[Infopalestina.mx] Una inmensa cárcel llamada Palestina

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Author: fazio
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To: Noticias y actividades sobre la lucha del pueblo palestino
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Subject: [Infopalestina.mx] Una inmensa cárcel llamada Palestina

Una inmensa cárcel llamada Palestina

por JOSÉ ERNESTO SCHULMAN

La estrategia de encarcelar como modo de dominación

Si la estrategia de expansión colonial se descubre en las acciones
sistemáticas e integradas que hagan insoportable la vida de los
palestinos en su territorio, como intentamos explicar en el texto sobre
la guerra del agua[1], la estrategia de dominación tiene uno de sus
centros en el sometimiento de una alta porción de la población
palestina a la prisión política en condiciones extremas (que
constituyen tortura en sí misma) y por largos periodos de tiempo, de
modo tal que haya siempre una proporción alta de la militancia entre
rejas con el múltiple efecto imaginado: sobre el prisionero, su
familia, su entorno social y la sociedad palestina toda.

Desde el comienzo de la ocupación israelí del Territorio Palestino en
1967, más de 750.000 ciudadanos palestinos han sido detenidos. Entre
ellos, 15.000 mujeres y decenas de miles de niños. Desde el año 2000
hasta este día, más de 85.000 casos de detenciones han sido
registrados. Entre ellos más de 10.000 son niños (menores de 18 años)
y aproximadamente 1.200 son mujeres, más de 65 ministros o miembros del
Consejo Legislativo Palestino y más de 24.000 bajo detenciones
administrativas[1] que pueden renovarse varias veces. Durante los
últimos cuatro años, ha comenzado a quedar claro que los niños
palestinos son objetivos de detenciones. Se registraron más de 3.755
casos de detenciones a niños, de los cuales 1.266 ocurrieron durante
2014. Durante el primer trimestre del año en curso, más de 200 casos
de detenciones a niños han sido registrados sin consideración a su
edad o debilidad física y sin atender a sus necesidades básicas. Han
sido tratados duramente, torturados, sus derechos humanitarios básicos
negados, sentenciados y condenados a prisión, multados y confinados en
sus hogares. Más de 95% de los niños liberados de las cárceles
aseguran que han sufrido torturas y maltrato durante el interrogatorio y
la detención. Estas acciones suponen una amenaza real a la niñez
palestina y su futuro.

Más de 7000 presos políticos se encuentran aún en las cárceles de la
ocupación israelí. Entre ellos 478 condenados a cadena perpetua una o
varias veces, 70 mujeres, 104 niños menores de 16 años, 414 niños
menores de 18, 715 bajo el régimen de Detención Administrativa, tres
miembros del Consejo Legislativo Palestino, 1500 enfermos de los cuales
80 están en grave estado de salud, 30 están detenidos desde antes de
los Acuerdos de Oslo de 1994, 459 con sentencias de más de veinte
años, 16 pasaron más de 25 años en prisión tal como Karim Younis y
Maher Younis que hace 33 años ininterrumpidos que están en la cárcel
y 65 de ellos siguen en prisión a pesar de haber cumplido condenas de
20 años.. Los presos políticos palestinos están distribuidos en 22
cárceles y centros de detención israelíes, las más destacadas son
Nafha, Remon, Asqalan, Beir Sabee, Hadareem, Jalbou, Shata, Ramlah,
Damoun , Hasharoon, Hadarim, Naqab, Ofar y Majedo.[2]

Nuestra experiencia directa

Durante los días que estuve en Palestina, la cuestión de los presos
políticos se imponía en cada encuentro. Difícil encontrar algún
dirigente social o político que no haya pasado por alguna forma de
encierro y más difícil que en las entrevistas en los campos de
refugiados, las barriadas de Jerusalén Oriental o los movimientos
sociales de Cisjordania no surgieran referencias muy directas a los
presos políticos.

El autor de estas líneas tiene alguna idea de la cuestión. Tuvo su
propia experiencia de permanencia en un centro clandestino, La Cuarta de
Santa Fe, y una cárcel, Coronda; además durante algunos años, bajo la
dictadura, trabajó como receptor de denuncias en la sede de la Liga de
Rosario, en la mítica Ricardone 74, y en los últimos diez años ha
compartido con los equipos jurídicos de la Liga la participación en
decenas de juicios donde ha escuchado cientos de testimonios sobre los
centros y las cárceles de la dictadura.

Lo primero que debo decir que todo fue rebasado en Palestina. Por el
número (se calcula que el 40% de los palestinos varones han pasado por
la cárcel desde 1967) y por la perversión industrializada. Los
organismos defensores de los derechos humanos del pueblo palestino han
identificado más de cien técnicas de tortura.

De ellas nos habló Yacoub Odeh, miembro del Consejo Directivo de
Addameer (la entidad que nos invitó y organizó la gira política por
Palestina) quien pasó diecisiete años en prisión por ser parte de la
resistencia a la ocupación militar de 1967 y quien, por las razones ya
explicadas de solo contar con “permiso de residencia” hace más de
siete años que no puede salir de Jerusalén.

El testimonio de Yacoub Odeh es casi insoportable de receptar: hasta le
arrancaron el cuero cabelludo y los daños que recibió en las
interminables sesiones de tortura todavía se muestran a flor de piel.
Sin embargo, ni una sombra de odio hay en su discurso donde abundan
reflexiones humanistas y la convicción de que solo ganando una parte de
la sociedad israelí y buena parte de la opinión publica mundial se
podrá encontrar salida a la aparente encerrona del “conflicto”

En un barrio palestino de la Jerusalén Oriental visitamos la familia de
Majd Barbar; él está preso desde hace quince años acusado de instigar
la Segunda Intifada del 2000. Tomamos te con su compañera y sus dos
hijos, de dieciséis años el muchacho y de quince años la muchacha.
Ambos vestidos al modo occidental, estudiantes de una escuela católica
que les permite estudiar a pesar de que ellos son musulmanes no
practicantes. La niña no más que intentó decir algo que se emocionó
tanto que salió corriendo de la habitación donde estábamos. Su madre
la disculpa y explica que todavía está conmovida por un hecho
extraordinario: por primera vez en quince años de encierro de su padre
la han dejado darle un abrazo, tocarlo, y sacarse una foto. Sería la
segunda que tiene con su padre (a dos semanas no se la habían dado y
podría ocurrir que la seguridad estatal decida que la foto es un
peligro para la seguridad de Israel, así de absurdo y perverso es
todo), en la primera ella tenía dos semanas y su padre quince años
menos. La madre cuenta que cuando fue detenido su esposo también
detuvieron su hermano y que en una ocasión, cuando ambos ya tenían
meses de detención la llevaron a ella para torturarla delante de ellos,
para quebrar su voluntad de resistir. Lo cuenta con la humildad y la
naturalidad de quienes han hecho del patriotismo y la dignidad una
opción de vida que no admite opción. Tiene prohibido trabajar en
cualquier empresa israelí, pero ha conseguido empleo en una ONG de
ayuda al pueblo palestino. Su ilusión es que finalmente su marido
salga (falta muy poco para el cumplimiento de la condena, pero eso no es
ninguna garantía) y se preocupa por el estudio y salud de sus hijos.
Está particularmente temerosa de que el muchacho se enrede en alguna
pelea con los israelíes que actúan como matones en las calles. Los
escupen y golpean, amparados en la policía israelí. El muchacho
explica que él se cruza de calle cuando los ve pero que ellos lo
provocan, lo empujan. Se adivina el conflicto: el muchacho no tiene
mucha más paciencia, la madre tiene terror a que lo encarcelen antes
que salga el padre.

En el campo de refugiados de Ramalah, Al Jalazoon, nos encontramos con
ese drama. Resulta que Murad Nakhla está a punto de salir luego de
quince años de prisión (todos son los presos de la Intifada del 2000,
la Segunda Intifada) y la visita se programó porque en estos casos, los
vecinos pintan murales, tiran luces de colores y todo el barrio se
prepara para la recepción. Eso lo vimos en el Campo de Refugiados
Aída de Belén. Pero aquí la fiesta se aguó. La noche anterior a
nuestra visita el Ejercito Israelí asaltó el Campo y allanó la
vivienda de Murad Nakhla para detener a su hijo de quince años Osaid.
La autoridad militar israelí no proporcionó ninguna información y se
sabe que está en “interrogatorios” donde seguramente será
torturado salvadamente, sin que las sesiones tengan que ser filmadas o
grabadas gracias a la gracia de la Corte Suprema Israelí que desafía
la comunidad internacional y permite la tortura del Ejercito aún contra
los niños.

El clima es tenso, dramático. Nuestro discurso se vuelve inútil.
Tonto.

En un momento muy duro en Jerusalén, cuando nosotros repetimos el
discurso de la solidaridad internacional, el muchacho nos preguntó qué
podíamos hacer por su padre y nosotros dijimos que podíamos hacerlo
más visible. Que podíamos protestar ante la embajada de Israel. El
nos preguntó si alguna acción nuestra podría obligar a Israel a
liberar a su padre o algún preso y cuando le dijimos que no entonces
él dijo que no podíamos hacer nada por él.

Seguramente que un análisis fino de la cuestión nos daría la razón y
la idea de la acumulación de críticas y de acciones finalmente traerá
algún resultado, pero creo que el muchacho, igual que aquel otro de
Hebrón que agarró una piedra cuando el soldado le prohibió cruzar la
reja para acompañarme hasta la Mesquita, está al borde de la
paciencia, de la rebelión, aunque no tengan ni plan ni estrategia de
victoria.

En el campo Al Jalazoon nos llevan de casa en casa. Todos tiene
familiares presos o asesinados por el Ejercito. En todas está la foto
de los compañeros en un sitio de honor. Las madres de ellos son
honradas como también lo son las madres de mártires y es algo muy
profundo en la cultura palestina, árabe y musulmana. Recuerdo algunos
nombres. Alí Safí asesinado por el Ejercito. Khaled Safi preso desde
hace años.

Los israelíes pretenden darle a toda su política de encarcelamiento
masivo y sin causa una pátina de legalidad. Tienen todo un menú de
opciones para encarcelar por que sí a los palestinos pero en todos los
casos, fingen una instancia judicial. Claro que no se aplican los
derechos humanos del derecho internacional, ni siquiera el derecho que
protege las acciones de guerra o las de las personas que quedan bajo
dominio de un ocupante militar. No por casualidad Israel se niega a
adherir a la Corte Penal Internacional y cuestiona toda labor de los
organismos internacionales que sistemáticamente condenan su accionar.
El autoritarismo es tan perverso y cínico que han llegado a sancionar
una ley que prohíbe la huelga de hambre, casi el único recurso que le
quedaba a los presos para manifestarse. En efecto, el 30 de de julio de
2015 la Knesset israelí (el parlamento) aprobó la “Ley para prevenir
daños causados por Huelga de Hambre”, que permite la alimentación
forzada de los palestinos en huelga de hambre en cárceles de la
ocupación Israelí quitando el último recurso de ejercer la voluntad
para los presos.

Junto a la abogada de Addameer, Farah Bayadsi, tuvimos la oportunidad de
presenciar un juicio en la Corte Militar de Ramalah, adjunta a la
Cárcel de Ofer.

Llegar al recinto fue toda una travesía. Cruzar una vez y otra y otra
vez los controles militares. Someterse a los chequeos, presentar una y
otra vez los documentos para finalmente esperar en un patio alambrado el
turno para entrar al momento de la apelación final. El joven palestino
llevaba un año en prisión, sus padres vinieron de Hebrón y estaban
sentados solos en una pequeña sala. La acusación era que había
tirado una piedra contra un soldado israelí y eso constituye según el
ocupante militar el delito de agresión a la autoridad y el fiscal
pidió dos años y una multa de cuatro mil new sheckel (la moneda
israelí, aproximadamente unos mil dólares, una suma importante para la
economía palestina) que de no pagarse aumentaba la pena.

La mayoría de los juicios se tramitan como los “juicios abreviados”
de Argentina. La autoridad militar impone la situación de que si no se
acepta la culpa del delito por el cual es acusado, la espera del juicio
será mucho más que la posible condena. De este modo, toda la
discusión es sobre el monto de la pena y no sobre la inocencia o culpa
del acusado. La mayoría de los casos se constituyen con el testimonio
del soldado o de los Servicios de Inteligencia como única prueba,
suficiente para el “orden jurídico militar” que por supuesto
presupone la credibilidad de la palabra militar y la falsedad del
testimonio del acusado palestino. El nivel de absoluciones es mínima y
la pena por tirar una piedra oscila entre los dos a los cinco años.
Cinco años por tirar una piedra y pueden ser condenados hasta los
niños.

La ley dice que solo pueden ser condenados a los 16 años, pero no
prohíbe apresarlos antes y esperar que cumplan los años necesarios en
prisión.

De todo esto hablamos mucho con el encargado de la autoridad palestina
para los asuntos de los presos políticos, un cargo insólito para un
funcionario de gobierno, pero Issa Qaraqa no se amilana y enumera las
acciones que su oficina realiza: desde acciones de esclarecimiento de
los derechos que le corresponden a los presos políticos hasta el
sostenimiento de un equipo de abogados que intenta, en las condiciones
más adversas por que la Justicia Israelí permite el uso de prueba
secreta o que los compañeros lleguen al juicio oral sin haber visto al
abogado, quien a su vez conoce la acusación en el momento mismo de la
audiencia oral lo que convierte la labor jurídica en un burdo remedo
del “debido proceso” y demás condiciones que hacen a un Estado de
Derecho, que a todas luces Israel no respeta ni por asomo.

Quisiera terminar esta crónica con la opinión de una periodista
israelí, Amira Hass, publicada en abril de 2013, ante una seguidilla
de detenciones de palestinos acusados de tirar piedras. . El artículo
se titula: La sintaxis interna de las piedras palestinas y afirma:
“Lanzar piedras es el derecho y el deber de toda persona sometida a la
dominación extranjera. Lanzar piedras es una acción tanto como una
metáfora de la resistencia. Perseguir a los que arrojan piedras,
incluyendo a los de 8 años de edad, es parte inseparable -aunque no
siempre explícita- de los requisitos laborales del gobernante
extranjero; no menos que disparar, torturar, robar tierras, restringir
la libertad de movimiento y asegurar la distribución desigual del agua.
La violencia de los soldados de 19 años de edad, de sus comandantes de
45, y de los burócratas, juristas y abogados, es dictada por la
realidad. Su trabajo consiste en proteger los frutos de la violencia
intrínseca en la ocupación extranjera: recursos, lucro, poder y
privilegios. (…) A menudo el lanzar piedras es producto del
aburrimiento, el exceso de hormonas, la emulación, la jactancia y la
competencia. Pero en la sintaxis interna de la relación entre el
ocupante y el ocupado, el lanzamiento de piedras es el adjetivo que
acompaña al sujeto: “Ya hemos tenido suficiente de ustedes,
ocupantes”.

Otro israelí, Guideon Levy, comentó el texto diciendo que el
comentario de Hass fue publicado pocos días después que los judíos
leyeran la Hagadá [lectura de Pascua], que relata su historia de
liberación, “una lucha que incluyó calamidades mucho más terribles
que las piedras lanzadas contra los que les negaban la libertad.
Generaciones de judíos leen este texto con temor y asombro, y se lo
narran a sus hijos. Pero no están dispuestos a aplicar la misma regla
básica (…) según la cual la resistencia, incluyendo la resistencia
violenta, es el derecho y el deber de toda nación oprimida”; porque
“En la experiencia israelí está profundamente arraigada la idea de
que lo que está permitido al pueblo judío está prohibido a los
demás.” Levy afirma una verdad de Perogrullo, pero a menudo soslayada
por los defensores de Israel: “La única manera de acabar con [la
violencia] es poner fin a la ocupación.”[3]

En una entrevista con Ahmad Attoun, ex preso político y parlamentario
por Hamas de Jerusalén Oriental, hoy expulsado de su vivienda y
radicado en Ramalah, dijo algo parecido: “la etapa actual del
movimiento de liberación nacional palestino es terminar con la
ocupación militar, así se podría discutir democrática y con total
libertad el modo de organizar el estado palestino y el tipo de sociedad
que los palestinos quieren para sí”.

Es que lo primero es lo primero y no tengo ninguna duda que en
Palestina, lo primero es terminar con la ocupación militar, causante de
todas las injusticias y desigualdades, de la prisión política y de las
políticas de apartheid que no solo denigran y humillan al pueblo
palestino que la sufre, también denigran y degradan a la parte del
pueblo de Israel que las consiente y aprueba. Hay otros israelíes que
resisten la ocupación y la fascistización de Israel pero su valiente
lucha amerita otra crónica palestina: la de los que construyen la paz a
pesar de todo.