo publicar lo que me está     diciendo?", pregunté entonces a mi ocasional interlocutor. La primera     pregunta no la pudo responder, la segunda fue un rotundo "no".     Eso me dio la pauta de que Scanio no mentía.
         Luego hablé con Roberto Montenegro, aquel que había     alquilado el campo "San Genaro", quien no sólo ratificó lo     dicho por Scanio sino que agregó lo suyo acerca de que en la casa referida     había calabozos y armas. "Yo hablé con los vecinos de la zona y me     dijeron en ese lugar era usual ver a conocidos políticos kirchneristas.     No puedo decirte mucho más por teléfono", me aseguró Montenegro, justo     antes de ofrecerme todos los papeles que demostraban que era locatario del     campo referido. 
         Hay algo más que da credibilidad a los testimonios de     ambos testigos: ninguno de ellos quiere dinero y ambos buscan pasar     desapercibidos en este tema. Sólo quieren que se esclarezca el tema     "López".



     Concluyendo


         Hay no pocos testigos en la zona de Atalaya, partido de     Magdalena, que aseguran haber visto a Julio López los útimos días de     septiembre de 2006 (4). Según su testimonio, no estaba nada preocupado, a     contrario. Eso es lo que habría provocado que finalmente el kirchnerismo lo     recluyera y allí sucedió lo que comentamos en el artículo anterior: le     habría dado un ataque al corazón. Todas las fuentes consultadas en     el marco de esa nota aseguraron que, después de lo sucedido, hubo una     "orden de arriba" para cremarlo. "Debía desaparecer por     completo. Era un escándalo si aparecía muerto", me dijo un ex     comisario en ese momento.
         Sea como fuere, llama la atención que la Justicia aún no     haya allanado el lugar denunciado por Scanio y que su testimonio se haya     dejado de lado. 
         Son las puntas sueltas de un ovillo que nadie ha atinado     a rearmar y que podría esclarecer este espinoso caso. Un caso que     compromete -y mucho- al gobierno de Néstor Kirchner y a algunos de sus     ministros.
     Christian     Sanz
     (1) Ver http://www.periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=2650 
     (2) Ver http://www.periodicotribuna.com.ar/Articulo.asp?Articulo=2671     
     (3) Entre     otros, fue el caso del noticiero de Telefé.
     (4) El     autor de este artículo habló con al menos tres personas que vieron a López     en Atalaya entre el 19 de septiembre y el 23 del mismo mes.






        
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